Dicen de la apatía que es como una maldición, que cuando te atrapa ya no te suelta y entonces, emborrona la vida, apaga las ganas y hasta los sentimientos. Es un estado de ánimo donde la desmotivación colapsa la mente, donde desaparecen las ilusiones y hasta el cuerpo duele. Nos faltan la energía y las ganas, somos como prisioneros de un embotamiento físico y mental absoluto.
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La mayoría de nosotros hemos experimentado en más de una ocasión este estado del ánimo. Ahora bien, ¿es realmente un estado del ánimo? ¿O es un sentimiento? ¿Es quizá una actitud hacia la vida? Cabe decir que la apatía es una dimensión conformada en realidad por varias áreas, porque su impacto, y eso lo sabemos en piel propia, llega a casi cualquier fragmento de nuestro ser. Es desmotivación, es cansancio, es desilusión, es tristeza…
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Este caleidoscopio de procesos psíquicos, emocionales y físicos se vive a menudo como una de las situaciones más desagradables que podemos experimentar en la vida. Es como quien deja su vida en “pause” y queda suspendido en una dimensión extraña donde falta la iniciativa e incluso la esperanza. Nadie debería quedar atrapado en esta situación más de lo necesario, por ello, conocer las causas y el modo de gestionar la apatía nos puede ser de gran ayuda.
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¿Qué es la apatía?
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Apatía significa literalmente “falta de sentimiento”. Puede parecernos algo exagerado, sin embargo, basta con recordar la última vez en que la apatía nos abrazó de pies a cabeza para entender que incluso nosotros mismos nos sorprendíamos por el estilo de pensamiento que nos rondaba la propia mente. “Nada atrae mi interés, todo me da igual, que pase lo que tenga que pasar, nada importa…”.
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Esta letargia insufrible es una condición que presenta un gran impacto a nivel cognitivo. Distorsiona nuestro enfoque, somos incapaces de centrar la atención e incluso de retener datos e informaciones. No obstante, donde más pesa la sombra de la apatía es a nivel afectivo y emocional. Tanto es así que a menudo, hay quien se pregunta si lo que está sufriendo es quizá una depresión.
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Al respecto de esta duda cabe aclarar dos cosas. Si bien es cierto que la depresión en ocasiones cursa con apatía, esto no siempre es así. No en todos los casos. Podemos tener personas diagnosticadas con un trastorno depresivo donde no aparece la apatía y a la inversa. Es decir, la apatía por sí misma no es un indicador directo de la depresión.
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Por tanto, cada vez que percibamos la presencia de esta incómoda compañera, es necesario que la invitemos a marcharse lo antes posible. Para lograrlo, nunca está de más conocer su origen, el por qué aparece en ocasiones en nuestras vidas.
¿Cuál es el origen de la apatía?
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No hay un único origen de la apatía. Su aparición puede deberse a múltiples factores que sin duda debemos considerar. Son los siguientes.
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Origen orgánico
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- Anemia.
- Determinadas infecciones.
- Sistema inmunitario débil y defensas bajas.
- Estados carenciales debido a una nutrición deficiente.
- Falta de sueño.
- Falta de ejercicio.
- Problemas en la tiroides.
- Posible inicio de una demencia. De hecho, cabe tener en cuenta que la apatía es uno de los síntomas neuropsiquiátricos más habituales en el diagnóstico de la enfermedad de Alzheimer.
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- Asimismo, la presencia de lesiones cerebrales a causa de accidentes traumáticos también puede ser motivo de aparición de este estado del ánimo decaído.c
- Problemas en el funcionamiento de nuestro sistema límbico o de la conexión de la corteza frontal con los ganglios basales.
- Consumo de drogas.
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Problemas psicológicos
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- Trastorno bipolar.
- Depresión mayor.
- Distimia.
- Épocas de ansiedad intensa.
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Problemas ambientales
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A veces, estamos sometidos a determinados entornos donde no encontramos ningún estímulo positivo. A nuestro alrededor solo hay estímulos aversivos, estresantes o incluso faltos de interés alguno. Vivir en entornos con este tipo de narrativa insípida y vacía nos aboca a un pensamiento depresivo y a un estado de marcada abulia.
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Vivir o trabajar en escenarios donde nada nos atrae, donde nos sentimos atrapados por la rutina o el estrés nos conduce a menudo a un estado de frustración y apatía constante..
¿Cómo hacer frente a la apatía?
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Una vez hayamos descartado que no sufrimos ningún problema orgánico, es momento de poner en práctica algunos ejercicios, estrategias y enfoques para desinfectar la apatía de nuestro cuerpo y nuestra mente. Ahora bien, hay un hecho que no podemos descuidar: ningún consejo nos será de ayuda si no conseguimos primero cambiar nuestra forma de pensar.
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Sin importar ahora qué desencadenó ese estado de letargia y desmotivación, hay que entender que lo que nos mantiene atrapados es nuestro enfoque, nuestra perspectiva. Por tanto, nos será de mayor utilidad “arreglar” en primer lugar lo que hay en nuestra mente que aquello que está fuera de ella y que, por lo general, escapa a nuestro control.
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- La terapia psicológica enfocada por ejemplo en la reestructuración cognitiva puede ayudarnos.
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- Asimismo, algo tan básico como romper con nuestras rutinas, iniciar actividades nuevas, cambiar de entornos, de gente y hallar intereses diferentes es una de las estrategias más efectivas.
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- El ejercicio físico, una alimentación balanceada, el contacto con la naturaleza o practicar disciplinas como el yoga o el mindfulness son sin duda respuestas muy acertadas.
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Para concluir, un modo de desterrar la apatía de nuestra mente y nuestro corazón, es comprometiéndonos con la vida de un modo más creativo. Así, ejercicios basados en el autoconocimiento y la consecución de metas y nuevos objetivos más motivadores, serán como ventanas ante nuestro horizonte, esas a las que asomarnos de vez en cuando para dejar ir el viento rancio de la apatía y la letargia
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Valeria Sabater
La Mente es Maravillosa