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El diagrama de Ishikawa es un recurso muy interesante para conocer qué factores originan nuestros problemas. Así, aunque esta herramienta se usa con frecuencia en los procesos de calidad de las empresas, también es útil en el campo del crecimiento personal.

El diagrama de Ishikawa, también conocido como diagrama de cola de pescado, es una herramienta esencial en los proceso de calidad de una empresa. Gracias a este instrumento se pueden analizar los problemas existentes al clarificar las causas que lo originan. Asimismo, permite a los grupos de trabajo entender qué obstáculos están vetando el potencial de la organización.

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Solo con leer el nombre de esta técnica de análisis ya intuimos que su origen no es precisamente anglosajón. Los nipones son grandes estrategas comerciales y, si buena parte de sus productos, de sus tecnologías y recursos se hallan en posiciones destacadas de nuestro mercado, es por algo. Fue Karou Ishikawa, químico industrial japonés y administrador de empresas fue quien introdujo esta idea en 1943.

A día de hoy, Ishikawa es considerado como uno de los grandes gurús en los procesos de calidad de toda organización. No solo le debemos el ya famoso diagrama de pez para analizar la causa de los problemas en una empresa.

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Además, fue una de las primeras voces en enfatizar la necesidad de introducir el control de calidad total (CTC) en la producción. En él debían participar todas y cada una de las personas que forman un centro laboral, desde los más altos directivos hasta los cargos más bajos.

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Para él, calidad era sinónimo de responsabilidad, de ética y de educación. Si alguien descuidaba estos principios, las metas no se alcanzaban. Asimismo, todo equipo de trabajo necesita según su enfoque, recursos para poder monitorizar sus progresos, sus problemas y obstáculos existentes. El diagrama Ishikawa es uno de ellos. Conozcámoslo a continuación.

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“La primera preocupación de toda empresa debería ser la felicidad de las personas que están en ella. Si la gente no se siente feliz, el rendimiento será deficitario y esa organización no merecerá existir”.

-Kaoru Ishikawa-

Kaori Ishikawa, creador del diagrama de Ishikawa

El diagrama de Ishikawa: ¿en qué consiste?

Si bien es cierto que el diagrama de Ishikawa se usa sobre todo en el ámbito de empresa, en realidad, podemos hacer uso de él en muchos más contextos. Al fin y al cabo, no deja de ser una buena estrategia mental con la que poder analizar las causas de los problemas.

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No obstante, es interesante conocer sus dos vertientes o ámbitos de aplicación; por ello, analizaremos en detalle dos modos de hacer uso del famoso diagrama de pez ideado por Kaoru Ishikawa.

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El diagrama de causa-efecto en el ámbito de la empresa con equipos de trabajo

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Cualquier empresa, por pequeña que sea, afronta sus retos cotidianos con mayor o peor efectividad. Uno modo de ganar en eficacia es saber afrontar las incidencias, los problemas y discrepancias que surgen en cualquier momento.

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El diagrama de Ishikawa nos puede ayudar a resolver con ingenio esos baches. Las claves son estas.

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  • Deben estar presentes todos los miembros de la organización (o un representante de los mismos).
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  • En primer lugar, se define el problema, por ejemplo, la baja producción del último trimestre. Esa será la cabeza del pez o en su caso, el efecto.
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  • Una vez clarificado el problema, se procede a trazar la espinas de nuestro pescado, las cuales, definirán las causas.
  • Para ello se sigue el siguiente esquema, el cual, traza los puntos de análisis o reflexión:
    • Métodos.
    • Máquinas (equipamiento).
    • Personas (trabajadores).
    • Materiales.
    • Administración.
    • Ambiente de trabajo.
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  • Cada persona debe contribuir sugiriendo cuáles son, a su parecer y según su experiencia, las causas que han originado ese problema. Se procede, por tanto, a llevar a cabo una lluvia de ideas hasta crear un gran diagrama causal con el cual poder ver qué va mal en la empresa.
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  • El último paso es el más decisivo: resolver. Hay que dar solución a esos desafíos identificados entre todos.
El diagrama de Ishikawa

Diagrama de Ishikawa para nuestro crecimiento personal

Tal y como señalábamos, el diagrama de Ishikawa puede salir del ámbito social y del mundo de la empresa, para ser una estrategia idónea en el área del crecimiento personal.

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Estamos básicamente ante una herramienta que sirve para identificar las causas de esos efectos que limitan en el momento presente nuestro bienestar y, por tanto, podemos extrapolarlo a casi cualquier escenario vital.

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Ahora bien ¿de qué manera lo aplicamos en nuestro día a día? ¿cómo nos puede ayudar a favorecer nuestra felicidad o el poder alcanzar determinadas metas vitales? Tengamos en cuenta los siguientes pasos.

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  • Clarificamos nuestra preocupación, nuestro miedo, barrera emocional o problema. Por ejemplo: me siento estresado.
  • El segundo paso, como ya sabemos, consiste en dar forma a las espinas del pez (que trazarán esas causas que han podido originar el efecto, en este caso, el estrés). Para ello, podemos basarnos en las siguientes categorías:
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Chica escribiendo un texto titulado "Carta a mi yo futuro"

El último paso del diagrama de Ishikawa aplicado al campo del crecimiento personal o del bienestar es, una vez más, el más importante. Una vez hemos logrado detallar y tomar conciencia de qué está originando nuestro malestar o cuáles son esas realidades que son un obstáculo para lograr lo que queremos (ya sea reducir el estrés, alcanzar una meta o generar un cambio) es momento de pensar en soluciones.

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De nada sirve realizar el famoso diagrama del pez si no nos permite generar mejoras. Por tanto, no dudemos en servirnos de este original recurso en beneficio propio. Es un valioso ejercicio de análisis que nos invita también a ejercitar la creatividad al impulsar mejoras, al permitir que ese anfibio avance por un océano más luminoso, feliz y lleno de oportunidades.

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17 enero, 2020
Este artículo fue redactado y avalado por la psicóloga Valeria Sabater
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https://lamenteesmaravillosa.com/el-diagrama-de-ishikawa-para-solucionar-problemas/

DIAGRAMA DE ISHIKAWA. Doc

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La región cerebral de la culpabilidad. por la psicóloga Valeria Sabater

La región cerebral de la culpabilidad parece funcionar de manera diferente en cada uno de nosotros. Si bien es cierto que por término medio la mayoría sentimos el peso de su impacto, parece ser que determinadas personas apenas activan esta área. Un ejemplo de ello serían los narcisistas y perfiles potencialmente violentos.

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Si hablamos de la culpa hemos de entender primero dos aspectos muy interesantes. Para empezar, estamos ante una emoción clave en el comportamiento del ser humano. A pesar de que la asociemos a esas realidades internas de línea más bien negativa (Fischer, Shaver y Carnochan, 1990), en realidad, esta emoción nos ayuda a regular nuestro comportamiento social.

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El peso de la culpa nos anima a corregir conductas y promueve a las personas a comportarse de manera correcta. De ese modo, evitamos el sufrimiento de ese peso que a menudo, puede quedarse toda una vida en nuestro cerebro. Por otro lado, y esto sin duda lo habremos experimentado muchos, estamos ante una de las emociones más difíciles de gestionar.

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Sigmund Freud ya comentó en su día que el ser humano alza sofisticados mecanismos de defensa para protegernos de su influjo. Porque su sombra, el recuerdo de aquello que hicimos o que no hicimos, es algo complicado de manejar. Sin embargo, y aquí llega tal vez lo más positivo de todo esto, sentir la marca de su dolor significa que tenemos conciencia, algo que muchas otras personas no podrían decir ni demostrar.

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“Si me haces llorar, tendrá también pena tu alma”.

-Horacio-

asesino de Nueva Zelanda para representar la región cerebral de la culpabilidad

La región cerebral de la culpabilidad, ¿dónde está?

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Hace muy poco hemos sido testigos de un nuevo asesinato en masa. El ataque a dos mezquitas de la ciudad de Christchurch, en Nueva Zelanda nos trajo al panorama criminal a un nuevo tipo de perfil. De pronto, tenemos a alguien que emite en directo y por Facebook la masacre de la que es responsable buscando no solo llegar al mayor número de personas, sino, tal y como explicó en su manifiesto, aspira a perpetuar su obra e inspirar a otros.

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Algo que sin duda llama la atención de este acto es la frialdad absoluta del protagonista. A modo de videojuego, se limita a disparar a todas las personas que encuentra a su paso con total tranquilidad. La brutalidad, la falta de conciencia y de cualquier atisbo de culpabilidad por lo que está haciendo es más que evidente. ¿Qué hay en este tipo de personas? ¿Qué mecanismos rigen o explican estos comportamientos?

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La corteza orbitofrontal lateral, la región cerebral de la culpabilidad

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La Universidad de Monash realizó un estudio sirviéndose precisamente de unos videojuegos de alto contenido violento. El doctor Molenberghs, responsable de este trabajo, buscaba entender cuál es la región cerebral de la culpabilidad. Para ello, y mediante resonancias magnéticas, intentó ver qué ocurría en los sujetos experimentales mientras eran sometidos a un videojuego donde debían quitar la vida a un gran número de víctimas.

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Los escáneres cerebrales evidenciaron una falta de actividad neuronal en la corteza orbitofrontal lateral. Esto venía a coincidir perfectamente con otros trabajos previos llevados a cabo por el neurobiólogo y filósofo Gerhard Roth. Este último, realizó un profundo trabajo de investigación en diversas cárceles para comprender qué ocurría en el cerebro de asesinos, violadores y otros reclusos que habían cometido actos violentos.

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corteza orbitofrontal para representar la región cerebral de la culpabilidad

Los resultados fueron claros. De hecho, el doctor Roth denominó a esta la región cerebral de la culpabilidad el «parche de la maldad«. La corteza orbitofrontal lateral, a diferencia de las personas que sí sufren el peso de la culpa, apenas mostraba actividad. En ocasiones, puede deberse a la presencia de un tumor. En la mayoría de los casos, no se tiene claro el porqué de esta disfunción.

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Algunos psicólogos opinan que la exposición continuada a la violencia, favorece a menudo la habituación de esta área. Ello podría explicar el comportamiento del asesino de Nueva Zelanda, quien dijo que parte de su violencia procedía de su pasión por los videojuegos. No obstante, ese es solo un factor de muchos otros que sin duda, dan forma este tipo de perfiles tan oscuros.

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Sentir culpabilidad nos hace humanos

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La región cerebral de la culpabilidad está relacionada a su vez con el sentimiento de vergüenza. Ambas dimensiones aplican sobre nosotros sensaciones incómodas, quizá de las más molestas e incluso dolorosas. Asimismo, son emociones motivadoras que nos impulsan a mejorar, a comportarnos de otro modo para mitigar dicho malestar.

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Todo ello es sin duda positivo y contiene por sí mismo, esa esencia que nos hace humanos, que nos convierte en seres sociales que desean hacer lo mejor por sí mismos y también por los demás. Ahora bien, este tipo de realidades psicobiológicas no se dan en los psicópatas, ni en los narcisistas ni en esas personas capaces de infringir daños sin sentir nada al respecto.

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Esa capacidad de reflexión por el acto cometido o sentir empatía por esa persona a quien se ha hecho daño, parece no estar presente en este tipo de perfiles. Esto es sin duda algo que asusta, algo que nos obliga a aceptar una realidad evidente: perfiles como el de  Brenton Tarrant, el atacante de Christchurch, seguirán apareciendo. 

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Esa oscuridad cerebral de la que hablaba el doctor Gerhard Roth existe. La región cerebral de la culpabilidad no trabaja de igual modo en todos nosotros y ello puede derivar en actos altamente nocivos para la humanidad.

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https://lamenteesmaravillosa.com/la-region-cerebral-de-la-culpabilidad/

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CURAR EL ALMA PARA SANAR EL CUERPO. Por Valeria Sabater

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Son muchas las personas que llegan a las consultas de atención primaria con un dolor. Con esa migraña que no nos deja vivir. Con esa tensión elevada que acelera nuestro corazón. Con esa pena en el alma que abruma, que agota, que nos impide levantarnos por las mañanas.

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Nos duele el cuerpo. Y como tal, recibimos esas pastillas para el dolor de la vida. ¿Es lo adecuado? No podemos atribuir toda la culpa a los médicos, es poco el tiempo que tienen para atendernos y es habitual, por ejemplo, volver a casa con un tratamiento poco acertado. Al poco volverá esa acidez de estómago, esos mareos que nos impiden salir de casa y esas taquicardias que se acentúan cuando volvemos al trabajo.

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La vida duele. La vida tiene efectos secundarios que hiere nuestra alma y enferma nuestro cuerpo. ¿Qué podemos hacer? ¿Cómo enfrentarnos a esta dura realidad?

El problema más frecuente en las consultas médicas

No vamos a entrar aquí en discusiones filosóficas o religiosas sobre la existencia o no del alma. Pero todos entendemos el concepto. Al alma atribuimos lo que somos, lo que sentimos, en ella están nuestros miedos y nuestras ansiedades. Nuestros sueños.

Existen teorías que van un poco más allá, que nos hablan del concepto de la regresión y de vidas anteriores, ahí donde seguimos “cargando” con asuntos sin solucionar. Pero no vamos a entrar en estos conceptos.

Nos quedaremos en la idea básica de que el alma es una representación de nuestra auténtica esencia. Una entidad muy frágil, vulnerable y que diariamente se siente herida. ¿Cómo avanzar por nuestra cotidianidad si nuestro ser se encuentra decepcionado o coaccionado?

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El cuerpo se resiente y la somatización es, posiblemente, una de las realidades más comunes en casi todas las consultas médicas.

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Una depresión no diagnosticada seguirá escondida, pero patente en la persona que la sufre. De nada le sirve un calmante para ese dolor de espalda o de estómago. La persona llega al especialista quejándose del sufrimiento, de esos problemas gastrointestinales que apenas le permiten comer nada…

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Enfrentarse al problema

¿Qué podemos hacer? En primer lugar, ser responsable. Hay que ser consciente de que el verdadero foco del problema está en nuestra mente, no es nuestro cuerpo. Y puede que te sorprenda, pero algo así no es fácil de admitir para muchos de nosotros.

Es más fácil asumir que padecemos migrañas que una depresión. Curioso también lo que se da en muchas familias donde uno de los miembros es diagnosticado con esta enfermedad, con una depresión. ¿Cómo deben tratar a ese familiar? ¿Cómo nos dirigimos a él? ¿Qué debe hacer un niño cuya madre padece una depresión?

De algún modo, nuestra sociedad no termina de aceptar o de asumir esos “dolores del alma”. Cuando en realidad, sería precisamente el mejor instrumento de ayuda y de apoyo. La familia, los amigos… pueden ser en ocasiones el mejor “sustrato” para ayudarnos en estas situaciones.

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Pero, ¿cómo se cura el alma?

  • Sé consciente de lo que ocurre a tu alrededor y de cómo te afectan las cosas. En ocasiones cedemos más de la cuenta. Aceptamos cosas en contra de nuestros valores. Nos vemos envueltos en relaciones tóxicas de las que no somos conscientes hasta que es tarde. Atiéndete, analiza lo que sucede a tu alrededor y valora cómo te afecta. El autoconocimiento es esencial como estrategia de afrontamiento.
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  • Cuando llegues a casa con dolor de cabeza, tensado y con un profundo malestar, antes de recurrir a un fármaco permítete un tiempo para ti. Dos horas de descanso, de estar contigo mismo. Un instante de tiempo en “tu palacio de pensamientos”, donde desconectar y ser tú mismo.
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Si esto alivia tu malestar físico, tal vez sea hora de hacer pequeños cambios en tu vida. Sabemos que no siempre es fácil encontrar este tiempo para nosotros mismos, pero ten en cuenta que poco a poco, te irás “perdiendo” si no asumes nuevas medidas. Difuminando en obligaciones que te alejan de tu equilibrio, de tu bienestar.

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  • No tengas miedo a expresar en voz alta aquello que te duele. Aquello que te molesta y que te afecta. Si guardas silencio y lo escondes, día a día esa inquietud acabará transformándose en un dolor físico. Acepta, expresa, busca ayuda, y emprende el proceso del cambio en busca de ese ansiado bienestar. Esa tranquilidad en el “alma”, a la que todos tenemos derecho.
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  • Fuente.https://lamenteesmaravillosa.com/curar-el-alma-para-curar-el-cuerpo/

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¿CÓMO AFECTA LA PREOCUPACIÓN AL CEREBRO? Por Valeria Sabater

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Estrés, ansiedad, cansancio permanente, falta de energía, pesimismo... El modo en que afecta la preocupación al cerebro es tóxica, llevamos al límite todos nuestros recursos emocionales hasta experimentar una sensación de amenaza constante.

El modo en que afecta la preocupación al cerebro puede resumirse en una palabra: tóxica. Así, y aunque esta realidad psicológica no sea más que una emoción natural cuando percibimos una amenaza, en realidad, muchas de nuestras preocupaciones son infundadas y hasta obsesivas, llevándonos a estados de gran agotamiento en los que perdemos la energía, el ánimo y todo atisbo de motivación.

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Algo que sabemos bien desde un punto de vista psicológico es que los efectos de preocuparse demasiado pueden ser incluso más peligrosos que aquello que realmente nos preocupa. Parece un juego de palabras, pero en realidad va más allá. Cuando derivamos en esos estados en los que el estrés intensifica y distorsiona hasta el más mínimo detalle, todo acaba fuera de control, tomamos las peores decisiones y el malestar emocional se intensifica.

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Un ejemplo, cuanto más nos obsesionemos por nuestra mala calidad del sueño, más insomnio padeceremos. Cuanto más nos preocupemos por mostrarnos eficaces y perfectos en nuestro puesto laboral, más fallos llegaremos a cometer. Es más, si nos preocupamos en exceso de que nuestra pareja deje de querernos, crearemos situaciones en las que la otra persona se sienta más presionada e incómoda.

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Así, cuanta más presión le provoquemos a nuestra mente, peor responderá nuestro cerebro. Agotaremos todos sus recursos, más fallos de memoria tendremos y más agotados nos sentiremos. La lista de efectos asociados a la preocupación excesiva es inmensa, debido a la biología del estrés. Veamos más datos a continuación.

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“Cada mañana tiene dos asas, podemos tomar el día por el asa de la ansiedad o por el asa de la calma”.

-Henry Ward Beeche-

chica entre gente representando cómo afecta la preocupación al cerebro

¿Cómo afecta la preocupación al cerebro?

El modo en que afecta la preocupación al cerebro es más intenso de lo que podamos pensar. Así, neurocientíficos como el doctor  Joseph LeDoux de la Universidad de Nueva York nos señala que el impacto de esta dimensión es tan severo porque las personas por término medio, no sabemos preocuparnos de manera saludable. Tenemos la curiosa tendencia de llevarlo casi todo al extremo.

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Ahora bien, también nos señala otro factor que nos exime quizá de una parte de culpa. Nuestro cerebro está programado para preocuparse primero y para pensar después. Es decir, nuestro sistema emocional y, en concreto nuestra amígdala cerebral, son las primeras en detectar una amenaza y en activar en nosotros una emoción.

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Al instante, se liberan neurotransmisores como la dopamina para generar la activación y el nerviosismo. Tiempo después, el sistema límbico estimula la corteza cerebral para dar aviso a las estructuras mentales superiores. ¿La finalidad? Animarle a que tome el control, a que haga uso del razonamiento lógico para regular ese miedo, esa sensación de alarma.

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El doctor LeDoux nos recuerda que en el ser humano las emociones tienen más poder que la razón. Algo así hace que las preocupaciones y el laberinto de la ansiedad al que nos abocan, tomen comúnmente el control de nuestras mentes. El modo en que afecta la preocupación al cerebro es por tanto inmensa y los efectos son los siguientes:

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La preocupación excesiva genera dolor psicológico

¿Qué entendemos por dolor psicológico? ¿Es diferente del dolor físico? Efectivamente lo es, pero en realidad es igual de limitante. Así, el dolor psicológico es básicamente sufrimiento, agotamiento, negatividad, desánimo…

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En un cerebro ansioso dominado por las preocupaciones constantes, quien nos controla es la amígdala. Ella nos hace ver peligros donde no los hay. Todo son amenazas, de todo desconfiamos y todo nos genera temor. Su hiperestimulación afecta a la corteza cerebral, reduciendo su actividad. Por tanto, dejamos de ver las cosas con mayor calma y equilibrio.

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Asimismo, la amígdala activa diversas áreas de dolor cerebral como es por ejemplo la corteza cingulada anterior. De este modo, el malestar se intensifica.

chica que se coge las sienes representando cómo afecta la preocupación al cerebro

Cuando la preocupación afecta al cerebro con intensidad, tus procesos cognitivos fallan.

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¿A qué nos referimos cuando hablamos de los procesos cognitivos? Cuando la preocupación afecta al cerebro de manera intensa porque llevamos semanas o meses supeditados a ciertos pensamientos, podemos empezar a notar hechos como los siguientes:

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  • Fallos de memoria.
  • Problemas de concentración.
  • Dificultad para tomar decisiones.
  • Problemas para comprender mensajes, textos, etc.
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¿Cuál es la solución para dejar de preocuparnos?

En realidad, la clave no está en dejar de preocuparnos. La respuesta está en aprender a preocuparnos mejor. De lo contrario, tal y como nos explican en un estudio llevado en la Universidad de Cambridge por el doctor Ernest Paulesu, corremos el riesgo de derivar en un trastorno de ansiedad generalizada.

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Para lograrlo, para aprender a preocuparnos mejor es adecuado recordar los consejos del destacado psicólogo Albert Ellis. Reflexionemos por tanto en ellas unos instantes:

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  • Analiza tus pensamientos irracionales. Aunque no lo creas, cerca del 80 % de tus preocupaciones son desmesuradas y no tienen una base lógica.
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  • Habla sobre tus emociones, ponles nombre, desahógalas, sácalas a la luz. Es posible que te estés preocupando en exceso por tu trabajo porque, en realidad, te sientes insatisfecho, porque no eres feliz, porque no te satisface. Profundiza en esas ideas.
  • No tomes decisiones basándote solo en tu estado de ánimo.
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  • Antes de decidir y actuar, aplica la calma y pasa cada pensamiento por el filtro de la razón. Las emociones son importantes, pero si estas se maridan con el razonamiento pausado y centrado, actuarás siempre con mayor acierto.

Para concluir, sabiendo cómo afecta la preocupación al cerebro, aprendamos a ser más proactivos. Evitemos caer en esos ciclos de sufrimiento y hagamos uso de enfoques más saludables y razonables. En caso de no lograrlo, no dudemos tampoco en contactar con profesionales especializados

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Fuente; La Mente es Maravillosa

AGOTAMIENTO PSICOLÓGICO, CUANDO LA GOTA COLMA EL VASO. Por Valeria Sabater

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El agotamiento psicológico nos debilita física y mentalmente. Es una dimensión que surge como resultado de los “demasiados”: demasiadas decisiones, demasiados pensamientos intrusivos, demasiado trabajo,…

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Experimentar el diálogo negativo, vetador y obsesivo en nuestra mente nos produce la sensación de navegar atrapados en un agujero negro. La luz se apaga y las esperanzas se desvanecen, una por una. Así, aprender a transformar pensamientos negativos en positivos es algo más que una necesidad, es una herramienta de supervivencia y de salud para reducir la carga de la ansiedad y avanzar en plenitud.

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Dicen los expertos en psicología emocional que es permisible tener hasta tres pensamientos negativos al día. Al fin y al cabo, no se trata en absoluto de cerrar los ojos ante la realidad, de bajar las persianas ante las dificultades, los miedos y las preocupaciones. La clave se centra en no dejarnos arrastrar por esos patrones de pensamiento donde casi, sin saber cómo, prohibimos la entrada a la resiliencia, a la superación, a la motivación o a la superación personal.

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Pensemos: todos nosotros tenemos pensamientos de este calibre. Esos que en un momento dado suben su volumen y nos dictan mensajes muy característicos: “no valemos, no vas a poder con eso, vas a fracasar, por mucho que te esfuerces siempre ocurrirá lo mismo…”. Somos humanos y la mente tiende a ir a la deriva en muchos más momentos de los que nos gustaría.

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Así, algo que nos revelan desde el famoso laboratorio de neuroimagen de la Universidad de California, es que cada uno de nosotros llegamos a tener hasta 70.000 pensamientos en un día. Y sí, un gran porcentaje de ellos son negativos, limitadores y frustrantes. Ahora bien, ante esa presencia pegajosa y a instantes poderosa, solo cabe una opción posible: aceptarlos y transformarlos. Veamos cómo transformar pensamientos negativos en positivos.

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“Los pensamientos obsesivos son la leña que alimenta el fuego de la ira, un fuego que sólo podrá extinguirse contemplando las cosas desde un punto de vista diferente”.

-Daniel Goleman-

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Aprende a transformar pensamientos negativos en positivos

Un estado emocional negativo acaba generando pensamientos negativos y alimentándose de ellos. Esto es algo que la mayoría entendemos, pero que no siempre percibimos. Y no lo hacemos porque no nos regalamos el tiempo ni las estrategias adecuadas para gestionar mejor esos universos emocionales tan dañinos.

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Por ejemplo, nos referimos a esa sensación con la que a veces volvemos del trabajo, ahí donde el cansancio, el malestar y la preocupación órbita a nuestro alrededor como un satélite gigantesco. Sin embargo, no queremos prestarle atención, preferimos desconectar y no profundizar hasta la raíz de los problemas, en esos agujeros negros que cada vez se hacen más grandes, pero a los que les negamos la mirada.

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Día a día, esas emociones negativas terminan cambiando el discurso interno y la calidad de nuestros pensamientos. El malestar y la frustración hacen germinar esos patrones mentales donde solo crece el diálogo negativo y obsesivo. Así, y en caso de estos estados se alarguen mucho en el tiempo, acabaremos dejando la puerta entreabierta para que llegue la sombra de la depresión o los trastornos de ansiedad.

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Identifica los pensamientos negativos y acéptalos sin resistencias

La Universidad de Rhode Island (2012) publicó un interesante estudio en la revista Pshychology and Aging para averiguar cómo afectan los pensamientos negativos en cada cohorte de edad. Los resultados fueron muy claros; o importa que seamos jóvenes o estemos ya en una edad avanzada, estas realidades psicológicas generan angustia y son a menudo el detonante de muchas enfermedades.

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En primer lugar, una estrategia clave para transformar pensamientos negativos en positivos es saber identificar el diálogo negativo. Esto, que al principio nos puede sorprender, es evidente: no nos damos cuenta de hasta qué punto estamos supeditados a los pensamientos obsesivos, negativos y limitantes.

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  • Debemos detectar esos razonamientos negativos. Para ello nada mejor que llevar un diario y escribir en un momento del día aquello que tenemos en la mente.
  • Los pensamientos negativos no deben esconderse, ni bloquearse. Se trata solo de aceptarlos tal y como son, tal y como vienen. Una vez detectados, el segundo paso será sin duda “transformarlos”.
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Una de las claves para transformar pensamientos negativos en positivos es identificar el diálogo negativo.

 

Contrasta, refuta, debilita

¿Ese pensamiento negativo está justificado? ¿Qué pruebas tengo de que eso que pienso puede ocurrir al 100%? Debemos entender que solo por pensar algo no tiene por qué ser verdad. La mente es mentirosa, nos pasa malas pasadas, se deja llevar por el viento del miedo, por la sombra del temor y por la necesidad de quedarnos siempre en nuestra zona de confort.

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Pon bajo la lupa tus pensamientos, uno por uno y busca evidencia que demuestre o contradiga cada una de esas ideas.

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Otra de las claves para transformar pensamientos negativos es ponerlos a prueba.

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Reformula el pensamiento de forma adecuada

Reformular nuestros pensamientos de una manera más ajustada siempre lastra su poder negativo. Ahora bien, hay que hacerlo con acierto y no dejarnos llevar por una positividad ingenua y poco realista. Pongamos algunos ejemplo.

  • Me van a echar de mi trabajo  A día de hoy no hay pruebas evidentes de que eso vaya a pasar, además estoy trabajando bien. Por otro lado, en caso de que eso ocurriera sé que debo estar preparado. Así que lo que debo hacer es preparar otras salidas en caso de que pasara mientras me esfuerzo en dar lo mejor en mi empleo.
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  • Pienso que mi pareja ya no me quiere como antes  ¿Qué pruebas tengo para pensar eso? Si de verdad lo creo debo hablarlo con él/ella. Debo entender que las relaciones deben trabajarse en el día a día, y si mi actitud es negativa empeoro la situación.
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  • Tengo miedo, tengo la sensación de que algo malo va a pasar   ¿Qué me hace pensar esto? ¿Hay algo que va mal en mi vida? Debo entender que a día de hoy todo está bien, yo estoy bien y los míos están bien. Lo mejor es que distraiga mi mente en otras cosas, que inicie otros proyectos, nuevas aficiones para hallar motivación.

Drena emociones negativas e inyéctate de emociones positivas

Señalábamos al inicio que las emociones condicionan la calidad de nuestros pensamientos. De este modo, una estrategia para detener el curso de esa mente errante, negativa y obsesionada por ideas fatalistas y negativas consiste en abrazarnos a las emociones positivas.

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A menudo, un pequeño cambio en nuestras rutinas genera un cambio productivo. Regalarnos tiempo libre y de calidad ofrece alivio y bienestar. Así, prácticas tan útiles como el mindfulness, las terapias artísticas o incluso permitirnos conocer gente nueva siempre trae beneficios enriquecedores.

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La mente a menudo puede volverse negativa y pegajosa. Cuando eso ocurre, nada mejor que abrirle una ventana para que se oxigene, para que vea nuevas perspectivas y posibilidades. Pongámoslo en práctica, aprendamos a tener el control sobre nuestros pensamientos.

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Sensaciones, pensamientos, memorias, rituales, mitos… La humanidad comparte elementos comunes que, según la teoría del inconsciente colectivo de Carl Jung, configuran una especie de herencia psíquica. Estaríamos por tanto ante un “baúl” de significados que heredamos como grupo social y que, de algún modo y según esta teoría, impacta en nuestro comportamiento y emociones.

 

Todos hemos oído hablar de esta aportación que Jung hizo al mundo de la filosofía y la psicología a principios del siglo XX. La misma que motivó la ruptura con la teoría psicoanalítica y que de algún modo puso aún más distancia entre él y Sigmund Freud. Así, mientras para este último el inconsciente era solo esa parte de la mente donde guardar todas las experiencias que un día fueron conscientes y que después se reprimieron u olvidaron, Carl Jung fue mucho más allá y trascendió el plano individual.

 

    “El péndulo de la mente alterna entre sentido y sinsentido, no entre el bien y el mal”.

 

    -Carl Jung-

 

Este psiquiatra, psicólogo y ensayista no veía el inconsciente como una manifestación personal del propio individuo. Al contrario, en su práctica clínica y en su propia experiencia intuía más bien una especie de conciencia universal mucho más profunda. El inconsciente colectivo era más bien como la noche cósmica o ese caos primordial del cual emergen los arquetipos y esa herencia psíquica que todos compartimos como humanidad.

 

Pocas teorías han sido tan polémicas dentro del mundo de la psicología. El pensamiento de Jung constituye uno de los primeros intentos por desvelar los mecanismos que actúan por debajo de nuestro nivel de consciencia sobre nuestros pensamientos y conductas.

 

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La teoría del inconsciente colectivo de Carl Jung, ¿tiene alguna utilidad práctica?

 

El propio Carl Jung dijo una vez que la teoría del inconsciente colectivo es una de esas ideas que, por trascendente e importante, proyecta la sensación de ser descabellada. Sin embargo, cuando uno profundiza en ella empieza a encontrar elementos familiares y hasta reveladores.

 

Hablamos de una de las piedras angulares del pensamiento de Jung. No obstante, al mismo tiempo también fue origen de muchos de sus problemas, porque tal y como se explica en sus propios libros se pasó media vida defendiendo esta noción del inconsciente de esas voces que lo criticaban por no haberle dado forma a través del método científico.

 

Ahora bien, llegados a este punto muchos se preguntarán qué es realmente el inconsciente colectivo y qué utilidad tiene. Para entenderlo de forma sencilla, pondremos una analogía. El inconsciente colectivo de Carl Jung puede entenderse como una base de datos heredada. Como una nube de información donde se almacena la esencia de nuestra experiencia como humanidad y que todos tendríamos en el inconsciente.

 

Asimismo, ese inconsciente colectivo estaría formado por ciertos elementos: los arquetipos. Estos fenómenos psíquicos son como unidades de conocimiento, imágenes mentales y pensamientos que todos tenemos sobre lo que nos envuelve y que emergen de forma instintiva. Un ejemplo de ello sería la “maternidad” y el significado que tiene para nosotros, la “persona”, otro arquetipo entendido como esa imagen de nosotros mismos que queremos compartir con los demás, la “sombra” o aquello que por el contrario, deseamos esconder e incluso reprimir para nosotros mismos.

 

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Arquetipos, emociones y finalidad de la teoría de Carl Jung

 

Sabiendo esto y retomando la pregunta antes planteada sobre la utilidad de esta teoría, es importante hacernos la siguiente reflexión. El inconsciente colectivo de Carl Jung nos propone enmarcar un hecho. Ninguno de nosotros nos desarrollamos de forma aislada y separados de ese envoltorio llamado sociedad. Somos engranajes de una máquina cultural, de una sofisticada entidad que nos transmite unos esquemas, que nos inculca unos significados que heredamos los unos de los otros.

 

    De este modo, esos arquetipos antes citados nos recuerdan más bien a muchos de esos patrones emocionales que todos tenemos. Cuando llegamos al mundo construimos un vínculo con nuestras madres, y a su vez, a medida que desarrollamos nuestra identidad queremos que los demás nos valoren y aprecien por ella, mientras elegimos esconder aquello que no nos agrada o nos incomoda.

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La teoría de Carl Jung y su propuesta sobre el inconsciente colectivo refleja en realidad muchos de nuestros instintos, de nuestras pulsiones más profundas como seres humanos: ahí está el amor, el miedo, la proyección social, el sexo, la sabiduría, el bien y el mal… Así, uno de los objetivos del psicólogo suizo era conseguir que las personas construyéramos un “yo” auténtico y saludable donde todas esas energías, donde todos esos arquetipos, estuvieran en armonía.

 

Asimismo, un aspecto no menos interesante sobre el inconsciente colectivo de Carl Jung es que, tal y como él explicó, esta energía psíquica va cambiando con el tiempo. En cada generación hay variaciones culturales, sociológicas y ambientales. Todo ello impactaría en nuestra mente, y en esos estratos inconscientes donde se van conformando

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Fuente. La Mente es Maravillosa.

Valeria Sabater

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Valeria Sabater. PARA AYUDAR, A VECES ES NECESARIO NO INTERVENIR

mujer con pájaros en la cabeza que piensa en ayudar a los demás

Si de verdad quieres ayudarme, guarda silencio, respeta mi espacio y déjame en soledad. No me digas que me lo advertiste, que siempre caigo en el mismo error, que no tengo remedio…no intensifiques más mi sufrimiento. Solo por una vez, entiende que a veces, la mejor manera de ayudar es “no ayudar”, muéstrame tu empatía, tu comprensión pero solo por hoy, al menos, quédate al margen.

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Decía Theodore Roosevelt que entre hacer lo correcto y lo incorrecto hay algo mucho peor: no hacer nada. Esta visión responde sin duda al clásico enfoque de la mentalidad política, temerosa siempre del inmovilismo, del votante que no toma partido o del supuesto aliado que no da el paso al frente. Sin embargo, el presidente Roosevelt se equivocaba, porque no hacer nada es en realidad una tercera opción muy válida, y de hecho a veces, es la más idónea.

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“Cualquier ayuda innecesaria es un obstáculo para el desarrollo”
-María Montessori-
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Ahora bien, el mayor problema de todo esto es que en el inconsciente colectivo se asume que la falta de acción o la pasividad es un signo de que lo que ocurre no nos importa. Entonces, ¿cómo entender entonces que en ocasiones es mejor optar por el inmovilismo, por no ayudar, por mirar, callar y dar un paso atrás?

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En psicología se dice muchas veces que en los momentos más complejos la mente nos impulsa a emitir las respuestas más sencillas, ahí donde los heurísticos, esos atajos mentales tan fascinantes del pensamiento humano, son a veces los más acertados. Así, cuando vemos a un amigo sumido en la incertidumbre de dejar o no un trabajo o a un hermano enfadado por una decepción sufrida, a menudo, escuchamos una voz interna que nos dice aquello “déjalos solos, déjales espacio para pensar para decidir o aceptar la situación”.

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Porque a veces, al privar a las personas de sus propias luchas, les quitamos una valiosa oportunidad de aprendizaje y de crecimiento personal.
 

tigre en el aire llevado por pájaros

Hay quien sencillamente no necesita ser salvado

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Cuenta una historia oriental que un hombre se encontró una vez el capullo de un gusano de seda en un parque. Preocupado por esa pequeña criatura y temiendo que alguien lo pisara o que algún animal se lo llevara, decidió cuidarlo él mismo poniéndolo en una caja, para así, atenderlo con paciencia y atención.

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Al llevarlo a casa vio algo que llamó su atención: el capullo estaba ya muy avanzado y se veía incluso un orificio por donde la mariposa luchaba por salir. Empeñado en su idea de ayudar, no dudó en coger unas tijeras y cortar algunas partes del capullo para agilizarle el trabajo al insecto. Su intención era noble, no hay duda, pero las buenas intenciones no siempre traen buenos resultados.

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Porque lo que no sabía aquel hombre es que la naturaleza tiene sus propios ritmos, sus tiempos y sus principios intocables, aún más, que hay procesos para los cuales toda ayuda es sencillamente, perjudicial.

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La mariposa emergió con las alas pegadas al cuerpo y mientras nuestro protagonista esperaba con esperanza que poco a poco las desplegara con total hermosura para empezar a volar, lo único que pudo contemplar es al pequeño insecto arrastrándose en círculos hasta que finalmente, este dejó de moverse. Murió.

Mariposa

Hay quien no necesita ser salvado porque, sencillamente, no está en peligro. Hay sufrimientos que uno mismo debe experimentar para florecer, ahí, en la privacidad del propio capullo, en la tersura envolvente de la propia tristeza, en los recovecos pegajosos de las dudas y las decepciones.

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Hay trayectos que las personas deben hacer en meticulosa soledad sin necesidad de auxilio, sin la obligación de ser salvados por quien enarbola de forma constante la bandera de las buenas intenciones o de los grandes sacrificios sin sentido.

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Ayudar no siempre es necesario, pero…¿cómo saberlo?

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Decía María Montessori que cualquier ayuda innecesaria lo único que consigue es entorpecer el desarrollo. Esta idea tiene sin duda mucho que ver con el concepto de “Zona del desarrollo próximo” de Lev Vygotski. Un concepto que, aunque se aplique ante todo al ámbito de la educación, podría extenderse a muchos de nuestros entornos y relaciones más cotidianas.

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La “Zona de desarrollo próximo” nos dice que que para mejorar las habilidades de alguien hay que darle la ayuda justa y necesaria para que desarrolle sus propias potencialidades. Ello implica, por ejemplo, no asumir responsabilidades que no son nuestras e identificar los puntos en los que nuestra ayuda es realmente un estímulo para el aprendizaje y en qué grado.

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“Ayuda a tus semejantes a levantar la carga, pero no te consideres obligado a llevársela”. Pitágoras
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Somos muy conscientes de que no siempre es fácil saber dónde están los límites, donde esas fronteras donde “el no hacer nada” es admisible y recomendable. No lo es porque al instante asoman las elucubraciones sobre el sentido de la responsabilidad, y más cuando las personas que pasan por un mal momento nos son significativas. Además, aunque el cerebro, desde un punto fisiológico no hace juicios, la conciencia sí.

mujer sujetando paraguas en forma de tejado

Así, algo que deberíamos tener claro en primer lugar es que no es bueno prestar siempre una ayuda devota, constante e ilimitada. El resultado podría ser desastroso: esas personas podrían volverse pasivas, egoístas y desarrollar una férrea dependencia hacia nosotros mismos. La clave está en advertir cuándo hay situación de vulnerabilidad real y tener muy claro qué es lo que de verdad necesita esa persona.

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En ocasiones, la mejor ayuda es saber escuchar o simplemente “estar” sin hacer ruido. Que la otra persona tenga constancia de que estamos ahí para ellos si así lo quieren, que podemos ser ese hombro en el que llorar si lo desean, esos ojos en los que confiar o esa persona que sabe respetar distancias y soledades cuando lo necesiten.

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Podemos, en esencia, ser ese rayo de luz que ilumina en un momento puntual, limitado y fugaz para después dejar ir, para permitir que esa persona extienda las alas y deje de avanzar en círculos. Sin embargo, también podemos no hacer nada, una opción tan válida como terapéutica a veces.

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 Fuente: La Mente es Maravillosa

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Cambiar de opinión en un momento dado no es alejarse de nuestras esencias. Es darse cuenta de que personas en las que confiábamos no son de fiar, es asumir que un camino que creíamos acertado no lo era tanto, y es por encima de todo, saber avanzar con mayor perspectiva y madurez. Por tanto, no olvidemos que todos tenemos ese valioso derecho, el de cambiar para poder crecer.

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Por curioso que parezca, en nuestro día a día no falta quien ve con ojos escépticos el que en un momento dado, actuemos o pensemos de modo diferente. Algo así suele sorprender a nuestros familiares, desencajar a nuestras parejas o inquietar a amigos. ¿Pero cómo es que ahora te gusta el “verde” si antes eras un apasionado del color “azul”?

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“Todos piensan en cambiar el mundo, pero nadie piensa en cambiarse a sí mismo”.
-Alexei Tolstoi-
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En efecto, así es. Ahora preferimos el color verde o el rojo o el cobalto, porque de pronto nos hemos dado cuenta de que en la vida hay más colores de los que nos habían enseñado. Ahora, hemos descubierto también que hay tonalidades que nos favorecen mucho más, que hay sabores que nos despiertan los sentidos y que hay olores, rincones y escenarios más motivadores y enriquecedores.

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Cambiar de opinión en un momento dado no es un sacrilegio ni nos convierte en personas volubles o cambiantes. Es más, aquellas personas capaces de abrir su mente, de ser receptivas a otros estímulos y que además, están abiertas al cambio cuando así lo creen o lo consideran, son perfiles altamente competentes en su propio crecimiento personal.

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Las personas con una mente abierta no temen cambiar de opinión

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Las personas que cambian de opinión a la ligera y sin razón alguna nos generan desconfianza. Este hecho es algo evidente, porque no es fácil vivir con quien hoy nos dice una cosa y luego hace otra, con quien hoy defiende a ultranza una serie de valores y mañana los rechaza y opta por otros completamente opuestos. Ahora bien, no es de este tipo de dinámica comportamental de la que estamos hablando.

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Nos referimos por encima de todo, a esa capacidad que todos deberíamos practicar: la del cambio enfocado a facilitar el desarrollo humano. Así, ser capaces de cambiar de opinión sobre un tema, sobre un comportamiento o sobre la concepción que tenemos de una persona en concreto, es a menudo como esa línea de salida con la que facilitar nuestro mejor avance, nuestra única oportunidad por asumir otras perspectivas y enfoques más útiles.

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En el Journal of Personality and Social Psychology los psicólogos sociales Ian Handley y Dolores Albar publicaron hace unos años un interesante estudio sobre nuestra resistencia a cambiar de actitudes. Según este trabajo hay un hecho central que no deja de ser increíblemente revelador: las personas con una buena autoestima y que se sienten bien consigo mismas tienen una mente más abierta y son mucho más receptivas al cambio. Es más, no tienen miedo a cambiar de opinión en un momento dado y a dejar claro por qué lo hacen.

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Heurísticos que actúan como nuestra voz interior

Este dato se relaciona también con lo que otros psicólogos, Melissa Finucane y Paul Slovic, etiquetaron bajo el término “heurísticos afectivos”. Es decir, aquellos perfiles con un enfoque vital más flexible y abierto a la experiencia suelen tomar sus decisiones basándose en atajos mentales que se nutren directamente de sus emociones, o mejor dicho “de su instinto”.

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Su rodaje en materia de auto-conocimiento es tan competente que disponen de un “detector”(o una voz interior) capaz de avisarles en qué momento ciertas cosas dejan de convenir, o en que instante ciertos ideales, compañías o conceptos deben ser descartados porque ocasionan disonancias, insatisfacción o infelicidad.

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Por su parte, las personas más reacias a cambiar de opinión o de actitud usan heurísticos más sofisticados pero menos emocionales. Solo así logran poner muros para invalidar de mil formas posibles todo aquello que ose desafíe sus ideas preconcebidas.

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“Si algo he aprendido en la vida es a no perder el tiempo intentando cambiar el modo de ser del prójimo”.
-Carmen Martín Gaite-
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Tienes derecho a cambiar de opinión

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Tienes derecho a cambiar de opinión, a dejar de sentir admiración por alguien sin que ello te haga sentir mal. Lo tienes, tienes derecho a que ahora te guste esa disciplina, esa afición o esa área de conocimiento que antes criticabas simplemente, porque no habías tenido la valentía de acercarte a ella para descubrir todo lo que podía ofrecerte.

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A veces, cambiar de opinión es crecer, es permitirnos abrir nuevas puertas cerrando antes otras a nuestra espalda para avanzar con mayor competencia y seguridad. Y nada de eso es malo ni nos hace peores personas, todo lo contrario.

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Ahora bien, en cada uno de estos pasos hay un hecho que no podemos dejar de lado.

Quien cambia de opinión sobre algo o alguien es porque ha hecho previamente un ejercicio de autorreflexión. Es porque se ha permitido hacer uso de esos heurísticos afectivos antes citados para recordar dónde están sus esencias, qué dice su instinto así como sus necesidades emocionales.

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Nadie debería por tanto hacer cambios a la ligera o cambiar de opinión solo por mero capricho. Hay que hacerlo con certezas, con la certeza y la seguridad de que hay cosas que ya no deben ser defendidas porque hay opciones más válidas y enriquecedoras.

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Pensemos en ello y dejemos de tener tanto miedo a los cambios, pequeños o grandes.

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Por Valeria Sabater

La Mente es Maravillosa

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La leyenda budista sobre los gatos. Por Valeria Sabater

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Para el budismo, los gatos representan la espiritualidad. Son seres iluminados que transmiten calma y armonía. Por ello, suele decirse que quien no se relaciona bien con su inconsciente nunca llega a conectar por completo con un gato, ni entenderá tampoco sus misterios.

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La verdad es que a nadie le sorprende saber que la figura de estos animales esté unida al budismo. Tanto es así, que en Tailandia existe una preciosa leyenda que ha trascendido en el tiempo hasta convertir a los gatos en unos seres de paz, y de íntima unión, en muchos templos de países asiáticos.

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Es por ello, que resulta muy común ver a los gatos dormitando en los santuarios, hechos un ovillo en el regazo de las múltiples figuras de Buda que orlan los jardines y los templos.

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Los gatos ven mucho más allá de nuestros sentidos, entre sus horas de siesta y sus instantes de juego y exploración ahondan en nuestra alma con su afinado olfato. Alivian tristezas y nos arropan con sus nobles y relucientes miradas.
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A menudo, suele decirse que tener un perro es disfrutar del compañero más fiel que pueda existir. Algo totalmente cierto. No obstante, quien conoce el carácter de un gato siente que la conexión es más íntima y profunda, de ahí, que diversos monjes budistas como el maestro Hsing Yun, hablen del poder sanador de este animal. Te invitamos a descubrirlo con nosotros.

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Una leyenda budista sobre los gatos originada en Tailandia

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En primer lugar, hemos de saber algo importante. El budismo no está organizado en una jerarquía vertical,  la autoridad religiosa descansa sobre los textos sagrados, pero existe una gran flexibilidad en sus propios enfoques. La leyenda que vamos a mostrarte hunde sus raíces en una escuela en concreto: en el budismo theravada, o el budismo del linaje de los antiguos.

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Fue en Tailandia, y dentro de este contexto, donde se escribió El libro de los poemas del gato, o el Tamra Maew, conservado a día de hoy en la Biblioteca Nacional de Bangkok como un tesoro. En sus antiguos papiros pudo leerse una encantadora historia que decía que cuando una persona había alcanzado los niveles más altos de espiritualidad y fallecía, su alma se unía plácidamente al cuerpo de un gato.

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La vida podría ser entonces muy corta o lo que la longevidad felina permitiese, pero cuando llegaba el final, el alma sabía que ascendería a un plano iluminado. A su vez, el pueblo tailandés de aquella época, conociendo esta creencia, llevaba a cabo también otra curiosa práctica…

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Cuando un familiar fallecía, se le enterraba en una cripta junto a un gato vivo. La cripta tenía siempre un agujero por donde el animal podría salir, y cuando lo hiciera, daban por sentado que el alma del ser amado ya estaba en el interior de aquel noble gato… De este modo, alcanzaba la libertad y ese sendero de calma y espiritualidad capaz de preparar a esa alma, para el camino posterior hacia la ascensión.

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Los gatos y la espiritualidad

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Dicen de los gatos que son como pequeños monjes meditativos capaces de traer la armonía a un hogar. Para la orden budista de Fo Guang Shan, por ejemplo, son como personas que ya han alcanzado la iluminación.

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  • Los gatos son seres libres. Beben cuando tienen sed, comen cuando tienen hambre, duermen cuando sienten sueño y hacen lo que se debe hacer en cada instante sin necesidad de complacer a nadie.
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  • No se dejan llevar por el ego. Y algo especial de estos animales según esta rama del budismo es que aprendieron a sentir al hombre desde eras muy lejanas en el tiempo, en cambio, las personas aún no han aprendido a sentir al gato en el presente.
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  • Son leales, fieles y afectuosos. Pero sus muestras de cariño son íntimas y sutiles, y aún así, tremendamente profundas. Solo aquellos que sepan ahondar en su interior, con respeto y dedicación, gozarán de su amor inquebrantable. Las personas que sean desiguales o que eleven a menudo su voz para gritar, jamás serán de su agrado.

Animales únicos

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Para concluir, sabemos que no hace falta recurrir a los textos budistas para entender que los gatos son especiales. Sus miradas nos transportan a universos introspectivos, con sus extrañas posturas nos invitan a practicar el yoga, son un ejemplo de elegancia y equilibrio…

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Los queremos y hasta los veneramos y, aunque ellos mismos se crean auténticos dioses recordando quizá sus días en el Antiguo Egipto, es algo que les permitimos con orgullo.

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“El tiempo pasado con gatos nunca es tiempo perdido.”
-Sigmund Freud-
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Todos disponemos de nuestras propias historias con estos animales, momentos inolvidables que nos han permitido disfrutar de pequeños instantes cargados de magia y autenticidad. Esos que seguramente sirvieron de inspiración para hilar esta hermosa leyenda budista que quedó impresa en tinta, papel y misticismo. La misma que que hoy hemos querido compartir en nuestro espacio contigo.

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Valeria Sabater

La Mente es Maravillosa

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Hasta que uno no descubre lo que supone amar a un animal, no acaba de comprender lo que es la nobleza y el despertar de unas emociones que pueden llegar a sanarnos el alma. Darle amor a un perro, a un gato o a cualquier ser vivo por pequeño, inquieto y singular que sea, es enriquecernos y descubrir que pueden tener sentimientos tan valiosos como los nuestros.

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Todos hemos leído en numerosas ocasiones los beneficios que nos aporta el tener una mascota en casa. Ahora bien, lo que resulta más interesante es descubrir que todo ello tiene un claro impacto en cuanto ahorro en la salud pública. Según diversos estudios, los animales nos evitan numerosas visitas al médico, algo que ayuda a que al cabo del año la sanidad se ahorre cerca de 3 millones de euros en países como Alemania y Austria.

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Amar a un animal es verse reflejado en una mirada que lo espera todo de ti, que te invita a una caricia, que te arranca sonrisas y nobles emociones. Lo único que te pide a cambio… Es amor.
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Cada uno de nosotros podríamos relatar con gran cariño ese instante en que alguien muy especial llegó a casa y… la puso del revés. Al igual que nuestro corazón. Algo se despierta en nuestro interior cuando adoptamos un perro, cuando rescatamos un gatito de la calle, hambriento, sucio y necesitado de afecto.

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Es como si se encendiera un luz muy adentro, como si un peculiar mecanismo moviera los engranajes del cambio para ayudarnos también, a ser mejores personas. Te invitamos a reflexionar sobre ello.

El animal “medicina” y las terapias milagrosas

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Empezaremos contándote el caso de Claudia, una enferma de Alzheimer que hace tiempo que ha dejado de sentir interés por el mundo. Ninguna actividad de las que se llevan a cabo en su residencia genera cambio alguno en su estado, excepto una: cuando los técnicos de animación sociocultural traen a 4 perritas entrenadas en este tipo de terapias.

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Claudia tiene predilección por una de las perritas. Nada más verla su mirada se enciende y su energía se despereza para conectarse con fuerza a la realidad. Nunca falla. Segundos después, esta paciente coge en brazos al animal, lo besa y le cuenta un sinfín de cosas. Gracias a esta interacción, se ha podido disminuir la administración de diversos fármacos orientados a la respuesta física, cognitiva y emocional. Los animales son auténticas medicinas para las personas.

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Según un estudio publicado en la revista “Frontiers in Psychology” este “despertar” podría estar propiciado por la activación de la oxitocina, la conocida como la hormona del amor, el afecto y el cariño. Cuando sus niveles aumentan, aparecen una serie de desencadenantes psicológicos y psicofisiológicos que permiten a las personas estar más presentes y, a su vez, ser más receptivas a todo lo que implique aspectos emocionales (abrazos, caricias, palabras cariñosas…).

La mirada de nuestros animales

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A veces, un animal puede llegar a establecer una mejor conexión emocional con la mirada que una persona

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Un animal tiene una capacidad de conexión emocional realmente increíble, ya sea a través de un simple gesto o una mirada. De hecho, se sabe que el contacto visual entre un perro y su dueño es tan genuino y sincero, que gracias a él se fortalece el vínculo entre ambos.

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Existen muchos tipos de amor, pero el que podemos llegar a sentir por un animal es algo excepcional que saca lo mejor de nosotros mismos, y que su vez, nos ayuda a ser mejores.
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Según un interesante estudio publicado en la revista “Sciencie“, los perros reconocen nuestra sonrisa, muestran empatía e incluso saben interpretar nuestras emociones solo con mirarnos a los ojos. Todo ello sería el resultado de tantos años de evolución en común, en los que se ha creado un vinculo excepcional, que va más allá de las razas o tamaños. Emerge directamente de los genes y el corazón.

Nos convertimos en aquello que vemos en la mirada de nuestras mascotas

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A menudo, se dice eso de que la mirada de nuestro perro es el mejor espejo donde ver el reflejo de nuestra alma. Es una verdad tan cierta que merece que nos detengamos en ella.

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  • Si alguno de los animales que hemos criado nos rehuye y su mirada tiene el reflejo del miedo, es que hay algo que no va bien. El temor se nutre de un impacto emocional negativo.
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  • Ahora bien, pocas cosas pueden llegar a ser tan terapéuticas como llegar a casa con el ánimo bajo y las lágrimas quemando como granos de arena en los ojos para, de pronto, vernos a nosotros mismos reflejados en la mirada de nuestro perro o de nuestro gato. Es como si nos abrazaran y nos dijeran aquello de “todo va bien”.
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  • Para nuestros animales somos lo más hermoso de su mundo y esto no responde solo a la necesidad de alimento. Ellos también ansían recibir afecto.
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  • La mirada de un animal nos sirve de espejo para fomentar nuestra “autoaceptación”. Sus ojos sinceros nos ofrecen otra perspectiva con la cual, relativizar problemas, ansiedades y estrés. Basta con abrazarlos y después, el mundo vuelve armonizarse.
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Esa dosis maravillosa de oxitocina que nos aportan nuestras mascotas nos permite conectarnos a la realidad, conjugar el afecto con la ilusión para vencer las nubes cotidianas con mayor seguridad. Porque todos estamos “un poco dormidos” hasta que no hemos descubierto lo que es amar a un animal.

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Valeria Sabater

La Mente es Maravillosa

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PRIMEROS AUXILIOS PARA GATOS Y PERROS doc.

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Dicen de la apatía que es como una maldición, que cuando te atrapa ya no te suelta y entonces, emborrona la vida, apaga las ganas y hasta los sentimientos. Es un estado de ánimo donde la desmotivación colapsa la mente, donde desaparecen las ilusiones y hasta el cuerpo duele. Nos faltan la energía y las ganas, somos como prisioneros de un embotamiento físico y mental absoluto.

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La mayoría de nosotros hemos experimentado en más de una ocasión este estado del ánimo. Ahora bien, ¿es realmente un estado del ánimo? ¿O es un sentimiento? ¿Es quizá una actitud hacia la vida? Cabe decir que la apatía es una dimensión conformada en realidad por varias áreas, porque su impacto, y eso lo sabemos en piel propia, llega a casi cualquier fragmento de nuestro ser. Es desmotivación, es cansancio, es desilusión, es tristeza

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“A veces tengo la horrible sensación de que pasa el tiempo y no hago nada, y nada acontece, y nada me conmueve hasta la raíz”.
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-Mario Benedetti-
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Este caleidoscopio de procesos psíquicos, emocionales y físicos se vive a menudo como una de las situaciones más desagradables que podemos experimentar en la vida. Es como quien deja su vida en “pause” y queda suspendido en una dimensión extraña donde falta la iniciativa e incluso la esperanza. Nadie debería quedar atrapado en esta situación más de lo necesario, por ello, conocer las causas y el modo de gestionar la apatía nos puede ser de gran ayuda.

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¿Qué es la apatía?

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Apatía significa literalmente “falta de sentimiento”. Puede parecernos algo exagerado, sin embargo, basta con recordar la última vez en que la apatía nos abrazó de pies a cabeza para entender que incluso nosotros mismos nos sorprendíamos por el estilo de pensamiento que nos rondaba la propia mente“Nada atrae mi interés, todo me da igual, que pase lo que tenga que pasar, nada importa…”.

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Esta letargia insufrible es una condición que presenta un gran impacto a nivel cognitivo. Distorsiona nuestro enfoque, somos incapaces de centrar la atención e incluso de retener datos e informaciones. No obstante, donde más pesa la sombra de la apatía es a nivel afectivo y emocional. Tanto es así que a menudo, hay quien se pregunta si lo que está sufriendo es quizá una depresión.

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Al respecto de esta duda cabe aclarar dos cosas. Si bien es cierto que la depresión en ocasiones cursa con apatía, esto no siempre es así. No en todos los casos. Podemos tener personas diagnosticadas con un trastorno depresivo donde no aparece la apatía y a la inversa. Es decir, la apatía por sí misma no es un indicador directo de la depresión.

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Por tanto, cada vez que percibamos la presencia de esta incómoda compañera, es necesario que la invitemos a marcharse lo antes posible. Para lograrlo, nunca está de más conocer su origen, el por qué aparece en ocasiones en nuestras vidas.

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¿Cuál es el origen de la apatía?

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No hay un único origen de la apatía. Su aparición puede deberse a múltiples factores que sin duda debemos considerar. Son los siguientes.

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Origen orgánico

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  • Anemia.
  • Determinadas infecciones.
  • Sistema inmunitario débil y defensas bajas.
  • Estados carenciales debido a una nutrición deficiente.
  • Falta de sueño.
  • Falta de ejercicio.
  • Problemas en la tiroides.
  • Posible inicio de una demencia. De hecho, cabe tener en cuenta que la apatía es uno de los síntomas neuropsiquiátricos más habituales en el diagnóstico de la enfermedad de Alzheimer.
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  • Asimismo, la presencia de lesiones cerebrales a causa de accidentes traumáticos también puede ser motivo de aparición de este estado del ánimo decaído.c
  • Problemas en el funcionamiento de nuestro sistema límbico o de la conexión de la corteza frontal con los ganglios basales.
  • Consumo de drogas.
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Problemas psicológicos

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  • Trastorno bipolar.
  • Depresión mayor.
  • Distimia.
  • Épocas de ansiedad intensa.
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Problemas ambientales

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A veces, estamos sometidos a determinados entornos donde no encontramos ningún estímulo positivo. A nuestro alrededor solo hay estímulos aversivos, estresantes o incluso faltos de interés alguno. Vivir en entornos con este tipo de narrativa insípida y vacía nos aboca a un pensamiento depresivo y a un estado de marcada abulia.

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Vivir o trabajar en escenarios donde nada nos atrae, donde nos sentimos atrapados por la rutina o el estrés nos conduce a menudo a un estado de frustración y apatía constante.
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¿Cómo hacer frente a la apatía?

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Una vez hayamos descartado que no sufrimos ningún problema orgánico, es momento de poner en práctica algunos ejercicios, estrategias y enfoques para desinfectar la apatía de nuestro cuerpo y nuestra mente. Ahora bien, hay un hecho que no podemos descuidar: ningún consejo nos será de ayuda si no conseguimos primero cambiar nuestra forma de pensar. 

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Sin importar ahora qué desencadenó ese estado de letargia y desmotivación, hay que entender que lo que nos mantiene atrapados es nuestro enfoque, nuestra perspectiva. Por tanto, nos será de mayor utilidad “arreglar” en primer lugar lo que hay en nuestra mente que aquello que está fuera de ella y que, por lo general, escapa a nuestro control.

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  • La terapia psicológica enfocada por ejemplo en la reestructuración cognitiva puede ayudarnos.
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  • Asimismo, algo tan básico como romper con nuestras rutinas, iniciar actividades nuevas, cambiar de entornos, de gente y hallar intereses diferentes es una de las estrategias más efectivas.
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  • El ejercicio físico, una alimentación balanceada, el contacto con la naturaleza o practicar disciplinas como el yoga o el mindfulness son sin duda respuestas muy acertadas.
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Para concluir, un modo de desterrar la apatía de nuestra mente y nuestro corazón, es comprometiéndonos con la vida de un modo más creativo. Así, ejercicios basados en el autoconocimiento y la consecución de metas y nuevos objetivos más motivadores, serán como ventanas ante nuestro horizonte, esas a las que asomarnos de vez en cuando para dejar ir el viento rancio de la apatía y la letargia

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Valeria Sabater

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El sentido de la vida no siempre se experimenta estando enamorado ni a través de una pasión… que tal como viene, en ocasiones se va. Es a través de un corazón en calma y un interior tranquilo desde donde se aprecian mucho mejor los tesoros que nos envuelven, así como esas fortalezas dormidas de las que todo disponemos y que aún no hemos logrado desarrollar o incluso apreciar.

Algo que comentan muchos filósofos y también algún que otro psicólogo especializado, sobre todo en logoterapia, es que resulta muy complicado hallar nuestros propósitos personales en medio de la cultura que nos rodea. Recibimos tantos estímulos de tantas fuentes y en un mismo momento, que resulta muy complicado poner filtros a toda esta intoxicación para poder escuchar nuestra propia voz, el rumor de nuestro auténtico ser.

“La finalidad de la vida es vivir, y vivir significa estar consciente, gozosa, ebria, serena, divinamente consciente”.
-Henry Miller-
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Cuenta Adam Steltzner, el científico de la NASA que diseñó el Curiosity, y que llevó a cabo con éxito el aterrizaje de este vehículo móvil en el suelo de Marte, que en ningún momento de su infancia y primera juventud, pensó que iba a dedicar su vida a semejante proyecto. En realidad, él iba para cantante de rock. Tenía su propio grupo, hacía conciertos y ni siquiera tenía interés en ir a la universidad como el resto de sus compañeros.

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Ahora bien, todo cambio una noche. Volvía a casa tras un ensayo, caminaba solo por la calle y el cielo no podía estar más despejado. Silencio y calma. Fue entonces cuando miró hacia arriba y quedó como hipnotizado al ver las estrellas; en concreto, la constelación de Orión. Se quedó allí durante más de media hora fascinado. Ahí estaba él, alguien acostumbrado al sonido, a la música y al bullicio, encontrando de pronto el sentido de la vida en medio del silencio.-

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Unos meses después se matriculó en la universidad para ser físico. Su aventura personal no había hecho más que empezar…

Ver, pensar y hablar con calma: la teoría de Nietzsche para hallar el sentido de la vida

A veces, tenemos la clara sensación de ser como una hoja llevada por el curso de un río. Apenas tenemos tiempo de deleitarnos de aquello que nos envuelve. No podemos permitirnos que la brisa del viento nos eleve unos segundos para tener una mejor perspectiva de lo que nos rodea, ilusiona o atemoriza. Incluso de lo irrelevante.

Nuestra cultura, nuestra educación e incluso la propia sociedad incentivan a aquellos que nos hacen prisioneros, nuestros propios hábitos. Algunos nos hasta nos hemos vuelto adictos de las recompensas inmediatas, a los placeres fugaces… Queremos de todo y al mismo tiempo nos sentimos vacíos, queremos ser únicos y especiales, pero al mismo tiempo anhelamos los rasgos o las pertenencias que vemos en la persona a la que miramos.

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Complicado hallar el sentido de la vida en medio de esta dinámica irreflexiva y al mismo tiempo insatisfactoria. Así, y como curiosidad, cabe recordar lo que Friedrich Nietzsche nos dijo al respecto de este problema: para encontrar la meta de nuestra existencia debemos ser capaces de ver, pensar y hablar con calma. Son los tres principios que el filósofo definió como aquello que erige a la cultura aristocrática.

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La cultura aristocrática o la necesidad de educar a través de la calma y la paciencia

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En el “Crepúsculo de los ídolos”, Nietzsche explicaba que todo educador debía tener una meta en su labor: sentar las bases de la llamada cultura aristocrática. Ahora bien, lejos de relacionar este ideal o propósito con las clases más elevadas, lo que buscaba el célebre filósofo alemán era capacitar a todas las nuevas generaciones en un modo de pensar más refinado y exigente. Lograr que cada persona hiciera de su vida una auténtica obra de arte.

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Para ello recomendaba a los educadores que focalizaran su labor en tres ejes muy concretos:

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  • Aprender a ver lo que nos rodea de forma pausada, sin anticiparse. Al menos, no hacerlo antes de mirar.
  • Aprender a hablar y a escribir del mismo modo. Si habituamos al ojo a que aprenda a mirar con calma, también nuestra mano y nuestra comunicación debe proceder de igual forma, con calma y sentido.
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  • El tercer pilar de la educación sería evitar que las personas reaccionen por mero instinto. Para ello, debemos ser capaces de pensar con equilibrio y sobre todo con juicio.
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Así, todos aquellos que integren estas capacidades en su ser, quien logre ver, mirar y hablar con calma y paciencia, tarde o temprano hallará el sentido de la vida, el que más le defina, el que mejor se ajuste a su identidad.

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El sentido de la vida, una búsqueda que no requiere gastar la suela de nuestros zapatos

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Para encontrar el sentido de la vida no hay que viajar al Tíbet. No hay que dar la vuelta al mundo con una mochila a la espalda y haciendo auto-stop. Ganaremos en experiencias, no hay duda, pero lo más probable es que no demos con las respuestas que necesitamos. Como decía Hakuin, un poeta japonés del siglo XII, cuando uno no sabe dónde está la verdad, comete el error de ir a buscarla lo más lejos posible. Cuando en realidad, el secreto a todas sus dudas se halla en su propio interior.

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Por tanto, no necesitamos desgastar las suelas de nuestros zapatos para tener un sentido de la vida propio. Se trata solo de crear un espacio mental donde favorecer la auto-reflexión. ¿Cómo lograrlo entonces? Las siguientes claves pueden ayudarnos.

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  • Baja el ritmo.
  • Haz una lista de lo que es prioritario en tu vida y lo que no, de aquello que te hace sentir bien y de lo que te arrebata la calma. Higieniza espacios vitales.
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  • Dedícate más tiempo, busca espacios a lo largo del día donde estar en calma y en silencio.
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  • Recupera tu capacidad de asombro. Sé esa persona que puede permitirse mirar las estrellas en la noche, apreciar los matices inusuales en medio de las ciudades, la magia escondida en nuestra cotidianidad.
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  • Toma conciencia de esas cosas que te confieren alegría, que te hacen sentir bien y te inspiran curiosidad, porque es ahí donde se esconde lo que te da sentido, lo que te define…
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Para concluir señalar solo que nuestros propósitos vitales suelen cambiar en diversas ocasiones a lo largo de nuestra existencia. Es algo normal y hasta deseable, porque responde a nuestro propio movimiento, a ese crecimiento humano donde a medida que vamos consiguiendo y descubriendo cosas, alimentamos nuevas aspiraciones, nuevas metas.

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Al fin y al cabo, la vida es movimiento, y si sabemos escuchar nuestro interior con la calma que merece, hallaremos siempre las respuestas que necesitamos.

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Valeria Sabater

Fuente La Mente es Maravillosa

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LA MEJOR VENGANZA, ES LA NO VENGANZA. Por Valeria Sabater

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La mejor venganza es la que no se lleva a cabo. El mejor desquite es sonreírle al odio, sofocar la rabia y demostrar al otro que podemos ser felices. Porque no hay mejor estrategia que la de actuar con calma y sabiduría siguiendo adelante, con la mirada firme y el corazón descansado sabiendo que hay pesos que no conviene llevar con uno mismo demasiado tiempo.

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Decía Confucio con gran acierto que antes de iniciar el viaje de la venganza debemos cavar dos tumbas. La nuestra y la de nuestro adversario. La filosofía siempre nos ha proporcionado marcos de referencia desde los que reflexionar sobre el acto de la venganza y las consecuencias morales vinculadas a esta práctica tan popular y a la vez “atractiva”.

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“Vengarse es humano, pero perdonar es divino”.
-Walter Scott-
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Utilizamos este último término, el de la atracción, por un hecho muy concreto. Estamos ante un tipo de comportamiento humano que siempre nos ha llamado la atención, no podemos negarlo. De hecho, algo que saben bien los escritores y productores de cine es que la venganza nos fascina sobremanera. No falta quien dice aquello de que es casi como un medicamento: recetado en pequeñas dosis alivia, pero consumido en altas cantidades puede matarnos.

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Ahí tenemos el gran ejemplo literario de Edmón Dantés o el Conde de Montecristo. Este inolvidable personaje de Alejandro Dumas nos enseñó que la mejor venganza se sirve fría, sin prisas y perfectamente calculada. Agatha Christie, por su parte, nos hizo partícipes de una trama compleja e igualmente violenta en “Los 10 negritos” para enseñarnos que el mal o los malos actos debían ser propiamente vengados.

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La venganza nos atrae e incluso en ocasiones hasta llegamos a justificarla. Sin embargo ¿qué procesos psicológicos existen detrás de este acto?

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La venganza, un deseo muy humano

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La mayoría de nosotros, en algún momento de nuestra vida nos hemos sentido tan agraviados, lastimados y ofendidos que ha pasado por nuestra mente la sombra de esa figura amarga y cenicienta, pero casi siempre tentadora: la venganza. Nuestras brújulas morales se desvían unos grados de su norte e imaginamos formas, maneras y situaciones en que ese dolor que nos atenaza le sea devuelto a la persona que nos lo provocó.

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Así, algo que conviene tener claro desde un principio y que nos recuerda el psicólogo Gordon E. Finley, gran experto en conductas criminales, es que la venganza tiene poco que ver con la moral. La venganza es un impulso, y es la catarsis de la rabia y el odio. Es más, y solo como ejemplo, tal y como reveló un trabajo llevado a cabo por el profesor Ernst Fehr, de la Universidad de Zurich, más del 40% de las decisiones que se llevan a cabo en el mundo empresarial tiene como objetivo único “vengarse” de un competidor.

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Lo mismo ocurre con los actos delictivos, más de la mitad de ellos se cometen por el rencor acumulado hacia alguien y por el deseo expreso de llevar a cabo una venganza. Todo ello nos obliga a asumir que la mejor venganza no existe, porque más allá de los resultados que obtengamos con ella, sucede algo más inquietante, algo más revelador: nos convertimos en agresores y adquirimos la misma calidad moral de quien nos causó el daño original.

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La mejor venganza es la no venganza

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Podríamos justificar aquí que la mejor venganza es la no venganza, porque así lo dicta el sentido común y moral, porque así nos lo dicen los tejidos religiosos, espirituales y hasta filosóficos con los que tan a menudo solemos movernos. Sin embargo, vamos a ver esta recomendación desde un prisma puramente psicológico.

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Por ejemplo, ¿alguna vez nos hemos preguntado qué hay detrás de las personas que hacen uso de la venganza de forma casi constante? Veámoslo a continuación.

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Rasgos de las personas vengativas

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  • Detrás de una persona -que reacciona ante cualquier ofensa grande o pequeña de forma vengativa- hay una mala gestión emocional y una escasa capacidad de autoconocimiento (cuando alguien me ofende dejo ir mi rabia y mi odio).
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  • Son perfiles que creen disponer de la verdad absoluta y universal. Ellos son la ley y la justicia, ellos son el claro ejemplo de lo que toda persona debería ser.
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  • Presentan además un pensamiento dicotómico, o estás conmigo o no lo estás, las cosas se hacen bien o se hacen mal.
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  • Suelen tener una empatía muy baja.
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  • Ni perdonan ni olvidan, viven supeditadas a su pasado y al rencor.
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Como vemos, desde este encuadre psicológico y emocional, la venganza o el deseo de ella no ofrece beneficio alguno. Este impulso, esta necesidad o como queramos definirla, carcome la integridad y anula no solo todo buen juicio, sino que también limita por completo la oportunidad de avanzar como persona para construir una realidad más óptima y por supuesto, feliz.

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Puede que nos atraigan toda esa suerte de justicieros de cómic o de novela al estilo de Edmón Dantés. Sin embargo, tras ellos no hay más que sufrimiento y soledad. Por tanto, la mejor venganza será siempre la no venganza o más aún, vivir bien y que los demás nos vean felices, es sin duda el mejor desquite de todos.

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Fuente. La Mente es Maravillosa

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Los trastornos psicosomáticos son la prueba del impacto que la mente puede llegar a tener sobre nuestro cuerpo. Son estados donde se evidencia una serie de síntomas físicos reales relacionados con enfermedades invisibles, con afecciones que no existen orgánicamente, pero que son el resultado de conflictos mentales, de problemas no resueltos que nos devoran por dentro.

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Leer que hay alumnos que debido a la ansiedad pueden llegar a perder la visión justo antes de un examen puede resultarnos poco creíble. Asimismo, si hablamos del caso de una mujer de 60 que ha perdido la movilidad de las piernas porque está convencida de que tiene un tumor en la columna, también nos puede parecer una historia exagerada y difícil de comprender.

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“Tu cuerpo te está diciendo que algo no va bien dentro de ti y que no lo estás viendo”.
-Suzanne O’Sullivan-
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Sin embargo las pruebas están ahí y estos casos suceden cada día, en todo el mundo y a cada momento. Por ello, algo que aprenden rápidamente los neurólogos o los psicólogos especializados en trastornos psicosomáticos es a dar espacio al relato que hacen los pacientes de lo que les sucede. Si dicen tener dolor, ese dolor probablemente sea real aunque no se vea reflejado en una resonancia magnética o en un análisis de sangre.

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Dar credibilidad al sufrimiento de estos pacientes es esencial. Ocurre lo mismo con las personas que dicen tener pensamientos suicidas durante una depresión, lo mismo que experimenta una persona con esquizofrenia al declarar que tiene visiones y determinadas alucinaciones. Esa realidad existe, existe dentro de la mente de ese paciente y puede llegar a ser devastadora. Cuando nuestra mente toma el control, traumatizada o supeditada a un estado de ansiedad muy convulso, todo puede ser posible.

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Trastornos psicosomáticos ¿de verdad está todo en mi cabeza?

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Entendemos por trastorno psicosomático todo aquel cuadro de síntomas donde no se halla un correlato físico u orgánico, ahí donde todas las dolencias y limitaciones que sufre la persona se deben en exclusiva a sus procesos mentales. Ahora bien, pensemos lo que esto puede llegar a suponer… ¿de verdad está todo en mi cabeza?

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La verdad es que a día de hoy los trastornos psicosomáticos siguen siendo un área de estudio llena de incógnitas para los expertos. Algo que sí se sabe es que todo ese espectro de trastornos físicos asociados con el estrés mental tiene un correlato cerebral: la hiperactividad de los impulsos nerviosos del cerebro al comunicarse con diversas áreas de nuestro cuerpo.

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  • Algo que también puede verse es un exceso de adrenalina en sangre, además de unos parámetros biológicos alterados, como la aceleración del metabolismo de la glucosa o de los aminoácidos…
  • A su vez, también se ha podido demostrar que hay personas más susceptibles a la hora de sufrir trastornos psicosomáticos. Pacientes que viven con mucha ansiedad o que tuvieron una infancia traumática a causa de abusos, carencias afectivas, etc., también suelen ser más propensos a experimentar este tipo de trastorno.
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Más allá de entender o no qué causa las enfermedades psicosomáticas, hay un hecho aún más importante. Pensemos en un médico que le explica a su paciente que eso que sufre no es real, que ese dolor en el pecho no es un infarto, que la pérdida de su voz no se debe a un problema de las cuerdas vocales ni su terrible migraña a un tumor. Está bien que le digamos a un paciente “qué es lo que no tiene”, pero… ¿cómo ayudarle a sanar eso “que sí tiene” y que se origina en su mente?

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“Es algo que nos pasa a todos. Pero no podría decir por qué en ciertos individuos este mecanismo decide crear una patología. Lo que ocurre es que todos tenemos una forma diferente de lidiar con el estrés”.
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-Suzanne O’Sullivan-
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Lo que nuestra mente puede llegar a generar

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Los trastornos psicosomáticos pueden afectar a cualquier órgano, sistema, tejido o estructura. Su impacto es inmenso, de ahí que no debamos minusvalorar el poder de nuestra psique. Asimismo, es necesario diferenciar los trastornos somatomorfos de los psicosomáticos. Mientras en los primeros nunca hay síntoma físico, en los segundos sí existe un daño visible en el organismo (por ejemplo, las úlceras).

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  • Un ejemplo más clásico de los trastornos psicosomáticos son las dermopatías, como el eczema, urticaria, infecciones, acné…
  • La hipertensión, las taquicardias, la sensación de ahogo o los pinchazos en el corazón son otro síntoma.
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  • Los trastornos del sistema digestivo son muy comunes, siendo el colon irritable y las úlceras las condiciones más habituales.
  • Los dolores de cabeza intensos, como las migrañas también son muy comunes.
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  • Pérdidas de memoria.
  • Asma bronquial.
  • Dismenorrea, desórdenes menstruales…
  • Alopecia.
  • En casos muy extremos, hay personas que pueden experimentar ceguera temporal, falta de movilidad en alguna extremidad, desmayos, etc.
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¿Cómo se tratan las enfermedades psicosomáticas?

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Los trastornos psicosomáticos se abordan de dos modos diferentes. Por un lado, y como es evidente, hay que atender ese síntoma físico que presenta el paciente (úlcera, infecciones, eczemas…) Ahora bien, lo más importante en estos casos es afrontar el auténtico problema de base, a saber, su universo psicológico y esa tensión mental no resuelta que se somatiza con mayor o menor gravedad en su cuerpo.

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Las técnicas que se utilizan para estos casos son múltiples y dependerán siempre de la realidad personal de cada caso. Asimismo, a veces resulta idóneo probar distintas terapias para ver cuál funciona mejor en el paciente, cual genera los resultados más positivos y esperados.

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  • Las técnicas de relajación son siempre muy efectivas.
  • La terapia cognitivo-conductual es de gran ayuda para conseguir que los pacientes aprendan nuevas formas de sobrellevar sus problemas. Comprenderán sus realidades internas, aplicarán objetivos de vida realistas e identificarán qué patrones de pensamiento deben cambiar para tener un estilo de vida más positivo.
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  • Asimismo, otro tipo de terapia que suele traer resultados positivos a la hora de abordar conflictos mentales y emocionales, así como trastornos de ansiedad es el psicoanálisis.
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  • Las terapias de grupo como el psicodrama, creado en su día por Jacob Levy Moreno, es otra estrategia idónea, revulsiva y muy gratificante que se puede probar para observar si genera en la persona los resultados esperados.
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Para concluir, señalar la importancia y el desafío que supone para muchos médicos tratar de ofrecer una solución para todas esas personas que a día de hoy sufren enfermedades psicosomáticas. Son realidades a veces muy duras que merecen nuestra atención y sensibilización.

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Fuente. La Mente es Maravillosa

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FRASES DE LOS SAMURAI. Por Edith Sanchez

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La recaída en el duelo ocurre con más frecuencia de lo que podamos pensar. Lejos de entenderlo como un retroceso, hay que verlo como un evento a veces esperable, como algo normal dentro del proceso. Dar dos pasos hacia atrás puede ser a veces la estrategia más idónea para tomar impulso. Al fin y al cabo, nadie sale del túnel en dos días, es un viaje largo donde son comunes los parones y los retrocesos.

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Algo que sabe todo terapeuta con experiencia en la intervención de depresiones, trastornos de ansiedad, adicciones u otras enfermedades mentales es que en su estrategia clínica para con sus pacientes debe incluir un buen programa de prevención de recaídas. Ahora bien, al igual que lo sabe el propio profesional, también es necesario que la persona tenga muy presente que esto puede ocurrir.

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“Tus emociones no deben ser paralizadoras. No deberían defenderse. No deberían impedirte ser todo lo que puedes ser”.
-Wayne W. Dyer-
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Quien vive un duelo espera -muy a menudo- que ese trance a veces descarnado e imposible de soportar pase lo antes posible, desea por encima de todo que llegue un momento en que por fin pueda respirar sin que le duela, y dormir varias horas seguidas sin despertar entre lágrimas. Concebimos el proceso de recuperación como un segmento recto en el con cada paso reducimos la distancia al extremo que marca el final.

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Por tanto, es importante que entendamos que esto no siempre funciona así. Es habitual que en un momento dado y casi sin saber por qué, demos dos pasos hacia atrás o aún peor, volvamos al punto de partida. Para evitar que esto ocurra y nos sitúe en un estado donde la recaída se viva mucho peor que la propia caída, es necesario estar preparados con un buen “arsenal” de medidas que nos protejan y recursos que nos impulsen.

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Recaída en el duelo ¿por qué ocurre?

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Según un estudio publicado en la revista “Biological Psychiatry“ la forma en que procesemos la información determinará o no una posible recaída en el duelo. Por ejemplo, algo que pudo verse mediante resonancias magnéticas es que hay diferentes “tipos” de cerebros, y que algunos son más hábiles que otros a la hora de reaccionar ante eventos traumáticos, complejos o desafiantes.

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Habrá personas que avanzarán mejor en el duelo porque su enfoque mental es más resistente, porque su patrón de pensamiento es más resiliente, a la vez que flexible. Otras personas en cambio presentan progresos más lentos y continuos retrocesos porque tienen tendencia a anclarse en una rumiación mental excesiva y porque procesan los estímulos de un modo más negativo. Todo ello provoca un mayor agotamiento cerebral y un desgaste de energía que estanca al paciente en un punto de difícil avance.

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Ahora bien, el que existan diversos modos de procesar la información y enfoques mentales muy dispares, no significa que determinadas personas estén obligadas a sufrir una recaída en el duelo día sí y otro también. Si hay algo que sabemos del cerebro es que su plasticidad es asombrosa y que podemos entrenarlo, moldearlo para quitarle esas aristas que nos hacen más vulnerables. Todos podemos lograrlo, veamos cómo.

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Estrategias para evitar la recaída en el duelo

Tal y como hemos señalado los buenos psicólogos y profesionales de la salud saben para tratar cualquier enfermedad, trastorno o evento problemático se necesitan dos planes de acción: la propia estrategia de intervención y un plan de ruta para evitar recaídas, para mantener ese estado donde el paciente encuentra fuerza y aliento para seguir adelante.

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A continuación, te proponemos reflexionar en alguno de esos puntos de ruta que podemos aplicar en nuestro día a día.

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Acepta la posibilidad de que puede aparecer una recaída en el duelo

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A veces, por circunstancias de la vida, estamos obligados a aprender a “andar” de nuevo. Una pérdida, ya sea física o afectiva, implica experimentar una caída, un duelo donde todo se nos viene abajo y estamos obligados a reconstruirnos de nuevo, a aprender a caminar una vez más.

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En ese proceso es común dar un paso hacia delante y dos hacia atrás. No lo veamos como un problema, no veamos ese retroceso como la imposibilidad de seguir adelante. Entendamos que a veces hay que dar algún paso hacia atrás para coger mayor impulso.

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Las recaídas pueden tener muchas formas

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Es necesario que estemos atentos a las formas en que suelen materializarse las recaídas. Estar prevenidos nos permitirá reaccionar un poco más rápido.

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  • Es común que las recaídas se materialicen a través del desánimo y el mal humor.
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  • Puede aparecer cansancio y pérdida de energía, sin embargo también podemos experimentar la necesidad de estar siempre ocupados. Necesitamos hacer muchas cosas para “no pensar”.
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  • Debemos tener cuidado también con el abuso de determinadas sustancias. Hay quien puede por ejemplo tener la necesidad de empezar a beber alcohol o incluso recurrir al abuso de determinados fármacos.

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Mindfulness para prevenir recaídas

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La práctica de la atención plena resulta muy útil para todas aquellas personas que hayan superado una depresión, que acaben de pasar por un duelo o incluso para quienes estén dejando atrás una adicción. Lo que se consigue con esta práctica es que la persona adquiera un mayor control mental y abra canal más poderoso para lidiar mejor con la angustia emocional.

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  • Asimismo, el mindfulness resulta especialmente idóneo para regular los patrones negativos o rumiantes de pensamiento, confiriendo calma interna y una mejor regulación de emociones como la ira, la frustración o la tristeza.
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  • Por otro lado, la atención plena ofrece al paciente adecuados recursos para favorecer un buen diálogo interno, conciencia reflexiva y esa conexión con uno mismo donde detectar necesidades, miedos o ansiedades para saber reaccionar al instante.
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Por último, cabe señalar que la práctica del Mindfulness requiere constancia, implica saber introducirla en nuestra rutina diaria para que nos sea realmente beneficiosa y nos ayude a evitar una recaída.

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Fuente. La Mente es Maravillosa

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EL DESAPEGO DEL RENCOR PARA PERMITIRNOS AVANZAR. Por Valeria Sabater

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La psicología del perdón es también una forma de desapego. Hace referencia a todo un acto de valentía por el que las personas dejamos a un lado ese rencor que carcome y del que somos cautivos para aceptar lo sucedido y permitirnos avanzar. Es también una reestructuración del “yo”, un camino psicológico donde reparar daños y emociones negativas para hallar poco a poco y día a día la paz interior.

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Cada vez que buscamos bibliografía al respeto de la psicología del perdón encontramos en su mayoría trabajos y documentos relacionados con el crecimiento personal, el estudio de la moral e incluso con el mundo de la religión o la espiritualidad. Ahora bien, ¿existen estudios científicos sobre lo que es el perdón, cómo llevarlo a cabo y lo que supone para nuestro equilibrio físico y emocional poder dar ese paso?

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“El débil no puede perdonar. El perdón es un atributo de los fuertes”
-Mahatma Gandhi-
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La respuesta, evidentemente, es “sí”. De hecho la “American Psychological Associaton” dispone de múltiples trabajos e investigaciones sobre lo que es perdonar y lo que no, y de cómo nuestras sociedades y este mundo tan lleno de conflictos a lo largo de la historia no siempre ha sido capaz de avanzar en este sentido: una dimensión que a su vez es clave en nuestro bienestar mental.

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De hecho, y esto es conveniente recordarlo, muchos de nosotros podemos tener alguna que otra espina clavada, una cuenta pendiente con algún hecho de nuestro pasado que merme nuestra felicidad actual, que reste potencial a nuestra capacidad para construir un presente mucho más satisfactorio. Todos, de algún modo, guardamos nuestra pequeña cuota de rencor hacia algo o alguien que sería necesario empezar a sanar…

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Perdonar para evitar el “desgaste” personal

La mejor forma de ahondar en esta área de la psicología es diferenciando qué es el perdón y qué no lo es. Perdonar, en primer lugar, no significa decirnos que lo que ocurrió en un momento dado estuvo bien si no lo estuvo. Tampoco significa “aceptar” ni reconciliarnos con la persona que nos hizo daño; aún menos obligarnos a sentir cercanía o piedad hacia ella.

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La psicología del perdón, en realidad, nos ofrece las adecuadas estrategias para que seamos capaces de dar los siguientes pasos:

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  • Asumir que las cosas sucedieron de ese modo en concreto. Nada de lo que ocurrido en ese instante puntual de nuestro pasado puede cambiarse. Por tanto, debemos dejar de elucubrar, de perder energía, ánimo y salud al imaginar cómo podrían haber sido las cosas en caso de haber actuado de otro modo, en caso de que hubiéramos hecho esto en lugar de lo de más allá.
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Perdonar es aprender a “dejar ir” para reinventar un nuevo “yo” que asume el pasado pero que se ve con fuerzas para aprovechar el presente.
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La psicología del perdón nos dice a su vez que no estamos obligados a entender ni a aceptar los valores o pensamientos de quien nos hizo daño. Perdonar no es ofrecer clemencia ni buscar justificaciones a lo que sufrimos. Jamás debemos renunciar a nuestra dignidad.

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  • Se trata más bien de facilitar el duelo del resentimiento, de ir quitándole capas a la rabia, intensidad a la desesperación y a ese bloqueo que nos impide respirar… Para ello, es necesario que dejemos de odiar a quien nos hizo daño.

Por otro lado, hay un aspecto importante que solemos olvidar. El perdón es la piedra angular de cualquier relación, ya sea de pareja, de amistad, etc. Recordemos que no todo el mundo ve las cosas del mismo modo que nosotros; de hecho, hay tantas percepciones, enfoques y opiniones como días hay a lo largo del año.

A veces, asumimos ciertas actuaciones como afrentas o actos de desprecio cuando lo que hay detrás es un simple desacuerdo o un malentendido. Así, y con el fin dejar de ver traiciones donde no las hay, debemos ser capaces de ampliar nuestro sentido de comprensión y nuestra capacidad de perdón.

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La psicología del perdón, clave de salud

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El doctor Bob Enright, de la Universidad de Winsconsin, es uno de los expertos más célebres en el estudio de la psicología del perdón. Tras más de tres décadas analizando casos, realizando estudios y escribiendo libros sobre el tema ha concluido con algo que quizá, nos puede llamar la atención. No todo el mundo lo logra, no todos somos capaces de dar el paso para ofrecer el perdón. La razón de ello reside en la creencia de que perdonar es una forma de debilidad.

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Es un error. Una de las mejores ideas que nos regala la psicología del perdón es que hacerlo, dar el paso, además de permitirnos avanzar con más libertad en nuestro presente, nos da la oportunidad de integrar en nuestro ser nuevas valías y estrategias para hacer frente a cualquier fuente de estrés y ansiedad. Porque perdonar y reciclar resentimientos en libertades es todo un acto de valentía y fortaleza.

Asimismo, el doctor Enright nos recuerda que hay muchas razones que justifican dar el paso hacia el perdón. La mejor de todas ellas es que ganaremos en salud. Son muchos los estudios que demuestran la estrecha relación entre el perdón y la reducción de la ansiedad, la depresión y otros trastornos que merman por completo nuestra calidad de vida.

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La persona que día a tras día permanece atrapada en el ciclo del recuerdo, en la carcoma del resentimiento y en ese odio persistente hacia el ayer concentrado en un hecho en concreto o en una persona determinada, lo que desarrolla además de infelicidad es un estrés crónico. Nadie merece vivir de este modo. Porque no hay emoción más tóxica que la ira combinada con el odio…
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Pongamos por tanto en práctica alguna de las siguientes estrategias para facilitar el camino del perdón:

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  • Perdonar no es olvidar, es aprender a pensar mejor entendiendo que no estamos obligados a facilitar una reconciliación, sino a aceptar lo sucedido sin sentirnos “débiles” por dar ese paso. Perdonar es liberarnos de muchas cargas que no merecemos llevar de por vida.
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  • Odiar nos quita la energía, los ánimos y la esperanza. Debemos por tanto aprender a perdonar para sobrevivir, para vivir con mayor dignidad.
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  • La escritura terapéutica y llevar un diario nos puede ayudar.
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  • Debemos entender a su vez que el tiempo por sí mismo no ayuda. Dejar pasar los días, los meses y los años no hará que dejemos de odiar o que nos olvidemos de lo sucedido. No dejemos para mañana la molestia que sentimos hoy.
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  • El perdón es un proceso. Esto es algo que también debemos entender. Tal vez nunca podamos perdonar por completo a la otra persona, pero sí podemos descargar una buena parte de todo ese resentimiento para poder “respirar” un poco mejor…
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Para concluir, como vemos el campo de la psicología del perdón es muy amplio y tiene a su vez una relación muy estrecha con el área de la salud y el bienestar. Es una disciplina que nos ofrece a su vez fabulosas estrategias que aplicar en cualquier ámbito de nuestra vida, de nuestro trabajo y relaciones cotidianas. Perdonar es por tanto una de las mejores capacidades y virtudes que desarrollar como seres humanos.

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Referencias bibliográficas

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Worthington, T. y Williams, David R. (2015). Perdón y Salud. Madrid: Akal

Prieto, U. (2017). Perdón y salud: introducción a la psicología del perdón. Madrid: Universidad Pontifica Comillas

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Enright, R.D., & Fitzgibbons, R. (2015). 9 Forgiveness Therapy. Amer Psychological

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Worthington, E.L., Jr., & Sandage, S.J. (2015). Forgiveness and Spirituality in Psychotherapy: A Relational Approach. Amer Psychological

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Paloutzian, Raymond F. (2010). Forgiveness and Reconciliation: Psychological Pathways to Conflict Transformation and Peace Building. New York: Peace Psychology Book Serie

Valería Sabater

Fuente. La Mente es Maravillosa

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PÉRDONATE, ESO ES TODO. Por Gema Sánchez Cuevas

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YO SOY MI ENEMIGO. Por Francisco de Sale

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YO SOY MI ENEMIGO

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CUANDO TE CONVIERTES EN TU PROPIO ENEMIGO, .. Por Valeria Sabater

Niña con máscara de lobo

Cuando te conviertes en tu propio enemigo todo empieza a ir mal. Tus pensamientos son como dardos envenenados y caes en la autocrítica más voraz y despiadada. Casi sin darte cuenta, alzas un muro donde quedas cercado, ahí donde haces uso de decenas de estrategias defensivas con las que piensas que nadie podrá hacerte daño, limitando tu vida hasta un punto inimaginable.

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Antes de profundizar en el tema de los enemigos interiores, hagámonos en primer lugar una sencilla pregunta. ¿Cuándo fue la última vez en la que al evitar algo o defendernos de una situación, nosotros mismos provocamos algo peor?

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Lo hace, por ejemplo, quien teme ser herido en materia afectiva y opta por establecer unas frías distancias, perdiendo así oportunidades que luego puede lamentar. Lo hace también quien se deja llevar por la preocupación excesiva, por la duda que carcome y el miedo que invalida, descubriendo poco después que eso que tanto temía no era para tanto y que tal vez hubiera algo fabuloso si se hubiera atrevido.

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Si estas situaciones nos son conocidas sabremos por tanto lo que supone invalidarse a uno mismo, lo que es vivir con esas cadenas que limitan todos nuestros pasos y que de algún modo, propician que los resultados negativos sean más probables. Lo creamos o no, el autosabotaje es un ejercicio muy común que deberíamos saber controlar con mayor solvencia…

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“Ni tu peor enemigo puede hacerte tanto daño como tus propios pensamientos”.

-Buda-

Niña en una jirafa

Ser tu propio enemigo: cuando un batallón de feroces adversarios invaden nuestra mente

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Marcos ha empezado a trabajar en una nueva empresa. Está ilusionado con su cargo, pero al mismo tiempo siente una elevada preocupación: teme no ser tan competente como los demás esperan. Es tal su ansiedad y su necesidad por aparentar eficacia y por ser altamente productivo que ha empezado a hacer horas extras y a mostrarse muy competitivo. Se centra en la tarea de un modo casi desesperado.

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Toda esta dinámica está ocasionando dos cosas: la primera es una mala relación con sus compañeros de trabajo, la segunda que el departamento de dirección vea en Marcos a alguien que no sabe trabajar en equipo. Al final, su miedo a no dar una buena imagen hacia su empresa se ha hecho realidad.

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Ahora bien, ¿cómo llegamos a este tipo de situaciones? ¿Qué procesos psicológicos nos llevan a esa deriva personal tan común? Lo creamos o no la mayoría de nosotros tenemos un pequeño “batallón” de feroces enemigos interiores a los que de vez en cuando damos demasiado poder. Son los siguientes.

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Cuando te conviertes en tu propio enemigo, un batallón de feroces adversarios inunda tu mente para obstaculizar tu crecimiento personal.
 

Niña mirando a un pulpo

Nuestros enemigos internos

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El primer enemigo interno capaz de conseguir que te conviertas en tu propio enemigo es la duda. No obstante, no nos referimos a esa duda ocasional que a veces nos permite tomar decisiones con mayor perspectiva. Hablamos de la duda constante que invalida, que no aporta y que poco a poco nos arrincona en la inmovilidad y en la nula capacidad de reacción.

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  • La preocupación excesiva. Esta es sin duda nuestra auténtica “némesis”, esa sombra que nos persigue con frecuencia, que nos castiga provocando que todo tenga un matiz aterrador, que de todo hecho, acontecimiento o situación hagamos una previsión negativa.
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  • La indecisión. ¿Quién no se ha sentido indeciso alguna vez? Esta sensación es completamente normal, lo es si es al cabo del tiempo le sigue el salto de fe, el acto de atreverse y la valentía con la cual invalidar ese miedo. Ahora bien, si esa indecisión es permanente estaríamos ya en una realidad personal poco saludable.
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  • La necesidad por compararnos constantemente con los demás. Si lo hemos experimentado en alguna ocasión sabremos lo inútil que resulta. Es casi como tener unas gafas donde solo vemos a perfiles con más éxito que nosotros, a personas más hábiles, atractivas, competentes… ¿De qué sirve ver el mundo con este tipo de perspectiva? Obviamente para humillarnos y aniquilar la propia autoestima.
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Deja de ser tu propio enemigo: claves para lograrlo

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Alzarnos como nuestros mejores aliados requiere de un adecuado trabajo interno, ahí donde invocar a un ser a veces olvidado: el amor propio. Tal tarea, tal sutil artesanía demanda de nosotros que seamos capaces de trabajar en distintas áreas, en ciertas dimensiones de nuestro crecimiento personal. Reflexionemos sobre ellas a continuación.

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Detecta la autocrítica inútil

Imagina que tienes un sensor, un detector de pensamientos inútiles. Imagina que aprendes a programar este detector dándole las siguientes órdenes: debes bloquear todos los pensamientos que empiecen por “tú no puedes”, “tú no lo lograrás, “esto no es para ti”, “es mejor que olvides aquello”, etc.

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Asimismo, es esencial que afinemos un poco más esa maquinaria para detectar también los pensamientos distorsionados del tipo “si fallaste en eso en el pasado lo más probable es que ahora suceda lo mismo”.

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¿Qué imagen tienes de ti mismo?

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Piensa en ello durante un instante e intenta reflejarlo por escrito: defínete, describe qué visión tienes sobre tu propia persona.

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Humaniza tus errores o fracasos del ayer

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Valiente no es quien evita cometer de nuevo los mismos errores, valiente es quien aprende de ellos y se permite intentar de nuevo las mismas hazañas para lograr los resultados soñados. Intentemos por tanto ver los fracasos como algo normal e incluso aceptable para poder obtener mayores conocimientos de cara al futuro.

Mujer encima de un pez soñando

Por último y no menos importante, asumamos una postura más cercana con nosotros mismos y por encima de todo, más afectiva. No tiene sentido que nos hagamos daño a nosotros mismos, que nos cerremos puertas y ventanas hasta quedar sin luz ni aire. La vida está llena de posibilidades y debemos sentirnos merecedores de mejores cosas. Optemos por la excelencia y arrinconemos los miedos.

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león que representa los enfados frecuentes

Detrás de los enfados frecuentes se esconde muy a menudo la soberbia. Son perfiles que necesitan tener siempre la razón, que no toleran ser contrariados o corregidos y que además son víctimas constantes de su propia frustración. Así, es importante destacar que, tras la soberbia, se halla a su vez el narcisismo, conformando de este modo un tipo de personalidad muy desgastante.

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A menudo suele decirse aquello de que el soberbio jamás reconocerá sus “pecados”. No lo hará porque tiene la nariz tan pegada a su espejo que ni siquiera logra verse a sí mismo. Sin embargo, nos hemos acostumbrado tanto a este tipo de presencias en nuestros entornos que casi sin darnos cuenta hemos acabado normalizando el narcisismo y la soberbia. Lo vemos en las élites políticas, lo vemos en nuestras empresas y lo vemos incluso en una parte de las nuevas generaciones.

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“Es más fácil escribir contra la soberbia que vencerla”.
-Francisco de Quevedo-
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Todos estos perfiles, en apariencia tan distantes entre sí, muestran en realidad unas características comunes. No importa la edad que tengan, son personas “que lo saben todo”, esas a las que nadie puede enseñar o mostrar nada porque “cuentan ya con un gran rodaje vital”. Además, también se caracterizan por relegar las necesidades de los demás a un segundo plano y por tener a su vez la madurez emocional de un niño de 6 años.

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De este modo, quienes traten a diario con ellos ya estarán familiarizados con sus enfados frecuentes. Tienen “la piel muy fina” y el orgullo muy alto, lo sabemos, de ahí que a la mínima “salten”, pierdan el control y muestren comportamientos tan comunes como dejar de hablarnos durante un tiempo o sencillamente caer en la descalificación por haberlos contrariado en algún pequeño e insignificante aspecto…

Mujer que sufre enfados frecuentes

Los enfados frecuentes y lo que hay bajo este maquillaje

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La soberbia no deja de ser un traje, un disfraz de puercoespín donde las púas actúan como barreras defensivas para no dejar que nadie intuya los miedos, las flaquezas de carácter y las debilidades. De este modo, si alguien me dice que debo ser más paciente y tomarme las cosas con calma, no dudaré en ponerme en guardia y alzar mis púas (han puesto en duda mi buen hacer). No importará tampoco que esa persona me haya hecho el comentario con buena fe: yo me lo tomaré como una afrenta.

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La autoestima en este tipo de perfil es muy baja. Sin embargo, ese sentimiento de inferioridad se transforma a menudo en un resorte de agresividad, en una catapulta cargada de rabia, de despecho y amarga frustración. Asimismo, la necesidad de estar encima por nosotros en cualquier situación, circunstancia o contexto, da forma a su vez a esa “falacia de autoridad” donde nadie debe desacreditarlos, donde llevarles la contraria, incluso en el aspecto más nimio, es todo un insulto.

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La soberbia es en estos casos un sofisticado sistema de compensación. Así, lo más interesante de estos perfiles es que por lo general este traje lleno de púas se suele forjar en la infancia como una forma de esconder las inseguridades. Más tarde, se convierte en un modo de reaccionar ante los problemas o las decepciones. Esto es así porque la personalidad soberbia instrumentaliza la arrogancia y la agresión como forma de marcar territorio, como canal para validarse.

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Aunque con ello, lo que consiguen realmente es crear distancias y moverse en un círculo de relaciones superficiales.

Hombre que sufre enfados frecuentes

¿Qué hacer ante los enfados frecuentes de esas personas que nos rodean?

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Detrás de los enfados frecuentes hay un claro problema de gestión emocional, de autoestima y equilibrio psicológico. Nadie puede vivir bajo la costra de un enfado crónico, envuelto en su melena de león y rugiendo cada dos por tres. Por ello, si en nuestro entorno tenemos a una persona que de forma constante deriva en este tipo de dinámica, hay algo que debemos tener claro: el problema no lo tenemos nosotros, no somos los causantes de su malestar, el problema, en realidad, lo tienen ellos.

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“Cualquier puede enfadarse, eso es algo muy sencillo. Pero enfadarse con la persona adecuada, en el grado exacto, en el momento oportuno, con el propósito justo y del modo correcto, eso, ciertamente, no resulta tan sencillo”.

-Aristóteles-

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Cuando el enfado se convierte en su manera de ser, nada crecerá a su alrededor. Asimismo, si bajo esta piel está la soberbia y esa personalidad narcisista que todo lo desea controlar y que en todo desea hallar un beneficio, lo mejor que podemos hacer en estos casos es poner distancia y no perder energía confrontándolos.

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Porque la soberbia no se cura discutiendo, se trata permitiendo que el soberbio se mire ante el espejo y se despoje de sus fauces de león y de su traje de puercoespín. Bajo todas esas pieles están sus fragilidades, sus recovecos de vacíos, sus laberintos de inseguridades e incluso, por qué no, hasta ese niño interior aún asustado que sigue respondiendo con rabia ante lo que no le agrada.

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Los enfados frecuentes, lo creamos o no están a la orden del día en la vida de muchos adultos. Por tanto, vale la pena invertir tiempo, atención y buenas dosis de afecto en nuestros niños, en esos pequeños que ya desde edades muy tempranas se frustran con frecuencia y nos dicen aquello de “ahora me enfado y no respiro”.

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Gestionemos bien estas situaciones, eduquemos de forma correcta.

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Fuente. La Mente es Maravillosa

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Pensamientos circulares: si no los quiero ¿por qué aparecen?

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Pareja conectando gracias a las neuronas espejo y la empatía

Neuronas espejo y empatía constituyen uno de los procesos más fascinantes de la neurociencia. Ese donde las acciones y emociones ajenas no nos pasan desapercibidas y por el que podemos ser capaces de dar una respuesta empática. Son mecanismos que tienen además un trasfondo social y su puesta en marcha tiene una gran influencia en nuestras relaciones cotidianas.

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Imaginémonos por un momento sentados en el patio de butacas de un teatro.Visualicemos ahora a un conjunto de excelentes actores presentándonos una obra determinada, ejecutando precisos movimientos corporales y gestuales y entonando cada palabra a la perfección, consiguiendo con ello contagiarnos de un sin fin de emociones

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“Mira con los ojos de otro, escucha con los ojos de otro y siente con el corazón de otro”
-Alfred Adler-

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Nada de esto tendría sentido si no dispusiéramos de esa base biológica capaz de permitirnos activar un poderoso abanico de sensaciones, sentimientos y emociones, como el miedo, la compasión, la alegría, preocupación, la repulsión, la felicidad… Sin todo ello el propio “teatro” de la vida carecería de significación alguna, seríamos como entidades huecas, una civilización de homínidos que ni tan solo habrían sido capaces de desarrollar algún tipo de lenguaje.

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Así, no nos puede extrañar que el interés por las neuronas espejo y empatía no se reduzca solo al mundo de la neurociencia o la psicología, también la antropología, la pedagogía o el arte se han ocupado en las últimas décadas por conocer un poco más esa arquitectura interior, esos mecanismos asombrosos de los cuales, aún no lo sabemos todo…

Neuronas conectadas

Neuronas espejo y empatía, uno de los mayores descubrimientos de la neurociencia

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A menudo, no falta el científico o psicólogo que afirma con total seguridad que las neuronas espejo harán por la psicología lo mismo que el descubrimiento del ADN hizo por la biología en su momento. Cabe decir que sí, que saber cada día un poco más sobre neuronas espejo y empatía nos ayuda sin duda a conocernos un poco mejor, sin embargo, no debemos caer en el error de decir que son estos procesos en exclusiva los que nos han hecho “humanos”.

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Lo que somos en la actualidad, es el resultado de infinidad de procesos juntos. La empatía facilitó nuestra evolución social y cultural, pero no fue ni mucho menos el único determinante. Con todo ello queremos por tanto dejar claro que en lo que respecta a estas dimensiones de la neurociencia todavía existen algunos falsos mitos que es necesario descartar. No es cierto por ejemplo que las mujeres tengan más neuronas espejo que los hombres, de hecho, casi el 20% de nuestras neuronas son de este tipo.

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“Solo puedes entender a la gente si las sientes en ti”

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Por otra parte, tampoco existen estudios concluyentes sobre la clásica afirmación de que las personas con trastorno del espectro autista presentan una clara disfunción en sus neuronas espejo o que se caracterizan por tener una falta total y “absoluta” de empatía. No es cierto. En realidad, el auténtico problema estaría más bien en el aspecto cognitivo, en esa “teoría de la mente” donde la persona es capaz de inferir información, hacer una análisis simbólico y ejecutar a su vez una conducta acorde y ajustada al estímulo observado.

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Para entender un poco mejor estos procesos veamos más datos sobre lo que hasta el momento nos dice la ciencia sobre las neuronas espejo y empatía.

Personas simbolizando la conexión entre neuronas espejo y empatía

Nuestros movimientos y la relación con neuronas espejo y empatía

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Este dato no es muy conocido y es importante que lo recordemos. La empatía no existiría sin el movimiento, sin nuestras acciones, gestos, posturas… De hecho, al contrario de lo que podamos pensar las neuronas espejo no son un tipo específico de neuronas. En realidad son células del sistema piramidal relacionadas con el movimiento. Sin embargo, tienen la particularidad de que se activan no solo con nuestro movimiento, sino también cuando observamos el de los demás.

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Esto es lo que descubrió el doctor Giacomo Rizzolatti, un neurofisiólogo italiano y profesor de la Universidad de Parma que en los años 90 investigaba los movimientos motores de los simios. Le pareció fascinante ver cómo existía una serie de estructuras neuronales que reaccionaban ante lo que otro miembro de la misma u otra especie estuviera haciendo.

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Esta red de neuronas piramidales o neuronas espejo se localizan en la circunvolución frontal inferior y en la corteza parietal inferior, y está presente en muchas especies, no solo en nosotros. También los simios y nuestros animales de compañía como los perros o gatos pueden “empatizar” entre ellos y con nosotros.

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Las neuronas espejo en relación con nuestra evolución

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Señalábamos hace un momento que neuronas espejo y empatía no son ese interruptor mágico que en un momento dado iluminó nuestra conciencia para permitirnos evolucionar como especie. En realidad fue una sucesión de infinitas maravillas, como esa coordinación mano ojo que desarrolló nuestra conciencia simbólica, fue también ese salto cualitativo en las estructuras de nuestro cuello y cráneo que posibilitaron el lenguaje articulado…

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Entre todos estos asombrosos procesos están los que llevan a cabo las neuronas espejo Fueron ellas las mediaron en nuestra facultad para comprender e interpretar determinados gestos, para asociarlos con un conjunto de significados y palabras. De esta forma facilitaban la cohesión social del grupo.

Personas conectadas por las neuronas espejo y la empatía

La empatía, un proceso cognitivo esencial para nuestras relaciones

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Las neuronas espejo nos permiten empatizar con quienes nos envuelven. Son ese puente que nos conecta, que nos vincula entre nosotros y que a su vez nos facilita poder experimentar tres procesos muy básicos:

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  • Poder conocer y comprender lo que la persona que tengo en frente siente o experimenta (componente cognitivo).
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  • También podemos “sentir” lo que esa persona siente (Componente emocional).
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  •  Por último, y este tipo de respuesta requiere sin duda de una mayor sofisticación y delicadeza, podemos a su vez responder de forma compasiva, dando forma a ese comportamento social que nos permite avanzar en grupo. 
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Por otro lado y llegados a este punto, sería interesante reflexionar en una interesante idea que nos propone el psicólogo de la Universidad de Yale, Paul Bloom. Muchos de sus artículos han sido bastante polémicos por defender que la empatía, en la actualidad no nos está sirviendo de nada. Tras este llamativo enunciado se esconde una realidad evidente.

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Hemos llegado a un punto donde todos somos capaces de sentir, ver y percibir lo que esa persona que tengo en frente o que aparece en mi televisión experimenta, pero sin embargo, nos hemos acostumbrado a mantenenos impasibles.
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Hemos normalizado el sufrimiento ajeno, estamos tan inmersos en nuestros propios micromundos que no somos capaces de ir más allá de nuestra burbuja personal… Por tanto, el profesor Singer nos insta a ser “altruistas eficaces y activos”.  Neuronas espejo y empatía conforman ese “paquete” estándar en la programación de nuestro cerebro del que todos disponemos. Es como el Windows de un ordenador cuando lo adquirimos en tienda, pero que debemos saber usar con eficacia aprovechando todo su potencial.

Dos personas con neuronas espejo y la empatía activadas

Debemos por tanto aprender a mirar a los demás dejando a un lado los prejuicios. Tampoco sirve que nos limitemos a “sentir lo mismo que los otros sienten”, es necesario que captemos su realidad, pero manteniendo la nuestra para poder acompañar con eficacia en el proceso de ayuda, de apoyo, de altruismo.

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Porque al fin y al cabo, el sentimiento que no se acompaña de acción no sirve de nada. Así, si hemos llegado hasta donde nos encontramos es precisamente porque hemos sido pro-activos, porque nos hemos preocupado de cada miembro de nuestro grupo social al entender que juntos avanzamos en mejores condiciones que en soledad.

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Recordemos por tanto cuál es la auténtica finalidad de las neuronas espejo y la empatía: favorecer nuestra sociabilidad, nuestra subsistencia, nuestra conexión con el entorno.

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Referencias bibliográficas

Martín-Loeches, M. (2008): La mente del “Homo sapiens” El cerebro y la evolución humana. Madrid.Aguilar.Moya-Albiol, L.

Herrero, N.; Bernal, M. C. (2010): “Bases neuronales de la empatía”. Rev Neurol; 50: 89-100.

Rivera, A. (2009): Arqueología del lenguaje. La conducta simbólica en el Paleolítico. Akal Madrid.

Damasio, A. (2010): Y el cerebro creó al hombre. Barcelona. Destino.Hoffman, M. L. (1992): “La contribución de la empatía a la justicia y al juicio moral”. En Eisenberg, N y J. Strayer (ed.). La empatía y su desarrollo. Bilbao: Desclée de Brouwer, pp.151-172

Coward, F. y Gamble, C. (2008): “Big brains, small worlds: material culture and the evolution of the mind”. Phil. Trans. R. Soc. B 363, pp. 1969-1979

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Fuente. La Mente es Maravillosa

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EMOCIONES E HIPERTENSIÓN

Corazón sobre cardiograma como ejemplo de la relación entre las emociones y la hipertensión

.https://lareconexionmexico.ning.com/profiles/blogs/emociones-e-hipertension

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Cuando sientas que ese ya no es tu sitio…vuela. Por Valeria Sabater

vuela

Cuando sientas que ya no se te quiere, vuela. Cuando percibas que algo ya no estimula tu mente o enciende tu alma, vuela. Cuando notes falsas palabras y tensos desprecios, sal por la puerta de delante y con la cabeza alta vuela. Recuerda siempre que nada crece en los lugares marchitos y que tú, necesitas florecer, volar bien alto.

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Si lo pensamos bien, vivimos en una cultura donde se nos ha enseñado que resistir es de valientes. Que hay cosas que es mejor aguantar y callar, porque la vida, las relaciones afectivas e incluso el propio trabajo es así de duro. Sin embargo, hemos de tenerlo claro: el masoquismo no es sinónimo de valentía. De hecho, casi nadie encuentra placer cuando se le vulnera, se le desprecia o se le engaña. Los auténticos héroes son los que se atreven a decir “basta”.

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“Cuando ya no somos capaces de cambiar una situación, nos encontramos ante el desafío de cambiarnos a nosotros mismos”
-Viktor Frankl-
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No obstante, otro de los mayores problemas que tiene el ser humano es que dispone de una mente conservadora por naturaleza. Los neurólogos, por ejemplo, nos hablan de un concepto tan interesante como complejo. Se trata de la “economía de la información“, es decir, cuando las personas integramos un valor o una creencia nos anclamos a ella de forma obsesiva y permanente, de ahí, que la resistencia al cambio sea tan compleja.

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Nadie puede echar a volar así como así después de mantener una relación afectiva donde esa persona era nuestro norte y nuestro sur. Tampoco podemos arrancar todas nuestras raíces de un escenario donde hasta no hace mucho, nos confirió valores y un modo de vernos a nosotros mismos. Sin embargo, no hay nada peor para nuestra salud física y mental que alimentar el autoengaño.

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Te proponemos reflexionar sobre ello.

arbol con pájaros

Cuando caminar en círculos nos impide volar

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Anthony de Mello fue un psicoterapeuta de línea más bien espiritual que nos dejó libros realmente interesantes donde se apreciaba esa magia tan habitual de los grandes contadores de historias. Uno de los aspectos que más trabajó fue sin duda la resistencia al cambio. Según él, muchas personas viven sumergidas hasta el cuello en piscinas llenas de “sustancias tóxicas y nauseabundas”.

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Ahora bien, en lugar de salir cuanto antes de un escenario tan desagradable, el ser humano se preocupa solo “de no levantar olas”. Es una imagen muy gráfica que nos invita sin duda a preguntarnos por qué nos cuesta tanto poner en práctica una actitud más audaz y valiente para emerger de estos entornos. En cierto modo lo intentamos, aunque no siempre lo llevamos a cabo del mejor modo.

En un interesante estudio publicado en la revista “Current Biology” se demostró algo curioso que debe invitarnos a la reflexión: cuando las personas nos perdemos, en lugar de caminar en línea recta para hallar una salida lo hacemos en círculos. Tal y como hemos señalado al inicio, nuestra mente es conservadora, lo es porque al cerebro no le agradan los riesgos, los saltos al vacío o las estrategias arriesgadas. Antes de hallar una salida nos obligará a caminar en círculos.

círculo árbol

Ahora bien, este dato no debe desanimarnos. De hecho es algo normal. Cuando existen ciertas características o situaciones que deberíamos cambiar, iniciamos una serie de tentativas donde alimentar una y otra vez, casi sin darnos cuenta, la misma situación. Sin embargo “estamos en movimiento” tarde o temprano activaremos ese navegador interno que nos indicará donde está la verdadera salida. 

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De hecho, a veces basta con mirar hacia arriba, ahí donde solo hay calma. Ahí donde el equilibrio de una inmensidad serena puede darnos las respuestas que necesitamos para “volar”.

Despliega tus alas y, sencillamente… Vuela

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Estamos seguros de que tampoco tú eres un fanático del conformismo. Habitar en esos espacios marchitos donde el amor no es auténtico o donde hace tiempo que no nos valoran es como alimentar la hoguera del masoquismo y del dolor. ¿Por qué avivar más esas llamas?  ¿Por qué practicar el culto a la infelicidad y al sometimiento? Despliega tus alas y, vuela.

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“No es la especie más fuerte la que sobrevive, ni la más inteligente, sino la que responde mejor al cambio”
-Charles Darwin-
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Alimentar estas conductas hará que nos convirtamos poco a poco en tristes mendigos del desamor, en desdichadas marionetas que otros gustarán en manejar a su antojo. No vale la pena perder nuestra dignidad de este modo, y por ello es conveniente reflexionar unos momentos en las siguientes estrategias.

gif pájaro

Claves para propiciar el cambio y “desplegar” nuestras alas

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Nuestra “supervivencia emocional” pasa obligatoriamente por hacer frente a los apegos. Sabemos que nadie nos ha educado en el lenguaje del adiós; sin embargo, saber cerrar etapas es parte de la vida, y para avanzar hay que saber renunciar a lo que hace daño, a lo que ya no sirve, a lo que ya no nos ayuda a crecer.

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  • Aprende a ser responsable de tu vida. Toma las riendas sin esperar salvadores. Nadie puede quererte más que tú mismo, nadie tiene más derecho a rescatarte de lo que te hace daño más que ese ser formidable que se refleja en tus espejos.
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  • Llora la pérdida. Tienes pleno derecho a desahogar el dolor, porque el desamor duele, porque el saber que ya no somos útiles en ese trabajo, en esa situación o valorados en ese vínculo en concreto causa dolor. Desahógate.
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  • Haz un plan para tu futuro inmediato. No cometas el error en pensar solo en “el que va a ser de mi” o “todo está perdido”. Controla los pensamientos fatalistas y pon semillas en este presente pensando solo en un futuro inmediato. No te levantes ningún día sin tener un objetivo concreto, definido, satisfactorio y fácil de cumplir.
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  • Crea sencillos rituales. Cuando asome la desesperación o la frustración, echa mano de adecuados rituales, esos que tanto pueden ayudarte. Sal a caminar, queda con alguien, dibuja, escribe, lee, corre… Este tipo de ejercicios tienen como finalidad “romper” el ciclo de los pensamientos obsesivos mediante actividades liberadoras y sanadoras. Rituales del corazón para liberar la mente.
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A veces, basta con hacer sencillas visualizaciones. Imagínate a ti mismo tal y como te gustaría estar, libre, relajado, con el alma tranquila y receptivo a todo aquello que el mañana tiene guardado para ti: la felicidad que mereces. Por ello, vuela.

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Fuente. La Mente es Maravillosa.

Valeria Sabater

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