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Odio a mi familia y adoro a los extraños. Por Edith Sánchez

niñas sentadas en la rama de un árbol huyendo de la familia

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La familia es ese pequeño universo en donde aprendemos a convertirnos en miembros de una sociedad. No hay familias perfectas, porque no hay seres humanos ni sociedades perfectas. Toda familia trasmite y reproduce traumas, neurosis y vacíos, en mayor o menor medida. Sin embargo, en algunos casos esto toma grandes dimensiones y marca a la persona profunda y negativamente.

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En la familia siempre flota alguna suerte de pequeños o grandes odios. Aunque suene paradójico, estos no excluyen la existencia de un gran amor también. Así son los afectos humanos, ambivalentes y contradictorios. El grupo familiar no está exento de ello y por eso se estima como normal que albergue rencores y mezquindades.

Gobierna tu casa y sabrás cuánto cuesta la leña y el arroz; cría a tus hijos, y sabrás cuánto debes a tus padres”.
-Proverbio oriental-

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Sin embargo, hay casos en los que ya no se habla de pequeños odios, sino de graves fracturas en los afectos. No son pocas las personas en el mundo que declaran abiertamente su total rechazo por la familia de la que provienen. Aborrecen a su núcleo familiar. Se avergüenzan de su procedencia. Lo curioso es que al mismo tiempo profesan gran aprecio y admiración por los extraños, por todos aquellos que no forman parte de su entorno familiar.

¿Por qué se llega a odiar a la familia?

El odio hacia la familia encierra por sí mismo una gran contradicción. Implica, de un modo u otro, odiarse a uno mismo. Genética y socialmente somos parte integral de ese núcleo familiar, por lo que hay un punto en que somos indivisibles de este. Pese a esto, el sentimiento de falta de amor y de rechazo por el grupo familiar es algo que experimentan muchas personas. Corresponde a una actitud adolescente que, sin embargo, persiste en muchos adultos.

Este núcleo no es como la persona quiere y para ella esta es una razón suficiente para reiterarle su cariño.
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chica en el bosque

Es usual que el odio hacia la familia surja porque la persona experimente que esta le ha fallado de una manera grave, o que fue la fuente de un grave maltrato sufrido. La familia le falla a la persona cuando genera grandes expectativas que después no cumple, cuando deja de atender algún aspecto básico del desarrollo o cuando implementa una educación incoherente, en la que se dice algo y se hace otra cosa muy diferente.

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El maltrato, por su parte, abarca muchas realidades. El abandono físico o emocional es una de ellas. También el abuso verbal, físico o sexual. Asimismo, la negligencia o el descuido son una forma de maltratar. Todo aquello que implique una negación sistemática del valor de una persona podría entenderse como maltrato.

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Hay casos en los que los miembros de la familia se avergüenzan de sí mismos o se perciben como inferiores frente a los demás. Educan entonces desde una perspectiva de autodesprecio. Este tipo de familias suelen ser herméticas, reacias al contacto externo. Esa también es una de las semillas de un odio o rencor posteriores y la principal causa para que se adopte una percepción de que los extraños son más valiosos que la propia familia.

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El aprecio desmedido por los extraños

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Durante la adolescencia todos nos enojamos un poco con nuestra familia. Parte de la búsqueda de identidad descansa sobre ese conflicto. De niños aceptamos más o menos pasivamente los parámetros familiares. Al crecer, comenzamos a cuestionarlos y nos fijamos especialmente en sus fallos y errores. Uno de los pasos que nos permiten convertirnos en adultos es precisamente el de superar esa tensión.

Niña frotándose los ojos

Es durante la adolescencia cuando aparecen extraños que comienzan a tener una gran relevancia para nosotros. Por supuesto, nos afecta mucho más la opinión de nuestro grupo de pares, que la visión de nuestros padres. Poco a poco vamos negociando esas contradicciones y encontramos un cierto equilibrio. Solo terminamos de resolver el asunto cuando nos vamos de casa. Paulatinamente logramos sopesar lo que la familia nos dio y lo que nos quitó. Terminamos entendiendo que, en la mayoría de los casos, nunca quisieron hacernos daño realmente.

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A veces el conflicto se estanca. Entonces la persona adulta no logra irse de casa o se va y comprueba que el paraíso no estaba fuera del hogar. Que también allá fuera las personas incumplen su palabra o no satisfacen sus expectativas. En este sentido, se puede caer en la tentación de culpar a la familia por nuestras propias incapacidades. También en la trampa de creer que para los demás, para los extraños, la vida es más fácil que para nosotros. Que están mejor capacitados porque tuvieron una familia mejor.

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Odiar a la familia y adorar a los extraños es una expresión de un conflicto adolescente sin resolver. Quizás no se ha logrado entender que los demás grupos familiares también tienen sus quiebres, sus secretos y sus neurosis. Quizás odiar nuestro origen nos ayuda a evadir responsabilidades o a no terminar de “destetarnos”. Lo malo es que mientras no se superen esos malestares difícilmente podremos ubicarnos en una posición de adultos.

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https://lamenteesmaravillosa.com

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EN EL JUEGO DEL ODIO, NO GANA NADIE

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En el juego del odio, no gana nadie

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Siempre hemos escuchado frases del tipo “ojo por ojo”. Palabras que nos invitan a dar lo mismo que recibimos en una situación desacertada. Por ejemplo, si nos mienten, deberíamos mentir también; si nuestra pareja nos es infiel, tendremos que pagarle con la misma moneda. Es lo justo, ¿no? Quizás no estemos en lo cierto… Tal vez estemos entrando en un oscuro juego. En el juego del odio.

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De alguna manera, te estás convirtiendo en tu propio enemigo. Adoptas la posición de quien te ha hecho daño. ¿Te sientes mejor así? Ahora no eres mejor que esa persona tan odiosa, mentirosa o infiel que ha sido el motivo de tus noches sin dormir, de tus lágrimas y de tu sufrimiento. Pagar con la misma moneda no es una solución. Es una forma fácil de entrar en un juego del odio, del cual no te será fácil salir.

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“El amor alimenta al amor. El odio alimenta al odio”
-Paola Graziano-
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En el juego del odio no siempre el otro sufre

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Cuando tomamos la decisión de hacerle a la otra persona lo mismo no siempre conseguiremos los resultados deseados. Recojamos el ejemplo ya mencionado de que nuestra pareja nos ha sido infiel. Ahora no confiamos en ella y la relación está por los suelos. A pesar de esto, decidimos darle una nueva oportunidad a nuestro compañero y seguir adelante.

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Tal vez no tengas en mente hacer lo mismo que la otra persona. No ha sido una decisión, ni te lo habías planteado. Sin embargo, en tu interior, no estabas del todo seguro de continuar con la relación. Esto provoca en ti pensamientos negativos que van a ir in crescendo. Terminarán convirtiéndose en rencor y dando lugar a una actitud desesperada: la de actuar de la misma manera que hicieron contigo.

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El gran problema surge cuando llega el momento de llevarlo a cabo. Con seguridad y determinación, piensas que tu pareja no tiene derecho a reclamarte nada, pues ella inició todo esto. Sin embargo, ella muestra indiferencia o, simplemente, te deja cuando descubre lo que has hecho. Te das cuenta de que no ha sufrido tanto como tú. No se le ha venido el mundo encima y sientes que nunca le has importando. ¿Qué has ganado desafiando al juego del odio?

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En el juego del odio nadie gana nada. Una vez apuestas por jugar, lo único que puedes obtener son pérdidas cada vez más dolorosas
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Ahora te sientes mal. No solo porque no has tenido éxito en tu estrategia, sino porque te has convertido en la persona que te ha hecho sentir tan mal. Tú no eres así. Quisiste actuar de determinada manera para conseguir sufrir menos o, al menos, consolarte con el padecimiento del otro. No ha sido así. Ahora, ¿qué vas a hacer?

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Un ataque no justifica otro ataque

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Un insulto no justifica que nosotros respondamos con otro. Aún no somos conscientes de que si una persona tiene una mala actitud esto no nos acredita para actuar de igual manera. De hecho, generamos más malestar, siendo partícipes de una guerra en la que ninguno ganará.

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Responder de igual forma que la persona que nos hace daño no hace más que llevarnos por un camino que no tiene salida. Tu mejor actitud no sería la de actuar, sino la de permanecer indiferente. Es aquí cuando tú cogerías el mando de la situación y, seguramente, sí saldrías vencedor. No te pones al nivel de la otra persona, no te comportas como ella.

Recuerda alguna circunstancia en la que la otra persona no haya respondido a tus críticas, enfados, bromas de mal gusto… Cuando la réplica es la indiferencia, ¿verdad que te molesta? Esperas todo lo contrario, una reacción. En el momento en el que no la hay incluso nos notamos ofendidos.

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“Me diste malos momentos, te regalaré mi indiferencia”
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-Danns Vega-
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La indiferencia es una posición inteligente ante una situación negativa de la que lograremos salir airosos. Aunque nos duela lo que nos hayan hecho, aunque sintamos nuestra autoestima herida, dar media vuelta y no ser igual que el otro es lo mejor que podemos hacer. De otra manera, la situación no mejorará, sino que nos hará aún más daño.

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En el juego del odio ninguno de los participantes gana. Tan solo se generarán más emociones negativas que acabarán destruyendo todo lo bueno que existió, alguna vez, en nuestras relaciones. Nos acabamos convirtiendo en lo que jamás desearíamos. Lo hacemos por rabia, por rencor, por odio…

Este es un juego peligroso, lleno de angustia y de remordimientos. Nos cambia, nos transforma en monstruos que se equiparan con aquellos que alguna vez fueron crueles con nosotros. Acepta lo que te han hecho y no entres en este juego. Sabemos a dónde nos llevará y no será nada bueno.

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INVOCACION LLAMA VIOLETA POR LA PAZ EN LA TIERRA

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EL AMOR, EL MIEDO Y EL ODIO

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EL AMOR, EL MIEDO Y EL ODIO

ENVIADO POR "MIRAR LO QUE NO SE VE"

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El amor es lo contrario al miedo, lo explica muy bien el maestro Osho: “El amor no es una relación. El amor es un estado; no tiene nada que ver con nadie más. Uno no se enamora, uno es amor. Por supuesto, si eres amor estás enamorado, pero ése es el resultado, la consecuencia, pero no el origen. El origen es que eres amor.

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               ¿Quién puede ser amor? Evidentemente, si no eres consciente de quién eres, no podrás ser amor. Serás miedo. El miedo es exactamente lo contrario del amor. Recuerda que el odio no es lo contrario del amor, como la gente piensa. El odio es amor al revés, no es lo contrario del amor. Lo contrario del amor realmente es el miedo. Con el amor te expandes, con el miedo te encoges. Con el miedo te cierras, con el amor te abres. 

Con el miedo dudas, con el amor confías. Con el miedo te quedas en soledad. Con el amor desapareces; se desvanece la cuestión de la soledad. Si no existes, ¿cómo te puedes sentir solo? Entonces, estos árboles, los pájaros, las nubes, el sol y las estrellas están dentro de ti. El amor es cuando conoces tu cielo interno.

Los niños no tienen miedo; los niños nacen sin miedo. Si la sociedad puede ayudarles y apoyarles para que permanezcan sin miedo, si les ayuda a subirse a los árboles y a las montañas, y a nadar en el mar y los ríos —si la sociedad puede ayudarles con todos sus medios a ser aventureros, aventureros de lo desconocido, y si la sociedad puede provocar una búsqueda en vez de darles creencias muertas entonces, los niños se volverán grandes amantes, amantes de la vida. Ésta es la verdadera religión. No hay mayor religión que el amor.


          Aprende de las personas. No tengas miedo, la existencia no es tu enemigo. La existencia te cuida, la existencia está dispuesta a apoyarte de todas las formas posibles. Confía y empezarás a sentir un considerable aumento de energía. Esa energía es amor. Esa energía quiere bendecir a toda la existencia, porque cuando estás en esa energía te sientes bendecido. Y cuando uno se siente bendecido, ¿qué otra cosa puede hacer sino bendecir a toda la existencia?
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                  El amor es un profundo deseo de bendecir a toda la existencia”.

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Merce Catro Puigautora de los libros "Palabras que Consuelan" y  "Volver a Vivir"
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Crueldad, Odio y Envidia

!La venganza es detestable¡ ¿Qué es la crueldad, entonces? Ésta posee la maldad de la otra, pero no tiene el pretexto de sus provocaciones.

Los hombres la rechazan como no pertenecientes a su naturaleza; se avergüenzan de ella como una extraña a su corazón, ¿acaso no la llaman inhumana?

¿Cuál es entonces su origen? ¿a qué cosa humana debe ella su existencia? Su padre es el Miedo, ¿ y no es su madre la congoja?

El héroe levanta la espada contra el enemigo que resiste; pero tan pronto como se somete, queda satisfecho.

No es honorable pisotear el objeto que teme; no es virtuoso insultar lo que es inferior; instruye al insolente y perdona al humilde y estarás en la cumbre de la victoria. El que no tiene virtud para llegar a este fin, el que no tiene valentía para ascender hasta aquí, suple la conquista con el asesinato, la soberanía con la carnicería.

El que teme a todo, ataca a todo ¿por qué son crueles los tiranos, si no es porque viven en el terror?

El perro hambriento destroza el cadáver, aunque no se atrevía a hacerle frente al animal vivo; el sabueso valiente, en cambio, que caza hasta la muerte, no se entromete después.

Las guerras civiles son las más sangrientas, porque los que en ella combaten son cobardes, son conspiradores y asesinos, porque en la muerte hay silencio. ¿No es el miedo lo que les dice que pueden ser traicionados? Para que no seas cruel, colócate por encima del alcance de la envidia.

A todo hombre que puede considerársele de dos maneras de una de ellas, se ve turbulento, de la otra, menos ofensivo; míralo de la manera que te lastime menos; así no lo lastimarás.

¿Qué es lo que un hombre no puede convertir en bien? En aquello que más nos ofende hay más causa para quejas que para odio. El hombre puede reconciliarse con aquel de quien se queja. ¿A quién mata él, si no es a quien odia?.

Si te impiden obtener un beneficio, no te encolerices. La pérdida de tu  razón indica la falta de una razón mayor.

¿Porque te roban el traje te vas a despojar también de la ropa interior?.

Cuando envidias al hombre que posee honores, cuando sus títulos y su grandeza suscitan tu indignación, trata de averiguar cómo obtuvo todo eso; determina por qué medios llegó a poseerlos y tu envidia se volverá piedad.

Si se te ofreciera esa misma fortuna al mismo precio, ten la seguridad de que si fueras sabio la rehusarias. ¿Cuál es el precio de los títulos, si no es la adulación?¿cómo compra el hombre el poder sino es haciéndose esclavo de quien lo da?

¿Quisieras perder tu libertad para poder quitársela a otro? ¿o podrás envidiar a quien hace esto?.

El hombre no compra nada a sus superiores si no es por un precio?, ¿ y ese precio, no es mayor que el valor? ¿quieres pervertir las costumbres del mundo? ¿quieres tener la compra y también el precio?

Como no puedes envidiar lo que no aceptarías, desdeña esta causa del odio y expulsa de tu alma esta ocasión que favorece al padre de la crueldad.

¿Si posees honor, puedes envidiar lo que se obtiene a costa de él? ¿si conoces el valor de la virtud, no te apiadas de quienes tan bajamente la han trocado?

Cuando hayas aprendido a considerar el bien aparente del hombre sin afligirte, oirás hablar de su felicidad con placer.

Si ves que las cosas buenas caen en manos de quien las merece, te regocijarás porque la virtud se complace en la prosperidad del virtuoso.

Quien se regocija con la felicidad de otro aumenta la suya propia.

En Vos Confío

La Economía de la Vida.

Vuestro Maestro.

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¿SE PUEDE LLEGAR A ODIAR A ALGUIEN A QUIEN HAS AMADO MUCHO?

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DEL AMOR AL ODIO

 

La gran mayoría de la gente desea ser especial para alguien, así como tener a alguien especial en su vida. El enamoramiento hace esto posible. Aunque el amor puede surgir a primera vista, lo más común es que dicho proceso lleve un tiempo. A primera vista puede haber atracción, interés, e incluso la intuición de que la otra persona es ese ser especial que se busca. Sin embargo, de la atracción se llega al enamoramiento y del enamoramiento puede alcanzarse el amor. Y hay quien dice que del amor al odio hay un paso.

 

En la fase del enamoramiento se tienden a exagerar las cualidades de la otra persona, a enamorarse de la proyección ideal que se hace de ella. Stendhal da a ese fenómeno el nombre de cristalización, que llega hasta el extremo de distorsionar la percepción de la persona amada. Aunque este fenómeno es bastante común, implica riesgos importantes. Entre ellos destaca el hecho de que se puede situar a la otra persona en un plano superior del que luego dejamos que caiga desplomada. Si esto ocurre, el supuesto amor que existía −enamoramiento− puede convertirse en aversión e incluso odio.

 

El amor incondicional requiere una madurez casi utópica, pero un amor sincero, aunque se extinga, no tiene por qué transformarse en odio. Para que aparezca el odio, la persona, consciente o inconscientemente, se recrea de forma sistemática en los aspectos negativos del otro −un proceso inverso al del enamoramiento− en el que la ex pareja es vista como un cúmulo de defectos y situada en un plano ínfimo.

 

La persona amada se convierte en la persona odiada por cuestiones de 'frustración-agresión' −o de una baja tolerancia a la frustración−. Se pone a alguien en un pedestal −quizás inmerecidamente− y luego se desea crucificarlo. Pasado el periodo de cristalización se descubre que el enamorado no cuenta con todas las cualidades proyectadas. Esto puede causar mucha frustración. También, puede ocurrir que las expectativas no cumplidas lleven a una animadversión debido a la frustración que generan. De manera que lo que antes se aceptaba sin mayor esfuerzo ahora es denegado inflexiblemente... Lo que antes se deseaba ahora se detesta ¿Es ésta una razón suficiente para odiar a quien antes se amaba?

 

http://www.elmundo.es/elmundo/2006/12/14/sexo/1166100477.html

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