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chica rodeada de flores controlando sus emociones

Expresar emociones negativas cuando las sentimos no significa perder la razón. Porque enfadarse, decir “basta, hasta aquí he llegado”, reaccionar frente a quien nos quiere sumisos, predecibles y callados es una reacción saludable y hasta necesaria. Nuestro temperamento, al fin y al cabo, tiene pleno derecho a desbordarse de vez en cuando para permitirnos expresar, para dejarnos canalizar estas emociones negativas.

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Cuentan los biógrafos de Winston Churchill que el célebre primer ministro británico había heredado el liderazgo y el aplomo victoriano de su padre. De  su madre tenía la testarudez, la energía y  una innata capacidad de seducción. Sin embargo, tal y como el propio político dijo más de una vez, su familia se caracterizaba también por tener un peculiar escudo de armas que también él llevó con resignación en los sótanos de su mente: la depresión.

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La ira es problemática solo si es muy intensa, frecuente e irracional. Gestionada con inteligencia puede ser nuestro mejor canal para resolver ciertas situaciones.
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Su “perro negro”, como Churchill la llamaba, rondaba las intimidades más profundas de su vida. De cara al exterior era ese hombre enérgico y de férreo carácter que fue capaz de evitar que Gran Bretaña sucumbiera ante el nazismo, él que destacó por ser un gran periodista y que alcanzó incluso un nobel de literatura. Sin embargo, de puertas hacia dentro toda la tensión acumulada, las contradicciones y las ansiedades quedaban engullidas como piedras, como losas que digerir una a una y en riguroso silencio.

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Porque el político tenía pleno derecho a perder las formas de vez en cuando para demostrar coraje y energía, pero el hombre se escondió siempre junto a su “perro negro”, sus libros y sus infinitas botellas de brandy…

Churchill y su perro negro

Se pueden expresar las emociones negativas sin perder las formas

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Si hay algo que nos ha enseñado nuestra sociedad de forma equívoca es que hay emociones buenas y emociones malas. De hecho, si decimos en este mismo momento que el enfado, la rabia y la ira son saludables es muy posible que más de uno vea cierta contradicción en el enunciado. ¿Cómo puede ser buenas una serie de emociones relacionadas tradicionalmente con la agresión, la disputa o incluso la violencia?

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Bien, este tipo de atribuciones tan comunes entre la población son un ejemplo más de nuestra falta de competencia en materia emocional. Porque si hay algo que debemos tener claro es que “no hay emociones buenas y malas”. Aún más, si cometemos el error de reprimir, tragar o disimular nuestros enfados o nuestra ira lo que conseguiremos a largo plazo, además de una indigestión emocional, es que las emociones a las que llamamos “positivas” pierdan su intensidad.

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Tenemos pleno derecho a expresar las emociones negativas. Eso sí, lo mejor es que lo hagamos con inteligencia y asertividad. Concedámonos permiso para demostrar nuestra rabia y nuestra ira ante todo aquello que nos cause contradicción, molestia o enfado. Porque el hecho de que estas emociones se asocien al malestar no significa ni mucho menos que “sean malas”. Aún más, lo que conseguimos con ellas es algo muy necesario para nuestro bienestar psicológico: hacernos valer y resolver conflictos para poder adaptarnos mucho mejor a nuestros contextos. 

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Las personas hemos nacido con la capacidad de ser agresivos. Sin embargo, eso no nos convierte en malas personas. La rabia nos ha acompañado desde nuestra infancia y nuestra responsabilidad última con ella es utilizarla de forma funcional para defendernos y poner límites.
 

buho conteniendo sus emociones

La ira adaptativa y el buen enfado

Ana es profesora de instituto y da clases de matemáticas a varios grupos de tercero de la ESO. Además de ser una excelente profesora tiene unas cualidades de liderazgo excelentes para su profesión. Sabe cómo comunicarse con sus alumnos cuando estos no le prestan atención o cuando no rinden como deberían. Es ágil para comunicar, rápida para reaccionar y sabe cómo dar salida a sus emociones para que estas impacten de forma positiva en sus alumnos. Con la energía que obtiene de sus propias emociones consigue animarlos, dirigirlos e inspirarlos a la vez.

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Sin embargo, todas estas cualidades que Ana demuestra en el aula, no las tiene en el ámbito privado, con su familia y su pareja. Ella es la que hace mil malabarismos para satisfacerlos a todos, ella la que saca horas de donde no tiene y ella la que es incapaz de decir “no” ante cualquier favor, demanda o capricho que le exijan los suyos. Nuestra protagonista acumula ya tal nivel de rabia y frustración que intuye que de un momento a otro la afectará a su trabajo.

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A continuación, te proponemos reflexionar en unos sencillos principios que serían de gran utilidad a Ana y a cualquier otra persona en la misma situación.

chica enfadada que controla sus emociones

Claves para lograr una expresión emocional inteligente

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En primer lugar, es necesario recordar un detalle: para manifestar nuestras emociones negativas sin perder la razón debemos hacer uso de la ira funcional, adaptada y controlada. Nos referimos a esa comunicación en la que la persona no hace uso del grito, del insulto ni del reproche inútil. Esa donde cada palabra dicha pasa previamente por el filtro del respeto, la calma y la firmeza.

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Los sentimientos no se reprimen ni se maquillan. Si hay cosas que nos molestan, que nos vulneran y que nos hacen daño, no nos tragaremos esas emociones como quien engulle con la nariz tapada una comida que no le gusta.

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Sin embargo, no se trata tampoco de responder “al segundo” ante aquello que no nos gusta justo cuando la rabia nos tiene secuestrados. En caso de hacerlo, es muy probable que la ira se nos lleve hasta su lado más disfuncional y resolvamos la situación del peor modo posible.
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Lo más adecuado en estos casos es planificar previamente qué vamos a decir, cómo decirlo y cuándo decirlo. Este plan nos da la posibilidad de ser más inteligentes, que no necesariamente falsos o artificiales.

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Para concluir, tal y como hemos podido ver la rabia bien gestionada tiene el potencial de darnos la fuerza que necesitamos para resolver muchas situaciones. Por lo tanto, perder las formas de forma inteligente, respetuosa y asertiva nos da la posibilidad de liberarnos de ese nudo en el estómago, de ese cepo en la garganta e incluso de ese “perro negro” llamado depresión al que Winston Churchill paseó tanto y en secreto durante buena parte de su vida.

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Fuente. La Mente es Maravillosa

Valeria Sabater

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LAS 4 LEYES DEL DESAPEGO. Por Valeria Sabater

.LAS 4 LEYES DEL DESAPEGO

LAS 4 LEYES DEL DESAPEGO PARA LA LIBERACIÓN EMOCIONAL

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Es posible que la palabra “desapego” te cause cierta sensación de frialdad e incluso de egoísmo emocional. Nada más lejos de la realidad. La palabra desapego, entendida dentro del contexto del crecimiento personal, supone un gran valor interior que todos deberíamos aprender a desarrollar.

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Practicar el desapego no significa en absoluto desprendernos de todo aquello que nos es importante, rompiendo vínculos afectivos o relaciones personales con quienes forman parte de nuestro circulo personal.

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La liberación emocional es darnos la opción de vivir con más honestidad de acuerdo a nuestras necesidades, ofreciéndonos a su vez la opción a crecer, de avanzar con conocimiento de causa. Sin dañar a nadie, sin que nadie nos ponga tampoco su cerco camuflado con las cadenas del amor pasional, filial o incluso materno.

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Aprendamos, pues, a poner en práctica estas sencillas leyes sobre el desapego

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Primera Ley: Eres responsable de ti mismo

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Nadie va a retirar cada piedra que te encuentres en tu camino, al igual que nadie va a respirar por ti ni se va a ofrecer como voluntario para cargar tus penas o sentir tus dolores.Tú mismo eres artífice de tu propia existencia y de cada paso que das.

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Así pues, la primera ley que debes tener en cuenta para practicar el desapego, es tomar conciencia de que eres pleno responsable de ti mismo.

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No pongas en el bolsillo de los demás tu propia felicidad. No concibas la idea de que para ser feliz en esta vida, es esencial encontrar una pareja que te ame, o tener siempre el reconocimiento de tu familia.

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Si el barómetro de tu satisfacción y felicidad está en lo que los demás te aportan, no conseguirás más que sufrimiento. ¿La razón? Pocas veces lograrán cubrir todas tus necesidades.

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Cultiva tu propia felicidad, siéntete responsable, maduro, toma conciencia de tus decisiones y de sus consecuencias, elige por ti mismo y no dejes nunca que tu bienestar, dependa siempre de corazones ajenos.

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Segunda ley: Vive el presente, acepta, asume la realidad

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En esta vida, nada es eterno, nada permanece, todo fluye y retoma su camino tejiendo ese orden natural que tanto nos cuesta asumir a veces. Las personas estamos casi siempre centradas en todo aquello que ocurrió en el pasado y que, de algún modo, se convierte ahora en una dura carga que altera nuestro presente.

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Esas desavenencias familiares, ese trauma, esa pérdida, ese fracaso sentimental o esa frustración no superada. Todo ello son anclas que nos aferran, que ponen cadenas en nuestros pies y anzuelos en nuestra alma.

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Acepta, asume y aunque te cueste, aprende a perdonar. Te hará sentir más liberado y te ayudará a centrarte en lo que de verdad importa, el “aquí y ahora“, este presente donde tienes tu verdadera oportunidad. ¿A qué esperas?

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Tercera ley: Promueve tu libertad y permite ser libres también a los demás

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No obstante, ello no impide que podamos establecer vínculos afectivos con otras personas, porque también ello forma parte de nuestro crecimiento personal. Saber amar y saber recibir amor.

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No obstante, el desapego implica que nunca debes hacerte responsable de la vida de los otros, al igual que los demás, no deben tampoco imponerte sus principios, sus ataduras o cadenas personales para aferrarte a ellos. Es aquí donde empieza el auténtico problema y los sufrimientos.

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Los apegos intensos nunca son saludables, pensemos por ejemplo en esos padres obsesivos que se exceden en la protección de sus hijos y que les impiden poder madurar, poder avanzar con seguridad para explorar el mundo.

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La necesidad de “despegarse” es vital en estos casos, ahí donde cada uno debe salir de los límites de la certidumbre para aprender de lo imprevisto, de lo desconocido.

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Cuarta ley: Asume que las pérdidas van a sucederse tarde o temprano

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Volvemos de nuevo a la misma idea: aceptar que, en esta vida, nada puede contenerse eternamente. La vida, las relaciones, e incluso las cosas materiales, terminan desvaneciéndose como el humo que se escapa de una ventana abierta o el agua fresca que resbala por nuestros dedos.

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Las personas se irán, los niños crecerán, algunos amigos dejarán de serlo y algunos amores se irán del calor de tu mano. Todo ello forma parte del desapego, y como tal, hemos de aprender a asumirlo para afrontarlo con mayor integridad. Con mayor fuerza. Pero lo que nunca va a cambiar, es tu capacidad de querer. Y debes empezar siempre por ti mismo.

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-Valeria Sabater-

La Mente es Maravillosa

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Para ayudar a veces es necesario no intervenir. Por Valeria Sabater

mujer con pájaros en la cabeza que piensa en ayudar a los demás

Si de verdad quieres ayudarme, guarda silencio, respeta mi espacio y déjame en soledad. No me digas que me lo advertiste, que siempre caigo en el mismo error, que no tengo remedio…no intensifiques más mi sufrimiento. Solo por una vez, entiende que a veces, la mejor manera de ayudar es “no ayudar”, muéstrame tu empatía, tu comprensión pero solo por hoy, al menos, quédate al margen.

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Decía Theodore Roosevelt que entre hacer lo correcto y lo incorrecto hay algo mucho peor: no hacer nada. Esta visión responde sin duda al clásico enfoque de la mentalidad política, temerosa siempre del inmovilismo, del votante que no toma partido o del supuesto aliado que no da el paso al frente. Sin embargo, el presidente Roosevelt se equivocaba, porque no hacer nada es en realidad una tercera opción muy válida, y de hecho a veces, es la más idónea.

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“Cualquier ayuda innecesaria es un obstáculo para el desarrollo”
-María Montessori-
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Ahora bien, el mayor problema de todo esto es que en el inconsciente colectivo se asume que la falta de acción o la pasividad es un signo de que lo que ocurre no nos importa. Entonces, ¿cómo entender entonces que en ocasiones es mejor optar por el inmovilismo, por no ayudar, por mirar, callar y dar un paso atrás?

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En psicología se dice muchas veces que en los momentos más complejos la mente nos impulsa a emitir las respuestas más sencillas, ahí donde los heurísticos, esos atajos mentales tan fascinantes del pensamiento humano, son a veces los más acertados. Así, cuando vemos a un amigo sumido en la incertidumbre de dejar o no un trabajo o a un hermano enfadado por una decepción sufrida, a menudo, escuchamos una voz interna que nos dice aquello “déjalos solos, déjales espacio para pensar para decidir o aceptar la situación”.

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Porque a veces, al privar a las personas de sus propias luchas, les quitamos una valiosa oportunidad de aprendizaje y de crecimiento personal.
 

tigre en el aire llevado por pájaros

Hay quien sencillamente no necesita ser salvado

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Cuenta una historia oriental que un hombre se encontró una vez el capullo de un gusano de seda en un parque. Preocupado por esa pequeña criatura y temiendo que alguien lo pisara o que algún animal se lo llevara, decidió cuidarlo él mismo poniéndolo en una caja, para así, atenderlo con paciencia y atención.

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Al llevarlo a casa vio algo que llamó su atención: el capullo estaba ya muy avanzado y se veía incluso un orificio por donde la mariposa luchaba por salir. Empeñado en su idea de ayudar, no dudó en coger unas tijeras y cortar algunas partes del capullo para agilizarle el trabajo al insecto. Su intención era noble, no hay duda, pero las buenas intenciones no siempre traen buenos resultados.

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Porque lo que no sabía aquel hombre es que la naturaleza tiene sus propios ritmos, sus tiempos y sus principios intocables, aún más, que hay procesos para los cuales toda ayuda es sencillamente, perjudicial.

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La mariposa emergió con las alas pegadas al cuerpo y mientras nuestro protagonista esperaba con esperanza que poco a poco las desplegara con total hermosura para empezar a volar, lo único que pudo contemplar es al pequeño insecto arrastrándose en círculos hasta que finalmente, este dejó de moverse. Murió.

Mariposa

Hay quien no necesita ser salvado porque, sencillamente, no está en peligro. Hay sufrimientos que uno mismo debe experimentar para florecer, ahí, en la privacidad del propio capullo, en la tersura envolvente de la propia tristeza, en los recovecos pegajosos de las dudas y las decepciones.

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Hay trayectos que las personas deben hacer en meticulosa soledad sin necesidad de auxilio, sin la obligación de ser salvados por quien enarbola de forma constante la bandera de las buenas intenciones o de los grandes sacrificios sin sentido.

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Ayudar no siempre es necesario, pero…¿cómo saberlo?

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Decía María Montessori que cualquier ayuda innecesaria lo único que consigue es entorpecer el desarrollo. Esta idea tiene sin duda mucho que ver con el concepto de “Zona del desarrollo próximo” de Lev Vygotski. Un concepto que, aunque se aplique ante todo al ámbito de la educación, podría extenderse a muchos de nuestros entornos y relaciones más cotidianas.

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La “Zona de desarrollo próximo” nos dice que que para mejorar las habilidades de alguien hay que darle la ayuda justa y necesaria para que desarrolle sus propias potencialidades. Ello implica, por ejemplo, no asumir responsabilidades que no son nuestras e identificar los puntos en los que nuestra ayuda es realmente un estímulo para el aprendizaje y en qué grado.

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“Ayuda a tus semejantes a levantar la carga, pero no te consideres obligado a llevársela”. Pitágoras
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Somos muy conscientes de que no siempre es fácil saber dónde están los límites, donde esas fronteras donde “el no hacer nada” es admisible y recomendable. No lo es porque al instante asoman las elucubraciones sobre el sentido de la responsabilidad, y más cuando las personas que pasan por un mal momento nos son significativas. Además, aunque el cerebro, desde un punto fisiológico no hace juicios, la conciencia sí.

mujer sujetando paraguas en forma de tejado

Así, algo que deberíamos tener claro en primer lugar es que no es bueno prestar siempre una ayuda devota, constante e ilimitada. El resultado podría ser desastroso: esas personas podrían volverse pasivas, egoístas y desarrollar una férrea dependencia hacia nosotros mismos. La clave está en advertir cuándo hay situación de vulnerabilidad real y tener muy claro qué es lo que de verdad necesita esa persona.

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En ocasiones, la mejor ayuda es saber escuchar o simplemente “estar” sin hacer ruido. Que la otra persona tenga constancia de que estamos ahí para ellos si así lo quieren, que podemos ser ese hombro en el que llorar si lo desean, esos ojos en los que confiar o esa persona que sabe respetar distancias y soledades cuando lo necesiten.

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Podemos, en esencia, ser ese rayo de luz que ilumina en un momento puntual, limitado y fugaz para después dejar ir, para permitir que esa persona extienda las alas y deje de avanzar en círculos. Sin embargo, también podemos no hacer nada, una opción tan válida como terapéutica a veces.

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 Fuente: La Mente es Maravillosa

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A veces no estoy para nadie porque también yo me hago falta, también necesito escucharme, remendar mis espacios rotos, limar mis esquinas afiladas. Por ello, si no contesto los mensajes o si pongo en silencio mi teléfono durante unas horas o unos días, no quiere decir que haya cerrado puertas al mundo, solo he ido de paseo conmigo mismo, con ese alguien que había largamente descuidado.

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Resulta curioso cómo, casi sin darnos cuenta, acabamos dejándonos a nosotros mismos en la bandeja de “spam”. Nos relegamos al cajón de asuntos pendientes, a la última página de nuestra agenda o a ese post-it amarillo fosforescente que acaba perdiéndose en el ajetreo natural de nuestro escritorio porque siempre hay una prioridad que lo adelanta y lo posterga.

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Hay tres cosas extremadamente duras: el acero, los diamantes y el conocerse a uno mismo”.
–Benjamin Franklin-

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Vivimos en una sociedad tremendamente demandante y competitiva, lo sabemos. Hay muchas cosas que hacer, y los días a veces pueden ser tan trepidantes como agotadores. Por si no fuera suficiente, a ello se le añaden los nuevos sistemas de comunicación, ahí donde el trato y las interacciones son constantes e inmediatas.

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Vivimos organizados en diversos grupos de WhatsApp, siempre estamos localizables y en las pantallas de nuestros móviles siempre hay un mensaje que responder, correo que atender, fotos a la que poner un like y un etiquetado al que responder aunque no nos apetezca.

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Es como vivir en un epicentro donde nuestra mirada hipermétrope es incapaz de ver aquello que tiene más cerca. Nuestros ojos cansados pueden leer las necesidades ajenas pero son incapaces ya de descifrar las propias… Todo parece borroso, todo se ha hecho un ovillo que se enclava ahí, en nuestro corazón y nuestra mente como si algo fallara, como si algo no fuera bien y no supiéramos qué es…

Has llegado al límite y todavía no lo sabes

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Le haces falta a muchas personas, lo sabes. Cada día tienes diez montañas que encumbrar y decenas de obstáculos que sortear, y lo consigues, no hay duda. Sin embargo, nadie te da medallas por ello, casi nadie reconoce tus esfuerzos, tu dedicación o incluso todo lo que llegas a renunciar por quienes están a tu alrededor. Poco a poco, las cosas pierden su significado y las personas su sabor. El mundo ya no tiene música, ya no rima, ya no es ágil, y te acabas hundiendo en tus propias responsabilidades como la piedra que cae en un pozo sin fondo.

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Estar para todos y para todo cada día y a cada instante, tiene una cuota de intereses secretamente elevada. Las señales de este proceso  de estrés continuado en el tiempo puede muy bien derivar fácilmente en una depresión, por ello, debemos estar muy atentos a los síntomas:

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  • Fatiga, un cansancio extremo que a veces no se recupera con el sueño o el descanso nocturno.
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  • Dolores de cabeza, migrañas.
  • Dolor de espalda.
  • Malas digestiones.
  • Sensación de aburrimiento constante, la vida pierde casi todo nuestro interés.
  • Impaciencia e irritabilidad.
  • Frustración, comentarios cargados de cinismo, mal humor, apatía constante…
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Por curioso que parezca, vivir en un entorno híper-estimulado e híper-demandante nos acaba narcortizando. Nos volvemos insensibles a las propias necesidades, extranjeros del propio corazón y vagabundos perdidos en esa isla de Circe donde uno ha olvidado por completo dónde está su hogar, dónde esa casa donde habita el propio ser.

chico

Hoy no estoy para nadie, hoy me hago falta

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Decir en voz alta “estos días no estoy para nadie, me hago falta a mí mismo” no es una falta de respeto. No se hace daño a nadie, no se descuida nada, el mundo seguirá girando y los ríos fluyendo. Sin embargo, acontecerá algo maravilloso: daremos paso a la sanación emocional, nos regalaremos tiempo, atención y un espacio propio donde refugiarnos. Será como introducirnos en el hueco de un árbol para tomar contacto con nuestras raíces, ahí donde reencontrarnos casi en posición fetal, para nutrirnos y permitir que nuestras hojas, nuestras ramas, crezcan altas y más libres para rozar el cielo.

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A continuación, te proponemos reflexionar en unas ideas que pueden ayudarte a lograrlo.

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“Sólo nos convertimos en lo que somos a partir del rechazo total y profundo de aquello que los otros han hecho de nosotros”.
– Jean-Paul Sartre-

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Claves para tomar el control, para atenderte cuando te haces falta

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En medio de esta vasta rutina en la que acabamos cautivos de las obligaciones propias y ajenas, debe quedar un espacio, un pequeño hueco confortable y especial que nos pertenezca a nosotros solos. Es como una cápsula de salvamento, como un bote salvavidas al que acudir cada vez que percibamos que hemos llegado al límite.

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  • Cuando percibas que las presiones externas te están impidiendo ser tu mismo, párate y visualiza esa cápsula o ese bote salvavidas: súbete a él.
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  • Es momento de trazar un plan de salvamento. Benjamin Franklin solía decir que “si en el día a día no tenemos un plan de supervivencia estamos condenados a navegar eternamente a la deriva”.
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  • Ese plan de supervivencia debe tener una meta y establecer qué es prioritario y qué secundario (hoy mi objetivo es cumplir con mi jornada laboral, mi meta es no estresarme y mi plan incluye tener dos horas para mí mismo. Quedar bien con mis compañeros de trabajo o familiares es hoy secundario).
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Debemos tener muy claro por último, que habrá días en que la prioridad total y absoluta, seamos nosotros mismos. Dejarlo claro a quienes conforman nuestro contexto más próximo no es ningún acto de egoísmo. Apagar el móvil, salir a caminar, a respirar y a cobijarnos con nuestros propios pensamientos es un acto de auténtica salud mental. Porque lo creamos o no, esos días en que nos hacemos falta son muchos, y atenderlos, poner nuestro nombre en la lista “prioridades”, lejos de ser recomendable, es OBLIGATORIO.

Fuente: La Mente es Maravillosa

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Me declaro protagonista de mi propia vida, no de la que me imponen los demás. Me declaro responsable de lo que hago y lo que digo, no de lo que entiendan otros. Me defino por mis valores, me amo entera, sin fisuras, con cada rincón imperfecto, con cada locura disfrutada, con cada error cometido y cada sombra que abrazar de vez en cuando para sanar mis cicatrices…

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La auto-aceptación es esa tarea compleja y laberíntica que muchos apuntamos con tinta invisible en nuestra lista de tareas pendientes, como quien escribe sus buenos propósitos al empezar el año. Así, y casi sin darnos cuenta, llega un día en que al mirarnos al espejo sentimos un súbito e inexplicable pinchazo. ¿De verdad somos esa persona que refleja el cristal? ¿Cómo pueden los espejos mostrarnos una imagen tan nítida, impoluta y perfecta de nosotros mismos cuando nos sentimos tan “rotos”?

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“El precio de la grandeza es la responsabilidad”
-Winston Churchill-
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Algo particularmente curioso que suele darse en las personas que no han trabajado su auto-aceptación o la integración de todas esas dimensiones personales y afectivas que lo definen a uno, es que suelen responsabilizar a los demás de su infelicidad, de su malestar. Lo hacen de forma automática sumidos muchas veces en una actitud tristemente derrotista.

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Por ejemplo: si no encuentro una buena pareja es porque a día de hoy nadie cree en el compromiso. Si suspendo el examen es porque no le gusto al profesor. Si no tengo buenos amigos es porque todas las personas son falsas y desagradecidas. Si me he equivocado en esto es porque alguien me orientó mal. Si soy inseguro se debe a cosa de familia, porque en casa todos somos iguales…

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Este tipo de actitud es como la de quien enciende un ventilador y empieza a difundir el origen de sus frustraciones a todos los que están a su alrededor. Por tanto, pocos ejercicios pueden ser más saludables, catárticos y terapéuticos como dar el paso, como declararnos protagonistas de nuestras vida, responsables de lo que somos y lo que hacemos.

Asumir la responsabilidad personal para alcanzar la felicidad

Declararse a uno mismo responsable exclusivo de lo que se es, lo que se hace y lo que se piensa marca sin duda un antes y un después. La responsabilidad personal significa por encima de todo, no culpar a otros de la propia infelicidad. Significa también poder descubrir distintas formas con las que alcanzar el equilibrio y el propio bienestar a pesar las dinámicas negativas que nos envuelvan.

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Llegados a este punto, es muy probable que más de uno se pregunte aquello de ¿Quiere esto decir que se puede ser feliz sin importar las circunstancias que nos rodeen? ¿Qué pasa si ahora mismo estoy atravesando una enfermedad? ¿Qué pasa si mi relación afectiva es tormentosa e inestable?

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Bien, la respuesta a estas preguntas es en sí misma sencilla: ser responsable de uno mismo es entender que hay cosas que, efectivamente, escapan a nuestro control, como es el caso de una determinada dolencia física. En este caso, además de saber aceptarlo, lo que marca la diferencia es nuestra ACTITUD. 

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Por otro lado, la persona responsable y que se percibe a sí misma como protagonista de su propia vida y no como un actor de reparto en el teatro de su existencia, entiende que para ser feliz hay que tomar decisiones. Por tanto, todo aquello que enturbie, todo lo que apague autoestimas, cercene identidades o nos regale un sucedáneo de amor, es mejor dejarlo y recordar ese compromiso firmado en algún valiente momento con nosotros mismos, aquel que nos recordaba eso de “has venido a este mundo para ser feliz, no pierdas el tiempo en lo que quita la alegría”.

Aprende a ser responsable de ti mismo, declárate libre, siéntete único

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William Ury es un conocido antropólogo que ha adquirido una notable fama por trabajar como mediador y como promotor del crecimiento personal, a través de libros como “El camino hacia el SÍ”. Para este autor, ser responsables de nosotros mismos radica en dos áreas básicas: la primera está en saber cuidar de nosotros mismos, siendo capaces de ver la relación entre nuestras acciones y consecuencias. La segunda, en ser capaces de respetar los compromisos que adquirimos con los demás.

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“Somos la memoria que tenemos y la responsabilidad que asumimos, sin memoria no existimos y sin responsabilidad quizá no merezcamos existir”
-José Saramago-
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El doctor Ury nos propone además, que para alcanzar este mágico equilibrio debemos poder darnos el “SÍ” a nosotros mismos. A validarnos como personas, a auto-percibirnos como seres capaces, personas hermosas y dignas de alcanzar aquello que se propongan. Para ello, nos invita a conseguirlo a través de los siguientes pasos.

Los 4 pasos de la responsabilidad personal

  • Ponte en tus zapatos. Es muy posible que a lo largo de nuestra vida nos hallamos focalizado solo en los demás, en satisfacer necesidades ajenas. Es momento de escucharnos, de sintonizar de forma auténtica con nuestras emociones y nuestros valores, clarificando con firmeza qué queremos y qué no queremos.
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  • Firma un compromiso contigo mismo. Si no lo hemos hecho ya, es recomendable que lo ejecutemos lo antes posible, se trata ni más ni menos que de recordar cada día y a cada instante, que estamos obligados a atender nuestras necesidades independientemente de lo que los otros hagan o dejen de hacer.
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  • Aprende a fluir. Ser responsable de uno mismo significa también aprender a confiar, tanto en nuestras propias capacidades como en el propio discurrir de la vida. Asumir que hay cosas que llegan y otras que se van es integrar esa economía emocional donde dejar de aferrarnos a imposibles, a hechos que no nos dejan crecer.
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Por último, también es interesante recordar que nuestro día a día no es un escenario de competición. No hay ninguna ley que nos diga que hay unos que siempre deban ganar y otros que irremediablemente, estén obligados a perder una y otra vez. Vivir es celebrar la vida, es dar y es recibir, es cohabitar en armonía siendo responsables de nosotros mismos, con nuestros aciertos y errores sin culpar de nuestras frustraciones a quien quede cerca.

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Pongamos en práctica estos sencillos consejos y alcémonos como auténticos protagonistas de nuestra existencia.

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https://lamenteesmaravillosa.com

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chica con flores que no deja de buscar

Hay quien los llama momentos mágicos o instantes “click”. Son todas esas veces en las que de pronto, aquello que soñábamos, buscábamos o esperábamos con tanta ansia acontece de improviso, abrazándonos a la vuelta de la esquina o apareciendo en la bandeja de nuestro correo electrónico… Justo cuando habíamos dejado de buscar el destino nos ofrece su inesperado regalo.

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En un mundo impredecible y a instantes caótico y complejo como un laberinto sin salida, los instantes “click” abundan más de lo que pensamos. Hay quien vincula estos hechos a la tan atractiva ciencia de la “suerte“, pero en realidad los auténticos expertos en el tema saben que estos acontecimientos imprevistos, en los que de pronto los deseos se convierten en realidad o somos tocados con la varita de las oportunidades, esconden algo de ciencia y mucho de psicología.

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“La suerte favorece sólo a la mente preparada”
-Isaac Asimov-
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Para dar un ejemplo de este mismo hecho disponemos de un libro muy interesante. En “El efecto Medici” de Frans Johansson se nos explica como en ocasiones no es suficiente con ser todo un experto en un campo para tener éxito. De hecho, dedicar todo nuestro empeño, tiempo y energía a un solo objetivo tampoco nos garantiza al 100% que vayamos a lograrlo. A veces, hay que alejarse un poco, asumir otras perspectivas y aplicar un pensamiento menos lineal y uno más creativo, relajado, paciente y original para alcanzar una meta.

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A su vez, tampoco podemos olvidar algo igual de interesante: en ocasiones, las acciones más inesperadas vienen guiadas por nuestro subconsciente. Justo cuando nuestra mente consciente, rígida, a veces obsesiva y siempre analítica establece cierta distancia, despierta ese sexto sentido que lo creamos o no, casi nunca se equivoca.

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Te proponemos reflexionar sobre ello.

Aunque dejes de buscar tu mente sigue siendo receptiva

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Andrea tiene un pequeño negocio que no va nada bien. Sabe que su pastelería ya no es rentable y que en unos meses tendrá que cerrarla. Lleva varias semanas intentando pensar qué puede hacer, pero entre la presión, la ansiedad y la tristeza por cerrar ese negocio familiar, hace que las lágrimas acaben cayendo al instante por su rostro. Se siente agotada. Sin embargo, esa misma mañana se ha levantado mucho más despejada y tranquila al decirse a sí misma aquello de “ya está, que pase lo que tenga que pasar y todo se afrontará”.

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Se ha dado una ducha sintiendo una calma muy agradable y una adecuada paz mental. Mientras se duchaba, ha recibido una notificación en su móvil de una de sus redes sociales. Al coger el teléfono, de pronto, Andrea ha tenido una idea: llevar su negocio al mundo online, publicitar su tienda en las redes y crear pasteles y postres de diseño para fiestas y eventos.

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Este es un sencillo ejemplo de cómo funciona nuestra mente cuando dejamos de presionarla, y de cómo su receptividad se intensifica cuando apartamos de ella el bosque de las preocupaciones y la espesura de los miedos. Sin embargo, en este clásico de buscar el “momento click”se ha aplicado otra dimensión igual de interesante en la que merece la pena detenernos: el pensamiento interseccional.

El pensamiento interseccional

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Las personas tenemos una costumbre muy común: la de tratar de predecir todo lo que puede ocurrir si hacemos o no hacemos determinadas cosas. Esto nos obliga muchas veces a crear en nuestra mente auténticos “documentos Excel” donde desplegar columnas, analizar datos, correlacionar variables y hacer exhaustivos pronósticos, a veces algo fatalistas.

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En lugar de hacer uso de ese hemisferio izquierdo tan lineal y analítico, nos será de mucha más utilidad aplicar el pensamiento interseccional, el cual se caracteriza por las siguientes habilidades:

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  • Ser capaz de crear conexiones entre informaciones y estímulos que nada tienen que ver entre sí.
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  • La persona hábil en pensamiento interseccional es capaz de hallar calma en medio del caos.
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  • En medio de este palacio mental de paz y equilibrio, la persona que hace uso de este enfoque de pensamiento es capaz de conectar con todo lo que le envuelve porque se mantiene abierta, porque es  receptiva y curiosa, porque le gusta “jugar” con toda información que recibe, probando, desechando, inventando y transformando…
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Asimismo, este tipo de perfil no se obsesiona con buscar una única solución, una única salida o respuesta a sus problemas.

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La mayor parte del tiempo se deja llevar por lo que acontece en su entorno y acepta lo inesperado, lo fortuito…

La suerte es al fin y al cabo saber reconocer las oportunidades

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Para tener suerte en la vida, a veces tienen que acontecer las circunstancias adecuadas. Sin embargo, para que esas circunstancias se materialicen ante nosotros es nuestro cerebro quien debe llevarnos hacia esos puntos y él quien debe también saber reconocer la oportunidad donde otros, tal vez, solo ven una puerta cerrada.

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La mejor suerte de todas es la suerte de hacer algo por ti mismo.
-Douglas MacArthur-
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Con todo ello queremos dejar claro un aspecto: la suerte no sabe de magia, las casualidadades existen pero muchas veces son “causalidades” gestadas por ese órgano excepcional y maravilloso en el que deberíamos confiar mucho más. Solo cuando retiramos de nuestra mente el cepo de las ansiedades, de las actitudes limitantes, de los miedos y obsesiones, todo él se expande y se transforma, todo el cerebro empieza a funcional al 100% permitiéndonos ser receptivos, dándonos la oportunidad de escuchar a esa voz interna y siempre sabia que a menudo, nos guía hacia las auténticas oportunidades.
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Por tanto, más que centrarnos de forma obsesiva en buscar ese hecho en concreto que tanto deseamos, aprendamos a ser más receptivos, a ver el mundo a vista de pájaro y no desde el agujero de una cerradura.

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oveja negra

Ser la oveja negra de la familia no es fácil. Rompemos el equilibrio del grupo y somos el” chivo expiatorio” sobre el que se proyectan todas las culpas. Ahora bien, si te sientes identificado/a con esta situación, hazte la siguiente pregunta: ¿Te gustaría ser de verdad parte de ese rebaño donde todas las ovejas son blancas? 

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Las personas formamos parte de grupos sociales: familias, amigos, entornos laborales… Así, de algún modo, casi siempre existe una norma implícita: dicha pertenencia supone tener que emitir los mismos juicios, tener los mismos valores…etc. De hecho, la coincidencia se suele tomar como un indicador de cohesión.

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La oveja negra no es mala, ni torpe ni engreída. Solo es diferente, alguien que ha aprendido a esquivar las piedras, a pensar de otro modo, y que siempre ha sabido qué dirección tomar, no como el rebaño de ovejas blancas.
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En psicología suele conocerse a estas personas como “pacientes identificados”. De no gestionar de forma adecuada estas situaciones, seremos nosotros quienes mostremos la sintomatología de esa familia disfuncional o de ese escenario tóxico.

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No lo permitas. Si te señalan como la oveja negra, aprende a enorgullecerte por ser capaz de pensar diferente. Es todo un privilegio…

El efecto oveja negra

oveja negra

Henri Tajfel fue un psicólogo social famoso por acuñar el término “el efecto oveja negra”. Una idea con la que sin lugar a dudas, podemos identificarnos, ya sea a nivel familiar o en cualquier otro contexto social:

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  • El favoritismo endogrupal explica que los juicios que se hacen hacia otros grupos son, por lo general, negativos porque se busca proteger lo que es propio, lo que nos define, lo que nos identifica (mi equipo de fútbol es el mejor, mi clase es la más inteligente, mi familia es la más feliz…)
  • Ahora bien, a su vez, es común que exista una alta exigencia sobre los miembros del propio grupo. A modo de ejemplo: nuestro padre puede criticar a nuestros vecinos y en cómo los demás educan a sus hijos. Sin embargo, con nosotros es severo y exigente porque aspira a que no se rompa ese equilibrio interno.
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El efecto oveja negra nos dice que se ejercen más críticas y presión psicológica sobre los miembros del propio grupo que en aquellos que nos rodean. La pertenencia a un contexto social, en algunos casos, va de la mano de la dominancia y el control.

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En el momento en que decimos “no” o “eso a mi no me define” nos miran con preocupación y miedo porque hemos cruzado la frontera de lo que es aceptable, lo que es sano y virtuoso.
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Cuando ser la oveja negra es un privilegio

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Cuando uno asume que es la oveja negra de la familia tiene dos opciones: hundirse o reaccionar. Lo creamos o no son muchas las personas que debido a una identidad muy frágil, aceptan el abuso emocional, las críticas y los desprecios.

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La persona etiquetada como mala o diferente al resto de miembros de una familia asume en piel propia la metáfora de una atmósfera dañina y disfuncional. No obstante, el resto de familiares se hallan en una situación cómoda porque se sienten exentos de toda responsabilidad: hay un status quo donde todos tienen su papel.

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Para evitar estas situaciones extremas en que nuestra autoestima se ve tan vulnerada, vale la pena reflexionar en estas dimensiones:

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Ser diferente puede ser una amenaza para los demás, pero no para ti

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En el momento en que muestras otra forma de pensar, de vestir y de vivir los demás empezarán a etiquetarse como “la oveja negra”, porque son conscientes de que están perdiendo el control sobre nosotros.

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  • Está claro que en todo grupo social, en toda familia, hay algún miembro más problemático que otros. No obstante, es común aplicar un pensamiento único ante toda conducta que se sale de los límites de lo que es esperable.
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  • Entiende que uno no nace siendo la oveja negra, en realidad es el propio entorno social el que nos convierte porque nos atrevemos a reaccionar ante ellos, y eso, es de por sí un acto de valentía.

cerillas hacia arriba menos una

La pertenencia a un “rebaño” no da la felicidad: busca tu propio camino

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En muchos casos ser la oveja negra puede ser un privilegio. Ahora bien, para llegar a este descubrimiento hemos de ir liberándonos de muchas capas:

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  • Primera capa: no tienes la obligación de ser igual que tus padres, de pensar como tus amigos, de actuar como los demás esperan que lo hagas.
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  • Segunda capa: siéntete bien por tener tus propios valores, por alzar tu voz sobre el resto del grupo. El mundo está lleno de múltiples pensamientos, opiniones y juicios. No hay ninguna verdad universal y cada uno debe ser capaz de hacerse a sí mismo.
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  • Tercera capa: acepta a los demás sin odios ni rencores y acéptate a ti mismo como parte diferente de ellos. Visualiza esa separación como forma de liberación. Tú aceptas a tu familia por como son, y si ellos actúan con la misma sabiduría, harán lo mismo.

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MUÉVETE Y EL CAMINO APARECERÁ. Valeria Sabater

camino

Muévete y el camino aparecerá. Puede que no lo haga hoy, ni tampoco mañana, pero en cada paso dado con firmeza la mente se aclara y las oportunidades surgen. Tampoco importan las veces que te hayas perdido, porque en cada sendero equivocado nos encontramos a nosotros mismos, y ese aprendizaje es sin duda el más valioso.

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La vida es movimiento, y si no lo asumimos desde un principio de este modo, quedaremos relegados al ostracismo de quien no entiende que tras los cambios llegan las oportunidades o que no basta solo con esperar para que la felicidad llame a nuestra puerta. Todo logro llega tras una lucha. Todo éxito acontece tras la férrea dedicación de quien invierte tiempo, de quien entiende de sacrificios y de esa voluntad donde no cabe la palabra rendición.

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“Solo da el primer paso y el resto del camino irá apareciendo a medida que camines”
-Martin Luther King-
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Ahora bien, hay algo que en ocasiones falla en esta fórmula. Nos han inculcado desde niños que debemos ser capaces de luchar por nuestro sueños. Nos esforzamos en cultivarnos a través de unos estudios, alimentamos esperanzas y esperamos ser un día esa mano de obra especializada y puntera capaz de crear un mundo mejor donde se tengan en cuenta nuestros esfuerzos, nuestra valía.

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Si embargo, esto no siempre se cumple. Tal y como explicó una vez Nicholas Kristof, periodista especializado en derechos humanos, hemos llegado a un punto en nuestra sociedad moderna donde parecen haberse terminado las oportunidades, o más concretamente, “la igualdad de oportunidades”. Puede parecer fatalista, no hay duda, pero muchos estarán de acuerdo en que a veces, no basta con luchar hasta la extenuación para hallar el triunfo.

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Estamos ante una fórmula que empieza a fallar y que requiere tal vez, de otro enfoque. Hay que poner en marcha otro tipo de camino. Te invitamos a descubrirlo a continuación.

El camino de la desigualdad y el caos personal

Michael Spence ganó el premio nobel de economía en el 2001. Tal y como nos explica a través de diversos artículos, hemos llegado a un punto donde hay una regla de tres que casi nunca falla: a mayor riqueza o nivel de modernidad de un país, mayores son las desigualdades sociales.

Evolución económica no va de la mano de la evolución humanitaria ni aún menos de los derechos personales, esos que nos dignifican como especie. Es como si hubiéramos vuelto a esa conciencia de clase del medievo, donde unas élites se alzan en la cúspide y más abajo, se halla una clase media en serio peligro de extinción.

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“Si enciendes una lámpara para otro, iluminarás tu propio camino”
-Proverbio budista-
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No es este el momento de ahondar en cuestiones políticas, pero estamos ante una realidad que tiene un claro impacto sobre nuestra salud psicológica. El caos personal al que puede llevarnos este contexto es inmenso, por ello es vital que mantengamos a flote nuestra brújula interior para aprender a sobrevivir en un entorno cambiante, a instantes implacable y muy poco sensible con las necesidades de las personas.

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Es muy posible que durante mucho tiempo hayamos enfocado nuestra estrategia vital de forma errónea. Buscamos nuestro camino en el exterior. Hemos desgastado las suelas de nuestros zapatos y agotado nuestro corazón en busca de oportunidades entre múltiples senderos, arroyos y sinuosas carreteras que no nos han llevado a ninguna parte. Tal vez, sea el momento de dirigir nuestra mirada a otro camino: el de nuestro interior.

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Seguidamente, te explicamos en qué consiste esta nueva propuesta.

Movimiento interior y creación

Ya lo dijo Carl Gustav Jung, si miramos hacia fuera, soñamos; pero si volvemos nuestra mirada hacia el interior, despertamos. Es pues momento de despertar. No importa la edad que tengamos, si somos adolescentes o si ya han pasado sesenta inviernos por nuestra vida, lo cierto es que aún nos quedan infinidad de primaveras y es necesario disfrutarlas en plenitud iniciando una revolución interna.

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Nos hemos pasado media vida conjugando el verbo “buscar”. Buscamos trabajo, buscamos pareja, buscamos nuevas oportunidades y buscamos esa felicidad soñada con la que sentirnos vivos. Es hora de utilizar otro verbo: “crear para permitir que nos encuentren”. Veamos los pasos a seguir.

Claves para encontrar tu camino

Algo que nos proponen especialistas en crecimiento personal es que debemos entender primero a qué nos estamos enfrentando. Reconocer a nuestro enemigo en lugar de resistirnos a él nos puede ayudar a tener una visión más realista de las cosas.

  • Conexión interior. En la actualidad hay un área que cada vez está adquiriendo mayor relevancia: el de las intuiciones. Quien es capaz de escuchar, confiar y entender sus propias intuiciones tendrá una conexión real con sus necesidades. Además, obtendrá ese aprendizaje vital e inconsciente que forma parte de nuestra personalidad.
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  • Enfrentar la contradicción. Si hay algo a lo que nos enfrentamos día a día es a la contradicción. Si tengo tanto que ofrecer, ¿por qué nadie me tiene en cuenta? ¿Por qué me rechazan? ¿Es que quizá no soy lo bastante bueno para el mundo? El peligro de este tipo de contradicciones vitales es que minan nuestra autoestima. Dejemos a un lado este enfrentamiento continuo para tomar conciencia de nuestras fortalezas, de nuestras aptitudes y habilidades. Reforcémoslas.
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  • En un mundo de personas iguales, atrévete a ser diferente. Hasta el momento, has intentado encontrar tu camino moviéndote en las mismas direcciones que los demás. Somos demasiados haciendo lo mismo, la sociedad y la educación recibida se ha encargado de dar al mundo personas semejantes que piensan del mismo modo, así pues… ¿y si intentamos ser diferentes?
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Ahonda en tus capacidades para explotarlas y ofrecer cosas nuevas a esta sociedad tan demandante. En lugar de buscar, atrévete a crear, a innovar, a dar forma a un camino que nace directamente desde tu corazón para seducir a los demás. Al fin y al cabo el éxito no está en tener poder, el éxito está en hacer aquello que nos hace felices mientras servimos de inspiración a los demás.

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