permitirnos (3)

PARA PERMITIRNOS RECIBIR, ES NECESARIO APRENDER A SOLTAR

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A veces, soltar no es necesariamente un sacrificio ni un adiós, sino más bien un “gracias” por todo lo aprendido. Es dejar ir lo que ya no se sostiene por sí mismo para permitirnos ser más libres y auténticos y recibir así lo que tenga que llegar.
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Si pensamos en ello durante un minuto nos daremos de que las mejores decisiones, esas a las que le sigue un estado de grata felicidad, implican precisamente el tener que soltar algo. Puede que sea un miedo, una angustia, el poner distancia de un lugar o incluso de una persona. La renuncia es parte del proceso de la vida. Es algo natural, porque todos estamos obligados a elegir en qué y en quién invertimos nuestro tiempo y esfuerzo. 
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Suelto, entrego, confío y agradezco, porque hay que dejar ir lo que no quiere quedarse, lo que pesa, lo que ya es falso… Para permitir así que en nuestro corazón solo quede lo que es auténtico.
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Un hecho a tener en cuenta también es que el acto de soltar, por sí mismo, no implica solo cortar esos lazos que ponen vetos al crecimiento personal y a la felicidad. Soltar significa en ciertos casos tener que desprendernos y reformular muchos de nuestros constructos psicológicos, tales como el ego, el rencor, o incluso el propio miedo a la soledad.
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Porque quien quiera recibir, debe tener preparado el corazón para acomodar esa nobleza que no entiende de egoísmos ni de tormentas interiores.
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LA AMBICIÓN Y LA NECESIDAD DE ACUMULAR

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En la sociedad actual hemos asociado la conquista de ciertas cosas con la idea de felicidad. “Seré feliz cuando haga ese viaje, cuando tenga pareja, cuando tenga mi propia casa, cuando me aumenten el sueldo, cuando tenga coche nuevo, teléfono nuevo, cuando pierda unos kilos, cuando estrenen la nueva temporada de mi serie favorita…”
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Compramos libros y más libros para aprender a ser felices mientras esperamos que algo cambie, mientras aguardamos que en algún momento, todo lo acumulado nos ofrezca la respuesta que esperamos. Frédéric Beigbeder, un famoso escritor, creativo y publicista francés, dijo una vez que en el mundo de la publicidad nadie desea que las personas sean felices. Sencillamente, porque la gente feliz “no consume”.
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La felicidad es algo que las sociedades modernas nos venden como una “ilusión”, algo que debe ser breve y efímero para obligarnos así consumir más. De ahí la “obsolescencia programada” de los aparatos electrónicos, de ahí la idea de que para ser feliz hay que ser atractivos y llevar determinadas ropas, tener muchos amigos, y buscar el amor ideal en las páginas de contactos, donde las relaciones pueden iniciarse hoy y desecharse mañana en un solo “click”.
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Hemos creado un mundo donde valores como la ambición y el inconformismo patológico nos alejan por completo del auténtico sentido de la felicidad. Vivimos pendientes de lo que nos falta, sin darnos cuenta de todo lo que en realidad, nos sobra. Todo aquello que deberíamos soltar para compensar el equilibrio, para ser nosotros mismos.
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PARA SER FELICES HAY QUE TOMAR DECISIONES Y… SOLTAR
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La vida es muy corta para vivir permanentemente frustrados. Por ello, y si de verdad deseamos ser felices debemos ser capaces de tomar decisiones, de saber en qué y en quién deseamos invertir nuestro tiempo. Ahora bien, como ya puedes intuir, decidir implica muchas veces tener que renunciar, un ejercicio que deberá hacerse de forma consciente y madura asumiendo las consecuencias.
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La vida es un eterno dejar ir, porque solo con las manos vacías serás capaz de recibir.
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Para ayudarte en el complejo camino de la renuncia y en el arte de soltar, vale la pena recordar que para la filosofía budista la felicidad no es más que un estado mental de calma y bienestar. Así pues, atiende con sosiego y sabiduría todo aquello que te envuelve para intuir qué te ofrece serenidad y qué ruido, qué y quién nutre tu alma con respeto y qué o quién te trae tempestades en días despejados. Decide, elige, confía en tu instinto y, sencillamente, suelta.
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Otro aspecto que es preciso recordar es quien tiene la valentía para soltar también debe ser digno para recibir. De ahí, que valga la pena reflexionar unos instantes en estas dimensiones:
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•   Hemos de renunciar a nuestra necesidad por mantener siempre el control sobre los demás. Es necesario “ser” y “dejar ser”. Quien reclama libertad personal para crecer debe ser capaz a su vez de poder ofrecerla.
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•   Renuncia a la necesidad de tener siempre la razón. Asumir el equívoco es crecer y saber guardar silencio cuando el momento lo requiere es un acto de sabiduría.
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•   Suelta tu ego, libérate de la necesidad de impresionar, de tener que competir, de reclamar la atención cuando nadie te observa, de buscar cualquier falsa compañía cuando temes a la soledad. Suelta tu miedo para permitirse ser auténtico, para ser tú mismo, esa persona que es tan capaz de dar, como de recibir.
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En conclusión, en esta compleja pero apasionante lucha cotidiana por ser felices, todos nosotros deberíamos practicar el saludable ejercicio de soltar lo que nos pesa, amar lo que ya tenemos y ser agradecidos ante todo lo bueno, que sin duda, está por llegar.
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http://buscandome.es/index.php/topic,11849.msg14043.html#msg14043

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EL DESAPEGO DEL RENCOR PARA PERMITIRNOS AVANZAR. Por Valeria Sabater

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La psicología del perdón es también una forma de desapego. Hace referencia a todo un acto de valentía por el que las personas dejamos a un lado ese rencor que carcome y del que somos cautivos para aceptar lo sucedido y permitirnos avanzar. Es también una reestructuración del “yo”, un camino psicológico donde reparar daños y emociones negativas para hallar poco a poco y día a día la paz interior.

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Cada vez que buscamos bibliografía al respeto de la psicología del perdón encontramos en su mayoría trabajos y documentos relacionados con el crecimiento personal, el estudio de la moral e incluso con el mundo de la religión o la espiritualidad. Ahora bien, ¿existen estudios científicos sobre lo que es el perdón, cómo llevarlo a cabo y lo que supone para nuestro equilibrio físico y emocional poder dar ese paso?

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“El débil no puede perdonar. El perdón es un atributo de los fuertes”
-Mahatma Gandhi-
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La respuesta, evidentemente, es “sí”. De hecho la “American Psychological Associaton” dispone de múltiples trabajos e investigaciones sobre lo que es perdonar y lo que no, y de cómo nuestras sociedades y este mundo tan lleno de conflictos a lo largo de la historia no siempre ha sido capaz de avanzar en este sentido: una dimensión que a su vez es clave en nuestro bienestar mental.

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De hecho, y esto es conveniente recordarlo, muchos de nosotros podemos tener alguna que otra espina clavada, una cuenta pendiente con algún hecho de nuestro pasado que merme nuestra felicidad actual, que reste potencial a nuestra capacidad para construir un presente mucho más satisfactorio. Todos, de algún modo, guardamos nuestra pequeña cuota de rencor hacia algo o alguien que sería necesario empezar a sanar…

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Perdonar para evitar el “desgaste” personal

La mejor forma de ahondar en esta área de la psicología es diferenciando qué es el perdón y qué no lo es. Perdonar, en primer lugar, no significa decirnos que lo que ocurrió en un momento dado estuvo bien si no lo estuvo. Tampoco significa “aceptar” ni reconciliarnos con la persona que nos hizo daño; aún menos obligarnos a sentir cercanía o piedad hacia ella.

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La psicología del perdón, en realidad, nos ofrece las adecuadas estrategias para que seamos capaces de dar los siguientes pasos:

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  • Asumir que las cosas sucedieron de ese modo en concreto. Nada de lo que ocurrido en ese instante puntual de nuestro pasado puede cambiarse. Por tanto, debemos dejar de elucubrar, de perder energía, ánimo y salud al imaginar cómo podrían haber sido las cosas en caso de haber actuado de otro modo, en caso de que hubiéramos hecho esto en lugar de lo de más allá.
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Perdonar es aprender a “dejar ir” para reinventar un nuevo “yo” que asume el pasado pero que se ve con fuerzas para aprovechar el presente.
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La psicología del perdón nos dice a su vez que no estamos obligados a entender ni a aceptar los valores o pensamientos de quien nos hizo daño. Perdonar no es ofrecer clemencia ni buscar justificaciones a lo que sufrimos. Jamás debemos renunciar a nuestra dignidad.

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  • Se trata más bien de facilitar el duelo del resentimiento, de ir quitándole capas a la rabia, intensidad a la desesperación y a ese bloqueo que nos impide respirar… Para ello, es necesario que dejemos de odiar a quien nos hizo daño.

Por otro lado, hay un aspecto importante que solemos olvidar. El perdón es la piedra angular de cualquier relación, ya sea de pareja, de amistad, etc. Recordemos que no todo el mundo ve las cosas del mismo modo que nosotros; de hecho, hay tantas percepciones, enfoques y opiniones como días hay a lo largo del año.

A veces, asumimos ciertas actuaciones como afrentas o actos de desprecio cuando lo que hay detrás es un simple desacuerdo o un malentendido. Así, y con el fin dejar de ver traiciones donde no las hay, debemos ser capaces de ampliar nuestro sentido de comprensión y nuestra capacidad de perdón.

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La psicología del perdón, clave de salud

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El doctor Bob Enright, de la Universidad de Winsconsin, es uno de los expertos más célebres en el estudio de la psicología del perdón. Tras más de tres décadas analizando casos, realizando estudios y escribiendo libros sobre el tema ha concluido con algo que quizá, nos puede llamar la atención. No todo el mundo lo logra, no todos somos capaces de dar el paso para ofrecer el perdón. La razón de ello reside en la creencia de que perdonar es una forma de debilidad.

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Es un error. Una de las mejores ideas que nos regala la psicología del perdón es que hacerlo, dar el paso, además de permitirnos avanzar con más libertad en nuestro presente, nos da la oportunidad de integrar en nuestro ser nuevas valías y estrategias para hacer frente a cualquier fuente de estrés y ansiedad. Porque perdonar y reciclar resentimientos en libertades es todo un acto de valentía y fortaleza.

Asimismo, el doctor Enright nos recuerda que hay muchas razones que justifican dar el paso hacia el perdón. La mejor de todas ellas es que ganaremos en salud. Son muchos los estudios que demuestran la estrecha relación entre el perdón y la reducción de la ansiedad, la depresión y otros trastornos que merman por completo nuestra calidad de vida.

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La persona que día a tras día permanece atrapada en el ciclo del recuerdo, en la carcoma del resentimiento y en ese odio persistente hacia el ayer concentrado en un hecho en concreto o en una persona determinada, lo que desarrolla además de infelicidad es un estrés crónico. Nadie merece vivir de este modo. Porque no hay emoción más tóxica que la ira combinada con el odio…
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Pongamos por tanto en práctica alguna de las siguientes estrategias para facilitar el camino del perdón:

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  • Perdonar no es olvidar, es aprender a pensar mejor entendiendo que no estamos obligados a facilitar una reconciliación, sino a aceptar lo sucedido sin sentirnos “débiles” por dar ese paso. Perdonar es liberarnos de muchas cargas que no merecemos llevar de por vida.
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  • Odiar nos quita la energía, los ánimos y la esperanza. Debemos por tanto aprender a perdonar para sobrevivir, para vivir con mayor dignidad.
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  • La escritura terapéutica y llevar un diario nos puede ayudar.
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  • Debemos entender a su vez que el tiempo por sí mismo no ayuda. Dejar pasar los días, los meses y los años no hará que dejemos de odiar o que nos olvidemos de lo sucedido. No dejemos para mañana la molestia que sentimos hoy.
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  • El perdón es un proceso. Esto es algo que también debemos entender. Tal vez nunca podamos perdonar por completo a la otra persona, pero sí podemos descargar una buena parte de todo ese resentimiento para poder “respirar” un poco mejor…
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Para concluir, como vemos el campo de la psicología del perdón es muy amplio y tiene a su vez una relación muy estrecha con el área de la salud y el bienestar. Es una disciplina que nos ofrece a su vez fabulosas estrategias que aplicar en cualquier ámbito de nuestra vida, de nuestro trabajo y relaciones cotidianas. Perdonar es por tanto una de las mejores capacidades y virtudes que desarrollar como seres humanos.

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Referencias bibliográficas

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Worthington, T. y Williams, David R. (2015). Perdón y Salud. Madrid: Akal

Prieto, U. (2017). Perdón y salud: introducción a la psicología del perdón. Madrid: Universidad Pontifica Comillas

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Enright, R.D., & Fitzgibbons, R. (2015). 9 Forgiveness Therapy. Amer Psychological

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Worthington, E.L., Jr., & Sandage, S.J. (2015). Forgiveness and Spirituality in Psychotherapy: A Relational Approach. Amer Psychological

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Paloutzian, Raymond F. (2010). Forgiveness and Reconciliation: Psychological Pathways to Conflict Transformation and Peace Building. New York: Peace Psychology Book Serie

Valería Sabater

Fuente. La Mente es Maravillosa

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PÉRDONATE, ESO ES TODO. Por Gema Sánchez Cuevas

Resultado de imagen de perdonarse a uno mismo

YO SOY MI ENEMIGO. Por Francisco de Sale

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YO SOY MI ENEMIGO

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APRENDER A SOLTAR, PARA PERMITIRNOS RECIBIR

Aprender a soltar, para permitirnos recibir

ENVIADO POR ROBERTO

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Aprender a soltar, para permitirnos recibir

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A veces, soltar no es necesariamente un sacrificio ni un adiós, sino más bien un “gracias” por todo lo aprendido. Es dejar ir lo que ya no se sostiene por sí mismo para permitirnos ser más libres y auténticos y recibir así lo que tenga que llegar.

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Si pensamos en ello durante un minuto nos daremos de que las mejores decisiones, esas a las que le sigue un estado de grata felicidad, implican precisamente el tener que soltar algo. Puede que sea un miedo, una angustia, el poner distancia de un lugar o incluso de una persona. La renuncia es parte del proceso de la vida. Es algo natural, porque todos estamos obligados a elegir en qué y en quién invertimos nuestro tiempo y esfuerzo. 

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Suelto, entrego, confío y agradezco, porque hay que dejar ir lo que no quiere quedarse, lo que pesa, lo que ya es falso… Para permitir así que en nuestro corazón solo quede lo que es auténtico.
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Un hecho a tener en cuenta también es que el acto de soltar, por sí mismo, no implica solo cortar esos lazos que ponen vetos al crecimiento personal y a la felicidad. Soltar significa en ciertos casos tener que desprendernos y reformular muchos de nuestros constructos psicológicos, tales como el ego, el rencor, o incluso el propio miedo a la soledad.

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Porque quien quiera recibir, debe tener preparado el corazón para acomodar esa nobleza que no entiende de egoísmos ni de tormentas interiores.

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La ambición y la necesidad de acumular

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En la sociedad actual hemos asociado la conquista de ciertas cosas con la idea de felicidad. “Seré feliz cuando haga ese viaje, cuando tenga pareja, cuando tenga mi propia casa, cuando me aumenten el sueldo, cuando tenga coche nuevo, teléfono nuevo, cuando pierda unos kilos, cuando estrenen la nueva temporada de mi serie favorita…”

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Compramos libros y más libros para aprender a ser felices mientras esperamos que algo cambie, mientras aguardamos que en algún momento, todo lo acumulado nos ofrezca la respuesta que esperamos. Frédéric Beigbeder, un famoso escritor, creativo y publicista francés, dijo una vez que en el mundo de la publicidad nadie desea que las personas sean felices. Sencillamente, porque la gente feliz “no consume”.

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La felicidad es algo que las sociedades modernas nos venden como una “ilusión”, algo que debe ser breve y efímero para obligarnos así consumir más. De ahí la “obsolescencia programada” de los aparatos electrónicos, de ahí la idea de que para ser feliz hay que ser atractivos y llevar determinadas ropas, tener muchos amigos, y buscar el amor ideal en las páginas de contactos, donde las relaciones pueden iniciarse hoy y desecharse mañana en un solo “click”.

mujer lanzando pájaro

Hemos creado un mundo donde valores como la ambición y el inconformismo patológico nos alejan por completo del auténtico sentido de la felicidad. Vivimos pendientes de lo que nos falta, sin darnos cuenta de todo lo que en realidad, nos sobra. Todo aquello que deberíamos soltar para compensar el equilibrio, para ser nosotros mismos.

Para ser felices hay que tomar decisiones y… Soltar

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La vida es muy corta para vivir permanentemente frustrados. Por ello, y si de verdad deseamos ser felices debemos ser capaces de tomar decisiones, de saber en qué y en quién deseamos invertir nuestro tiempo. Ahora bien, como ya puedes intuir, decidir implica muchas veces tener que renunciar, un ejercicio que deberá hacerse de forma consciente y madura asumiendo las consecuencias.

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La vida es un eterno dejar ir, porque solo con las manos vacías serás capaz de recibir.
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Para ayudarte en el complejo camino de la renuncia y en el arte de soltar, vale la pena recordar que para la filosofía budista la felicidad no es más que un estado mental de calma y bienestar. Así pues, atiende con sosiego y sabiduría todo aquello que te envuelve para intuir qué te ofrece serenidad y qué ruido, qué y quién nutre tu alma con respeto y qué o quién te trae tempestades en días despejados. Decide, elige, confía en tu instinto y, sencillamente, suelta.

brezo

Otro aspecto que es preciso recordar es quien tiene la valentía para soltar también debe ser digno para recibir. De ahí, que valga la pena reflexionar unos instantes en estas dimensiones:

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  • Hemos de renunciar a nuestra necesidad por mantener siempre el control sobre los demás. Es necesario “ser” y “dejar ser”. Quien reclama libertad personal para crecer debe ser capaz a su vez de poder ofrecerla.
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  • Renuncia a la necesidad de tener siempre la razón. Asumir el equívoco es crecer y saber guardar silencio cuando el momento lo requiere es un acto de sabiduría.
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  • Suelta tu ego, libérate de la necesidad de impresionar, de tener que competir, de reclamar la atención cuando nadie te observa, de buscar cualquier falsa compañía cuando temes a la soledad. Suelta tu miedo para permitirse ser auténtico, para ser tú mismo, esa persona que es tan capaz de dar, como de recibir.
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En conclusión, en esta compleja pero apasionante lucha cotidiana por ser felices, todos nosotros deberíamos practicar el saludable ejercicio de soltar lo que nos pesa, amar lo que ya tenemos y ser agradecidos ante todo lo bueno, que sin duda, está por llegar.

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