Trata a tus hijos como a ti mismo te gustaría ser tratado. Apaga sus miedos, pon nombre a esas emociones que ellos no saben expresar, regálales tiempo, enciende sus sueños y hazles sentir como lo que son, las personas más valiosas de tu mundo.
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Resulta curioso como a día de hoy, muchas madres y padres ven la crianza con un poco de miedo. Leen manuales de educación, se instruyen en las últimas teorías y buscan respuesta a cada problema en Internet o en esos amigos -padres o no- que se alzan como auténticos gurús en temas de crianza. Esos papás se olvidan en cierto modo de escuchar algo mucho más valioso que todo esto: a su instinto natural.
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Un niño no quiere gritos ni entiende de reproches, tu hijo merece ser tratado con el arte de escucha, la paciencia y la grandeza del afecto. Porque a los niños no hay que «domarlos» hay que amarlos.
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El instinto de una madre o la capacidad natural de un padre a la hora de intuir las necesidades de sus propios hijos es sin duda la mejor estrategia a la hora de educarlos. Los niños llegan al mundo con una bondad innata, así que merecen ser tratados con respeto para salvaguardar esta nobleza de corazón, atendiendo con naturalidad y sin miedo cada acontecimiento que nos traiga el día a día.
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Un niño debe ser tratado con afecto y sin miedos.
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Hay madres y padres que temen fracasar en su papel como progenitores. Piensan que puede ser una tragedia no poder darles la mejor fiesta de cumpleaños, no encontrarles plaza en el mejor colegio o no poder comprarles la misma ropa de marca que llevan sus amigos en el cole. Aspiran, de algún modo, a ofrecerles a sus niños aquello que ellos mismos no tuvieron.
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Queda claro que cada uno es libre a la hora de elegir cómo educar a un hijo, pero a menudo se nos olvida cómo son los niños y todo lo que acontece en su interior. Nos aferramos en pensar en todo lo que debemos ofrecerles sin descubrir primero qué necesitan realmente: a nosotros mismos.
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- Un niño no es un adulto en miniatura, es una persona que necesita entender el mundo a través de ti y con tu ayuda.
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- Un niño actúa siempre por necesidades y no por manipulación o malicia como los adultos. Hemos de ser intuitivos ante esas demandas.
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- Un niño debe, por encima de todo, ser tratado con afecto. Nuestros hijos no necesitan pues ropas de marca o juguetes electrónicos con los que jugar en soledad. Necesitan tu tiempo, tu ejemplo, tus abrazos de buenas noches y tu mano a la que entrelazarse para cruzar la calle.
La crianza autorregulada: comprender y acompañar
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La crianza autorregulada se nutre directamente de las teorías del apego formuladas en su día por el psiquiatra Wilhelm Reich. Ahora bien, a día de hoy vuelven a estar de actualidad porque ensalzan una serie de conceptos clave mediante los cuales, conectar mucho mejor con la infancia, con sus tiempos, con sus necesidades.
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Una madre es más eficaz que nunca cuando confía en su instinto, cuando lee en los ojos de su hijo aquello que de verdad necesita.
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Lo interesante de este enfoque es que se entiende la autorregulación como sinónimo de vida, de la necesidad de tomar contacto primero con nuestra propia complejidad personal para entender que también el niño tiene sus necesidades, sus propios conflictos generados, a veces, por una sociedad que no comprende la infancia ni al infante.
Claves de la crianza autorregulada
La crianza autorregulada nos dice que un niño que ha sido tratado con respeto en su infancia y que además, ha visto cómo sus padres eran respetuosos con todos aquellos que les rodeaban, será un adulto respetuoso.
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Ahora bien, pero… ¿de qué manera alcanzamos tal logro? ¿Cómo nos enseña la crianza autorregulada a dar adultos felices al mundo?
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- Un niño debe sentirse comprendido y acompañado en todo momento. Si aparece la frustración esa criatura deja de sentirse adaptada, integrada.
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- Hay que educar con un apego saludable basado en el amor y la cercanía. De este modo, poco a poco, ese niño se sentirá seguro para dirigir sus pasos hacia la independencia.
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- La voz de un niño debe ser escuchada en todo momento, porque también ellos deben ser tenidos en cuenta cuando ríen y cuando lloran, cuando demandan o cuando sugieren.
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- La crianza autorregulada también nos habla de tiempos, de no iniciar el aprendizaje intelectual hasta los 7 años, para propiciar así un primer tiempo de descubrimientos a través del juego.
La interacción con sus entornos a través de los cinco sentidos y de las relaciones con sus iguales mediante la alegría, también nos ofrece un modo interesante de favorecer su desarrollo psicosocial. No obstante, y sea como sea el enfoque con el que elijamos criar a nuestros hijos, no debemos olvidar algo tan sencillo como tratarlos con esa fórmula mágica certera e infalible: el amor.
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https://lamenteesmaravillosa.com/trata-tus-hijos-gustaria-tratado/
Como educar ¿a los hijos o a los padres?
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Los hijos desde el momento que nacen representan para casi todos los padres, un cúmulo de esperanzas y expectativas. Muchos padres perciben a su descendencia como sus propias extensiones, principalmente en aquellas áreas donde aun no pudieron culminar sus objetivos personales, entonces depositan en ellos el peso de sus ambiciones más secretas. Otros los tienen como cómplices incondicionales y depositarios de quejas, dimes y diretes e historias personales y son educados dentro de un marco de evitación, donde la sobreprotección es la regla. Estos padres plagados de buenas intenciones cuartan su libertad de experimentar para evitar que sus hijos sufran experiencias similares a las que ellos padecieron, guiados principalmente por el miedo por encima del amor y la confianza.
También están aquellos padres perfeccionistas donde para sus hijos se vuelve una tarea prácticamente imposible poder complacerlos y lograr su reconocimiento.
Estas actitudes de los padres generalmente son inconscientes, y están colmadas de buenas intenciones. No se percatan y no son ellos quienes toman las decisiones sino sus propios programas mentales que toman el mando, sus memorias familiares, ancestrales o experiencias traumáticas de sus pasados.
En realidad cuando hablamos de los hijos de quien verdaderamente hablamos es de los padres, no hay forma de desligarlos. Los padres son la causa y los hijos el efecto, visto de otra manera, yo soy la creadora del mundo que percibo incluyendo a mis hijos.
Invariablemente nuestros hijos son nuestra proyección, algunos padres más que otros logran mantener un apego relativamente saludable con ellos, otros debido a sus temores, experiencias pasadas y creencias ejercen presión mas o menos fuerte para ajustarlos al modo de pensar del núcleo familiar.
Las causas que motivan a que padres eduquen a sus hijos bajo ciertos paradigmas son muy amplias pero las motivaciones básicas que los impulsan, están centradas en torno al amor o el temor.
Las relaciones basadas en el temor, cuando este es la parte predominante creará relaciones difíciles, numerosos conflictos, alejamientos, adicciones, etc pero estas situaciones se pueden revertir, siempre podemos regresar al amor y restablecer los lazos. En la medida que nosotros estemos bien, ellos estarán bien sin importar la distancia ni el tiempo transcurrido ya que estamos siempre interconectados.
Nuevamente tenemos que tomar responsabilidad de que todo aquello que vemos en nuestros hijos lo hemos creado nosotros. Cuando observamos conductas que nos preocupan o nos desagradan, donde tenemos que mirar es en nuestro interior. Aunque no parezca así, nosotros creamos nuestras experiencias. Podemos intentar corregirlos pero los resultados no serán los esperados a menos que nos revisemos y cambiemos nuestra percepción. Lo que vemos en nuestros hijos son solo nuestras proyecciones, y no los estamos viendo desde el corazón, como realmente son.
La sanación comienza desde adentro hacia afuera, comenzamos por nosotros y esta se extiende a nuestras creaciones.
Nuestros hijos son nuestros maestros, están aquí para enseñarnos que debemos rectificar en nosotros, y nos brindan siempre una oportunidad de emendar.
Si nos enfocamos en el amor lograremos grandes cambios, no en ellos sino en nosotros, y por lo tanto se producirán en ellos también. Lo que vemos afuera es el reflejo externo de nuestro interior, nuestras creencias las vemos reflejadas en el cuerpo físico de nuestros hijos, no los percibimos perfectos como fueron creados porque nuestros lentes están teñidos de memorias, de un cumulo de información que no nos sirve y por lo tanto nos llenamos de juicios que nos imposibilitan ver con claridad.
Cuando hablamos de los hijos, tenemos que describir a los padres.
A nuestros hijos tenemos que amarlos y agradecerles que estén en nuestra vida y solo de esta manera es cuando se producen los cambios milagrosos. Aceptar tan siquiera un poco que podemos estar equivocados y que no vemos las situaciones desde la perspectiva del corazón sino de la mente, puede restituir las relaciones y devolverlas a su estado natural de armonía y paz.
Es importante comprender que nuestros juicios siempre vienen de nuestras memorias, fueron aprendidos y es necesario aceptar la posibilidad que podemos estar equivocados porque no estamos mirando con los ojos del amor sino desde el miedo.
A nuestros hijos debemos aceptarlos tal como son y dejarlos libres de nuestras cargas, y nosotros debemos limpiar y limpiar nuestras memorias para ser inspirados en la mejor manera de guiarlos.
Cuando obtenemos claridad las relaciones se transforman y sucede lo que es perfecto y correcto para cada quien.
Te amo
Como educar ¿ a los hijos o a los padres?
Jocelyne Ramniceanu