agotamiento (2)

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El agotamiento psicológico nos debilita física y mentalmente. Es una dimensión que surge como resultado de los “demasiados”: demasiadas decisiones, demasiados pensamientos intrusivos, demasiado trabajo, obligaciones, interrupciones, ansiedades… A su vez, es también el reflejo de muchos “pocos”: poco tiempo de calidad para uno mismo, pocas horas de sueño, poca calma interior…

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Todos hemos experimentado alguna vez esta sensación, este desgaste a todos los niveles. Es importante tener en cuenta que un cerebro fatigado, agotado psicológicamente, trabaja y responde a los estímulos de otro modo. Así, y como dato curioso, el neurocientífico Matthew Walker pudo demostrar a nivel de laboratorio que las personas mentalmente cansadas tienen una percepción más negativa de su realidad y además, son mucho más sensibles a nivel emocional.

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A veces simplemente te cansas, te quedas agotado y sin fuerzas en ese rincón solitario del desánimo donde todo pierde su razón de ser, su brillo, su espontaneidad…

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Por otro lado, un aspecto que a veces nos lleva a errores es llegar a pensar que ese agotamiento psicológico se debe, en esencia, a una acumulación fatídica de errores, de malas decisiones, fracasos o decepciones. No es cierto. La mayor parte de las veces el cansancio es el resultado directo de un volumen desmesurado de tareas y actividades que asumimos sin percibir que nos superan.

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Todos hemos oído aquello de que la percepción de nuestra realidad depende a veces de cómo vemos el vaso, si medio lleno o medio vacío. Sin embargo, y en relación al presente tema, podríamos formular la pregunta de otro modo: y tú… ¿cuánta cantidad de agua podrías soportar si tuvieras esa taza en la mano? A veces, basta solo una gota más para colmar el vaso y llegar al límite de nuestras fuerzas.

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Agotamiento psicológico, un problema demasiado común

Carlos se siente satisfecho con su vida, de hecho, no podría pedir más. Es diseñador gráfico, le gusta su trabajo, tiene una pareja a la que adora y además acaba de ser padre. Todo lo que le rodea es satisfactorio, no hay ningún problema importante en su vida; sin embargo, cada día nota que le cuesta más tomar decisiones, su humor es más taciturno, no puede concentrarse e incluso tiene problemas para conciliar el sueño.

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Se siente incapaz de entender qué le ocurre. Todo va bien, de hecho debería sentirse más feliz que nunca; sin embargo, en su mente hay una especie de sensor que le indica que “algo falla, que algo va mal”. Si tuviéramos un observador externo en esta historia nos podría explicar varias cosas que le servirían de ayuda a nuestro protagonista.

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Una de ellas es que Carlos tiene la sensación de que están ocurriendo demasiadas cosas a la vez en su vida: un ascenso, nuevos proyectos profesionales y clientes a los que satisfacer, un hijo, una hipoteca, la consolidación de una etapa personal donde desea (se exige) que todo sea “perfecto”… Todo ello da forma a una constelación donde “muchos pocos” hacen un “demasiado” en su cabeza, poniendo en peligro su capacidad de control. Su agotamiento mental es evidente, además de desgastante. Veamos a continuación cómo impacta en nosotros la fatiga mental.

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Signos y consecuencias del agotamiento psicológico

  • Fatiga física y pérdida de energía. La sensación de agotamiento llega a veces a tal nivel que es común levantarnos por la mañana teniendo la firme convicción de que no vamos a poder con nuestra jornada.
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  • Insomnio. Al principio es común sufrir súbitos despertares por la noche, pero más tarde podemos experimentar serias dificultades para conciliar el sueño.
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  • Pérdidas de memoria. Según un artículo publicado en la revista “The Journal of Forensic Psychiatry & Psychology”, el agotamiento psicológico suele producir una alteración cognitiva llamada “efecto de desinformación”. Es ese donde confundimos datos, donde evocamos la información de forma incorrecta, mezclando imágenes, personas, situaciones…
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  • Entre los síntomas físicos es común experimentar palpitaciones, problemas digestivos, cefaleas, pérdida del hambre o un aumento excesivo del apetito…
  • A nivel emocional es muy característico el sentirnos más sensibles, a la vez que apáticos, irritables y pesimistas.
  • Asimismo, otra característica común es la anhedonia;, es decir, incapacidad de sentir placer, de disfrutar de las cosas tanto como antes, ya no nos ilusionamos, la vida se vuelve más gris y el mundo se queda suspendido en un horizonte lejano donde solo escuchamos su rumor desde la distancia…
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“El sueño es un buen colchón para el cansancio”

-Juan Rulfo-

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Cómo afrontar el agotamiento psicológico

Decía Eric Hoffer que el peor cansancio llega por el trabajo no realizado. Es una gran verdad. En ocasiones el auténtico agotamiento se conforma por todo aquello que queremos hacer y no hacemos. Por todos esos objetivos cotidianos que nos proponemos y que nos sobrepasan, a los que no llegamos, los que quedan frustrados porque nuestro nivel de exigencia es muy alto o las presiones del entorno, desmesuradas.

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Al final sucede, la gota colma el vaso y el vaso ya pesa en exceso. Es entonces cuando todo se nos va de las manos. Así, lo que deberíamos hacer en estos casos y antes de nada, es tomar conciencia de lo que nos está sucediendo. El agotamiento psicológico está ahí y debemos evitar que la “criatura” se haga más grande, más oscura y opresiva. Reflexionemos por tanto en las siguientes dimensiones, en esos pasos que deberíamos poner en práctica después.

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3 permisos que debes darte para escampar las nubes de la fatiga mental

  • Date permiso para reencontrarte. Puede parecer irónico, pero el agotamiento psicológico tiende a aprisionarnos en las capas de las preocupaciones, las auto-exigencias, presiones, deberes y ansiedades hasta el punto de olvidarnos de nosotros mismos. Date permiso para reencontrarte y para ello, nada mejor que disfrutar de una hora al día donde reducir al máximo todo estímulo (fuera sonidos, fuera luces artificiales…). Hallemos un entorno tranquilo donde limitarnos a “ser y a estar”.
  • Date permiso para priorizar. Este es sin duda un punto esencial. Recuerda qué es prioritario para ti, qué es lo que te identifica, lo que amas, lo que hace feliz. Lo demás será secundario y no merecerá semejante inversión emocional y personal por tu parte.
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  • Date permiso para ser menos exigente. El día tiene 24 horas y la vida, lo queramos o no, tiene una cuota limitada. Aprendamos a ser realistas, a aprovechar el tiempo sin ponernos presiones, listones altos o el deseo de que todo sea perfecto. A veces, basta con que todo sea igual que ayer, con su equilibrio humilde y tranquilo.
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Para concluir, sabemos que nuestra realidad es cada vez más demandante, que a veces queremos llegar a todos y a todo; sin embargo, no está de más recordar una idea. Estamos hechos de piel, de carne, de corazón y tendones psicológicos que deben nutrirse también de tiempo de calidad, de descanso, calma y ocio. Aprendamos a priorizarnos, a cuidarnos como merecemos….

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https://lamenteesmaravillosa.com

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Dicen de la apatía que es como una maldición, que cuando te atrapa ya no te suelta y entonces, emborrona la vida, apaga las ganas y hasta los sentimientos. Es un estado de ánimo donde la desmotivación colapsa la mente, donde desaparecen las ilusiones y hasta el cuerpo duele. Nos faltan la energía y las ganas, somos como prisioneros de un embotamiento físico y mental absoluto.

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La mayoría de nosotros hemos experimentado en más de una ocasión este estado del ánimo. Ahora bien, ¿es realmente un estado del ánimo? ¿O es un sentimiento? ¿Es quizá una actitud hacia la vida? Cabe decir que la apatía es una dimensión conformada en realidad por varias áreas, porque su impacto, y eso lo sabemos en piel propia, llega a casi cualquier fragmento de nuestro ser. Es desmotivación, es cansancio, es desilusión, es tristeza

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“A veces tengo la horrible sensación de que pasa el tiempo y no hago nada, y nada acontece, y nada me conmueve hasta la raíz”.
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-Mario Benedetti-
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Este caleidoscopio de procesos psíquicos, emocionales y físicos se vive a menudo como una de las situaciones más desagradables que podemos experimentar en la vida. Es como quien deja su vida en “pause” y queda suspendido en una dimensión extraña donde falta la iniciativa e incluso la esperanza. Nadie debería quedar atrapado en esta situación más de lo necesario, por ello, conocer las causas y el modo de gestionar la apatía nos puede ser de gran ayuda.

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¿Qué es la apatía?

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Apatía significa literalmente “falta de sentimiento”. Puede parecernos algo exagerado, sin embargo, basta con recordar la última vez en que la apatía nos abrazó de pies a cabeza para entender que incluso nosotros mismos nos sorprendíamos por el estilo de pensamiento que nos rondaba la propia mente“Nada atrae mi interés, todo me da igual, que pase lo que tenga que pasar, nada importa…”.

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Esta letargia insufrible es una condición que presenta un gran impacto a nivel cognitivo. Distorsiona nuestro enfoque, somos incapaces de centrar la atención e incluso de retener datos e informaciones. No obstante, donde más pesa la sombra de la apatía es a nivel afectivo y emocional. Tanto es así que a menudo, hay quien se pregunta si lo que está sufriendo es quizá una depresión.

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Al respecto de esta duda cabe aclarar dos cosas. Si bien es cierto que la depresión en ocasiones cursa con apatía, esto no siempre es así. No en todos los casos. Podemos tener personas diagnosticadas con un trastorno depresivo donde no aparece la apatía y a la inversa. Es decir, la apatía por sí misma no es un indicador directo de la depresión.

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Por tanto, cada vez que percibamos la presencia de esta incómoda compañera, es necesario que la invitemos a marcharse lo antes posible. Para lograrlo, nunca está de más conocer su origen, el por qué aparece en ocasiones en nuestras vidas.

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¿Cuál es el origen de la apatía?

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No hay un único origen de la apatía. Su aparición puede deberse a múltiples factores que sin duda debemos considerar. Son los siguientes.

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Origen orgánico

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  • Anemia.
  • Determinadas infecciones.
  • Sistema inmunitario débil y defensas bajas.
  • Estados carenciales debido a una nutrición deficiente.
  • Falta de sueño.
  • Falta de ejercicio.
  • Problemas en la tiroides.
  • Posible inicio de una demencia. De hecho, cabe tener en cuenta que la apatía es uno de los síntomas neuropsiquiátricos más habituales en el diagnóstico de la enfermedad de Alzheimer.
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  • Asimismo, la presencia de lesiones cerebrales a causa de accidentes traumáticos también puede ser motivo de aparición de este estado del ánimo decaído.c
  • Problemas en el funcionamiento de nuestro sistema límbico o de la conexión de la corteza frontal con los ganglios basales.
  • Consumo de drogas.
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Problemas psicológicos

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  • Trastorno bipolar.
  • Depresión mayor.
  • Distimia.
  • Épocas de ansiedad intensa.
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Problemas ambientales

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A veces, estamos sometidos a determinados entornos donde no encontramos ningún estímulo positivo. A nuestro alrededor solo hay estímulos aversivos, estresantes o incluso faltos de interés alguno. Vivir en entornos con este tipo de narrativa insípida y vacía nos aboca a un pensamiento depresivo y a un estado de marcada abulia.

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Vivir o trabajar en escenarios donde nada nos atrae, donde nos sentimos atrapados por la rutina o el estrés nos conduce a menudo a un estado de frustración y apatía constante.
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¿Cómo hacer frente a la apatía?

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Una vez hayamos descartado que no sufrimos ningún problema orgánico, es momento de poner en práctica algunos ejercicios, estrategias y enfoques para desinfectar la apatía de nuestro cuerpo y nuestra mente. Ahora bien, hay un hecho que no podemos descuidar: ningún consejo nos será de ayuda si no conseguimos primero cambiar nuestra forma de pensar. 

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Sin importar ahora qué desencadenó ese estado de letargia y desmotivación, hay que entender que lo que nos mantiene atrapados es nuestro enfoque, nuestra perspectiva. Por tanto, nos será de mayor utilidad “arreglar” en primer lugar lo que hay en nuestra mente que aquello que está fuera de ella y que, por lo general, escapa a nuestro control.

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  • La terapia psicológica enfocada por ejemplo en la reestructuración cognitiva puede ayudarnos.
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  • Asimismo, algo tan básico como romper con nuestras rutinas, iniciar actividades nuevas, cambiar de entornos, de gente y hallar intereses diferentes es una de las estrategias más efectivas.
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  • El ejercicio físico, una alimentación balanceada, el contacto con la naturaleza o practicar disciplinas como el yoga o el mindfulness son sin duda respuestas muy acertadas.
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Para concluir, un modo de desterrar la apatía de nuestra mente y nuestro corazón, es comprometiéndonos con la vida de un modo más creativo. Así, ejercicios basados en el autoconocimiento y la consecución de metas y nuevos objetivos más motivadores, serán como ventanas ante nuestro horizonte, esas a las que asomarnos de vez en cuando para dejar ir el viento rancio de la apatía y la letargia

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Valeria Sabater

La Mente es Maravillosa

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