envidia (4)

LA ENVIDIA Y EL SÍNDROME DE SOLOMON

5891276882?profile=originalENVIADO POR KAREN
ILUSTRACIÓN DE JOSÉ LUIS ÁGREDA

La envidia y el síndrome de Solomon

Formamos parte de una sociedad que tiende a condenar el talento y el éxito ajenos.

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La envidia paraliza el progreso por el miedo que genera no encajar con la opinión de la mayoría.

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Uno de los mayores temores del ser humano es diferenciarse del resto y no ser aceptado.

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En 1951, el reconocido psicólogo estadounidense Solomon Asch fue a un instituto para realizar una prueba de visión. Al menos eso es lo que les dijo a los 123 jóvenes voluntarios que participaron –sin saberlo– en un experimento sobre la conducta humana en un entorno social. El experimento era muy simple. En una clase de un colegio se juntó a un grupo de siete alumnos, los cuales estaban compinchados con Asch. Mientras, un octavo estudiante entraba en la sala creyendo que el resto de chavales participaban en la misma prueba de visión que él.

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Haciéndose pasar por oculista, Asch les mostraba tres líneas verticales de diferentes longitudes, dibujadas junto a una cuarta línea. De izquierda a derecha, la primera y la cuarta medían exactamente lo mismo. Entonces Asch les pedía que dijesen en voz alta cuál de entre las tres líneas verticales era igual a la otra dibujada justo al lado. Y lo organizaba de tal manera que el alumno que hacía de cobaya del experimento siempre respondiera en último lugar, habiendo escuchado la opinión del resto de compañeros.

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La conformidad es el proceso por medio del cual los miembros de un grupo social cambian sus pensamientos, decisiones y comportamientos para encajar con la opinión de la mayoría” 
(Solomon Asch)

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La respuesta era tan obvia y sencilla que apenas había lugar para el error. Sin embargo, los siete estudiantes compinchados con Asch respondían uno a uno la misma respuesta incorrecta. Para disimular un poco, se ponían de acuerdo para que uno o dos dieran otra contestación, también errónea. Este ejercicio se repitió 18 veces por cada uno de los 123 voluntarios que participaron en el experimento. A todos ellos se les hizo comparar las mismas cuatro líneas verticales, puestas en distinto orden.

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Cabe señalar que solo un 25% de los participantes mantuvo su criterio todas las veces que les pre­­guntaron; el resto se dejó influir y arrastrar al menos en una ocasión por la visión de los demás. Tanto es así, que los alumnos cobayas respondieron incorrectamente más de un tercio de las veces para no ir en contra de la mayoría. Una vez finalizado el experimento, los 123 alumnos voluntarios reconocieron que “distinguían perfectamente qué línea era la correcta, pero que no lo habían dicho en voz alta por miedo a equivocarse, al ridículo o a ser el elemento discordante del grupo”.

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A día de hoy, este estudio sigue fascinando a las nuevas generaciones de investigadores de la conducta humana. La conclusión es unánime: estamos mucho más condicionados de lo que creemos. Para muchos, la presión de la sociedad sigue siendo un obstáculo insalvable. El propio Asch se sorprendió al ver lo mucho que se equivocaba al afirmar que los seres humanos somos libres para decidir nuestro propio camino en la vida.

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Más allá de este famoso experimento, en la jerga del desarrollo personal se dice que padecemos el síndrome de Solomon cuando tomamos decisiones o adoptamos comportamientos para evitar sobresalir, destacar o brillar en un grupo social determinado. Y también cuando nos boicoteamos para no salir del camino trillado por el que transita la mayoría. De forma inconsciente, muchos tememos llamar la atención en exceso –e incluso triunfar– por miedo a que nuestras virtudes y nuestros logros ofendan a los demás. Esta es la razón por la que en general sentimos un pánico atroz a hablar en público. No en vano, por unos instantes nos convertimos en el centro de atención. Y al exponernos abiertamente, quedamos a merced de lo que la gente pueda pensar de nosotros, dejándonos en una posición de vulnerabilidad.

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El síndrome de Solomon pone de manifiesto el lado oscuro de nuestra condición humana. Por una parte, revela nuestra falta de autoestima y de confianza en nosotros mismos, creyendo que nuestro valor como personas depende de lo mucho o lo poco que la gente nos valore. Y por otra, constata una verdad incómoda: que seguimos formando parte de una sociedad en la que se tiende a condenar el talento y el éxito ajenos. Aunque nadie hable de ello, en un plano más profundo está mal visto que nos vayan bien las cosas. Y más ahora, en plena crisis económica, con la precaria situación que padecen millones de ciudadanos.

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Detrás de este tipo de conductas se esconde un virus tan escurridizo como letal, que no solo nos enferma, sino que paraliza el progreso de la sociedad: la envidia. La Real Academia Española define esta emoción como “deseo de algo que no se posee”, lo que provoca “tristeza o desdicha al observar el bien ajeno”. La envidia surge cuando nos comparamos con otra persona y concluimos que tiene algo que nosotros anhelamos. Es decir, que nos lleva a poner el foco en nuestras carencias, las cuales se acentúan en la medida en que pensamos en ellas. Así es como se crea el complejo de inferioridad; de pronto sentimos que somos menos porque otros tienen más.



“Ladran., luego cabalgamos”

(dicho popular)

Bajo el embrujo de la envidia somos incapaces de alegrarnos de las alegrías ajenas. De forma casi inevitable, estas actúan como un espejo donde solemos ver reflejadas nuestras propias frustraciones. Sin embargo, reconocer nuestro complejo de inferioridad es tan doloroso, que necesitamos canalizar nuestra insatisfacción juzgando a la persona que ha conseguido eso que envidiamos. Solo hace falta un poco de imaginación para encontrar motivos para criticar a alguien.

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El primer paso para superar el complejo de Solomon consiste en comprender la futilidad de perturbarnos por lo que opine la gente de nosotros. Si lo pensamos detenidamente, tememos destacar por miedo a lo que ciertas personas –movidas por la desazón que les genera su complejo de inferioridad– puedan decir de nosotros para compensar sus carencias y sentirse mejor consigo mismas.

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¿Y qué hay de la envidia? ¿Cómo se trasciende? Muy simple: dejando de demonizar el éxito ajeno para comenzar a admirar y aprender de las cualidades y las fortalezas que han permitido a otros alcanzar sus sueños. Si bien lo que codiciamos nos destruye, lo que admiramos nos construye. Esencialmente porque aquello que admiramos en los demás empezamos a cultivarlo en nuestro interior. Por ello, la envidia es un maestro que nos revela los dones y talentos innatos que todavía tenemos por desarrollar. En vez de luchar contra lo externo, utilicémosla para construirnos por dentro. Y en el momento en que superemos colectivamente el complejo de Solomon, posibilitaremos que cada uno aporte –de forma individual– lo mejor de sí mismo a la sociedad.

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http://elpais.com/elpais/2013/05/17/eps/1368793042_628150.html

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Crueldad, Odio y Envidia

!La venganza es detestable¡ ¿Qué es la crueldad, entonces? Ésta posee la maldad de la otra, pero no tiene el pretexto de sus provocaciones.

Los hombres la rechazan como no pertenecientes a su naturaleza; se avergüenzan de ella como una extraña a su corazón, ¿acaso no la llaman inhumana?

¿Cuál es entonces su origen? ¿a qué cosa humana debe ella su existencia? Su padre es el Miedo, ¿ y no es su madre la congoja?

El héroe levanta la espada contra el enemigo que resiste; pero tan pronto como se somete, queda satisfecho.

No es honorable pisotear el objeto que teme; no es virtuoso insultar lo que es inferior; instruye al insolente y perdona al humilde y estarás en la cumbre de la victoria. El que no tiene virtud para llegar a este fin, el que no tiene valentía para ascender hasta aquí, suple la conquista con el asesinato, la soberanía con la carnicería.

El que teme a todo, ataca a todo ¿por qué son crueles los tiranos, si no es porque viven en el terror?

El perro hambriento destroza el cadáver, aunque no se atrevía a hacerle frente al animal vivo; el sabueso valiente, en cambio, que caza hasta la muerte, no se entromete después.

Las guerras civiles son las más sangrientas, porque los que en ella combaten son cobardes, son conspiradores y asesinos, porque en la muerte hay silencio. ¿No es el miedo lo que les dice que pueden ser traicionados? Para que no seas cruel, colócate por encima del alcance de la envidia.

A todo hombre que puede considerársele de dos maneras de una de ellas, se ve turbulento, de la otra, menos ofensivo; míralo de la manera que te lastime menos; así no lo lastimarás.

¿Qué es lo que un hombre no puede convertir en bien? En aquello que más nos ofende hay más causa para quejas que para odio. El hombre puede reconciliarse con aquel de quien se queja. ¿A quién mata él, si no es a quien odia?.

Si te impiden obtener un beneficio, no te encolerices. La pérdida de tu  razón indica la falta de una razón mayor.

¿Porque te roban el traje te vas a despojar también de la ropa interior?.

Cuando envidias al hombre que posee honores, cuando sus títulos y su grandeza suscitan tu indignación, trata de averiguar cómo obtuvo todo eso; determina por qué medios llegó a poseerlos y tu envidia se volverá piedad.

Si se te ofreciera esa misma fortuna al mismo precio, ten la seguridad de que si fueras sabio la rehusarias. ¿Cuál es el precio de los títulos, si no es la adulación?¿cómo compra el hombre el poder sino es haciéndose esclavo de quien lo da?

¿Quisieras perder tu libertad para poder quitársela a otro? ¿o podrás envidiar a quien hace esto?.

El hombre no compra nada a sus superiores si no es por un precio?, ¿ y ese precio, no es mayor que el valor? ¿quieres pervertir las costumbres del mundo? ¿quieres tener la compra y también el precio?

Como no puedes envidiar lo que no aceptarías, desdeña esta causa del odio y expulsa de tu alma esta ocasión que favorece al padre de la crueldad.

¿Si posees honor, puedes envidiar lo que se obtiene a costa de él? ¿si conoces el valor de la virtud, no te apiadas de quienes tan bajamente la han trocado?

Cuando hayas aprendido a considerar el bien aparente del hombre sin afligirte, oirás hablar de su felicidad con placer.

Si ves que las cosas buenas caen en manos de quien las merece, te regocijarás porque la virtud se complace en la prosperidad del virtuoso.

Quien se regocija con la felicidad de otro aumenta la suya propia.

En Vos Confío

La Economía de la Vida.

Vuestro Maestro.

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Los celos, el miedo, la envidia, el deseo, la vanidad, el exhibicionismo, tiene todo la misma raíz.

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Los celos, nos impelan a actuar, a hacer algo para poder superarlos. Aunque superarlos queriendo hacer o ser más que otro, eso nos lleva al desastre de la amargura. Una persona en un ataque de celos, es capaz de inventar y mentir con tal de justificarse la carencia que creemos tener, o superar a esa persona a la que tenemos celos.

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Cada uno es de una manera peculiar para hacer cualquier cosa: un sastre es capaz de confeccionar un traje o vestido, camisas y chaquetas; un cocinero es capaz de hacer platos diversos; ¿por qué habríamos de estar celosos de que sean buenos sastres y buenos cocineros? Uno tiene que descubrir la raíz de esos celos que nos destruyen, nos hacen feos y peligrosos. Y veremos cómo se trata, como si tuviéramos un complejo de inferioridad, al encontrarnos y sentirnos solos. Pero, la soledad se ha de comprender al ver que todos también estamos solos, aunque estemos rodeados de miles, millones de personas.

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Pues, uno es el resto de la humanidad, es decir, uno es igual a todos los demás: padecemos alegrías, tristezas, frustraciones y desengaños, sentimos esa soledad inconsolable, desgarradora.
¿Podemos ser conscientes de esa soledad, donde nadie nos puede ayudar, sin huir de ella, ver todo su proceso sin querer cambiarlo, estando con ella?

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Si eso es posible, entonces esa soledad se convierte en algo afortunado, fuente de dicha y felicidad, al dejar de estar divididos y fragmentado de la situación en que vivo. Es así como uno está a salvo del "yo", pues el "yo" para operar necesita que el pensamiento opere, genere sus infinitos problemas. Pero donde hay atención total, donde está esa dicha, que es lo sagrado, el invento del "yo" no puede ser.

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Publicado en Energìas Femeninas

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La envidia en los hombres muestra cuán desdichados se sienten, y su constante atención a lo que hacen o dejan de hacer los demás, muestra cuánto se aburren.

Arthur Schopenhauer (1788-1860) Filósofo alemán.

 

 

Seguramente usted, como la mayoría de las personas, ha sentido alguna vez esa mezcla de rabia, desilusión, frustración e ira cuando, cuando a su juicio, un familiar, un amigo o compañero de trabajo ha logrado algo mejor que usted, o se ha sentido satisfecho y feliz por el fracaso de alguien porque le tenía envidia….pero

 

¿Qué es la envidia?

 

De acuerdo a lo que define la Real Academia Española, la envidia es “una Tristeza o pesar del bien ajeno” y “Deseo de algo que no se posee”.

 

Personalmente considero que mas allá de una tristeza, pesar o deseo del bien ajeno, es un sentimiento negativo que puede ser adecuado cuando se expresa de manera adecuada y se reconoce el logro de alguien y las limitaciones de sí mismo. Pero también la envidia puede ser un sentimiento negativo inadecuado cuando se manifiesta de manera frecuente e intensa y que puede llegar a ser progresivamente destructivo para quien lo siente y no para a quien se envidia.

 

La envidia hacia alguien puede durar mese, años o toda una vida, y es un sentimiento de hostilidad y coraje porque usted cree que alguien ha logrado u obtenido algo que no merecía. Muchas veces se gasta demasiadas energías en contra de otras personas, a quienes se les tiene envidia, y esas personas ni se dan por enterados o simplemente no les da mayor importancia.

 

5889560067?profile=original¿Cómo se desarrolla la envidia?

 

La envidia se desarrolla desde la infancia cuando el niño o niña se siente amenazado por la superioridad de otro niño o cuando es comparado con el hermano (a), vecino, primo (a) o compañero (a) de la escuela.

 

Lamentablemente los padres fomentan de manera directa o indirecta ese sentimiento negativo, generando muchas veces inseguridad, subestimación, baja autoestima y baja tolerancia a la frustración en los hijos. Si ese sentimiento negativo no se logra superar con los años y madurez, puede persistir a través de la vida.

 

Con el tiempo la envidia puede llegar a crear una pared emocional con los demás y terminar siendo destructivo para la persona que lo siente, y llevarlo al estancamiento en su desarrollo personal o emocional, y probablemente le impida la oportunidad de seguir adelante con su vida, dejando de reconocer sus propios valores y limitaciones.

 


¿Cómo superar la envidia?
Algunas ideas que le pueden ayudarle a manejar la envidia son:
Admita que siente envidia por alguien e identifique el origen de esa envidia (bajo nivel de tolerancia por el éxito de los demás, baja autoestima, falta de confianza en sí mismo, inseguridad, miedo a la competitividad,

 

etc.).
Aprenda a aceptar y reconocer que todas las personas son diferentes, y que cada quien posee sus propios valores, cualidades, virtudes, talentos y dones.
Renuncie a juzgar o compararse con los demás, y deje de culpar a los demás por las cosas que no ha logrado o alcanzado.
Evite de cualquier manera alegrarse de los fracasos de los demás, o sufrir por los éxitos de otras personas.

 

Tome responsabilidad de sus propios errores, fracasos, y limitaciones.

 

Si cree que alguien le envidia por lo que es o ha logrado, no lo tome de manera personal, usted no tiene el poder de controlar a los demás, y no se haga responsable por lo que las otras personas pueden están sintiendo o pensando. Lo más importante es lo que piense de sí mismo.

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Siempre habrá alguien que no le caiga bien por cualquier razón.
Finalmente quiero decirles que acepte a los personas tal como son, eso le ayudará a liberarte de ese sentimiento negativo y destructivo para su vida. Así mismo debe tratar de mejorar su autoestima y reconocer el potencial y valor personal que posee, porque usted es lo más importante. Y si esto aún con esto le es difícil manejar o resolver este sentimiento negativo, probablemente necesite buscar ayuda profesional, y recuerde que la envidia le hace daño a usted mismo.

 

http://www.frankclavijo.com/la-envidia-¿le-hace-dano-a-otros-o-a-usted-mismoa/

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