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Los trastornos psicosomáticos son la prueba del impacto que la mente puede llegar a tener sobre nuestro cuerpo. Son estados donde se evidencia una serie de síntomas físicos reales relacionados con enfermedades invisibles, con afecciones que no existen orgánicamente, pero que son el resultado de conflictos mentales, de problemas no resueltos que nos devoran por dentro.

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Leer que hay alumnos que debido a la ansiedad pueden llegar a perder la visión justo antes de un examen puede resultarnos poco creíble. Asimismo, si hablamos del caso de una mujer de 60 que ha perdido la movilidad de las piernas porque está convencida de que tiene un tumor en la columna, también nos puede parecer una historia exagerada y difícil de comprender.

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“Tu cuerpo te está diciendo que algo no va bien dentro de ti y que no lo estás viendo”.
-Suzanne O’Sullivan-
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Sin embargo las pruebas están ahí y estos casos suceden cada día, en todo el mundo y a cada momento. Por ello, algo que aprenden rápidamente los neurólogos o los psicólogos especializados en trastornos psicosomáticos es a dar espacio al relato que hacen los pacientes de lo que les sucede. Si dicen tener dolor, ese dolor probablemente sea real aunque no se vea reflejado en una resonancia magnética o en un análisis de sangre.

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Dar credibilidad al sufrimiento de estos pacientes es esencial. Ocurre lo mismo con las personas que dicen tener pensamientos suicidas durante una depresión, lo mismo que experimenta una persona con esquizofrenia al declarar que tiene visiones y determinadas alucinaciones. Esa realidad existe, existe dentro de la mente de ese paciente y puede llegar a ser devastadora. Cuando nuestra mente toma el control, traumatizada o supeditada a un estado de ansiedad muy convulso, todo puede ser posible.

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Trastornos psicosomáticos ¿de verdad está todo en mi cabeza?

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Entendemos por trastorno psicosomático todo aquel cuadro de síntomas donde no se halla un correlato físico u orgánico, ahí donde todas las dolencias y limitaciones que sufre la persona se deben en exclusiva a sus procesos mentales. Ahora bien, pensemos lo que esto puede llegar a suponer… ¿de verdad está todo en mi cabeza?

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La verdad es que a día de hoy los trastornos psicosomáticos siguen siendo un área de estudio llena de incógnitas para los expertos. Algo que sí se sabe es que todo ese espectro de trastornos físicos asociados con el estrés mental tiene un correlato cerebral: la hiperactividad de los impulsos nerviosos del cerebro al comunicarse con diversas áreas de nuestro cuerpo.

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  • Algo que también puede verse es un exceso de adrenalina en sangre, además de unos parámetros biológicos alterados, como la aceleración del metabolismo de la glucosa o de los aminoácidos…
  • A su vez, también se ha podido demostrar que hay personas más susceptibles a la hora de sufrir trastornos psicosomáticos. Pacientes que viven con mucha ansiedad o que tuvieron una infancia traumática a causa de abusos, carencias afectivas, etc., también suelen ser más propensos a experimentar este tipo de trastorno.
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Más allá de entender o no qué causa las enfermedades psicosomáticas, hay un hecho aún más importante. Pensemos en un médico que le explica a su paciente que eso que sufre no es real, que ese dolor en el pecho no es un infarto, que la pérdida de su voz no se debe a un problema de las cuerdas vocales ni su terrible migraña a un tumor. Está bien que le digamos a un paciente “qué es lo que no tiene”, pero… ¿cómo ayudarle a sanar eso “que sí tiene” y que se origina en su mente?

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“Es algo que nos pasa a todos. Pero no podría decir por qué en ciertos individuos este mecanismo decide crear una patología. Lo que ocurre es que todos tenemos una forma diferente de lidiar con el estrés”.
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-Suzanne O’Sullivan-
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Lo que nuestra mente puede llegar a generar

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Los trastornos psicosomáticos pueden afectar a cualquier órgano, sistema, tejido o estructura. Su impacto es inmenso, de ahí que no debamos minusvalorar el poder de nuestra psique. Asimismo, es necesario diferenciar los trastornos somatomorfos de los psicosomáticos. Mientras en los primeros nunca hay síntoma físico, en los segundos sí existe un daño visible en el organismo (por ejemplo, las úlceras).

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  • Un ejemplo más clásico de los trastornos psicosomáticos son las dermopatías, como el eczema, urticaria, infecciones, acné…
  • La hipertensión, las taquicardias, la sensación de ahogo o los pinchazos en el corazón son otro síntoma.
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  • Los trastornos del sistema digestivo son muy comunes, siendo el colon irritable y las úlceras las condiciones más habituales.
  • Los dolores de cabeza intensos, como las migrañas también son muy comunes.
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  • Pérdidas de memoria.
  • Asma bronquial.
  • Dismenorrea, desórdenes menstruales…
  • Alopecia.
  • En casos muy extremos, hay personas que pueden experimentar ceguera temporal, falta de movilidad en alguna extremidad, desmayos, etc.
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¿Cómo se tratan las enfermedades psicosomáticas?

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Los trastornos psicosomáticos se abordan de dos modos diferentes. Por un lado, y como es evidente, hay que atender ese síntoma físico que presenta el paciente (úlcera, infecciones, eczemas…) Ahora bien, lo más importante en estos casos es afrontar el auténtico problema de base, a saber, su universo psicológico y esa tensión mental no resuelta que se somatiza con mayor o menor gravedad en su cuerpo.

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Las técnicas que se utilizan para estos casos son múltiples y dependerán siempre de la realidad personal de cada caso. Asimismo, a veces resulta idóneo probar distintas terapias para ver cuál funciona mejor en el paciente, cual genera los resultados más positivos y esperados.

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  • Las técnicas de relajación son siempre muy efectivas.
  • La terapia cognitivo-conductual es de gran ayuda para conseguir que los pacientes aprendan nuevas formas de sobrellevar sus problemas. Comprenderán sus realidades internas, aplicarán objetivos de vida realistas e identificarán qué patrones de pensamiento deben cambiar para tener un estilo de vida más positivo.
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  • Asimismo, otro tipo de terapia que suele traer resultados positivos a la hora de abordar conflictos mentales y emocionales, así como trastornos de ansiedad es el psicoanálisis.
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  • Las terapias de grupo como el psicodrama, creado en su día por Jacob Levy Moreno, es otra estrategia idónea, revulsiva y muy gratificante que se puede probar para observar si genera en la persona los resultados esperados.
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Para concluir, señalar la importancia y el desafío que supone para muchos médicos tratar de ofrecer una solución para todas esas personas que a día de hoy sufren enfermedades psicosomáticas. Son realidades a veces muy duras que merecen nuestra atención y sensibilización.

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Fuente. La Mente es Maravillosa

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FRASES DE LOS SAMURAI. Por Edith Sanchez

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La recaída en el duelo ocurre con más frecuencia de lo que podamos pensar. Lejos de entenderlo como un retroceso, hay que verlo como un evento a veces esperable, como algo normal dentro del proceso. Dar dos pasos hacia atrás puede ser a veces la estrategia más idónea para tomar impulso. Al fin y al cabo, nadie sale del túnel en dos días, es un viaje largo donde son comunes los parones y los retrocesos.

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Algo que sabe todo terapeuta con experiencia en la intervención de depresiones, trastornos de ansiedad, adicciones u otras enfermedades mentales es que en su estrategia clínica para con sus pacientes debe incluir un buen programa de prevención de recaídas. Ahora bien, al igual que lo sabe el propio profesional, también es necesario que la persona tenga muy presente que esto puede ocurrir.

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“Tus emociones no deben ser paralizadoras. No deberían defenderse. No deberían impedirte ser todo lo que puedes ser”.
-Wayne W. Dyer-
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Quien vive un duelo espera -muy a menudo- que ese trance a veces descarnado e imposible de soportar pase lo antes posible, desea por encima de todo que llegue un momento en que por fin pueda respirar sin que le duela, y dormir varias horas seguidas sin despertar entre lágrimas. Concebimos el proceso de recuperación como un segmento recto en el con cada paso reducimos la distancia al extremo que marca el final.

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Por tanto, es importante que entendamos que esto no siempre funciona así. Es habitual que en un momento dado y casi sin saber por qué, demos dos pasos hacia atrás o aún peor, volvamos al punto de partida. Para evitar que esto ocurra y nos sitúe en un estado donde la recaída se viva mucho peor que la propia caída, es necesario estar preparados con un buen “arsenal” de medidas que nos protejan y recursos que nos impulsen.

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Recaída en el duelo ¿por qué ocurre?

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Según un estudio publicado en la revista “Biological Psychiatry“ la forma en que procesemos la información determinará o no una posible recaída en el duelo. Por ejemplo, algo que pudo verse mediante resonancias magnéticas es que hay diferentes “tipos” de cerebros, y que algunos son más hábiles que otros a la hora de reaccionar ante eventos traumáticos, complejos o desafiantes.

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Habrá personas que avanzarán mejor en el duelo porque su enfoque mental es más resistente, porque su patrón de pensamiento es más resiliente, a la vez que flexible. Otras personas en cambio presentan progresos más lentos y continuos retrocesos porque tienen tendencia a anclarse en una rumiación mental excesiva y porque procesan los estímulos de un modo más negativo. Todo ello provoca un mayor agotamiento cerebral y un desgaste de energía que estanca al paciente en un punto de difícil avance.

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Ahora bien, el que existan diversos modos de procesar la información y enfoques mentales muy dispares, no significa que determinadas personas estén obligadas a sufrir una recaída en el duelo día sí y otro también. Si hay algo que sabemos del cerebro es que su plasticidad es asombrosa y que podemos entrenarlo, moldearlo para quitarle esas aristas que nos hacen más vulnerables. Todos podemos lograrlo, veamos cómo.

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Estrategias para evitar la recaída en el duelo

Tal y como hemos señalado los buenos psicólogos y profesionales de la salud saben para tratar cualquier enfermedad, trastorno o evento problemático se necesitan dos planes de acción: la propia estrategia de intervención y un plan de ruta para evitar recaídas, para mantener ese estado donde el paciente encuentra fuerza y aliento para seguir adelante.

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A continuación, te proponemos reflexionar en alguno de esos puntos de ruta que podemos aplicar en nuestro día a día.

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Acepta la posibilidad de que puede aparecer una recaída en el duelo

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A veces, por circunstancias de la vida, estamos obligados a aprender a “andar” de nuevo. Una pérdida, ya sea física o afectiva, implica experimentar una caída, un duelo donde todo se nos viene abajo y estamos obligados a reconstruirnos de nuevo, a aprender a caminar una vez más.

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En ese proceso es común dar un paso hacia delante y dos hacia atrás. No lo veamos como un problema, no veamos ese retroceso como la imposibilidad de seguir adelante. Entendamos que a veces hay que dar algún paso hacia atrás para coger mayor impulso.

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Las recaídas pueden tener muchas formas

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Es necesario que estemos atentos a las formas en que suelen materializarse las recaídas. Estar prevenidos nos permitirá reaccionar un poco más rápido.

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  • Es común que las recaídas se materialicen a través del desánimo y el mal humor.
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  • Puede aparecer cansancio y pérdida de energía, sin embargo también podemos experimentar la necesidad de estar siempre ocupados. Necesitamos hacer muchas cosas para “no pensar”.
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  • Debemos tener cuidado también con el abuso de determinadas sustancias. Hay quien puede por ejemplo tener la necesidad de empezar a beber alcohol o incluso recurrir al abuso de determinados fármacos.

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Mindfulness para prevenir recaídas

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La práctica de la atención plena resulta muy útil para todas aquellas personas que hayan superado una depresión, que acaben de pasar por un duelo o incluso para quienes estén dejando atrás una adicción. Lo que se consigue con esta práctica es que la persona adquiera un mayor control mental y abra canal más poderoso para lidiar mejor con la angustia emocional.

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  • Asimismo, el mindfulness resulta especialmente idóneo para regular los patrones negativos o rumiantes de pensamiento, confiriendo calma interna y una mejor regulación de emociones como la ira, la frustración o la tristeza.
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  • Por otro lado, la atención plena ofrece al paciente adecuados recursos para favorecer un buen diálogo interno, conciencia reflexiva y esa conexión con uno mismo donde detectar necesidades, miedos o ansiedades para saber reaccionar al instante.
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Por último, cabe señalar que la práctica del Mindfulness requiere constancia, implica saber introducirla en nuestra rutina diaria para que nos sea realmente beneficiosa y nos ayude a evitar una recaída.

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Fuente. La Mente es Maravillosa

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EL DESAPEGO DEL RENCOR PARA PERMITIRNOS AVANZAR. Por Valeria Sabater

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La psicología del perdón es también una forma de desapego. Hace referencia a todo un acto de valentía por el que las personas dejamos a un lado ese rencor que carcome y del que somos cautivos para aceptar lo sucedido y permitirnos avanzar. Es también una reestructuración del “yo”, un camino psicológico donde reparar daños y emociones negativas para hallar poco a poco y día a día la paz interior.

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Cada vez que buscamos bibliografía al respeto de la psicología del perdón encontramos en su mayoría trabajos y documentos relacionados con el crecimiento personal, el estudio de la moral e incluso con el mundo de la religión o la espiritualidad. Ahora bien, ¿existen estudios científicos sobre lo que es el perdón, cómo llevarlo a cabo y lo que supone para nuestro equilibrio físico y emocional poder dar ese paso?

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“El débil no puede perdonar. El perdón es un atributo de los fuertes”
-Mahatma Gandhi-
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La respuesta, evidentemente, es “sí”. De hecho la “American Psychological Associaton” dispone de múltiples trabajos e investigaciones sobre lo que es perdonar y lo que no, y de cómo nuestras sociedades y este mundo tan lleno de conflictos a lo largo de la historia no siempre ha sido capaz de avanzar en este sentido: una dimensión que a su vez es clave en nuestro bienestar mental.

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De hecho, y esto es conveniente recordarlo, muchos de nosotros podemos tener alguna que otra espina clavada, una cuenta pendiente con algún hecho de nuestro pasado que merme nuestra felicidad actual, que reste potencial a nuestra capacidad para construir un presente mucho más satisfactorio. Todos, de algún modo, guardamos nuestra pequeña cuota de rencor hacia algo o alguien que sería necesario empezar a sanar…

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Perdonar para evitar el “desgaste” personal

La mejor forma de ahondar en esta área de la psicología es diferenciando qué es el perdón y qué no lo es. Perdonar, en primer lugar, no significa decirnos que lo que ocurrió en un momento dado estuvo bien si no lo estuvo. Tampoco significa “aceptar” ni reconciliarnos con la persona que nos hizo daño; aún menos obligarnos a sentir cercanía o piedad hacia ella.

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La psicología del perdón, en realidad, nos ofrece las adecuadas estrategias para que seamos capaces de dar los siguientes pasos:

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  • Asumir que las cosas sucedieron de ese modo en concreto. Nada de lo que ocurrido en ese instante puntual de nuestro pasado puede cambiarse. Por tanto, debemos dejar de elucubrar, de perder energía, ánimo y salud al imaginar cómo podrían haber sido las cosas en caso de haber actuado de otro modo, en caso de que hubiéramos hecho esto en lugar de lo de más allá.
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Perdonar es aprender a “dejar ir” para reinventar un nuevo “yo” que asume el pasado pero que se ve con fuerzas para aprovechar el presente.
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La psicología del perdón nos dice a su vez que no estamos obligados a entender ni a aceptar los valores o pensamientos de quien nos hizo daño. Perdonar no es ofrecer clemencia ni buscar justificaciones a lo que sufrimos. Jamás debemos renunciar a nuestra dignidad.

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  • Se trata más bien de facilitar el duelo del resentimiento, de ir quitándole capas a la rabia, intensidad a la desesperación y a ese bloqueo que nos impide respirar… Para ello, es necesario que dejemos de odiar a quien nos hizo daño.

Por otro lado, hay un aspecto importante que solemos olvidar. El perdón es la piedra angular de cualquier relación, ya sea de pareja, de amistad, etc. Recordemos que no todo el mundo ve las cosas del mismo modo que nosotros; de hecho, hay tantas percepciones, enfoques y opiniones como días hay a lo largo del año.

A veces, asumimos ciertas actuaciones como afrentas o actos de desprecio cuando lo que hay detrás es un simple desacuerdo o un malentendido. Así, y con el fin dejar de ver traiciones donde no las hay, debemos ser capaces de ampliar nuestro sentido de comprensión y nuestra capacidad de perdón.

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La psicología del perdón, clave de salud

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El doctor Bob Enright, de la Universidad de Winsconsin, es uno de los expertos más célebres en el estudio de la psicología del perdón. Tras más de tres décadas analizando casos, realizando estudios y escribiendo libros sobre el tema ha concluido con algo que quizá, nos puede llamar la atención. No todo el mundo lo logra, no todos somos capaces de dar el paso para ofrecer el perdón. La razón de ello reside en la creencia de que perdonar es una forma de debilidad.

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Es un error. Una de las mejores ideas que nos regala la psicología del perdón es que hacerlo, dar el paso, además de permitirnos avanzar con más libertad en nuestro presente, nos da la oportunidad de integrar en nuestro ser nuevas valías y estrategias para hacer frente a cualquier fuente de estrés y ansiedad. Porque perdonar y reciclar resentimientos en libertades es todo un acto de valentía y fortaleza.

Asimismo, el doctor Enright nos recuerda que hay muchas razones que justifican dar el paso hacia el perdón. La mejor de todas ellas es que ganaremos en salud. Son muchos los estudios que demuestran la estrecha relación entre el perdón y la reducción de la ansiedad, la depresión y otros trastornos que merman por completo nuestra calidad de vida.

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La persona que día a tras día permanece atrapada en el ciclo del recuerdo, en la carcoma del resentimiento y en ese odio persistente hacia el ayer concentrado en un hecho en concreto o en una persona determinada, lo que desarrolla además de infelicidad es un estrés crónico. Nadie merece vivir de este modo. Porque no hay emoción más tóxica que la ira combinada con el odio…
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Pongamos por tanto en práctica alguna de las siguientes estrategias para facilitar el camino del perdón:

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  • Perdonar no es olvidar, es aprender a pensar mejor entendiendo que no estamos obligados a facilitar una reconciliación, sino a aceptar lo sucedido sin sentirnos “débiles” por dar ese paso. Perdonar es liberarnos de muchas cargas que no merecemos llevar de por vida.
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  • Odiar nos quita la energía, los ánimos y la esperanza. Debemos por tanto aprender a perdonar para sobrevivir, para vivir con mayor dignidad.
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  • La escritura terapéutica y llevar un diario nos puede ayudar.
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  • Debemos entender a su vez que el tiempo por sí mismo no ayuda. Dejar pasar los días, los meses y los años no hará que dejemos de odiar o que nos olvidemos de lo sucedido. No dejemos para mañana la molestia que sentimos hoy.
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  • El perdón es un proceso. Esto es algo que también debemos entender. Tal vez nunca podamos perdonar por completo a la otra persona, pero sí podemos descargar una buena parte de todo ese resentimiento para poder “respirar” un poco mejor…
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Para concluir, como vemos el campo de la psicología del perdón es muy amplio y tiene a su vez una relación muy estrecha con el área de la salud y el bienestar. Es una disciplina que nos ofrece a su vez fabulosas estrategias que aplicar en cualquier ámbito de nuestra vida, de nuestro trabajo y relaciones cotidianas. Perdonar es por tanto una de las mejores capacidades y virtudes que desarrollar como seres humanos.

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Referencias bibliográficas

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Worthington, T. y Williams, David R. (2015). Perdón y Salud. Madrid: Akal

Prieto, U. (2017). Perdón y salud: introducción a la psicología del perdón. Madrid: Universidad Pontifica Comillas

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Enright, R.D., & Fitzgibbons, R. (2015). 9 Forgiveness Therapy. Amer Psychological

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Worthington, E.L., Jr., & Sandage, S.J. (2015). Forgiveness and Spirituality in Psychotherapy: A Relational Approach. Amer Psychological

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Paloutzian, Raymond F. (2010). Forgiveness and Reconciliation: Psychological Pathways to Conflict Transformation and Peace Building. New York: Peace Psychology Book Serie

Valería Sabater

Fuente. La Mente es Maravillosa

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PÉRDONATE, ESO ES TODO. Por Gema Sánchez Cuevas

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YO SOY MI ENEMIGO. Por Francisco de Sale

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YO SOY MI ENEMIGO

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CUANDO TE CONVIERTES EN TU PROPIO ENEMIGO, .. Por Valeria Sabater

Niña con máscara de lobo

Cuando te conviertes en tu propio enemigo todo empieza a ir mal. Tus pensamientos son como dardos envenenados y caes en la autocrítica más voraz y despiadada. Casi sin darte cuenta, alzas un muro donde quedas cercado, ahí donde haces uso de decenas de estrategias defensivas con las que piensas que nadie podrá hacerte daño, limitando tu vida hasta un punto inimaginable.

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Antes de profundizar en el tema de los enemigos interiores, hagámonos en primer lugar una sencilla pregunta. ¿Cuándo fue la última vez en la que al evitar algo o defendernos de una situación, nosotros mismos provocamos algo peor?

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Lo hace, por ejemplo, quien teme ser herido en materia afectiva y opta por establecer unas frías distancias, perdiendo así oportunidades que luego puede lamentar. Lo hace también quien se deja llevar por la preocupación excesiva, por la duda que carcome y el miedo que invalida, descubriendo poco después que eso que tanto temía no era para tanto y que tal vez hubiera algo fabuloso si se hubiera atrevido.

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Si estas situaciones nos son conocidas sabremos por tanto lo que supone invalidarse a uno mismo, lo que es vivir con esas cadenas que limitan todos nuestros pasos y que de algún modo, propician que los resultados negativos sean más probables. Lo creamos o no, el autosabotaje es un ejercicio muy común que deberíamos saber controlar con mayor solvencia…

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“Ni tu peor enemigo puede hacerte tanto daño como tus propios pensamientos”.

-Buda-

Niña en una jirafa

Ser tu propio enemigo: cuando un batallón de feroces adversarios invaden nuestra mente

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Marcos ha empezado a trabajar en una nueva empresa. Está ilusionado con su cargo, pero al mismo tiempo siente una elevada preocupación: teme no ser tan competente como los demás esperan. Es tal su ansiedad y su necesidad por aparentar eficacia y por ser altamente productivo que ha empezado a hacer horas extras y a mostrarse muy competitivo. Se centra en la tarea de un modo casi desesperado.

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Toda esta dinámica está ocasionando dos cosas: la primera es una mala relación con sus compañeros de trabajo, la segunda que el departamento de dirección vea en Marcos a alguien que no sabe trabajar en equipo. Al final, su miedo a no dar una buena imagen hacia su empresa se ha hecho realidad.

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Ahora bien, ¿cómo llegamos a este tipo de situaciones? ¿Qué procesos psicológicos nos llevan a esa deriva personal tan común? Lo creamos o no la mayoría de nosotros tenemos un pequeño “batallón” de feroces enemigos interiores a los que de vez en cuando damos demasiado poder. Son los siguientes.

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Cuando te conviertes en tu propio enemigo, un batallón de feroces adversarios inunda tu mente para obstaculizar tu crecimiento personal.
 

Niña mirando a un pulpo

Nuestros enemigos internos

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El primer enemigo interno capaz de conseguir que te conviertas en tu propio enemigo es la duda. No obstante, no nos referimos a esa duda ocasional que a veces nos permite tomar decisiones con mayor perspectiva. Hablamos de la duda constante que invalida, que no aporta y que poco a poco nos arrincona en la inmovilidad y en la nula capacidad de reacción.

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  • La preocupación excesiva. Esta es sin duda nuestra auténtica “némesis”, esa sombra que nos persigue con frecuencia, que nos castiga provocando que todo tenga un matiz aterrador, que de todo hecho, acontecimiento o situación hagamos una previsión negativa.
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  • La indecisión. ¿Quién no se ha sentido indeciso alguna vez? Esta sensación es completamente normal, lo es si es al cabo del tiempo le sigue el salto de fe, el acto de atreverse y la valentía con la cual invalidar ese miedo. Ahora bien, si esa indecisión es permanente estaríamos ya en una realidad personal poco saludable.
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  • La necesidad por compararnos constantemente con los demás. Si lo hemos experimentado en alguna ocasión sabremos lo inútil que resulta. Es casi como tener unas gafas donde solo vemos a perfiles con más éxito que nosotros, a personas más hábiles, atractivas, competentes… ¿De qué sirve ver el mundo con este tipo de perspectiva? Obviamente para humillarnos y aniquilar la propia autoestima.
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Deja de ser tu propio enemigo: claves para lograrlo

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Alzarnos como nuestros mejores aliados requiere de un adecuado trabajo interno, ahí donde invocar a un ser a veces olvidado: el amor propio. Tal tarea, tal sutil artesanía demanda de nosotros que seamos capaces de trabajar en distintas áreas, en ciertas dimensiones de nuestro crecimiento personal. Reflexionemos sobre ellas a continuación.

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Detecta la autocrítica inútil

Imagina que tienes un sensor, un detector de pensamientos inútiles. Imagina que aprendes a programar este detector dándole las siguientes órdenes: debes bloquear todos los pensamientos que empiecen por “tú no puedes”, “tú no lo lograrás, “esto no es para ti”, “es mejor que olvides aquello”, etc.

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Asimismo, es esencial que afinemos un poco más esa maquinaria para detectar también los pensamientos distorsionados del tipo “si fallaste en eso en el pasado lo más probable es que ahora suceda lo mismo”.

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¿Qué imagen tienes de ti mismo?

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Piensa en ello durante un instante e intenta reflejarlo por escrito: defínete, describe qué visión tienes sobre tu propia persona.

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Humaniza tus errores o fracasos del ayer

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Valiente no es quien evita cometer de nuevo los mismos errores, valiente es quien aprende de ellos y se permite intentar de nuevo las mismas hazañas para lograr los resultados soñados. Intentemos por tanto ver los fracasos como algo normal e incluso aceptable para poder obtener mayores conocimientos de cara al futuro.

Mujer encima de un pez soñando

Por último y no menos importante, asumamos una postura más cercana con nosotros mismos y por encima de todo, más afectiva. No tiene sentido que nos hagamos daño a nosotros mismos, que nos cerremos puertas y ventanas hasta quedar sin luz ni aire. La vida está llena de posibilidades y debemos sentirnos merecedores de mejores cosas. Optemos por la excelencia y arrinconemos los miedos.

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león que representa los enfados frecuentes

Detrás de los enfados frecuentes se esconde muy a menudo la soberbia. Son perfiles que necesitan tener siempre la razón, que no toleran ser contrariados o corregidos y que además son víctimas constantes de su propia frustración. Así, es importante destacar que, tras la soberbia, se halla a su vez el narcisismo, conformando de este modo un tipo de personalidad muy desgastante.

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A menudo suele decirse aquello de que el soberbio jamás reconocerá sus “pecados”. No lo hará porque tiene la nariz tan pegada a su espejo que ni siquiera logra verse a sí mismo. Sin embargo, nos hemos acostumbrado tanto a este tipo de presencias en nuestros entornos que casi sin darnos cuenta hemos acabado normalizando el narcisismo y la soberbia. Lo vemos en las élites políticas, lo vemos en nuestras empresas y lo vemos incluso en una parte de las nuevas generaciones.

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“Es más fácil escribir contra la soberbia que vencerla”.
-Francisco de Quevedo-
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Todos estos perfiles, en apariencia tan distantes entre sí, muestran en realidad unas características comunes. No importa la edad que tengan, son personas “que lo saben todo”, esas a las que nadie puede enseñar o mostrar nada porque “cuentan ya con un gran rodaje vital”. Además, también se caracterizan por relegar las necesidades de los demás a un segundo plano y por tener a su vez la madurez emocional de un niño de 6 años.

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De este modo, quienes traten a diario con ellos ya estarán familiarizados con sus enfados frecuentes. Tienen “la piel muy fina” y el orgullo muy alto, lo sabemos, de ahí que a la mínima “salten”, pierdan el control y muestren comportamientos tan comunes como dejar de hablarnos durante un tiempo o sencillamente caer en la descalificación por haberlos contrariado en algún pequeño e insignificante aspecto…

Mujer que sufre enfados frecuentes

Los enfados frecuentes y lo que hay bajo este maquillaje

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La soberbia no deja de ser un traje, un disfraz de puercoespín donde las púas actúan como barreras defensivas para no dejar que nadie intuya los miedos, las flaquezas de carácter y las debilidades. De este modo, si alguien me dice que debo ser más paciente y tomarme las cosas con calma, no dudaré en ponerme en guardia y alzar mis púas (han puesto en duda mi buen hacer). No importará tampoco que esa persona me haya hecho el comentario con buena fe: yo me lo tomaré como una afrenta.

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La autoestima en este tipo de perfil es muy baja. Sin embargo, ese sentimiento de inferioridad se transforma a menudo en un resorte de agresividad, en una catapulta cargada de rabia, de despecho y amarga frustración. Asimismo, la necesidad de estar encima por nosotros en cualquier situación, circunstancia o contexto, da forma a su vez a esa “falacia de autoridad” donde nadie debe desacreditarlos, donde llevarles la contraria, incluso en el aspecto más nimio, es todo un insulto.

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La soberbia es en estos casos un sofisticado sistema de compensación. Así, lo más interesante de estos perfiles es que por lo general este traje lleno de púas se suele forjar en la infancia como una forma de esconder las inseguridades. Más tarde, se convierte en un modo de reaccionar ante los problemas o las decepciones. Esto es así porque la personalidad soberbia instrumentaliza la arrogancia y la agresión como forma de marcar territorio, como canal para validarse.

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Aunque con ello, lo que consiguen realmente es crear distancias y moverse en un círculo de relaciones superficiales.

Hombre que sufre enfados frecuentes

¿Qué hacer ante los enfados frecuentes de esas personas que nos rodean?

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Detrás de los enfados frecuentes hay un claro problema de gestión emocional, de autoestima y equilibrio psicológico. Nadie puede vivir bajo la costra de un enfado crónico, envuelto en su melena de león y rugiendo cada dos por tres. Por ello, si en nuestro entorno tenemos a una persona que de forma constante deriva en este tipo de dinámica, hay algo que debemos tener claro: el problema no lo tenemos nosotros, no somos los causantes de su malestar, el problema, en realidad, lo tienen ellos.

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“Cualquier puede enfadarse, eso es algo muy sencillo. Pero enfadarse con la persona adecuada, en el grado exacto, en el momento oportuno, con el propósito justo y del modo correcto, eso, ciertamente, no resulta tan sencillo”.

-Aristóteles-

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Cuando el enfado se convierte en su manera de ser, nada crecerá a su alrededor. Asimismo, si bajo esta piel está la soberbia y esa personalidad narcisista que todo lo desea controlar y que en todo desea hallar un beneficio, lo mejor que podemos hacer en estos casos es poner distancia y no perder energía confrontándolos.

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Porque la soberbia no se cura discutiendo, se trata permitiendo que el soberbio se mire ante el espejo y se despoje de sus fauces de león y de su traje de puercoespín. Bajo todas esas pieles están sus fragilidades, sus recovecos de vacíos, sus laberintos de inseguridades e incluso, por qué no, hasta ese niño interior aún asustado que sigue respondiendo con rabia ante lo que no le agrada.

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Los enfados frecuentes, lo creamos o no están a la orden del día en la vida de muchos adultos. Por tanto, vale la pena invertir tiempo, atención y buenas dosis de afecto en nuestros niños, en esos pequeños que ya desde edades muy tempranas se frustran con frecuencia y nos dicen aquello de “ahora me enfado y no respiro”.

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Gestionemos bien estas situaciones, eduquemos de forma correcta.

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Fuente. La Mente es Maravillosa

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Pensamientos circulares: si no los quiero ¿por qué aparecen?

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COMO TE ENGAÑA LA MENTE CUANDO TU CORAZÓN ESTÁ ROTO. Valeria Sabater

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Los corazones, como los huesos, también se rompen. Cuando esto ocurre, la mente te engaña, te arrastra a una etapa de dura desesperación donde nos aferrarnos a cualquier hálito de pequeñísima e imposible esperanza. No obstante, poco a poco el corazón se resigna y la mente vuelve a su cauce, retorna a ese hogar donde reconciliarnos con la dignidad para transitar el duelo.

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El tema de los corazones rotos es una de las realidades más frecuentes, sin que por ello generen costumbre. Solo como curiosidad, en los años 70 una de las canciones que más éxito alcanzó fue esa de los Bee Gees que decía: “¿cómo curar un corazón roto? ¿Cómo evitar que la lluvia caiga o que el sol brille?”… Había en esas letras un pequeño hálito de desesperanza, dejando entrever que el desamor es esa herida que al parecer nunca se cura.

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“Es mejor haber amado y perdido, que nunca haber amado”.
-Alfred Lord Tennyson-
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Otro aspecto llamativo y que han estudiado muy a menudo los psicólogos sociales es el hecho de que a las personas, por término medio, tememos mucho más al dolor social y/o emocional que al dolor físico. Por ejemplo, pensar en la rotura de uno o varios huesos no nos asusta tanto como sufrir una decepción, un engaño o una ruptura afectiva. Es más, nuestro cuerpo sabe bien qué hacer y cómo reaccionar ante una herida física o una infección.

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Sin embargo, cuando se rompe una relación el cuerpo y la mente quedan bloqueados. Es más, tal y como nos dicen los expertos, el cerebro interpreta esa separación como una quemadura. Es decir, el dolor emocional se vive en el cerebro del mismo modo que una herida física, sin embargo, no sabemos muy bien cómo “reparar” ese impacto. De ahí, que la mente caiga durante un tiempo en un devenir de contradicciones, de falsas esperanzas, de razonamientos sin sentido…

cerebro donde hay una pareja representando cuando la mente te engaña

¿Cómo nos engaña la mente cuando el corazón se rompe?

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Tu mente te engaña, lo hace sin querer, lo hace porque está herida, perdida y unida aún a ese corazón fragmentado que no sabe muy bien cómo gestionar el rechazo, el adiós de un amor que hasta no hace mucho lo era todo. Cuando esto ocurre, quedamos atrapados en una compleja red de mecanismos de defensa donde negarnos lo sucedido y, por si esto no fuera poco, a nivel cerebral ocurren procesos aún más sofisticados y adversos.

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Nuestra corteza somatosensorial secundaria y la ínsula dorsal posterior se activan de forma intensa. Estas estructuras están vinculadas al dolor físico, puesto que tal y como hemos señalado con anterioridad, el sufrimiento afectivo se vive a menudo de igual modo que el físico. Todo ello provoca que no podamos pensar con claridad, que nos auto-engañemos. Veamos ahora cómo lo solemos hacer.

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Cuando tu mente te engaña, lo hace sin querer porque está herida.
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1. He perdido a la persona más importante de mi vida

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El dolor emocional provoca angustia y la angustia busca refugios, busca recovecos donde alimentarse a la desesperada. En esta etapa posterior a la ruptura es común que surjan esos pensamientos idealizados, pero dañinos, donde decirnos cosas como “he perdido a la persona más importante de mi vida, a la única que me podía hacer feliz”.

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La mente te engaña, es más, te está secuestrando. La persona más importante de tu vida eres tú. Nuestra ex-pareja fue alguien importante durante una etapa que ya ha finalizado, y eso es algo que debemos asumir.

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2. He hecho algo mal, debo decirle que “puedo cambiar”

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La negación es la primera parte del duelo y es aquí donde inevitablemente nos aferramos a un clavo ardiendo. Es común culpabilizarnos, decirnos a nosotros mismos que hemos descuidado la relación, que hemos hecho algo mal que aún puede repararse.

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De ahí, que intentemos casi de forma obsesiva convencer a la otra persona de que hay que intentarlo de nuevo, hacer borrón, resetearnos, reiniciarnos “porque lo nuestro” no se puede perder así como así. La mente te engaña, el corazón te duele y las buenas intenciones te atropellan mientras mantienes una venda en los ojos: la otra persona ya no te ama, y ante esa realidad ya no caben segundas partes.

hombre en el cine pensando en cómo la mente te engaña

3. La obsesión por conectar y saber de esa persona

Vivimos en la era de la comunicación inmediata, del refuerzo instantáneo, de la incapacidad de tolerar la frustración… ¿Cómo aceptar por tanto que la persona amada ya no me escriba más mensajes? ¿Cómo entender que me bloquee, que ya no quiera saber más de mí?

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Nuestra mente inventará mil excusas para explicar su silencio, su negativa o la latencia a la hora de respondernos. Es más, incluso ideará mil estrategias para hacerle llegar ese último mensaje o esa propuesta desesperada. Estas dinámicas destructivas durarán hasta que la dignidad nos diga basta. Momento en que daremos esos pasos necesarios, como borrar a nuestra ex-pareja de la lista de contactos y redes sociales.

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“A veces cuando una persona se va, el mundo parece despoblado”
-Lamartine-
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4. Mi vida ya no volverá a ser igual

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Esta afirmación es cierta, nuestra vida ya no volverá a ser la misma tras sufrir esa ruptura afectiva. No obstante, la mente te engaña si te susurra a media voz y de forma constante que no, que la felicidad está vetada para ti, que no vales para eso del amor, que lo que tocas se estropea o peor aún, que no vas a encontrar a nadie igual que esa persona que te ha dejado.

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Semejantes pensamientos son una forma de absurda tortura. Desde luego que la vida no volverá a ser igual, será diferente, será nueva y es más, será mucho mejor al no tener a nuestro lado a alguien que sencillamente no nos amaba. O sí, pero de la forma equivocada.

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5. Tengo que saber con claridad por qué ha dejado de quererme

Admitámoslo ¿hay una razón clara objetiva, tangible y milimétrica de por qué dejamos de querer a alguien? No siempre. Podemos obsesionarnos con ello y hasta desesperarnos, pero el amor en ocasiones se apaga sin que sepamos muy bien por qué.

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Pueden haber segundas personas, puede haber infinitos pocos creando un mucho, pero la mayor parte de las veces los desamores no pueden traducirse en palabras… En estos casos, solo cabe la aceptación y ante todo la honestidad de quien ha dejado de querer, de quien con valentía deja claro a la otra persona que no hay vuelta atrás ni futuro por delante.

Para concluir, sabemos que no podemos confiar siempre en nuestra mente cuando el corazón está roto. Sin embargo, la mayor parte de las veces esa sensación y esos razonamientos forman parte del propio duelo. La aceptación de lo ocurrido pondrá orden en medio del caos, y poco a poco uno volverá sobre sus propias huellas al refugio de la propia autoestima, ahí donde iniciar una labor delicada e imprescindible: curar el corazón.

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.Valeria Sabater

La Mente es Maravillosa

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Pareja conectando gracias a las neuronas espejo y la empatía

Neuronas espejo y empatía constituyen uno de los procesos más fascinantes de la neurociencia. Ese donde las acciones y emociones ajenas no nos pasan desapercibidas y por el que podemos ser capaces de dar una respuesta empática. Son mecanismos que tienen además un trasfondo social y su puesta en marcha tiene una gran influencia en nuestras relaciones cotidianas.

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Imaginémonos por un momento sentados en el patio de butacas de un teatro.Visualicemos ahora a un conjunto de excelentes actores presentándonos una obra determinada, ejecutando precisos movimientos corporales y gestuales y entonando cada palabra a la perfección, consiguiendo con ello contagiarnos de un sin fin de emociones

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“Mira con los ojos de otro, escucha con los ojos de otro y siente con el corazón de otro”
-Alfred Adler-

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Nada de esto tendría sentido si no dispusiéramos de esa base biológica capaz de permitirnos activar un poderoso abanico de sensaciones, sentimientos y emociones, como el miedo, la compasión, la alegría, preocupación, la repulsión, la felicidad… Sin todo ello el propio “teatro” de la vida carecería de significación alguna, seríamos como entidades huecas, una civilización de homínidos que ni tan solo habrían sido capaces de desarrollar algún tipo de lenguaje.

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Así, no nos puede extrañar que el interés por las neuronas espejo y empatía no se reduzca solo al mundo de la neurociencia o la psicología, también la antropología, la pedagogía o el arte se han ocupado en las últimas décadas por conocer un poco más esa arquitectura interior, esos mecanismos asombrosos de los cuales, aún no lo sabemos todo…

Neuronas conectadas

Neuronas espejo y empatía, uno de los mayores descubrimientos de la neurociencia

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A menudo, no falta el científico o psicólogo que afirma con total seguridad que las neuronas espejo harán por la psicología lo mismo que el descubrimiento del ADN hizo por la biología en su momento. Cabe decir que sí, que saber cada día un poco más sobre neuronas espejo y empatía nos ayuda sin duda a conocernos un poco mejor, sin embargo, no debemos caer en el error de decir que son estos procesos en exclusiva los que nos han hecho “humanos”.

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Lo que somos en la actualidad, es el resultado de infinidad de procesos juntos. La empatía facilitó nuestra evolución social y cultural, pero no fue ni mucho menos el único determinante. Con todo ello queremos por tanto dejar claro que en lo que respecta a estas dimensiones de la neurociencia todavía existen algunos falsos mitos que es necesario descartar. No es cierto por ejemplo que las mujeres tengan más neuronas espejo que los hombres, de hecho, casi el 20% de nuestras neuronas son de este tipo.

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“Solo puedes entender a la gente si las sientes en ti”

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Por otra parte, tampoco existen estudios concluyentes sobre la clásica afirmación de que las personas con trastorno del espectro autista presentan una clara disfunción en sus neuronas espejo o que se caracterizan por tener una falta total y “absoluta” de empatía. No es cierto. En realidad, el auténtico problema estaría más bien en el aspecto cognitivo, en esa “teoría de la mente” donde la persona es capaz de inferir información, hacer una análisis simbólico y ejecutar a su vez una conducta acorde y ajustada al estímulo observado.

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Para entender un poco mejor estos procesos veamos más datos sobre lo que hasta el momento nos dice la ciencia sobre las neuronas espejo y empatía.

Personas simbolizando la conexión entre neuronas espejo y empatía

Nuestros movimientos y la relación con neuronas espejo y empatía

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Este dato no es muy conocido y es importante que lo recordemos. La empatía no existiría sin el movimiento, sin nuestras acciones, gestos, posturas… De hecho, al contrario de lo que podamos pensar las neuronas espejo no son un tipo específico de neuronas. En realidad son células del sistema piramidal relacionadas con el movimiento. Sin embargo, tienen la particularidad de que se activan no solo con nuestro movimiento, sino también cuando observamos el de los demás.

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Esto es lo que descubrió el doctor Giacomo Rizzolatti, un neurofisiólogo italiano y profesor de la Universidad de Parma que en los años 90 investigaba los movimientos motores de los simios. Le pareció fascinante ver cómo existía una serie de estructuras neuronales que reaccionaban ante lo que otro miembro de la misma u otra especie estuviera haciendo.

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Esta red de neuronas piramidales o neuronas espejo se localizan en la circunvolución frontal inferior y en la corteza parietal inferior, y está presente en muchas especies, no solo en nosotros. También los simios y nuestros animales de compañía como los perros o gatos pueden “empatizar” entre ellos y con nosotros.

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Las neuronas espejo en relación con nuestra evolución

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Señalábamos hace un momento que neuronas espejo y empatía no son ese interruptor mágico que en un momento dado iluminó nuestra conciencia para permitirnos evolucionar como especie. En realidad fue una sucesión de infinitas maravillas, como esa coordinación mano ojo que desarrolló nuestra conciencia simbólica, fue también ese salto cualitativo en las estructuras de nuestro cuello y cráneo que posibilitaron el lenguaje articulado…

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Entre todos estos asombrosos procesos están los que llevan a cabo las neuronas espejo Fueron ellas las mediaron en nuestra facultad para comprender e interpretar determinados gestos, para asociarlos con un conjunto de significados y palabras. De esta forma facilitaban la cohesión social del grupo.

Personas conectadas por las neuronas espejo y la empatía

La empatía, un proceso cognitivo esencial para nuestras relaciones

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Las neuronas espejo nos permiten empatizar con quienes nos envuelven. Son ese puente que nos conecta, que nos vincula entre nosotros y que a su vez nos facilita poder experimentar tres procesos muy básicos:

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  • Poder conocer y comprender lo que la persona que tengo en frente siente o experimenta (componente cognitivo).
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  • También podemos “sentir” lo que esa persona siente (Componente emocional).
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  •  Por último, y este tipo de respuesta requiere sin duda de una mayor sofisticación y delicadeza, podemos a su vez responder de forma compasiva, dando forma a ese comportamento social que nos permite avanzar en grupo. 
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Por otro lado y llegados a este punto, sería interesante reflexionar en una interesante idea que nos propone el psicólogo de la Universidad de Yale, Paul Bloom. Muchos de sus artículos han sido bastante polémicos por defender que la empatía, en la actualidad no nos está sirviendo de nada. Tras este llamativo enunciado se esconde una realidad evidente.

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Hemos llegado a un punto donde todos somos capaces de sentir, ver y percibir lo que esa persona que tengo en frente o que aparece en mi televisión experimenta, pero sin embargo, nos hemos acostumbrado a mantenenos impasibles.
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Hemos normalizado el sufrimiento ajeno, estamos tan inmersos en nuestros propios micromundos que no somos capaces de ir más allá de nuestra burbuja personal… Por tanto, el profesor Singer nos insta a ser “altruistas eficaces y activos”.  Neuronas espejo y empatía conforman ese “paquete” estándar en la programación de nuestro cerebro del que todos disponemos. Es como el Windows de un ordenador cuando lo adquirimos en tienda, pero que debemos saber usar con eficacia aprovechando todo su potencial.

Dos personas con neuronas espejo y la empatía activadas

Debemos por tanto aprender a mirar a los demás dejando a un lado los prejuicios. Tampoco sirve que nos limitemos a “sentir lo mismo que los otros sienten”, es necesario que captemos su realidad, pero manteniendo la nuestra para poder acompañar con eficacia en el proceso de ayuda, de apoyo, de altruismo.

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Porque al fin y al cabo, el sentimiento que no se acompaña de acción no sirve de nada. Así, si hemos llegado hasta donde nos encontramos es precisamente porque hemos sido pro-activos, porque nos hemos preocupado de cada miembro de nuestro grupo social al entender que juntos avanzamos en mejores condiciones que en soledad.

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Recordemos por tanto cuál es la auténtica finalidad de las neuronas espejo y la empatía: favorecer nuestra sociabilidad, nuestra subsistencia, nuestra conexión con el entorno.

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Referencias bibliográficas

Martín-Loeches, M. (2008): La mente del “Homo sapiens” El cerebro y la evolución humana. Madrid.Aguilar.Moya-Albiol, L.

Herrero, N.; Bernal, M. C. (2010): “Bases neuronales de la empatía”. Rev Neurol; 50: 89-100.

Rivera, A. (2009): Arqueología del lenguaje. La conducta simbólica en el Paleolítico. Akal Madrid.

Damasio, A. (2010): Y el cerebro creó al hombre. Barcelona. Destino.Hoffman, M. L. (1992): “La contribución de la empatía a la justicia y al juicio moral”. En Eisenberg, N y J. Strayer (ed.). La empatía y su desarrollo. Bilbao: Desclée de Brouwer, pp.151-172

Coward, F. y Gamble, C. (2008): “Big brains, small worlds: material culture and the evolution of the mind”. Phil. Trans. R. Soc. B 363, pp. 1969-1979

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Fuente. La Mente es Maravillosa

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EMOCIONES E HIPERTENSIÓN

Corazón sobre cardiograma como ejemplo de la relación entre las emociones y la hipertensión

.https://lareconexionmexico.ning.com/profiles/blogs/emociones-e-hipertension

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Cuando sientas que ese ya no es tu sitio…vuela. Por Valeria Sabater

vuela

Cuando sientas que ya no se te quiere, vuela. Cuando percibas que algo ya no estimula tu mente o enciende tu alma, vuela. Cuando notes falsas palabras y tensos desprecios, sal por la puerta de delante y con la cabeza alta vuela. Recuerda siempre que nada crece en los lugares marchitos y que tú, necesitas florecer, volar bien alto.

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Si lo pensamos bien, vivimos en una cultura donde se nos ha enseñado que resistir es de valientes. Que hay cosas que es mejor aguantar y callar, porque la vida, las relaciones afectivas e incluso el propio trabajo es así de duro. Sin embargo, hemos de tenerlo claro: el masoquismo no es sinónimo de valentía. De hecho, casi nadie encuentra placer cuando se le vulnera, se le desprecia o se le engaña. Los auténticos héroes son los que se atreven a decir “basta”.

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“Cuando ya no somos capaces de cambiar una situación, nos encontramos ante el desafío de cambiarnos a nosotros mismos”
-Viktor Frankl-
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No obstante, otro de los mayores problemas que tiene el ser humano es que dispone de una mente conservadora por naturaleza. Los neurólogos, por ejemplo, nos hablan de un concepto tan interesante como complejo. Se trata de la “economía de la información“, es decir, cuando las personas integramos un valor o una creencia nos anclamos a ella de forma obsesiva y permanente, de ahí, que la resistencia al cambio sea tan compleja.

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Nadie puede echar a volar así como así después de mantener una relación afectiva donde esa persona era nuestro norte y nuestro sur. Tampoco podemos arrancar todas nuestras raíces de un escenario donde hasta no hace mucho, nos confirió valores y un modo de vernos a nosotros mismos. Sin embargo, no hay nada peor para nuestra salud física y mental que alimentar el autoengaño.

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Te proponemos reflexionar sobre ello.

arbol con pájaros

Cuando caminar en círculos nos impide volar

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Anthony de Mello fue un psicoterapeuta de línea más bien espiritual que nos dejó libros realmente interesantes donde se apreciaba esa magia tan habitual de los grandes contadores de historias. Uno de los aspectos que más trabajó fue sin duda la resistencia al cambio. Según él, muchas personas viven sumergidas hasta el cuello en piscinas llenas de “sustancias tóxicas y nauseabundas”.

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Ahora bien, en lugar de salir cuanto antes de un escenario tan desagradable, el ser humano se preocupa solo “de no levantar olas”. Es una imagen muy gráfica que nos invita sin duda a preguntarnos por qué nos cuesta tanto poner en práctica una actitud más audaz y valiente para emerger de estos entornos. En cierto modo lo intentamos, aunque no siempre lo llevamos a cabo del mejor modo.

En un interesante estudio publicado en la revista “Current Biology” se demostró algo curioso que debe invitarnos a la reflexión: cuando las personas nos perdemos, en lugar de caminar en línea recta para hallar una salida lo hacemos en círculos. Tal y como hemos señalado al inicio, nuestra mente es conservadora, lo es porque al cerebro no le agradan los riesgos, los saltos al vacío o las estrategias arriesgadas. Antes de hallar una salida nos obligará a caminar en círculos.

círculo árbol

Ahora bien, este dato no debe desanimarnos. De hecho es algo normal. Cuando existen ciertas características o situaciones que deberíamos cambiar, iniciamos una serie de tentativas donde alimentar una y otra vez, casi sin darnos cuenta, la misma situación. Sin embargo “estamos en movimiento” tarde o temprano activaremos ese navegador interno que nos indicará donde está la verdadera salida. 

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De hecho, a veces basta con mirar hacia arriba, ahí donde solo hay calma. Ahí donde el equilibrio de una inmensidad serena puede darnos las respuestas que necesitamos para “volar”.

Despliega tus alas y, sencillamente… Vuela

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Estamos seguros de que tampoco tú eres un fanático del conformismo. Habitar en esos espacios marchitos donde el amor no es auténtico o donde hace tiempo que no nos valoran es como alimentar la hoguera del masoquismo y del dolor. ¿Por qué avivar más esas llamas?  ¿Por qué practicar el culto a la infelicidad y al sometimiento? Despliega tus alas y, vuela.

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“No es la especie más fuerte la que sobrevive, ni la más inteligente, sino la que responde mejor al cambio”
-Charles Darwin-
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Alimentar estas conductas hará que nos convirtamos poco a poco en tristes mendigos del desamor, en desdichadas marionetas que otros gustarán en manejar a su antojo. No vale la pena perder nuestra dignidad de este modo, y por ello es conveniente reflexionar unos momentos en las siguientes estrategias.

gif pájaro

Claves para propiciar el cambio y “desplegar” nuestras alas

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Nuestra “supervivencia emocional” pasa obligatoriamente por hacer frente a los apegos. Sabemos que nadie nos ha educado en el lenguaje del adiós; sin embargo, saber cerrar etapas es parte de la vida, y para avanzar hay que saber renunciar a lo que hace daño, a lo que ya no sirve, a lo que ya no nos ayuda a crecer.

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  • Aprende a ser responsable de tu vida. Toma las riendas sin esperar salvadores. Nadie puede quererte más que tú mismo, nadie tiene más derecho a rescatarte de lo que te hace daño más que ese ser formidable que se refleja en tus espejos.
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  • Llora la pérdida. Tienes pleno derecho a desahogar el dolor, porque el desamor duele, porque el saber que ya no somos útiles en ese trabajo, en esa situación o valorados en ese vínculo en concreto causa dolor. Desahógate.
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  • Haz un plan para tu futuro inmediato. No cometas el error en pensar solo en “el que va a ser de mi” o “todo está perdido”. Controla los pensamientos fatalistas y pon semillas en este presente pensando solo en un futuro inmediato. No te levantes ningún día sin tener un objetivo concreto, definido, satisfactorio y fácil de cumplir.
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  • Crea sencillos rituales. Cuando asome la desesperación o la frustración, echa mano de adecuados rituales, esos que tanto pueden ayudarte. Sal a caminar, queda con alguien, dibuja, escribe, lee, corre… Este tipo de ejercicios tienen como finalidad “romper” el ciclo de los pensamientos obsesivos mediante actividades liberadoras y sanadoras. Rituales del corazón para liberar la mente.
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A veces, basta con hacer sencillas visualizaciones. Imagínate a ti mismo tal y como te gustaría estar, libre, relajado, con el alma tranquila y receptivo a todo aquello que el mañana tiene guardado para ti: la felicidad que mereces. Por ello, vuela.

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Fuente. La Mente es Maravillosa.

Valeria Sabater

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chica rodeada de flores controlando sus emociones

Expresar emociones negativas cuando las sentimos no significa perder la razón. Porque enfadarse, decir “basta, hasta aquí he llegado”, reaccionar frente a quien nos quiere sumisos, predecibles y callados es una reacción saludable y hasta necesaria. Nuestro temperamento, al fin y al cabo, tiene pleno derecho a desbordarse de vez en cuando para permitirnos expresar, para dejarnos canalizar estas emociones negativas.

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Cuentan los biógrafos de Winston Churchill que el célebre primer ministro británico había heredado el liderazgo y el aplomo victoriano de su padre. De  su madre tenía la testarudez, la energía y  una innata capacidad de seducción. Sin embargo, tal y como el propio político dijo más de una vez, su familia se caracterizaba también por tener un peculiar escudo de armas que también él llevó con resignación en los sótanos de su mente: la depresión.

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La ira es problemática solo si es muy intensa, frecuente e irracional. Gestionada con inteligencia puede ser nuestro mejor canal para resolver ciertas situaciones.
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Su “perro negro”, como Churchill la llamaba, rondaba las intimidades más profundas de su vida. De cara al exterior era ese hombre enérgico y de férreo carácter que fue capaz de evitar que Gran Bretaña sucumbiera ante el nazismo, él que destacó por ser un gran periodista y que alcanzó incluso un nobel de literatura. Sin embargo, de puertas hacia dentro toda la tensión acumulada, las contradicciones y las ansiedades quedaban engullidas como piedras, como losas que digerir una a una y en riguroso silencio.

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Porque el político tenía pleno derecho a perder las formas de vez en cuando para demostrar coraje y energía, pero el hombre se escondió siempre junto a su “perro negro”, sus libros y sus infinitas botellas de brandy…

Churchill y su perro negro

Se pueden expresar las emociones negativas sin perder las formas

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Si hay algo que nos ha enseñado nuestra sociedad de forma equívoca es que hay emociones buenas y emociones malas. De hecho, si decimos en este mismo momento que el enfado, la rabia y la ira son saludables es muy posible que más de uno vea cierta contradicción en el enunciado. ¿Cómo puede ser buenas una serie de emociones relacionadas tradicionalmente con la agresión, la disputa o incluso la violencia?

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Bien, este tipo de atribuciones tan comunes entre la población son un ejemplo más de nuestra falta de competencia en materia emocional. Porque si hay algo que debemos tener claro es que “no hay emociones buenas y malas”. Aún más, si cometemos el error de reprimir, tragar o disimular nuestros enfados o nuestra ira lo que conseguiremos a largo plazo, además de una indigestión emocional, es que las emociones a las que llamamos “positivas” pierdan su intensidad.

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Tenemos pleno derecho a expresar las emociones negativas. Eso sí, lo mejor es que lo hagamos con inteligencia y asertividad. Concedámonos permiso para demostrar nuestra rabia y nuestra ira ante todo aquello que nos cause contradicción, molestia o enfado. Porque el hecho de que estas emociones se asocien al malestar no significa ni mucho menos que “sean malas”. Aún más, lo que conseguimos con ellas es algo muy necesario para nuestro bienestar psicológico: hacernos valer y resolver conflictos para poder adaptarnos mucho mejor a nuestros contextos. 

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Las personas hemos nacido con la capacidad de ser agresivos. Sin embargo, eso no nos convierte en malas personas. La rabia nos ha acompañado desde nuestra infancia y nuestra responsabilidad última con ella es utilizarla de forma funcional para defendernos y poner límites.
 

buho conteniendo sus emociones

La ira adaptativa y el buen enfado

Ana es profesora de instituto y da clases de matemáticas a varios grupos de tercero de la ESO. Además de ser una excelente profesora tiene unas cualidades de liderazgo excelentes para su profesión. Sabe cómo comunicarse con sus alumnos cuando estos no le prestan atención o cuando no rinden como deberían. Es ágil para comunicar, rápida para reaccionar y sabe cómo dar salida a sus emociones para que estas impacten de forma positiva en sus alumnos. Con la energía que obtiene de sus propias emociones consigue animarlos, dirigirlos e inspirarlos a la vez.

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Sin embargo, todas estas cualidades que Ana demuestra en el aula, no las tiene en el ámbito privado, con su familia y su pareja. Ella es la que hace mil malabarismos para satisfacerlos a todos, ella la que saca horas de donde no tiene y ella la que es incapaz de decir “no” ante cualquier favor, demanda o capricho que le exijan los suyos. Nuestra protagonista acumula ya tal nivel de rabia y frustración que intuye que de un momento a otro la afectará a su trabajo.

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A continuación, te proponemos reflexionar en unos sencillos principios que serían de gran utilidad a Ana y a cualquier otra persona en la misma situación.

chica enfadada que controla sus emociones

Claves para lograr una expresión emocional inteligente

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En primer lugar, es necesario recordar un detalle: para manifestar nuestras emociones negativas sin perder la razón debemos hacer uso de la ira funcional, adaptada y controlada. Nos referimos a esa comunicación en la que la persona no hace uso del grito, del insulto ni del reproche inútil. Esa donde cada palabra dicha pasa previamente por el filtro del respeto, la calma y la firmeza.

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Los sentimientos no se reprimen ni se maquillan. Si hay cosas que nos molestan, que nos vulneran y que nos hacen daño, no nos tragaremos esas emociones como quien engulle con la nariz tapada una comida que no le gusta.

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Sin embargo, no se trata tampoco de responder “al segundo” ante aquello que no nos gusta justo cuando la rabia nos tiene secuestrados. En caso de hacerlo, es muy probable que la ira se nos lleve hasta su lado más disfuncional y resolvamos la situación del peor modo posible.
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Lo más adecuado en estos casos es planificar previamente qué vamos a decir, cómo decirlo y cuándo decirlo. Este plan nos da la posibilidad de ser más inteligentes, que no necesariamente falsos o artificiales.

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Para concluir, tal y como hemos podido ver la rabia bien gestionada tiene el potencial de darnos la fuerza que necesitamos para resolver muchas situaciones. Por lo tanto, perder las formas de forma inteligente, respetuosa y asertiva nos da la posibilidad de liberarnos de ese nudo en el estómago, de ese cepo en la garganta e incluso de ese “perro negro” llamado depresión al que Winston Churchill paseó tanto y en secreto durante buena parte de su vida.

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Fuente. La Mente es Maravillosa

Valeria Sabater

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LAS 4 LEYES DEL DESAPEGO. Por Valeria Sabater

.LAS 4 LEYES DEL DESAPEGO

LAS 4 LEYES DEL DESAPEGO PARA LA LIBERACIÓN EMOCIONAL

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Es posible que la palabra “desapego” te cause cierta sensación de frialdad e incluso de egoísmo emocional. Nada más lejos de la realidad. La palabra desapego, entendida dentro del contexto del crecimiento personal, supone un gran valor interior que todos deberíamos aprender a desarrollar.

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Practicar el desapego no significa en absoluto desprendernos de todo aquello que nos es importante, rompiendo vínculos afectivos o relaciones personales con quienes forman parte de nuestro circulo personal.

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La liberación emocional es darnos la opción de vivir con más honestidad de acuerdo a nuestras necesidades, ofreciéndonos a su vez la opción a crecer, de avanzar con conocimiento de causa. Sin dañar a nadie, sin que nadie nos ponga tampoco su cerco camuflado con las cadenas del amor pasional, filial o incluso materno.

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Aprendamos, pues, a poner en práctica estas sencillas leyes sobre el desapego

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Primera Ley: Eres responsable de ti mismo

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Nadie va a retirar cada piedra que te encuentres en tu camino, al igual que nadie va a respirar por ti ni se va a ofrecer como voluntario para cargar tus penas o sentir tus dolores.Tú mismo eres artífice de tu propia existencia y de cada paso que das.

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Así pues, la primera ley que debes tener en cuenta para practicar el desapego, es tomar conciencia de que eres pleno responsable de ti mismo.

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No pongas en el bolsillo de los demás tu propia felicidad. No concibas la idea de que para ser feliz en esta vida, es esencial encontrar una pareja que te ame, o tener siempre el reconocimiento de tu familia.

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Si el barómetro de tu satisfacción y felicidad está en lo que los demás te aportan, no conseguirás más que sufrimiento. ¿La razón? Pocas veces lograrán cubrir todas tus necesidades.

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Cultiva tu propia felicidad, siéntete responsable, maduro, toma conciencia de tus decisiones y de sus consecuencias, elige por ti mismo y no dejes nunca que tu bienestar, dependa siempre de corazones ajenos.

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Segunda ley: Vive el presente, acepta, asume la realidad

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En esta vida, nada es eterno, nada permanece, todo fluye y retoma su camino tejiendo ese orden natural que tanto nos cuesta asumir a veces. Las personas estamos casi siempre centradas en todo aquello que ocurrió en el pasado y que, de algún modo, se convierte ahora en una dura carga que altera nuestro presente.

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Esas desavenencias familiares, ese trauma, esa pérdida, ese fracaso sentimental o esa frustración no superada. Todo ello son anclas que nos aferran, que ponen cadenas en nuestros pies y anzuelos en nuestra alma.

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Acepta, asume y aunque te cueste, aprende a perdonar. Te hará sentir más liberado y te ayudará a centrarte en lo que de verdad importa, el “aquí y ahora“, este presente donde tienes tu verdadera oportunidad. ¿A qué esperas?

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Tercera ley: Promueve tu libertad y permite ser libres también a los demás

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No obstante, ello no impide que podamos establecer vínculos afectivos con otras personas, porque también ello forma parte de nuestro crecimiento personal. Saber amar y saber recibir amor.

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No obstante, el desapego implica que nunca debes hacerte responsable de la vida de los otros, al igual que los demás, no deben tampoco imponerte sus principios, sus ataduras o cadenas personales para aferrarte a ellos. Es aquí donde empieza el auténtico problema y los sufrimientos.

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Los apegos intensos nunca son saludables, pensemos por ejemplo en esos padres obsesivos que se exceden en la protección de sus hijos y que les impiden poder madurar, poder avanzar con seguridad para explorar el mundo.

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La necesidad de “despegarse” es vital en estos casos, ahí donde cada uno debe salir de los límites de la certidumbre para aprender de lo imprevisto, de lo desconocido.

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Cuarta ley: Asume que las pérdidas van a sucederse tarde o temprano

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Volvemos de nuevo a la misma idea: aceptar que, en esta vida, nada puede contenerse eternamente. La vida, las relaciones, e incluso las cosas materiales, terminan desvaneciéndose como el humo que se escapa de una ventana abierta o el agua fresca que resbala por nuestros dedos.

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Las personas se irán, los niños crecerán, algunos amigos dejarán de serlo y algunos amores se irán del calor de tu mano. Todo ello forma parte del desapego, y como tal, hemos de aprender a asumirlo para afrontarlo con mayor integridad. Con mayor fuerza. Pero lo que nunca va a cambiar, es tu capacidad de querer. Y debes empezar siempre por ti mismo.

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-Valeria Sabater-

La Mente es Maravillosa

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mujer acostada en el suelo

El momento más adecuado para indicar que algo te molesta, te sobrepasa y te hace daño, es ahora. Solo en este instante podrás decirlo con tus mejores palabras y con asertividad, antes de que te sobrepase y termines realizando un ataque que en el fondo no quieres.

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Hay quien piensa que hacer uso de una adecuada asertividad es ser algo duro o incluso egoísta. Ahora bien, autoafirmarse sin agredir a los demás es la actitud más efectiva para defender nuestros derechos personales y afectivos, sabiendo respetar a su vez, eso sí, a quien tenemos en frente.

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Me molesta que invadas mis espacios personales, que me vulneres, que me hagas sentir pequeño/a cuando mi corazón y mi voluntad son grandes. Me molesta y me defiendo para que sepas dónde están mis límites y ese cercado que no debes cruzar si de verdad me aprecias.
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Un aspecto a tener en cuenta y que artículos como el aparecido en el periódico “The Guardian” nos suelen reflejar, es la necesidad de desarrollar la asertividad ya en los contextos escolares y universitarios. Un niño, un estudiante o un adulto asertivo, es una persona más libre, más respetuosa y más feliz.

mariposa-sobre-una-mano

Decir lo que me molesta: una cuestión de dignidad personal

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Algo curioso que suele ocurrir en nuestro bello idioma, es que empezar una frase con el pronombre personal “YO” suele dar una imagen, en ocasiones, de cierta soberbia. Sin embargo, en el inglés, nadie se extraña por escuchar frases como “Yo siento (I feel)”, “Yo creo (I belive)”, “Yo necesito (I need)…”

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Aunque no hagamos uso de la primera persona de forma muy habitual, es bueno tener presentes nuestros derechos cada vez que interactuamos con alguien. Es cuestión de dignidad, y la dignidad siempre debería estar por encima del miedo, de la preocupación por no agradar o del temor a no ser como los demás esperan.

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Actuar con asertividad forma parte de una buena autoestima, es la capacidad rotunda pero respetuosa de saber reafirmarse en estos contextos sociales tan complejos que vivimos en la actualidad. Queda claro también que no podemos actuar con agresividad reclamando nuestros derechos como si estuviéramos en una selva. La clave está en el equilibrio, en el respeto, en el saber hacer… 

mujer con máscara de flores azules

La necesidad de quedar bien con todo el mundo

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No hay mayor fuente de estrés y sufrimiento personal que la necesidad de gustar a todo el mundo y encajar en lo que el resto espera de nosotros. No es una práctica saludable: el desgaste personal al que podemos llegar es sin duda enorme.

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Tras este tipo de reclamo se esconde sin duda una constante necesidad de aprobación. Además significa seguir la idea equivocada de que “lo que los demás piensen de mí es más importante que la opinión que tengo de mí mismo”.

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La primera regla de la autoestima nos dice que antes de ser aceptados por los demás debemos aceptarnos a nosotros mismos. Ello implica ser valientes para deshacer varios nudos:

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  • El nudo que te une a personas que no aceptan tu forma de sentir y ver la cosas.
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  • La valentía de cortar con el hilo que te ancla a la la necesidad de aprobación y la complacencia. Atrévete a pensar por ti mismo y aceptar que el resto no tiene por qué compartir tu visión del mundo, tu forma de entender la felicidad.
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  • Atrévete también a romper el nudo de la pasividad y el miedo a qué dirán. 

mujer con un búho que le sujeta la cinta del vestido rompiendo el hilo de lo que le molesta

Cómo expresar nuestros sentimientos de forma asertiva

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Lo que nos molesta y callamos, hace costra. Si nos tragamos una molestia tras otra al final caeremos enfermos por nuestro propio veneno. Así, si optamos por reaccionar en el último momento alimentados ya por la rabia y la frustración, los demás nos mirarán con desconcierto al descubrir todo lo que habíamos permitido en silencio.

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La asertividad es la brújula de la autoestima, es la voz que nos da dignidad y que defiende nuestros derechos, por lo que es vital desarrollar estrategias adecuadas para poder integrarla en nuestro comportamiento:

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Esta serían unas pautas básicas:

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  • Introduce en tu lenguaje habitual verbos como “quiero”, “me gusta”, “me siento”. Toma conciencia de la emoción o sentimiento que produce en ti cada vez que haces uso de ellos.
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  • Si experimentas una situación confusa, no la pases por alto. Si algo te molesta, preocupa o inquieta intenta clarificarlo “en el momento”.
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  • Reconoce lo positivo de las otras personas: ofrece refuerzos a conductas que te enriquecen y que consideras positivas o, como diría Kant, que son representación de un “obrar universal”.
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  • Cuando experimentas una situación que te llena de ira o rabia, toma aire, respira y traduce en palabras cada sensación haciendo uso adecuado de frases como “yo estoy molesto porque…”, “yo me siento ofendido porque…”
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  • No hagas un uso elevado de los reproches, ni aún menos de las ironías o los desprecios. Habla de tus derechos y necesidades, escucha a los demás y no tengas miedo de defenderte. Respétate a ti mismo, igual que a los demás. Sé inteligente, sé digno.
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La asertividad es el arma de la inteligencia y la salvaguarda personal, utilizada con sabiduría es la mejor energía de la que se nutrirá nuestra autoestima.
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Para ayudar a veces es necesario no intervenir. Por Valeria Sabater

mujer con pájaros en la cabeza que piensa en ayudar a los demás

Si de verdad quieres ayudarme, guarda silencio, respeta mi espacio y déjame en soledad. No me digas que me lo advertiste, que siempre caigo en el mismo error, que no tengo remedio…no intensifiques más mi sufrimiento. Solo por una vez, entiende que a veces, la mejor manera de ayudar es “no ayudar”, muéstrame tu empatía, tu comprensión pero solo por hoy, al menos, quédate al margen.

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Decía Theodore Roosevelt que entre hacer lo correcto y lo incorrecto hay algo mucho peor: no hacer nada. Esta visión responde sin duda al clásico enfoque de la mentalidad política, temerosa siempre del inmovilismo, del votante que no toma partido o del supuesto aliado que no da el paso al frente. Sin embargo, el presidente Roosevelt se equivocaba, porque no hacer nada es en realidad una tercera opción muy válida, y de hecho a veces, es la más idónea.

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“Cualquier ayuda innecesaria es un obstáculo para el desarrollo”
-María Montessori-
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Ahora bien, el mayor problema de todo esto es que en el inconsciente colectivo se asume que la falta de acción o la pasividad es un signo de que lo que ocurre no nos importa. Entonces, ¿cómo entender entonces que en ocasiones es mejor optar por el inmovilismo, por no ayudar, por mirar, callar y dar un paso atrás?

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En psicología se dice muchas veces que en los momentos más complejos la mente nos impulsa a emitir las respuestas más sencillas, ahí donde los heurísticos, esos atajos mentales tan fascinantes del pensamiento humano, son a veces los más acertados. Así, cuando vemos a un amigo sumido en la incertidumbre de dejar o no un trabajo o a un hermano enfadado por una decepción sufrida, a menudo, escuchamos una voz interna que nos dice aquello “déjalos solos, déjales espacio para pensar para decidir o aceptar la situación”.

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Porque a veces, al privar a las personas de sus propias luchas, les quitamos una valiosa oportunidad de aprendizaje y de crecimiento personal.
 

tigre en el aire llevado por pájaros

Hay quien sencillamente no necesita ser salvado

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Cuenta una historia oriental que un hombre se encontró una vez el capullo de un gusano de seda en un parque. Preocupado por esa pequeña criatura y temiendo que alguien lo pisara o que algún animal se lo llevara, decidió cuidarlo él mismo poniéndolo en una caja, para así, atenderlo con paciencia y atención.

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Al llevarlo a casa vio algo que llamó su atención: el capullo estaba ya muy avanzado y se veía incluso un orificio por donde la mariposa luchaba por salir. Empeñado en su idea de ayudar, no dudó en coger unas tijeras y cortar algunas partes del capullo para agilizarle el trabajo al insecto. Su intención era noble, no hay duda, pero las buenas intenciones no siempre traen buenos resultados.

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Porque lo que no sabía aquel hombre es que la naturaleza tiene sus propios ritmos, sus tiempos y sus principios intocables, aún más, que hay procesos para los cuales toda ayuda es sencillamente, perjudicial.

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La mariposa emergió con las alas pegadas al cuerpo y mientras nuestro protagonista esperaba con esperanza que poco a poco las desplegara con total hermosura para empezar a volar, lo único que pudo contemplar es al pequeño insecto arrastrándose en círculos hasta que finalmente, este dejó de moverse. Murió.

Mariposa

Hay quien no necesita ser salvado porque, sencillamente, no está en peligro. Hay sufrimientos que uno mismo debe experimentar para florecer, ahí, en la privacidad del propio capullo, en la tersura envolvente de la propia tristeza, en los recovecos pegajosos de las dudas y las decepciones.

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Hay trayectos que las personas deben hacer en meticulosa soledad sin necesidad de auxilio, sin la obligación de ser salvados por quien enarbola de forma constante la bandera de las buenas intenciones o de los grandes sacrificios sin sentido.

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Ayudar no siempre es necesario, pero…¿cómo saberlo?

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Decía María Montessori que cualquier ayuda innecesaria lo único que consigue es entorpecer el desarrollo. Esta idea tiene sin duda mucho que ver con el concepto de “Zona del desarrollo próximo” de Lev Vygotski. Un concepto que, aunque se aplique ante todo al ámbito de la educación, podría extenderse a muchos de nuestros entornos y relaciones más cotidianas.

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La “Zona de desarrollo próximo” nos dice que que para mejorar las habilidades de alguien hay que darle la ayuda justa y necesaria para que desarrolle sus propias potencialidades. Ello implica, por ejemplo, no asumir responsabilidades que no son nuestras e identificar los puntos en los que nuestra ayuda es realmente un estímulo para el aprendizaje y en qué grado.

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“Ayuda a tus semejantes a levantar la carga, pero no te consideres obligado a llevársela”. Pitágoras
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Somos muy conscientes de que no siempre es fácil saber dónde están los límites, donde esas fronteras donde “el no hacer nada” es admisible y recomendable. No lo es porque al instante asoman las elucubraciones sobre el sentido de la responsabilidad, y más cuando las personas que pasan por un mal momento nos son significativas. Además, aunque el cerebro, desde un punto fisiológico no hace juicios, la conciencia sí.

mujer sujetando paraguas en forma de tejado

Así, algo que deberíamos tener claro en primer lugar es que no es bueno prestar siempre una ayuda devota, constante e ilimitada. El resultado podría ser desastroso: esas personas podrían volverse pasivas, egoístas y desarrollar una férrea dependencia hacia nosotros mismos. La clave está en advertir cuándo hay situación de vulnerabilidad real y tener muy claro qué es lo que de verdad necesita esa persona.

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En ocasiones, la mejor ayuda es saber escuchar o simplemente “estar” sin hacer ruido. Que la otra persona tenga constancia de que estamos ahí para ellos si así lo quieren, que podemos ser ese hombro en el que llorar si lo desean, esos ojos en los que confiar o esa persona que sabe respetar distancias y soledades cuando lo necesiten.

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Podemos, en esencia, ser ese rayo de luz que ilumina en un momento puntual, limitado y fugaz para después dejar ir, para permitir que esa persona extienda las alas y deje de avanzar en círculos. Sin embargo, también podemos no hacer nada, una opción tan válida como terapéutica a veces.

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 Fuente: La Mente es Maravillosa

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A veces no estoy para nadie porque también yo me hago falta, también necesito escucharme, remendar mis espacios rotos, limar mis esquinas afiladas. Por ello, si no contesto los mensajes o si pongo en silencio mi teléfono durante unas horas o unos días, no quiere decir que haya cerrado puertas al mundo, solo he ido de paseo conmigo mismo, con ese alguien que había largamente descuidado.

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Resulta curioso cómo, casi sin darnos cuenta, acabamos dejándonos a nosotros mismos en la bandeja de “spam”. Nos relegamos al cajón de asuntos pendientes, a la última página de nuestra agenda o a ese post-it amarillo fosforescente que acaba perdiéndose en el ajetreo natural de nuestro escritorio porque siempre hay una prioridad que lo adelanta y lo posterga.

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Hay tres cosas extremadamente duras: el acero, los diamantes y el conocerse a uno mismo”.
–Benjamin Franklin-

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Vivimos en una sociedad tremendamente demandante y competitiva, lo sabemos. Hay muchas cosas que hacer, y los días a veces pueden ser tan trepidantes como agotadores. Por si no fuera suficiente, a ello se le añaden los nuevos sistemas de comunicación, ahí donde el trato y las interacciones son constantes e inmediatas.

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Vivimos organizados en diversos grupos de WhatsApp, siempre estamos localizables y en las pantallas de nuestros móviles siempre hay un mensaje que responder, correo que atender, fotos a la que poner un like y un etiquetado al que responder aunque no nos apetezca.

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Es como vivir en un epicentro donde nuestra mirada hipermétrope es incapaz de ver aquello que tiene más cerca. Nuestros ojos cansados pueden leer las necesidades ajenas pero son incapaces ya de descifrar las propias… Todo parece borroso, todo se ha hecho un ovillo que se enclava ahí, en nuestro corazón y nuestra mente como si algo fallara, como si algo no fuera bien y no supiéramos qué es…

Has llegado al límite y todavía no lo sabes

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Le haces falta a muchas personas, lo sabes. Cada día tienes diez montañas que encumbrar y decenas de obstáculos que sortear, y lo consigues, no hay duda. Sin embargo, nadie te da medallas por ello, casi nadie reconoce tus esfuerzos, tu dedicación o incluso todo lo que llegas a renunciar por quienes están a tu alrededor. Poco a poco, las cosas pierden su significado y las personas su sabor. El mundo ya no tiene música, ya no rima, ya no es ágil, y te acabas hundiendo en tus propias responsabilidades como la piedra que cae en un pozo sin fondo.

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Estar para todos y para todo cada día y a cada instante, tiene una cuota de intereses secretamente elevada. Las señales de este proceso  de estrés continuado en el tiempo puede muy bien derivar fácilmente en una depresión, por ello, debemos estar muy atentos a los síntomas:

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  • Fatiga, un cansancio extremo que a veces no se recupera con el sueño o el descanso nocturno.
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  • Dolores de cabeza, migrañas.
  • Dolor de espalda.
  • Malas digestiones.
  • Sensación de aburrimiento constante, la vida pierde casi todo nuestro interés.
  • Impaciencia e irritabilidad.
  • Frustración, comentarios cargados de cinismo, mal humor, apatía constante…
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Por curioso que parezca, vivir en un entorno híper-estimulado e híper-demandante nos acaba narcortizando. Nos volvemos insensibles a las propias necesidades, extranjeros del propio corazón y vagabundos perdidos en esa isla de Circe donde uno ha olvidado por completo dónde está su hogar, dónde esa casa donde habita el propio ser.

chico

Hoy no estoy para nadie, hoy me hago falta

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Decir en voz alta “estos días no estoy para nadie, me hago falta a mí mismo” no es una falta de respeto. No se hace daño a nadie, no se descuida nada, el mundo seguirá girando y los ríos fluyendo. Sin embargo, acontecerá algo maravilloso: daremos paso a la sanación emocional, nos regalaremos tiempo, atención y un espacio propio donde refugiarnos. Será como introducirnos en el hueco de un árbol para tomar contacto con nuestras raíces, ahí donde reencontrarnos casi en posición fetal, para nutrirnos y permitir que nuestras hojas, nuestras ramas, crezcan altas y más libres para rozar el cielo.

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A continuación, te proponemos reflexionar en unas ideas que pueden ayudarte a lograrlo.

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“Sólo nos convertimos en lo que somos a partir del rechazo total y profundo de aquello que los otros han hecho de nosotros”.
– Jean-Paul Sartre-

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Claves para tomar el control, para atenderte cuando te haces falta

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En medio de esta vasta rutina en la que acabamos cautivos de las obligaciones propias y ajenas, debe quedar un espacio, un pequeño hueco confortable y especial que nos pertenezca a nosotros solos. Es como una cápsula de salvamento, como un bote salvavidas al que acudir cada vez que percibamos que hemos llegado al límite.

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  • Cuando percibas que las presiones externas te están impidiendo ser tu mismo, párate y visualiza esa cápsula o ese bote salvavidas: súbete a él.
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  • Es momento de trazar un plan de salvamento. Benjamin Franklin solía decir que “si en el día a día no tenemos un plan de supervivencia estamos condenados a navegar eternamente a la deriva”.
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  • Ese plan de supervivencia debe tener una meta y establecer qué es prioritario y qué secundario (hoy mi objetivo es cumplir con mi jornada laboral, mi meta es no estresarme y mi plan incluye tener dos horas para mí mismo. Quedar bien con mis compañeros de trabajo o familiares es hoy secundario).
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Debemos tener muy claro por último, que habrá días en que la prioridad total y absoluta, seamos nosotros mismos. Dejarlo claro a quienes conforman nuestro contexto más próximo no es ningún acto de egoísmo. Apagar el móvil, salir a caminar, a respirar y a cobijarnos con nuestros propios pensamientos es un acto de auténtica salud mental. Porque lo creamos o no, esos días en que nos hacemos falta son muchos, y atenderlos, poner nuestro nombre en la lista “prioridades”, lejos de ser recomendable, es OBLIGATORIO.

Fuente: La Mente es Maravillosa

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Me declaro protagonista de mi propia vida, no de la que me imponen los demás. Me declaro responsable de lo que hago y lo que digo, no de lo que entiendan otros. Me defino por mis valores, me amo entera, sin fisuras, con cada rincón imperfecto, con cada locura disfrutada, con cada error cometido y cada sombra que abrazar de vez en cuando para sanar mis cicatrices…

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La auto-aceptación es esa tarea compleja y laberíntica que muchos apuntamos con tinta invisible en nuestra lista de tareas pendientes, como quien escribe sus buenos propósitos al empezar el año. Así, y casi sin darnos cuenta, llega un día en que al mirarnos al espejo sentimos un súbito e inexplicable pinchazo. ¿De verdad somos esa persona que refleja el cristal? ¿Cómo pueden los espejos mostrarnos una imagen tan nítida, impoluta y perfecta de nosotros mismos cuando nos sentimos tan “rotos”?

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“El precio de la grandeza es la responsabilidad”
-Winston Churchill-
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Algo particularmente curioso que suele darse en las personas que no han trabajado su auto-aceptación o la integración de todas esas dimensiones personales y afectivas que lo definen a uno, es que suelen responsabilizar a los demás de su infelicidad, de su malestar. Lo hacen de forma automática sumidos muchas veces en una actitud tristemente derrotista.

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Por ejemplo: si no encuentro una buena pareja es porque a día de hoy nadie cree en el compromiso. Si suspendo el examen es porque no le gusto al profesor. Si no tengo buenos amigos es porque todas las personas son falsas y desagradecidas. Si me he equivocado en esto es porque alguien me orientó mal. Si soy inseguro se debe a cosa de familia, porque en casa todos somos iguales…

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Este tipo de actitud es como la de quien enciende un ventilador y empieza a difundir el origen de sus frustraciones a todos los que están a su alrededor. Por tanto, pocos ejercicios pueden ser más saludables, catárticos y terapéuticos como dar el paso, como declararnos protagonistas de nuestras vida, responsables de lo que somos y lo que hacemos.

Asumir la responsabilidad personal para alcanzar la felicidad

Declararse a uno mismo responsable exclusivo de lo que se es, lo que se hace y lo que se piensa marca sin duda un antes y un después. La responsabilidad personal significa por encima de todo, no culpar a otros de la propia infelicidad. Significa también poder descubrir distintas formas con las que alcanzar el equilibrio y el propio bienestar a pesar las dinámicas negativas que nos envuelvan.

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Llegados a este punto, es muy probable que más de uno se pregunte aquello de ¿Quiere esto decir que se puede ser feliz sin importar las circunstancias que nos rodeen? ¿Qué pasa si ahora mismo estoy atravesando una enfermedad? ¿Qué pasa si mi relación afectiva es tormentosa e inestable?

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Bien, la respuesta a estas preguntas es en sí misma sencilla: ser responsable de uno mismo es entender que hay cosas que, efectivamente, escapan a nuestro control, como es el caso de una determinada dolencia física. En este caso, además de saber aceptarlo, lo que marca la diferencia es nuestra ACTITUD. 

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Por otro lado, la persona responsable y que se percibe a sí misma como protagonista de su propia vida y no como un actor de reparto en el teatro de su existencia, entiende que para ser feliz hay que tomar decisiones. Por tanto, todo aquello que enturbie, todo lo que apague autoestimas, cercene identidades o nos regale un sucedáneo de amor, es mejor dejarlo y recordar ese compromiso firmado en algún valiente momento con nosotros mismos, aquel que nos recordaba eso de “has venido a este mundo para ser feliz, no pierdas el tiempo en lo que quita la alegría”.

Aprende a ser responsable de ti mismo, declárate libre, siéntete único

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William Ury es un conocido antropólogo que ha adquirido una notable fama por trabajar como mediador y como promotor del crecimiento personal, a través de libros como “El camino hacia el SÍ”. Para este autor, ser responsables de nosotros mismos radica en dos áreas básicas: la primera está en saber cuidar de nosotros mismos, siendo capaces de ver la relación entre nuestras acciones y consecuencias. La segunda, en ser capaces de respetar los compromisos que adquirimos con los demás.

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“Somos la memoria que tenemos y la responsabilidad que asumimos, sin memoria no existimos y sin responsabilidad quizá no merezcamos existir”
-José Saramago-
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El doctor Ury nos propone además, que para alcanzar este mágico equilibrio debemos poder darnos el “SÍ” a nosotros mismos. A validarnos como personas, a auto-percibirnos como seres capaces, personas hermosas y dignas de alcanzar aquello que se propongan. Para ello, nos invita a conseguirlo a través de los siguientes pasos.

Los 4 pasos de la responsabilidad personal

  • Ponte en tus zapatos. Es muy posible que a lo largo de nuestra vida nos hallamos focalizado solo en los demás, en satisfacer necesidades ajenas. Es momento de escucharnos, de sintonizar de forma auténtica con nuestras emociones y nuestros valores, clarificando con firmeza qué queremos y qué no queremos.
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  • Firma un compromiso contigo mismo. Si no lo hemos hecho ya, es recomendable que lo ejecutemos lo antes posible, se trata ni más ni menos que de recordar cada día y a cada instante, que estamos obligados a atender nuestras necesidades independientemente de lo que los otros hagan o dejen de hacer.
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  • Aprende a fluir. Ser responsable de uno mismo significa también aprender a confiar, tanto en nuestras propias capacidades como en el propio discurrir de la vida. Asumir que hay cosas que llegan y otras que se van es integrar esa economía emocional donde dejar de aferrarnos a imposibles, a hechos que no nos dejan crecer.
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Por último, también es interesante recordar que nuestro día a día no es un escenario de competición. No hay ninguna ley que nos diga que hay unos que siempre deban ganar y otros que irremediablemente, estén obligados a perder una y otra vez. Vivir es celebrar la vida, es dar y es recibir, es cohabitar en armonía siendo responsables de nosotros mismos, con nuestros aciertos y errores sin culpar de nuestras frustraciones a quien quede cerca.

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Pongamos en práctica estos sencillos consejos y alcémonos como auténticos protagonistas de nuestra existencia.

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chica con flores que no deja de buscar

Hay quien los llama momentos mágicos o instantes “click”. Son todas esas veces en las que de pronto, aquello que soñábamos, buscábamos o esperábamos con tanta ansia acontece de improviso, abrazándonos a la vuelta de la esquina o apareciendo en la bandeja de nuestro correo electrónico… Justo cuando habíamos dejado de buscar el destino nos ofrece su inesperado regalo.

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En un mundo impredecible y a instantes caótico y complejo como un laberinto sin salida, los instantes “click” abundan más de lo que pensamos. Hay quien vincula estos hechos a la tan atractiva ciencia de la “suerte“, pero en realidad los auténticos expertos en el tema saben que estos acontecimientos imprevistos, en los que de pronto los deseos se convierten en realidad o somos tocados con la varita de las oportunidades, esconden algo de ciencia y mucho de psicología.

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“La suerte favorece sólo a la mente preparada”
-Isaac Asimov-
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Para dar un ejemplo de este mismo hecho disponemos de un libro muy interesante. En “El efecto Medici” de Frans Johansson se nos explica como en ocasiones no es suficiente con ser todo un experto en un campo para tener éxito. De hecho, dedicar todo nuestro empeño, tiempo y energía a un solo objetivo tampoco nos garantiza al 100% que vayamos a lograrlo. A veces, hay que alejarse un poco, asumir otras perspectivas y aplicar un pensamiento menos lineal y uno más creativo, relajado, paciente y original para alcanzar una meta.

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A su vez, tampoco podemos olvidar algo igual de interesante: en ocasiones, las acciones más inesperadas vienen guiadas por nuestro subconsciente. Justo cuando nuestra mente consciente, rígida, a veces obsesiva y siempre analítica establece cierta distancia, despierta ese sexto sentido que lo creamos o no, casi nunca se equivoca.

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Te proponemos reflexionar sobre ello.

Aunque dejes de buscar tu mente sigue siendo receptiva

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Andrea tiene un pequeño negocio que no va nada bien. Sabe que su pastelería ya no es rentable y que en unos meses tendrá que cerrarla. Lleva varias semanas intentando pensar qué puede hacer, pero entre la presión, la ansiedad y la tristeza por cerrar ese negocio familiar, hace que las lágrimas acaben cayendo al instante por su rostro. Se siente agotada. Sin embargo, esa misma mañana se ha levantado mucho más despejada y tranquila al decirse a sí misma aquello de “ya está, que pase lo que tenga que pasar y todo se afrontará”.

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Se ha dado una ducha sintiendo una calma muy agradable y una adecuada paz mental. Mientras se duchaba, ha recibido una notificación en su móvil de una de sus redes sociales. Al coger el teléfono, de pronto, Andrea ha tenido una idea: llevar su negocio al mundo online, publicitar su tienda en las redes y crear pasteles y postres de diseño para fiestas y eventos.

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Este es un sencillo ejemplo de cómo funciona nuestra mente cuando dejamos de presionarla, y de cómo su receptividad se intensifica cuando apartamos de ella el bosque de las preocupaciones y la espesura de los miedos. Sin embargo, en este clásico de buscar el “momento click”se ha aplicado otra dimensión igual de interesante en la que merece la pena detenernos: el pensamiento interseccional.

El pensamiento interseccional

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Las personas tenemos una costumbre muy común: la de tratar de predecir todo lo que puede ocurrir si hacemos o no hacemos determinadas cosas. Esto nos obliga muchas veces a crear en nuestra mente auténticos “documentos Excel” donde desplegar columnas, analizar datos, correlacionar variables y hacer exhaustivos pronósticos, a veces algo fatalistas.

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En lugar de hacer uso de ese hemisferio izquierdo tan lineal y analítico, nos será de mucha más utilidad aplicar el pensamiento interseccional, el cual se caracteriza por las siguientes habilidades:

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  • Ser capaz de crear conexiones entre informaciones y estímulos que nada tienen que ver entre sí.
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  • La persona hábil en pensamiento interseccional es capaz de hallar calma en medio del caos.
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  • En medio de este palacio mental de paz y equilibrio, la persona que hace uso de este enfoque de pensamiento es capaz de conectar con todo lo que le envuelve porque se mantiene abierta, porque es  receptiva y curiosa, porque le gusta “jugar” con toda información que recibe, probando, desechando, inventando y transformando…
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Asimismo, este tipo de perfil no se obsesiona con buscar una única solución, una única salida o respuesta a sus problemas.

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La mayor parte del tiempo se deja llevar por lo que acontece en su entorno y acepta lo inesperado, lo fortuito…

La suerte es al fin y al cabo saber reconocer las oportunidades

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Para tener suerte en la vida, a veces tienen que acontecer las circunstancias adecuadas. Sin embargo, para que esas circunstancias se materialicen ante nosotros es nuestro cerebro quien debe llevarnos hacia esos puntos y él quien debe también saber reconocer la oportunidad donde otros, tal vez, solo ven una puerta cerrada.

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La mejor suerte de todas es la suerte de hacer algo por ti mismo.
-Douglas MacArthur-
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Con todo ello queremos dejar claro un aspecto: la suerte no sabe de magia, las casualidadades existen pero muchas veces son “causalidades” gestadas por ese órgano excepcional y maravilloso en el que deberíamos confiar mucho más. Solo cuando retiramos de nuestra mente el cepo de las ansiedades, de las actitudes limitantes, de los miedos y obsesiones, todo él se expande y se transforma, todo el cerebro empieza a funcional al 100% permitiéndonos ser receptivos, dándonos la oportunidad de escuchar a esa voz interna y siempre sabia que a menudo, nos guía hacia las auténticas oportunidades.
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Por tanto, más que centrarnos de forma obsesiva en buscar ese hecho en concreto que tanto deseamos, aprendamos a ser más receptivos, a ver el mundo a vista de pájaro y no desde el agujero de una cerradura.

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oveja negra

Ser la oveja negra de la familia no es fácil. Rompemos el equilibrio del grupo y somos el” chivo expiatorio” sobre el que se proyectan todas las culpas. Ahora bien, si te sientes identificado/a con esta situación, hazte la siguiente pregunta: ¿Te gustaría ser de verdad parte de ese rebaño donde todas las ovejas son blancas? 

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Las personas formamos parte de grupos sociales: familias, amigos, entornos laborales… Así, de algún modo, casi siempre existe una norma implícita: dicha pertenencia supone tener que emitir los mismos juicios, tener los mismos valores…etc. De hecho, la coincidencia se suele tomar como un indicador de cohesión.

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La oveja negra no es mala, ni torpe ni engreída. Solo es diferente, alguien que ha aprendido a esquivar las piedras, a pensar de otro modo, y que siempre ha sabido qué dirección tomar, no como el rebaño de ovejas blancas.
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En psicología suele conocerse a estas personas como “pacientes identificados”. De no gestionar de forma adecuada estas situaciones, seremos nosotros quienes mostremos la sintomatología de esa familia disfuncional o de ese escenario tóxico.

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No lo permitas. Si te señalan como la oveja negra, aprende a enorgullecerte por ser capaz de pensar diferente. Es todo un privilegio…

El efecto oveja negra

oveja negra

Henri Tajfel fue un psicólogo social famoso por acuñar el término “el efecto oveja negra”. Una idea con la que sin lugar a dudas, podemos identificarnos, ya sea a nivel familiar o en cualquier otro contexto social:

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  • El favoritismo endogrupal explica que los juicios que se hacen hacia otros grupos son, por lo general, negativos porque se busca proteger lo que es propio, lo que nos define, lo que nos identifica (mi equipo de fútbol es el mejor, mi clase es la más inteligente, mi familia es la más feliz…)
  • Ahora bien, a su vez, es común que exista una alta exigencia sobre los miembros del propio grupo. A modo de ejemplo: nuestro padre puede criticar a nuestros vecinos y en cómo los demás educan a sus hijos. Sin embargo, con nosotros es severo y exigente porque aspira a que no se rompa ese equilibrio interno.
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El efecto oveja negra nos dice que se ejercen más críticas y presión psicológica sobre los miembros del propio grupo que en aquellos que nos rodean. La pertenencia a un contexto social, en algunos casos, va de la mano de la dominancia y el control.

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En el momento en que decimos “no” o “eso a mi no me define” nos miran con preocupación y miedo porque hemos cruzado la frontera de lo que es aceptable, lo que es sano y virtuoso.
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Cuando ser la oveja negra es un privilegio

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Cuando uno asume que es la oveja negra de la familia tiene dos opciones: hundirse o reaccionar. Lo creamos o no son muchas las personas que debido a una identidad muy frágil, aceptan el abuso emocional, las críticas y los desprecios.

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La persona etiquetada como mala o diferente al resto de miembros de una familia asume en piel propia la metáfora de una atmósfera dañina y disfuncional. No obstante, el resto de familiares se hallan en una situación cómoda porque se sienten exentos de toda responsabilidad: hay un status quo donde todos tienen su papel.

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Para evitar estas situaciones extremas en que nuestra autoestima se ve tan vulnerada, vale la pena reflexionar en estas dimensiones:

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Ser diferente puede ser una amenaza para los demás, pero no para ti

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En el momento en que muestras otra forma de pensar, de vestir y de vivir los demás empezarán a etiquetarse como “la oveja negra”, porque son conscientes de que están perdiendo el control sobre nosotros.

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  • Está claro que en todo grupo social, en toda familia, hay algún miembro más problemático que otros. No obstante, es común aplicar un pensamiento único ante toda conducta que se sale de los límites de lo que es esperable.
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  • Entiende que uno no nace siendo la oveja negra, en realidad es el propio entorno social el que nos convierte porque nos atrevemos a reaccionar ante ellos, y eso, es de por sí un acto de valentía.

cerillas hacia arriba menos una

La pertenencia a un “rebaño” no da la felicidad: busca tu propio camino

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En muchos casos ser la oveja negra puede ser un privilegio. Ahora bien, para llegar a este descubrimiento hemos de ir liberándonos de muchas capas:

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  • Primera capa: no tienes la obligación de ser igual que tus padres, de pensar como tus amigos, de actuar como los demás esperan que lo hagas.
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  • Segunda capa: siéntete bien por tener tus propios valores, por alzar tu voz sobre el resto del grupo. El mundo está lleno de múltiples pensamientos, opiniones y juicios. No hay ninguna verdad universal y cada uno debe ser capaz de hacerse a sí mismo.
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  • Tercera capa: acepta a los demás sin odios ni rencores y acéptate a ti mismo como parte diferente de ellos. Visualiza esa separación como forma de liberación. Tú aceptas a tu familia por como son, y si ellos actúan con la misma sabiduría, harán lo mismo.

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MUÉVETE Y EL CAMINO APARECERÁ. Valeria Sabater

camino

Muévete y el camino aparecerá. Puede que no lo haga hoy, ni tampoco mañana, pero en cada paso dado con firmeza la mente se aclara y las oportunidades surgen. Tampoco importan las veces que te hayas perdido, porque en cada sendero equivocado nos encontramos a nosotros mismos, y ese aprendizaje es sin duda el más valioso.

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La vida es movimiento, y si no lo asumimos desde un principio de este modo, quedaremos relegados al ostracismo de quien no entiende que tras los cambios llegan las oportunidades o que no basta solo con esperar para que la felicidad llame a nuestra puerta. Todo logro llega tras una lucha. Todo éxito acontece tras la férrea dedicación de quien invierte tiempo, de quien entiende de sacrificios y de esa voluntad donde no cabe la palabra rendición.

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“Solo da el primer paso y el resto del camino irá apareciendo a medida que camines”
-Martin Luther King-
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Ahora bien, hay algo que en ocasiones falla en esta fórmula. Nos han inculcado desde niños que debemos ser capaces de luchar por nuestro sueños. Nos esforzamos en cultivarnos a través de unos estudios, alimentamos esperanzas y esperamos ser un día esa mano de obra especializada y puntera capaz de crear un mundo mejor donde se tengan en cuenta nuestros esfuerzos, nuestra valía.

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Si embargo, esto no siempre se cumple. Tal y como explicó una vez Nicholas Kristof, periodista especializado en derechos humanos, hemos llegado a un punto en nuestra sociedad moderna donde parecen haberse terminado las oportunidades, o más concretamente, “la igualdad de oportunidades”. Puede parecer fatalista, no hay duda, pero muchos estarán de acuerdo en que a veces, no basta con luchar hasta la extenuación para hallar el triunfo.

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Estamos ante una fórmula que empieza a fallar y que requiere tal vez, de otro enfoque. Hay que poner en marcha otro tipo de camino. Te invitamos a descubrirlo a continuación.

El camino de la desigualdad y el caos personal

Michael Spence ganó el premio nobel de economía en el 2001. Tal y como nos explica a través de diversos artículos, hemos llegado a un punto donde hay una regla de tres que casi nunca falla: a mayor riqueza o nivel de modernidad de un país, mayores son las desigualdades sociales.

Evolución económica no va de la mano de la evolución humanitaria ni aún menos de los derechos personales, esos que nos dignifican como especie. Es como si hubiéramos vuelto a esa conciencia de clase del medievo, donde unas élites se alzan en la cúspide y más abajo, se halla una clase media en serio peligro de extinción.

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“Si enciendes una lámpara para otro, iluminarás tu propio camino”
-Proverbio budista-
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No es este el momento de ahondar en cuestiones políticas, pero estamos ante una realidad que tiene un claro impacto sobre nuestra salud psicológica. El caos personal al que puede llevarnos este contexto es inmenso, por ello es vital que mantengamos a flote nuestra brújula interior para aprender a sobrevivir en un entorno cambiante, a instantes implacable y muy poco sensible con las necesidades de las personas.

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Es muy posible que durante mucho tiempo hayamos enfocado nuestra estrategia vital de forma errónea. Buscamos nuestro camino en el exterior. Hemos desgastado las suelas de nuestros zapatos y agotado nuestro corazón en busca de oportunidades entre múltiples senderos, arroyos y sinuosas carreteras que no nos han llevado a ninguna parte. Tal vez, sea el momento de dirigir nuestra mirada a otro camino: el de nuestro interior.

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Seguidamente, te explicamos en qué consiste esta nueva propuesta.

Movimiento interior y creación

Ya lo dijo Carl Gustav Jung, si miramos hacia fuera, soñamos; pero si volvemos nuestra mirada hacia el interior, despertamos. Es pues momento de despertar. No importa la edad que tengamos, si somos adolescentes o si ya han pasado sesenta inviernos por nuestra vida, lo cierto es que aún nos quedan infinidad de primaveras y es necesario disfrutarlas en plenitud iniciando una revolución interna.

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Nos hemos pasado media vida conjugando el verbo “buscar”. Buscamos trabajo, buscamos pareja, buscamos nuevas oportunidades y buscamos esa felicidad soñada con la que sentirnos vivos. Es hora de utilizar otro verbo: “crear para permitir que nos encuentren”. Veamos los pasos a seguir.

Claves para encontrar tu camino

Algo que nos proponen especialistas en crecimiento personal es que debemos entender primero a qué nos estamos enfrentando. Reconocer a nuestro enemigo en lugar de resistirnos a él nos puede ayudar a tener una visión más realista de las cosas.

  • Conexión interior. En la actualidad hay un área que cada vez está adquiriendo mayor relevancia: el de las intuiciones. Quien es capaz de escuchar, confiar y entender sus propias intuiciones tendrá una conexión real con sus necesidades. Además, obtendrá ese aprendizaje vital e inconsciente que forma parte de nuestra personalidad.
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  • Enfrentar la contradicción. Si hay algo a lo que nos enfrentamos día a día es a la contradicción. Si tengo tanto que ofrecer, ¿por qué nadie me tiene en cuenta? ¿Por qué me rechazan? ¿Es que quizá no soy lo bastante bueno para el mundo? El peligro de este tipo de contradicciones vitales es que minan nuestra autoestima. Dejemos a un lado este enfrentamiento continuo para tomar conciencia de nuestras fortalezas, de nuestras aptitudes y habilidades. Reforcémoslas.
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  • En un mundo de personas iguales, atrévete a ser diferente. Hasta el momento, has intentado encontrar tu camino moviéndote en las mismas direcciones que los demás. Somos demasiados haciendo lo mismo, la sociedad y la educación recibida se ha encargado de dar al mundo personas semejantes que piensan del mismo modo, así pues… ¿y si intentamos ser diferentes?
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Ahonda en tus capacidades para explotarlas y ofrecer cosas nuevas a esta sociedad tan demandante. En lugar de buscar, atrévete a crear, a innovar, a dar forma a un camino que nace directamente desde tu corazón para seducir a los demás. Al fin y al cabo el éxito no está en tener poder, el éxito está en hacer aquello que nos hace felices mientras servimos de inspiración a los demás.

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