Cuando sientas que ya no se te quiere, vuela. Cuando percibas que algo ya no estimula tu mente o enciende tu alma, vuela. Cuando notes falsas palabras y tensos desprecios, sal por la puerta de delante y con la cabeza alta vuela. Recuerda siempre que nada crece en los lugares marchitos y que tú, necesitas florecer, volar bien alto.
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Si lo pensamos bien, vivimos en una cultura donde se nos ha enseñado que resistir es de valientes. Que hay cosas que es mejor aguantar y callar, porque la vida, las relaciones afectivas e incluso el propio trabajo es así de duro. Sin embargo, hemos de tenerlo claro: el masoquismo no es sinónimo de valentía. De hecho, casi nadie encuentra placer cuando se le vulnera, se le desprecia o se le engaña. Los auténticos héroes son los que se atreven a decir “basta”.
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No obstante, otro de los mayores problemas que tiene el ser humano es que dispone de una mente conservadora por naturaleza. Los neurólogos, por ejemplo, nos hablan de un concepto tan interesante como complejo. Se trata de la “economía de la información“, es decir, cuando las personas integramos un valor o una creencia nos anclamos a ella de forma obsesiva y permanente, de ahí, que la resistencia al cambio sea tan compleja.
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Nadie puede echar a volar así como así después de mantener una relación afectiva donde esa persona era nuestro norte y nuestro sur. Tampoco podemos arrancar todas nuestras raíces de un escenario donde hasta no hace mucho, nos confirió valores y un modo de vernos a nosotros mismos. Sin embargo, no hay nada peor para nuestra salud física y mental que alimentar el autoengaño.
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Te proponemos reflexionar sobre ello.
Cuando caminar en círculos nos impide volar
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Anthony de Mello fue un psicoterapeuta de línea más bien espiritual que nos dejó libros realmente interesantes donde se apreciaba esa magia tan habitual de los grandes contadores de historias. Uno de los aspectos que más trabajó fue sin duda la resistencia al cambio. Según él, muchas personas viven sumergidas hasta el cuello en piscinas llenas de “sustancias tóxicas y nauseabundas”.
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Ahora bien, en lugar de salir cuanto antes de un escenario tan desagradable, el ser humano se preocupa solo “de no levantar olas”. Es una imagen muy gráfica que nos invita sin duda a preguntarnos por qué nos cuesta tanto poner en práctica una actitud más audaz y valiente para emerger de estos entornos. En cierto modo lo intentamos, aunque no siempre lo llevamos a cabo del mejor modo.
En un interesante estudio publicado en la revista “Current Biology” se demostró algo curioso que debe invitarnos a la reflexión: cuando las personas nos perdemos, en lugar de caminar en línea recta para hallar una salida lo hacemos en círculos. Tal y como hemos señalado al inicio, nuestra mente es conservadora, lo es porque al cerebro no le agradan los riesgos, los saltos al vacío o las estrategias arriesgadas. Antes de hallar una salida nos obligará a caminar en círculos.
Ahora bien, este dato no debe desanimarnos. De hecho es algo normal. Cuando existen ciertas características o situaciones que deberíamos cambiar, iniciamos una serie de tentativas donde alimentar una y otra vez, casi sin darnos cuenta, la misma situación. Sin embargo “estamos en movimiento” tarde o temprano activaremos ese navegador interno que nos indicará donde está la verdadera salida.
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De hecho, a veces basta con mirar hacia arriba, ahí donde solo hay calma. Ahí donde el equilibrio de una inmensidad serena puede darnos las respuestas que necesitamos para “volar”.
Despliega tus alas y, sencillamente… Vuela
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Estamos seguros de que tampoco tú eres un fanático del conformismo. Habitar en esos espacios marchitos donde el amor no es auténtico o donde hace tiempo que no nos valoran es como alimentar la hoguera del masoquismo y del dolor. ¿Por qué avivar más esas llamas? ¿Por qué practicar el culto a la infelicidad y al sometimiento? Despliega tus alas y, vuela.
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Alimentar estas conductas hará que nos convirtamos poco a poco en tristes mendigos del desamor, en desdichadas marionetas que otros gustarán en manejar a su antojo. No vale la pena perder nuestra dignidad de este modo, y por ello es conveniente reflexionar unos momentos en las siguientes estrategias.
Claves para propiciar el cambio y “desplegar” nuestras alas
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Nuestra “supervivencia emocional” pasa obligatoriamente por hacer frente a los apegos. Sabemos que nadie nos ha educado en el lenguaje del adiós; sin embargo, saber cerrar etapas es parte de la vida, y para avanzar hay que saber renunciar a lo que hace daño, a lo que ya no sirve, a lo que ya no nos ayuda a crecer.
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- Aprende a ser responsable de tu vida. Toma las riendas sin esperar salvadores. Nadie puede quererte más que tú mismo, nadie tiene más derecho a rescatarte de lo que te hace daño más que ese ser formidable que se refleja en tus espejos.
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- Llora la pérdida. Tienes pleno derecho a desahogar el dolor, porque el desamor duele, porque el saber que ya no somos útiles en ese trabajo, en esa situación o valorados en ese vínculo en concreto causa dolor. Desahógate.
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- Haz un plan para tu futuro inmediato. No cometas el error en pensar solo en “el que va a ser de mi” o “todo está perdido”. Controla los pensamientos fatalistas y pon semillas en este presente pensando solo en un futuro inmediato. No te levantes ningún día sin tener un objetivo concreto, definido, satisfactorio y fácil de cumplir.
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- Crea sencillos rituales. Cuando asome la desesperación o la frustración, echa mano de adecuados rituales, esos que tanto pueden ayudarte. Sal a caminar, queda con alguien, dibuja, escribe, lee, corre… Este tipo de ejercicios tienen como finalidad “romper” el ciclo de los pensamientos obsesivos mediante actividades liberadoras y sanadoras. Rituales del corazón para liberar la mente.
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A veces, basta con hacer sencillas visualizaciones. Imagínate a ti mismo tal y como te gustaría estar, libre, relajado, con el alma tranquila y receptivo a todo aquello que el mañana tiene guardado para ti: la felicidad que mereces. Por ello, vuela.
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Fuente. La Mente es Maravillosa.
Valeria Sabater