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El nido vacío, una oportunidad positiva
El síndrome del nido vacío puede resignificarse en el encuentro o el re encuentro con uno mismo, con los sueños, las metas y los objetivos que habían quedado en el olvido
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Es una etapa en la cual la contradicción está a la orden del día. Si bien, los padres sienten una gran satisfacción al presenciar como sus hijos han conseguido forjarse una identidad vinculada al trabajo, a la propia familia o a la realización personal, la sensación de angustia ante una nueva realidad sin ellos como parte de la vida cotidiana, es un sentimiento casi inevitable.

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El “síndrome del nido vacío” es el nombre que recibe esta conducta que experimentan los padres cuando sus hijos parten de su casa. Los expertos coinciden en que este síndrome me ha vuelto más frecuente en los tiempos modernos ya que hace tan sólo algunas décadas atrás coexistían dos pautas sociales. La expectativa de vida en la tercera edad era menor o bien, existía como pauta la familia extendida; hijos que vivían con su propia familia en la casa de sus padres.

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Además, de extenderse la perspectiva y la calidad de vida para las personas de la tercera edad también ha cambiado la valoración y status que se le da a los mayores. Los nuevos valores están vinculados a la productividad. La posmodernidad trajo consigo la sobre estimación de la producción económica como prioridad y en este contexto, la ausencia de tiempo para el ocio o la familia es una constante.

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Esta es una de las variables que ha generado, entre otras, que se acreciente una mayor cantidad casos de padres que experimentan el síndrome del nido vacío, ya que saben que a partir de la partida de los hijos del hogar la cantidad y calidad de tiempo para compartir será notablemente, menor.

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“Lo que sucede es que los padres que estuvieron ocupados muchos años en la tarea de cuidar, proteger, educar y querer a los niños que trajeron al mundo, de repente se dan cuenta que el trabajo ha concluido, no sólo porque se van sino porque ya no los necesitan de la misma manera”, explica la Lic. Patricia Gubbay de Hanono, psicóloga y Directora de Hémera.

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El síndrome del nido vacío puede experimentarse en ambos miembros de la pareja, pero en algunos casos puede acrecentarse con fuerza sólo en uno, y los motivos se vinculan con los proyectos, metas y objetivos que se tienen o han tenido en la vida individual. “Por ejemplo, el caso de una mujer que ha dedicado su vida entera a la tarea de ser madre, la partida de los hijos del hogar es un cambio que va a ser mucho más difícil de transitar, que alguien que sí ha tenido un proyecto personal, amistades y actividades fuera del ámbito familiar”, explica la Lic. Gubbay de Hanono.

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En este marco, si las madres tienen proyectos e intereses personales ha desarrollar, la partida de los hijos se atenuará y hasta puede ser una gran oportunidad para el crecimiento personal y la concreción de áreas de la vida personal que se habían visto relegadas en una etapa anterior.

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La Directora de Hemera advierte que este capítulo en la vida familiar puede ser una gran oportunidad para disfrutar del placer de dedicarse a uno mismo o a la vida en pareja: “Es frecuente que cuando los hijos crecen y dejan el hogar aparece también cierto alivio ya que los padres tienen más tiempo disponible para dedicarse a sus propios intereses y la responsabilidad del cuidado diario desaparece.

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He escuchado a padres decir que pueden dormir tranquilos, cuando antes se quedaban despiertos hasta que llegaban sanos y salvos a la casa después de una salida. También que tienen más dinero disponible para pagar otro tipo de cuentas que antes no podían ni siquiera pensarse. Cuando ellos se van ese dinero puede encontrar otros destinos como más salidas, viajes, o simplemente ahorrar para otra etapa de la vida“.

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La pareja se pone en el centro de la escena cuando los hijos abandonan el hogar. Así, tanto las parejas que han criado a sus hijos juntos durante veinte o treinta años o aquellos hombres y mujeres que han concretado una nueva relación tras una separación, tienen la oportunidad de reencontrarse en un nuevo contexto y resignificar este nuevo desafío.

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Entonces, ¿cómo pueden lograr este cambio? “Deben situarse en su nueva realidad transitándola de manera creativa, aprovechar el tiempo de manera positiva encarando nuevos proyectos como viajes, cursos y todas esas asignaturas pendientes que ahora pueden hacerse realidad”, recomienda la Lic. Gubbay de Hanono.

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El síndrome del nido vacío puede resignificarse en el encuentro o el re encuentro con uno mismo, con los sueños, las metas y los objetivos que habían quedado en el olvido. Ahora puede ser el tiempo de las causas que estaban esperando su tiempo. 

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Publicado por Marìa Angèlica Sassone

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http://www.ivoox.com/meditacion-soltar-a-los-hijos-con-ho-oponopono-audios-mp3_rf_1426434_1.html

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Síndrome de Münchausen: cuando las personas se enferman a propósito


Estar enfermo no es una situación para nada agradable, pero existen personas que se enferman a propósito para llamar la atención o, incluso provocan problemas de salud en otros, esta patología se conoce como síndrome de Münchausen.

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¿Qué es el síndrome de Münchausen?

El síndrome de Münchausen es un trastorno psicológico a través del cual se busca llamar la atención de la gente mediante enfermedades. Quienes sufren de Münchausen no fingen ni creen estar enfermos, sino que se provocan una serie de condiciones médicas de forma bastante hábil.


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El síndrome de Münchausen, toma su nombre del Barón de Münchausen, un noble alemán que se hizo famoso por inventar una serie de aventuras asombrosas con el objeto de ganar la atención y admiración de sus cercanos.

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Cómo son quienes padecen el Síndrome de Münchausen

Quienes padecen el síndrome de Münchausen no fingen. Generalmente, se trata de personas que, en su infancia o adultez temprana, se sintieron queridas e importantes luego de sufrir una enfermedad o por tener un familiar enfermo. Al llegar a la adultez, buscan repetir la misma sensación de bienestar y validación al sufrir una serie de condiciones médicas auto provocadas o causando enfermedades a sus cercanos, transformándose en atentos cuidadores.

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Una de las cosas que caracteriza a quienes sufren de Münchausen es su inteligencia, ya que logran engañar por meses o incluso años al personal médico.Generalmente tienen cierto conocimiento sobre medicina, medicamentos y sus interacciones, el que aprovechan para provocar daño.

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Una modalidad del trastorno es el llamado "por poder", en donde se enferma a otras personas.


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Münchausen por poder

El síndrome de Münchausen por poder, es quizá la peor forma en que se presenta este trastorno, ya que quienes lo padecen enferman a propósito a personas que están a su cargo, para luego mostrarse como un individuos bondadosos o preocupados ante el personal médico, familiares y amigos.

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Las víctimas más comunes suelen ser los niños y se le considera una forma de maltrato infantil. Los adultos mayores, también son el objetivo de quienes sufren


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Cómo se detecta el síndrome de Münchausen

Es común que no se diagnostique el síndrome Münchausen durante los primeros episodios. Luego de la tercera o cuarta estadía en el hospital, médicos y enfermeras pueden comenzar a sospechar ante ciertos signos.

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  • Los síntomas no cuadran con ninguna enfermedad conocida
  • La persona utiliza descripciones muy especificas de su supuesto padecimiento, tal como si lo hubiese investigado previamente
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  • En vez de mejorar, tiende a empeorar una vez que cree que se los médicos le consideran sanos e inventan nuevos síntomas
  • Pide exámenes invasivos o se muestra excitado ante la posibilidad de una cirugía
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  • Son manipuladores a la hora de conseguir medicamentos y procedimientos
  • En el caso del Münchausen por poder, se muestran como personas sacrificadas y abnegadas para con sus seres queridos y buscan establecer relaciones cercanas con el personal médico
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  • Peregrinan constantemente entre diferente especialistas y hospitales
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Tratamiento del síndrome de Münchausen

Una vez que el personal médico sospecha de que los síntomas o enfermedades son auto-inferidas, se comienza a revisar un posible diagnostico del síndrome de Münchausen.

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No se trata de un diagnostico fácil de detectar, ya que también puede corresponder a cuadros de hipocondría (creer que se tiene una enfermedad) o de problemas depresivos y ansiosos.

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El Münchausen, está reconocido como un trastorno sicológico por la Organización Mundial de Salud y se trata principalmente con terapia sicológica de rehabilitación. En el caso del Münchausen por poder, se suele separar al paciente de las personas vulnerables que tenga a su cargo.



 https://www.vix.com/es/btg/curiosidades/4060/sindrome-de-muenchausen-cuando-las-personas-se-enferman-a-proposito

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El síndrome de Dorian Gray Por Edith Sánchez

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El síndrome de Dorian Gray es un conjunto de síntomas muy propio de los tiempos actuales. Consiste en una resistencia a envejecer y un miedo extremo a que el cuerpo se deforme con el paso de los años. Este tipo de resistencia se considera patológica siempre y cuando genere una serie de efectos negativos sobre el comportamiento.

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El nombre de este síndrome proviene de la famosa novela El retrato de Dorian Gray de Oscar Wilde. En ella se narra la historia de un hombre que quiere alcanzar la eterna juventud. Las circunstancias se conjugan para que sea un retrato suyo y no él, quien sufre el proceso de envejecimiento.

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Las arrugas del espíritu nos hacen más viejos que las de la cara”.

-Michel Eyquem de Montaigne-

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La vanidad y el aspecto físico han cobrado una importancia inusitada en el mundo actual. De ahí que haya emergido el síndrome de Dorian Gray como una manifestación de ese culto al cuerpo que tanto marca nuestros días. Y de ahí que esto se haya convertido en un problema que roza los límites de lo patológico.

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La descripción del síndrome de Dorian Gray

El síndrome de Dorian Gray fue descrito por primera vez en el año 2000 por el psiquiatra Brosig B., quien escribió un texto que precisamente llevaba ese nombre. Notó que aumentaban el número de pacientes que llegaban a su consulta casi en estado de pánico en razón al proceso de envejecimiento.

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Lo más grave es que quienes padecen el síndrome de Dorian Gray a veces llegan a ejecutar prácticas peligrosas, con tal de evitar el envejecimiento. Cirugías múltiples, sobrecarga de Botox y actividades similares. Se sabe que cuando no hay control sobre ese tipo de procedimientos, la salud queda en riesgo.

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Es importante anotar que las personas que son víctimas del síndrome de Dorian Gray no solamente quieren permanecer con un aspecto externo juvenil, sino que también se niegan a completar su proceso de maduración emocional. Quieren seguir mirando la vida como si tuvieran 18 años. De hecho, siguen comportándose como adolescentes.

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Características de los afectados

Aún no existe una estandarización frente a los rasgos que presenta alguien con síndrome de Dorian Gray. Sin embargo, Brosig B. logró identificar algunas características que aparentemente son muy representativas de esta dificultad.

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Estos son los principales patrones de conducta que presenta alguien con este síndrome:

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  • Terror a la deformación. El nombre técnico de esto es dismorfofobia.
  • Negativa absoluta a aceptar el proceso de maduración física y emocional.
  • Abuso en el uso de procedimientos para cambiar la imagen.
  • Consumo de fármacos destinado a retrasar procesos de envejecimiento o incrementar funciones que están desapareciendo.
  • Trastornos de ansiedad.
  • Trastornos de personalidad.
  • Conductas autodestructivas.
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Este tipo de personas viven casi siempre entre la ilusión y la frustración. Fantasean con que un nuevo tratamiento o procedimiento les devolverá la juventud. Cuando se dan cuenta de que aún no existe nada que pueda hacer plenamente realidad esa fantasía, se sienten frustrados, pero lo asumen como un fallo de intervención y no de su percepción.

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Un breve análisis del síndrome

Lo que habitualmente hay detrás de una persona con síndrome de Dorian Gray es alguien aterrado. El mayor temor es sentirse rechazado por no ajustarse a los cánones de belleza que impone su entorno. Asume que la forma de su cuerpo o de su rostro son un factor definitivo en su proyecto de vida. Lamentablemente, tienen razón en parte. La superficialidad ha llevado a que en muchas compañías la aceptación o la promoción laboral dependan también de esas variables.

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Ahora bien, un entorno puede proponer cualquier tipo de patrones perversos, pero está en cada individuo la posibilidad de responder de múltiples maneras a ese intento de imposición. Algunos no permitirán que se les cosifique. Otros, en cambio, como quienes presentan el síndrome de Dorian Gray, se pliegan pasivamente a esos mandatos. ¿Por qué? Porque tienen un vacío narcisista. Desestiman su valor y le otorgan un poder exagerado a los mandatos sociales.

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En el fondo lo que existe es un rechazo hacia uno mismo. No se logra aceptar lo que uno es, ni cómo es. No se reconoce el poder que se tiene sobre uno mismo, ni la autonomía que ostenta todo ser humano. Estas personas se asumen como indefensas. Se defienden del mundo negándose a sí mismos. Se reafirman obligándose a ser lo que los demás quieren que sean. De ahí que la ansiedad sea para ellos una compañera constante. Se trata de una situación compleja que requiere de psicoterapia para ser superada.

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Por Edith Sánchez

FUENTE. LA MENTE ES MARAVILLOSA

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LA ENVIDIA Y EL SÍNDROME DE SOLOMON

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ILUSTRACIÓN DE JOSÉ LUIS ÁGREDA

La envidia y el síndrome de Solomon

Formamos parte de una sociedad que tiende a condenar el talento y el éxito ajenos.

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La envidia paraliza el progreso por el miedo que genera no encajar con la opinión de la mayoría.

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Uno de los mayores temores del ser humano es diferenciarse del resto y no ser aceptado.

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En 1951, el reconocido psicólogo estadounidense Solomon Asch fue a un instituto para realizar una prueba de visión. Al menos eso es lo que les dijo a los 123 jóvenes voluntarios que participaron –sin saberlo– en un experimento sobre la conducta humana en un entorno social. El experimento era muy simple. En una clase de un colegio se juntó a un grupo de siete alumnos, los cuales estaban compinchados con Asch. Mientras, un octavo estudiante entraba en la sala creyendo que el resto de chavales participaban en la misma prueba de visión que él.

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Haciéndose pasar por oculista, Asch les mostraba tres líneas verticales de diferentes longitudes, dibujadas junto a una cuarta línea. De izquierda a derecha, la primera y la cuarta medían exactamente lo mismo. Entonces Asch les pedía que dijesen en voz alta cuál de entre las tres líneas verticales era igual a la otra dibujada justo al lado. Y lo organizaba de tal manera que el alumno que hacía de cobaya del experimento siempre respondiera en último lugar, habiendo escuchado la opinión del resto de compañeros.

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La conformidad es el proceso por medio del cual los miembros de un grupo social cambian sus pensamientos, decisiones y comportamientos para encajar con la opinión de la mayoría” 
(Solomon Asch)

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La respuesta era tan obvia y sencilla que apenas había lugar para el error. Sin embargo, los siete estudiantes compinchados con Asch respondían uno a uno la misma respuesta incorrecta. Para disimular un poco, se ponían de acuerdo para que uno o dos dieran otra contestación, también errónea. Este ejercicio se repitió 18 veces por cada uno de los 123 voluntarios que participaron en el experimento. A todos ellos se les hizo comparar las mismas cuatro líneas verticales, puestas en distinto orden.

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Cabe señalar que solo un 25% de los participantes mantuvo su criterio todas las veces que les pre­­guntaron; el resto se dejó influir y arrastrar al menos en una ocasión por la visión de los demás. Tanto es así, que los alumnos cobayas respondieron incorrectamente más de un tercio de las veces para no ir en contra de la mayoría. Una vez finalizado el experimento, los 123 alumnos voluntarios reconocieron que “distinguían perfectamente qué línea era la correcta, pero que no lo habían dicho en voz alta por miedo a equivocarse, al ridículo o a ser el elemento discordante del grupo”.

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A día de hoy, este estudio sigue fascinando a las nuevas generaciones de investigadores de la conducta humana. La conclusión es unánime: estamos mucho más condicionados de lo que creemos. Para muchos, la presión de la sociedad sigue siendo un obstáculo insalvable. El propio Asch se sorprendió al ver lo mucho que se equivocaba al afirmar que los seres humanos somos libres para decidir nuestro propio camino en la vida.

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Más allá de este famoso experimento, en la jerga del desarrollo personal se dice que padecemos el síndrome de Solomon cuando tomamos decisiones o adoptamos comportamientos para evitar sobresalir, destacar o brillar en un grupo social determinado. Y también cuando nos boicoteamos para no salir del camino trillado por el que transita la mayoría. De forma inconsciente, muchos tememos llamar la atención en exceso –e incluso triunfar– por miedo a que nuestras virtudes y nuestros logros ofendan a los demás. Esta es la razón por la que en general sentimos un pánico atroz a hablar en público. No en vano, por unos instantes nos convertimos en el centro de atención. Y al exponernos abiertamente, quedamos a merced de lo que la gente pueda pensar de nosotros, dejándonos en una posición de vulnerabilidad.

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El síndrome de Solomon pone de manifiesto el lado oscuro de nuestra condición humana. Por una parte, revela nuestra falta de autoestima y de confianza en nosotros mismos, creyendo que nuestro valor como personas depende de lo mucho o lo poco que la gente nos valore. Y por otra, constata una verdad incómoda: que seguimos formando parte de una sociedad en la que se tiende a condenar el talento y el éxito ajenos. Aunque nadie hable de ello, en un plano más profundo está mal visto que nos vayan bien las cosas. Y más ahora, en plena crisis económica, con la precaria situación que padecen millones de ciudadanos.

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Detrás de este tipo de conductas se esconde un virus tan escurridizo como letal, que no solo nos enferma, sino que paraliza el progreso de la sociedad: la envidia. La Real Academia Española define esta emoción como “deseo de algo que no se posee”, lo que provoca “tristeza o desdicha al observar el bien ajeno”. La envidia surge cuando nos comparamos con otra persona y concluimos que tiene algo que nosotros anhelamos. Es decir, que nos lleva a poner el foco en nuestras carencias, las cuales se acentúan en la medida en que pensamos en ellas. Así es como se crea el complejo de inferioridad; de pronto sentimos que somos menos porque otros tienen más.



“Ladran., luego cabalgamos”

(dicho popular)

Bajo el embrujo de la envidia somos incapaces de alegrarnos de las alegrías ajenas. De forma casi inevitable, estas actúan como un espejo donde solemos ver reflejadas nuestras propias frustraciones. Sin embargo, reconocer nuestro complejo de inferioridad es tan doloroso, que necesitamos canalizar nuestra insatisfacción juzgando a la persona que ha conseguido eso que envidiamos. Solo hace falta un poco de imaginación para encontrar motivos para criticar a alguien.

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El primer paso para superar el complejo de Solomon consiste en comprender la futilidad de perturbarnos por lo que opine la gente de nosotros. Si lo pensamos detenidamente, tememos destacar por miedo a lo que ciertas personas –movidas por la desazón que les genera su complejo de inferioridad– puedan decir de nosotros para compensar sus carencias y sentirse mejor consigo mismas.

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¿Y qué hay de la envidia? ¿Cómo se trasciende? Muy simple: dejando de demonizar el éxito ajeno para comenzar a admirar y aprender de las cualidades y las fortalezas que han permitido a otros alcanzar sus sueños. Si bien lo que codiciamos nos destruye, lo que admiramos nos construye. Esencialmente porque aquello que admiramos en los demás empezamos a cultivarlo en nuestro interior. Por ello, la envidia es un maestro que nos revela los dones y talentos innatos que todavía tenemos por desarrollar. En vez de luchar contra lo externo, utilicémosla para construirnos por dentro. Y en el momento en que superemos colectivamente el complejo de Solomon, posibilitaremos que cada uno aporte –de forma individual– lo mejor de sí mismo a la sociedad.

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http://elpais.com/elpais/2013/05/17/eps/1368793042_628150.html

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SÍNDROME DE ACUMULACION COMPULSIVA

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ENVIADO POR ROBERTO

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SÍNDROME DE ACUMULACIÓN COMPULSIVA

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Se define la acumulación como la adquisición e incapacidad para tirar y desprenderse de objetos y pertenencias que aparentemente son inútiles o de valor muy limitado. La acumulación se presenta en un continuum desde la normalidad hasta un extremo patológico en

el que el almacenamiento de objetos inútiles dificulta las actividades diarias o motiva problemas de salud pública.

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 Freud sugirió la correlación en rasgos como el orden rígido, la avaricia y la obstinación, constituyendo una personalidad precursora de la obsesiva, resultado de la fijación anal. Para Freud, como es sabido, la acumulación de dinero era el equivalente simbólico de la retención fecal.

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Fromm, posteriormente, sugirió que la adquisición de objetos es una forma de relacionarse con el medio circundante, constituyendo en ocasiones el núcleo de un carácter no productivo, basado en la introversión, la suspicacia, la avaricia y la tendencia rígida al orden, la limpieza y la puntualidad.

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Estos rasgos, para Salzman, tienen su origen en un intenso perfeccionismo que les lleva a buscar el mayor control posible sobre el entorno, por lo que el acumulador no tiraría nada que pudiera necesitar en el futuro.

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En los casos recogidos, los objetos más frecuentemente almacenados según los estudios son periódicos, revistas, cartas, cuentas y facturas, cajas y otros recipientes, ropa antigua, bolígrafos, bolsas de plástico, medicamentos, objetos de aseo y cintas de vídeo.

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La acumulación de comida y materia orgánica está presente, aunque en una proporción inferior. Esta acumulación de objetos viene dada por dos componentes: por un lado, la adquisición de objetos, y por otro, la incapacidad para tirar estos objetos adquiridos, que se van almacenando con el tiempo.

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Existen diversas enfermedades en las que los pacientes

 tienden a acumular cosas de una forma excesiva (patológica).

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Hay diferentes tipos y niveles de acumulación.

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Normalmente se clasifica como un desorden compulsivo – obsesivo, lo que sugiere que los que lo padecen se ven tentados a recoger y guardar objetos extraños del mismo que

 experimentarán una necesidad irresistible de lavarse las manos cientos de veces al día o contar los azulejos de un suelo. Sin embargo, este desorden compulsivo – obsesivo no se encuentra en la mayoría de la gente que acumula.

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La acumulación masiva debería diagnosticarse como una enfermedad mental concreta junto con los síntomas que normalmente la acompañan, incluyendo la paranoia. Algunos acumuladores parecen desarrollar una versión de extrema vinculación a sus objetos, de modo que tienen mucho miedo a perderlos. A este subtrastorno causado por el miedo a perder los objetos se le llama a veces disposofobia.

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El modelo cognitivo – conductual según el cual la acumulación compulsiva deriva de cuatro factores:

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a) décifit en el procesamiento de la información,

b) problemas en la vinculación emocional a las posesiones.

c) conductas evitativas.

d) creencias erróneas o distorsionadas sobre la naturaleza o importancia de las posesiones.

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El concepto de infrainclusión se usa para refirirse al hecho de que, para los acumuladores cada objeto es único y no puede categorizarse junto a otros, por lo que no hay forma de organizar las pertenencias y resulta imposible decidir si un objeto es poco importante y puede desecharse.

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Muchos acumuladores consideran sus pertenencias como extensiones de sí mismos, y cuando alguien las toca o

cambia de lugar, se sienten violentados. De forma intimamente relacionada con otros fenómenos obsesivos como la necesidad de control o el temor a la incertidumbre, los objetos suponen para el paciente acumulador una fuente de comodidad y seguridad y denotan un entorno seguro.

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La presencia de obsesiones y compulsiones de acumulación en pacientes obsesivos se ha asociado a un mayor número de trastornos de la personalidad.

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El síndrome de acumulación afecta a gente de cualquier sexo o edad y el tratamiento es complicado porque son pacientes muy difíciles de identificar y "no aceptan que sea un trastorno"

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En el origen de esta patología se

esconden dos grandes emociones:

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1.   el miedo

2.   a inseguridad.

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“El acumulador no quiere tirar por dos razones:

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1.   por temor a necesitarlos más adelante (“por las dudas”)

2.   por apego emocional, porque

cree que los objetos tienen vida”, explica Kichic.

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Por supuesto, el trastorno implica también un fracaso en la capacidad de tomar decisiones tan simples como “¿tiro o no tiro este boleto?” Ante a duda, el enfermo lo guarda. Y si lo tira, puede volver a buscarlo a la basura.

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Psiconeurológicamente, esta patología estaría vinculada “con un neurotransmisor llamado serotonina y comprometería los ganglios base del cerebro, al igual que en la anorexia nerviosa o el TOC”. Por eso, a nivel farmacológico se usan antidepresivos, como la sertralina y la paroxetina.

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Pero coleccionar ciertos objetos puede ser un hobby muy placentero. ¿Cómo saber cuándo este coleccionismo se convierte en

patológico? “El criterio de la acumulación excesiva es contextual. Si el acopio es funcional y con sentido, lo llamamos coleccionismo: hay placer en la colección, y no es compulsivo. En la acumulación patológica, en cambio, no hay valor estético ni lógico”.

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Para un grupo reducido de personas, acumular puede volverse una obsesión incontrolable, que las encierra -literalmente- en un mundo de basura al que pocos pueden entrar y del que ellos a veces no pueden escapar.

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Los acumuladores compulsivos tienden a darles un valor sentimental a cosas que el resto de las personas considera basura.

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EL MODELO COGNITIVO – CONDUCTUAL DE LA ACUMULACIÓN COMPULSIVA

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Actual conceptualizaciones cognitivo-conductual de la acumulación compulsiva ver el acaparamiento, como resultado de una o más de estos cuatro déficits: los déficits del procesamiento de información incluidas las deficiencias en la toma de decisiones, habilidades de organización, y la memoria.

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Acaparadores compulsivos a menudo temen cometer errores, y como resultado, suelen evitar o posponer la toma de decisiones. Incluso el más pequeño de tareas, como lavar platos o control electrónico, puede tomar mucho tiempo porque tiene que hacerse "justo". Si hay algo que se deba presentar, debe ser presentada en el marco del "perfecto" categoría. Si algo ha de ser regalado, hay que darle a "sólo" el derecho persona u organización.

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El resultado neto de estos altos estándares y el temor de cometer un error es que los acaparadores compulsivos evitar hacer muchas tareas, como la revisión de la correspondencia y la toma de decisiones acerca de qué hacer con cada elemento, el resultado es que el correo (y otras cosas) se acumulan, y

el acaparador es incapaz de hacer frente al problema, incluido el comienzo del proceso de tirar.

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Problemas en la formación de vínculos emocionales acaparadores compulsiva creen que sus pertenencias son una parte de ellos, por lo que deshacerse de un elemento es como deshacerse de una parte de sí mismos.

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Comportamiento de evitación del resultado neto de la escasa competencia de toma de decisiones y la necesidad de perfección. acaparadores compulsivos evitar no sólo la decisión de desprenderse de un objeto, sino también qué hacer con el objeto una vez que la tienen. Debido a su deseo de perfección, acaparadores compulsivos suelen tomar mucho tiempo para hacer aún pequeñas tareas. Una cantidad excesiva de tiempo puede ser gastado "agitación" - Accesorios de pasar de una pila a otra, pero en realidad nunca desechar cualquier artículo ni el establecimiento de cualquier sistema de organización coherente.

 

Las creencias erróneas sobre la naturaleza de las posesiones de las creencias acerca de la necesidad de mantener el control sobre las posesiones, las creencias sobre la responsabilidad de las posesiones, y las creencias acerca de la necesidad de la perfección.

 

Por ejemplo, un acaparador

compulsivo va a pensar:

 

"Esto es demasiado bueno para tirar", "Esta es una información importante", "Voy a necesitar más adelante", "Esto no debe ser desperdiciado."

 

Todos tenemos esos pensamientos de vez en cuando, pero los que tienen el síndrome de acumulación compulsiva tienen con más frecuencia y tienen más ansiedad y el estrés asociado a ellos. Si tienen alguna duda en cuanto al valor de un objeto - no importa lo trivial, acaparadores compulsivos, la guardará - por si acaso. El valor predeterminado es mantener siempre.

 

    I.        Trastorno de acumulación.

 

En esta enfermedad los pacientes tienen tendencia a adquirir (comprando, robando, recogiendo en la calle o pidiendo que se les regale) y almacenar todo tipo de objetos o sustancias que puedan en algún momento ser de utilidad. No consiguen seleccionar las cosas en función de si es más o menos probable que las utilicen; lo que valoran es si hay alguna posibilidad de utilizarlas en el futuro (da igual que la posibilidad sea remota).

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Esta dificultad para tirar y no acumular comporta un aumento progresivo de las cosas almacenadas. Si bien los pacientes intentan tener ordenadas las cosas adquiridas, finalmente, la ingente cantidad de cosas que han guardado imposibilita el orden (por tanto, limita todavía más la posibilidad de utilizarlas en el futuro por no saber donde han quedado guardadas).

 

La progresiva invasión de espacios del hogar comporta en ocasiones graves problemas de convivencia y/o deterioro del funcionamiento familiar. En general, el paciente es consciente de que su tendencia a acumular ocasiona problemas. No obstante, dada la angustia que le produce el deshacerse de cosas, defiende la necesidad de mantener su actitud.

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Normalmente, dado que el paciente es consciente de que lo que hace es atípico, intenta mantener en secreto esta actitud. Fuera del domicilio sus relaciones interpersonales son totalmente normales.

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Aunque los primeros síntomas suelen estar presentes a partir de los veinte a los treinta años de edad, esta enfermedad puede empezar a cualquier edad. En un 25% de los casos, este trastorno se presenta en el contexto de un trastorno obsesivo-compulsivo.

 

 

Lamentablemente, tanto el tratamiento farmacológico como el tratamiento psicológico, son de escasa eficacia en este trastorno. Este hecho comporta que, frecuentemente, el único “tratamiento” eficaz sea tirar periódicamente (de forma forzada/involuntaria) las cosas acumuladas.

 

"Un estudio sugiere que los genes serían importantes, pero que probablemente algunos estresores ambientales son necesarios para generar o activar el problema de la acumulación de basura".

 

 

El tratamiento del Síndrome de Acumulación Compulsiva es complicado porque no existen fármacos para poder hacer frente a la patología, que se trata con. "El tratamiento más prometedor parece el psicológico, en el que el terapeuta ayuda al enfermo a entender que no es necesario guardar todos esos objetos. Pero es importante que el paciente entienda e interiorice esta información porque no serviría de nada limpiar la casa para que después, cuando el terapeuta haya marchado, la vuelvan a llenar de cosas" "hay que encontrar el método para que el enfermo pueda deshacerse de los objetos, hallar la manera de vivir sin esas cosas y poder superar la ansiedad que sufren en el momento de tirarlos"

 

Si alguien desea ayudar a un acumulador compulsivo, primero debe evaluar si éste se encuentra dispuesto a hablar con un profesional. "Si se logra su cooperación es más probable que lleve a un resultado positivo y satisfactorio".

 

 

La terapia cognitivo-conductual para la acumulación compulsiva

 

 

La terapia cognitivo-conductual para la acumulación compulsiva, que ha incluido sobre todo las estrategias demostrado tener éxito en el tratamiento del trastorno obsesivo-compulsivo, ha sido en su mayor parte ineficaz.

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Sin embargo, la terapia cognitivo-conductual que se ha adaptado específicamente a las características únicas de los acaparadores compulsivos es prometedor, aunque el tratamiento suele ser mucho más largo que el trato de los no-acumulación de TOC. La CBT se enfoca en las cuatro áreas mencionadas anteriormente y es direcdo a: Disminuir el desorden; Mejorar habilidades para tomar decisiones, y la mejora organizacional / técnicas de clasificación.

 

Tratamiento de las intervenciones utilizadas incluyen la toma de

decisiones de formación, exposición y prevención de respuesta, y la reestructuración cognitiva.

 

Resumen

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La Acumulación Compulsiva es una patología muy poco estudiada, considerada hasta ahora como un subtipo clínico de Trastorno obsesivo-compulsivo (TOC). A las personas que padecen el síndrome de Acumulación Compulsiva les resulta extremadamente difícil desprenderse de objetos sin valor y, como resultado de la conducta de acumulación, sus casas acaban repletas de objetos inservibles que pueden llegar a convertirlas en lugares casi inhabitables.

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Conclusiones

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En la mayoría de los individuos, la acumulación compulsiva parece ser un síndrome diferente del Trastorno Obsesivo- Compulsivo (TOC),el cual se asocia con niveles substanciales de incapacidad y aislamiento social. Sin embargo, en otros individuos, la acumulación compulsiva puede ser considerada un síntoma de TOC y tiene características clínicas únicas. Estos resultados tienen implicaciones para la clasificación del TOC y la acumulación compulsiva en la siguiente edición del DSM.

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Publicado por Erika Rojas Portilla

Etiquetas: El Síndrome de Acumulación Compulsiva

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