Expectativas de vida: ¿te encuentras donde pensabas que estarías?
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por: Deepak Chopra, M.D.Lo que esperas de la vida es crucial, pero ¿cómo se mide? Una medición destacada de cuán bien está una sociedad tiene que ver con las expectativas. El bienestar se correlaciona con cuánta gente expresa ser próspera, y uno esperaría que en países desarrollados y prósperos, un porcentaje saludable de personas se considerarían prósperas. Sin embargo, muy pocas sociedades pueden presumir que un tercio de su población alcance este nivel. Esto quiere decir que, para muchos, las expectativas han quedado muy por debajo de lo esperado.
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Si observas tu propia vida, ¿cómo vas con respecto a tus expectativas? Creo que la respuesta de la mayoría de las personas se enfoca en tres áreas: dinero, familia y relaciones. Si tienes una buena relación o un buen matrimonio, estás rodeado de una familia feliz y no enfrentas problemas financieros, probablemente te consideres muy afortunado. Hay mucha gente que no cumple con estos objetivos, y muy pocos están tan satisfechos que se consideran prósperos.
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Sin embargo, desde una perspectiva diferente, una que va de adentro hacia afuera, estos marcadores externos no deberían ser la medida de nuestra satisfacción. En realidad, la mayoría de las causas de frustración, así como de la sensación de estancamiento, se deben a una sola cosa: expectativas muy bajas. Los estudios psicológicos han mostrado de manera constante que ganar dinero más allá de lo que permite sentirse justamente cómodo no lleva a una mayor felicidad. De hecho, verte a ti mismo en términos de dinero, posesiones, status y éxito profesional es lo mismo que venderte a un precio muy bajo: tu potencial interno aún requiere que lo despiertes.
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Medidas de la satisfacción
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He aquí algunas metas que traen satisfacción creciente a lo largo de la vida:
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- Descubrir quién eres realmente
- Expandir tu conciencia día con día
- Vivir de acuerdo con una visión más elevada
- Entregarte a otros
- Ser un modelo a seguir para tus hijos
- Explorar la dimensión espiritual de la vida
- Ponerte una meta difícil y significativa, y lograrla
- Volverte maestro en algún arte u oficio
- Ser mentor de los jóvenes o aquellos en desventaja
- Profundizar en las tradiciones sabias del mundo
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Considerando estas medidas, que han pasado la prueba del tiempo y han sido honradas a lo largo de este, innumerables personas modernas que consideran estar bien han comenzado apenas a descubrir lo que en realidad pueden lograr. A pesar de las altas y bajas económicas, vivimos en tiempos sorprendentemente prósperos según cualquier medición histórica. Los sabios, santos y guías espirituales de las grandes tradiciones verían nuestra situación y esperarían que evolucionáramos en cuanto a nuestra vida interna, en lugar de buscar sin límite más cosas, empujados por el consumismo ciego. En India, la elección ha sido siempre entre Vidya (el conocimiento espiritual) y Avidya (la ignorancia del conocimiento espiritual). Esa misma bifurcación existe hoy en día en cualquier sociedad.
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Puede ser demasiado simple decir que elevar tus expectativas te llevará a la felicidad y bajarlas llevará a la infelicidad. La vida es muy impredecible. Sin embargo, durante siglos el camino interno se ha elogiado como lo mejor que tiene el ser humano. Por lo tanto, no es simplista afirmar que, para alguien que no ha explorado el camino interno, el límite de sus expectativas ha estado puesto muy abajo.
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Como educar ¿a los hijos o a los padres?
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Los hijos desde el momento que nacen representan para casi todos los padres, un cúmulo de esperanzas y expectativas. Muchos padres perciben a su descendencia como sus propias extensiones, principalmente en aquellas áreas donde aun no pudieron culminar sus objetivos personales, entonces depositan en ellos el peso de sus ambiciones más secretas. Otros los tienen como cómplices incondicionales y depositarios de quejas, dimes y diretes e historias personales y son educados dentro de un marco de evitación, donde la sobreprotección es la regla. Estos padres plagados de buenas intenciones cuartan su libertad de experimentar para evitar que sus hijos sufran experiencias similares a las que ellos padecieron, guiados principalmente por el miedo por encima del amor y la confianza.
También están aquellos padres perfeccionistas donde para sus hijos se vuelve una tarea prácticamente imposible poder complacerlos y lograr su reconocimiento.
Estas actitudes de los padres generalmente son inconscientes, y están colmadas de buenas intenciones. No se percatan y no son ellos quienes toman las decisiones sino sus propios programas mentales que toman el mando, sus memorias familiares, ancestrales o experiencias traumáticas de sus pasados.
En realidad cuando hablamos de los hijos de quien verdaderamente hablamos es de los padres, no hay forma de desligarlos. Los padres son la causa y los hijos el efecto, visto de otra manera, yo soy la creadora del mundo que percibo incluyendo a mis hijos.
Invariablemente nuestros hijos son nuestra proyección, algunos padres más que otros logran mantener un apego relativamente saludable con ellos, otros debido a sus temores, experiencias pasadas y creencias ejercen presión mas o menos fuerte para ajustarlos al modo de pensar del núcleo familiar.
Las causas que motivan a que padres eduquen a sus hijos bajo ciertos paradigmas son muy amplias pero las motivaciones básicas que los impulsan, están centradas en torno al amor o el temor.
Las relaciones basadas en el temor, cuando este es la parte predominante creará relaciones difíciles, numerosos conflictos, alejamientos, adicciones, etc pero estas situaciones se pueden revertir, siempre podemos regresar al amor y restablecer los lazos. En la medida que nosotros estemos bien, ellos estarán bien sin importar la distancia ni el tiempo transcurrido ya que estamos siempre interconectados.
Nuevamente tenemos que tomar responsabilidad de que todo aquello que vemos en nuestros hijos lo hemos creado nosotros. Cuando observamos conductas que nos preocupan o nos desagradan, donde tenemos que mirar es en nuestro interior. Aunque no parezca así, nosotros creamos nuestras experiencias. Podemos intentar corregirlos pero los resultados no serán los esperados a menos que nos revisemos y cambiemos nuestra percepción. Lo que vemos en nuestros hijos son solo nuestras proyecciones, y no los estamos viendo desde el corazón, como realmente son.
La sanación comienza desde adentro hacia afuera, comenzamos por nosotros y esta se extiende a nuestras creaciones.
Nuestros hijos son nuestros maestros, están aquí para enseñarnos que debemos rectificar en nosotros, y nos brindan siempre una oportunidad de emendar.
Si nos enfocamos en el amor lograremos grandes cambios, no en ellos sino en nosotros, y por lo tanto se producirán en ellos también. Lo que vemos afuera es el reflejo externo de nuestro interior, nuestras creencias las vemos reflejadas en el cuerpo físico de nuestros hijos, no los percibimos perfectos como fueron creados porque nuestros lentes están teñidos de memorias, de un cumulo de información que no nos sirve y por lo tanto nos llenamos de juicios que nos imposibilitan ver con claridad.
Cuando hablamos de los hijos, tenemos que describir a los padres.
A nuestros hijos tenemos que amarlos y agradecerles que estén en nuestra vida y solo de esta manera es cuando se producen los cambios milagrosos. Aceptar tan siquiera un poco que podemos estar equivocados y que no vemos las situaciones desde la perspectiva del corazón sino de la mente, puede restituir las relaciones y devolverlas a su estado natural de armonía y paz.
Es importante comprender que nuestros juicios siempre vienen de nuestras memorias, fueron aprendidos y es necesario aceptar la posibilidad que podemos estar equivocados porque no estamos mirando con los ojos del amor sino desde el miedo.
A nuestros hijos debemos aceptarlos tal como son y dejarlos libres de nuestras cargas, y nosotros debemos limpiar y limpiar nuestras memorias para ser inspirados en la mejor manera de guiarlos.
Cuando obtenemos claridad las relaciones se transforman y sucede lo que es perfecto y correcto para cada quien.
Te amo
Como educar ¿ a los hijos o a los padres?
Jocelyne Ramniceanu