Vivimos en un constante vaivén de emociones, experiencias, situaciones, conflictos, aprendizajes, y todo lo que conlleva esta sagrada elección de encarnar y habitar en esta Nave Escuela, que llamamos Tierra, Pachamama o Madre Gaia.

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En estos últimos años, tenemos la impresión de que el tempus fugit más aceleradamente que antes. Apenas nos levantamos, iniciamos el trajín del día a día, y ya luego acaba, para recomenzar a la mañana siguiente. Es esa vorágine que nos hace distanciarnos de nosotros mismos y olvidarnos que el tiempo, en realidad, es hic et nunc (aquí y ahora), es presente y extendido. Es, por lo tanto, un tiempo sagrado, donde nuestra amada Divinidad se manifiesta de infinitas maneras para que podamos captar su mensaje.

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Los tiempos nuestros son mundanos, vertiginosos, marcados por los punteros del reloj y nuestros quehaceres cotidianos. Ya los tiempos de Dios son hierofanías (del griegohieros-sagrado y fania-revelación), es decir, manifestaciones de todo su amor por nosotros. Cuando Se manifiesta en nuestras vidas es porque nos está consagrando, dedicándose a nosotros, sus hijos, tal como lo hacemos nosotros como padres con nuestros hijos. La ley universal de correspondencia expresándose perfectamente:“Como es Arriba es Abajo“.

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Cuando nos sentimos atribulados, acudimos a Dios, lo llamamos, pedimos su intervención, usando las técnicas que hemos aprendido, ya sea orando, haciendo método H, meditación, respiración o visualizando. Sea cual fuere la forma, todos hacemos una pausa, un quiebre en nuestra rutina para, primero, pedir su ayuda, luego, agradecer y, por último, esperar. Pero es esta última instancia la que nos olvidamos de hacer, y en vez de esperar con tranquilidad, dejamos surgir en nosotros la angustia y la desesperación, lo que nos separa aún más de aquello que le hemos pedido a Dios.

.reloj de arena

Esto ocurre porque no hemos aprendido a saber esperar. El tiempo de Dios no es el tiempo del reloj, es un tiempo perfecto, en el cual lo que pedimos se nos da enarmonía absoluta y cuando es el momento pleno para materializarse en el plano físico.

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Una amiga muy querida, Elza, se ha dedicado con devoción a sus dos hijas, se haconsagrado a éstas, aun siendo grandes. Una de ellas está buscando su lugar en el mundo, y Elza, angustiada a ratos por la falta de trabajo de su hija, me expresaba su preocupación. Resolvimos pedir juntas por ese trabajo perfecto para su realización y felicidad (siempre pidiendo que sea en armonía para todo el mundo, así como enseñó en sus libros de Metafísica la maestra Conny Méndez). Gran detalle, pedir por su felicidad. Pero pasaba el tiempo y los rezos daban la impresión de que no hacían efecto, alguna cosa no andaba bien y mi amiga empezaba nuevamente a preocuparse. Fue entonces cuando el Alma Sublime se expresó: Es En los Tiempos de Dios, no en el nuestro. Ora, agradece, y espera con fe, que ha de aparecer.

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En ese mismo lapso de tiempo ‒sincronía pura‒, Tere y Geo, compañeras de terapias, me hablaron de una serie de números, que al repetirlos 45 veces se podía lograr lo que se pedía, eran los llamados Códigos Sagrados.

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Con entusiasmo los busqué en la red y di con Universo Shanti y su infinidad de códigos, canalizados por el hermano Agesta (José Gabriel Uribe). Era un verdadero índice telefónico para discar justamente al Universo. Un “llame ya“ sin costo alguno y a disposición para quién quisiera.

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Leí con atención las instrucciones de uso, había que repetir los códigos 45 veces sin importar cuántas ocasiones al día se hicieran, pero la clave estaba en las 45 veces, ayudándose ya sea con un yapa mala, un rosario, un kombolói (collar de cuentas griego) o un bodhi (pulsera de cuentas budista) para no perder la secuencia numérica.

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Yo partí, a falta de otra cosa, con mis deditos diciendo un código. Una parte de mí, afín al método científico, quiso primero comprobar si estos códigos funcionaban. Por eso, sin esperar nada, libre de expectativas ‒además porque esto también era totalmente nuevo para mí‒, elegí el 545 (Regalo del Universo). Repetí, en serie de 3, 45 veces los números, y me quedé a la espera de ese regalo del Universo. Sin obsesión ni desesperación, sin imaginar qué podía ser, apenas una sorpresa, algo que me hiciera comprobar que funcionaban.

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Pasaron dos semanas, estábamos en medio de una pequeña reforma en la casa, y tuvimos que ir a comprar tornillos, algo en apariencia nada espiritual, y al llegar a la Casa de los Tornillos, habían dos monjes budistas chinos allí, pensé: “Qué grata coincidencia, además también compran tornillos, jajaja“. Mi pequeño hijo, Porotito, revolucionado por tanta herramienta y tornillos que veía, no paraba un segundo de moverse de un lado a otro. Uno de los monjes (el mayor) no dejaba de sonreír al verlo, y vernos, porque yo trataba de mantenerlo quieto, sin ningún éxito; él se divertía con la escena.

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Cuando las miradas se cruzaron, nos saludamos a la distancia con una gran sonrisa. A los minutos, él se acercó a mí, tomó la muñeca de mi mano derecha, diciendo alguna cosa en chino ‒que por supuesto no entendí‒ y se fue a su auto (sí, también conducen), a los minutos apareció y vistió mi mano con un bodhi (en sánscrito significa “despertar“) de jade verde, precioso, y me dijo algo en su idioma, regalándome su sonrisa, yo le agradecí con un abrazo. Luego apareció el monje más joven y me dijo tocando el bodhi: “esto es muy importante“. Ambos se fueron en su auto y nos seguimos despidiendo a la distancia.

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Ése era mi gran regalo del Universo, no sólo haber recibido un bodhi, sino que toda la situación vivida con los monjes había sido una grandiosa dádiva. Y, aunque no entendí absolutamente nada de lo que me dijo el monje, en el idioma Universal solo fluyó un profundo amor.

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Entendí que al final la vida se trata de esos pequeños gestos amorosos que nos vamos intercambiando y, mientras más gestos, más el amor se expande, aun en las circunstancias más triviales. En eso está el encanto.

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Compartí estos códigos con mis hermanos de la Comunidad de Luz Arcoiris, y a los pocos días, una de nuestras hermanas, Any, me pidió que la ayudara con su gatita a la que le dañaron su columna, estaba desahuciada por la veterinaria. Usamos el código de los gatitos (157-X) y el del arcángel Rafael (29) durante todo un fin de semana, el día lunes la gatita había recuperado los movimientos para la alegría de todos, y sorpresa de la doctora.

.conciencia

Si yo hubiera querido apresurar al Universo con algún resultado, ciertamente no hubiera ocurrido lo que esperábamos, pues los tiempos de Dios son cuando tienen que ser y quien así lo comprende y siente facilita aún más la estadía en esta Casa Nave, pues de antemano se quita la presión de la inmediatez, del éxito instantáneo, entregándose por completo a nuestro Padre-Madre Amor para que conduzca amorosa e inteligentemente nuestras vidas.

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No hay nada más sabio que la antigua máxima “todo a su tiempo“.

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Cuando mi amiga Elza permitió que se manifestase esta esencia divina, una oportunidad única surgió para su hija, estudiar yoga durante dos meses para transformarse en instructora, algo absolutamente distinto a su área de estudios científica. Los caminos de Dios se revelaron hacia el espíritu y la conciencia, y hoy la joven estudiante de yoga está descubriendo todo ese universo místico que porta

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Por eso, cuando se sientan agobiados por alguna petición que hayan hecho, algo que deseen alcanzar y no se haya dado, primero pongan pausa a la batahola de pensamientos alarmantes que produce la mente (que es una de las grandes trabas); deténganse para respirar, sin presión alguna, y vuelvan a pedir con absoluta certeza de que serán atendidos, pero ábranse a la posibilidad de que Dios les muestre lo armónico para ustedes, para que se revele aquello que necesitan en el tiempo perfecto del Universo.

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Bendiciones amorosas para cada uno de ustedes,

Autora: Tornasol

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