Diez señales que anuncian la muerte
Enviado por Roberto
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Trata de un tema serio, doloroso, al que casi todos nos hemos tenido que enfrentar alguna vez: las últimas horas de un ser querido.
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La muerte, antaño omnipresente, permanece hoy escondida. Más del 80% de los fallecimientos tiene lugar en el hospital. Lejos quedan ya aquellos tiempos en los que los muertos eran velados en sus casas, en los que toda persona cercana, por no decir todos los vecinos del barrio, eran invitados a rendirle un último homenaje, esos tiempos en los que era frecuente ver a gente vestida de luto pasar en procesión por las calles detrás de un coche fúnebre.
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Debido a estos cambios, muchos de nosotros ya no estamos en absoluto familiarizados con la muerte. Ya no sabemos cómo es ni sabemos cómo comportarnos ante ella.
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Por esta razón, he decidido preparar este boletín, aunque pudiera en principio parecer algo macabro.
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Nadie conoce el día ni la hora de su muerte ni la de sus seres queridos, pero por esa misma razón conviene estar preparado.
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Por ello, le recomiendo que atesore con cuidado este boletín porque, el día en el que la muerte se aproxima, puedo asegurarle por experiencia que el simple hecho de saber qué está ocurriendo y cómo actuar permite controlar mejor la conmoción y el dolor terrible que pueden llegar a adueñarse de nosotros.
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Voy a hablarle de los diez signos que anuncian la llegada de la muerte y de cómo reaccionar ante ellos. He cuidado mucho el mantenerme en el plano de los hechos, ya que las emociones que se suscitan pueden variar en función de la relación que cada cual pueda tener con quien está en el lecho de muerte (progenitores, hijos, pareja, hermanos, abuelos...).
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1. Pérdida de apetito
Cuando se acerca la muerte, las necesidades energéticas disminuyen. El individuo empieza a resistirse o a negarse a comer y a beber, y sólo se presta a tomar pequeñas cantidades de alimentos sosos (como papilla de cereales). Lo primero que se rechaza es la carne, porque se digiere mal. Con la muerte al acecho, el individuo puede volverse incapaz de tragar.
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Qué hacer: no debe forzarle a comer y deberá respetar las señales que da el yacente, por mucho que le pueda preocupar esta pérdida de interés por la comida. Ofrézcale con regularidad un poco de sorbete o de helado, o un sorbo de agua. Pase una toalla húmeda y caliente por el contorno de sus labios y póngale cacao en los labios para que estén húmedos y no le duelan.
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2. Exceso de sueño y fatiga
Quién está viviendo sus últimas horas pasa dormido la mayor parte del día y de la noche mientras su metabolismo se ralentiza, y la falta de comida y de bebida contribuye a su deshidratación. Despertarlo se vuelve algo complicado, y el cansancio es tal que el individuo ya no alcanza a discernir bien lo que sucede a su alrededor.
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Qué hacer: deje que duerma, evite despertarlo bruscamente. Parta del principio de que puede oír todo lo que usted diga, puesto que el oído sigue funcionando, aunque la persona esté inconsciente, o incluso durante el coma.
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3. Debilitamiento
La falta de alimentos y el cansancio debilitan a las personas hasta el punto de que pueden volverse incapaces de levantar la cabeza o incluso de sorber por una pajita.
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Qué hacer: céntrese en el bienestar del enfermo, ayúdele para que se encuentre confortable y se sienta acompañado.
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4. Confusión
Los órganos, y entre ellos el cerebro, empiezan a dejar de funcionar. Hay pocas enfermedades que provoquen hiperagudeza (grado elevado de consciencia) cuando el final se acerca. Por lo general, los agonizantes dejan de saber dónde están con exactitud ni quién hay en la habitación. Cada vez hablan y responden menos, o hablan con personas a las que los demás no ven; puede parecer que dicen cosas sin sentido y pueden agitarse y rebuscar entre las sábanas.
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Qué hacer: mantenga la calma y sea comprensivo. Hable con serenidad y recuérdele quién es usted cuando se acerque a él.
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5. Dificultades para respirar
La respiración se vuelve irregular, complicada. Los pulmones y la garganta también pueden secretar en exceso, lo que produce ruidos fuertes en las inspiraciones y espiraciones. Este fenómeno se llama estertor.
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Qué hacer: los problemas respiratorios pueden preocupar a quienes lo presencian, pero la persona que está en esta fase del final de su vida no es consciente de estas alteraciones de la respiración. De nuevo, céntrese en su bienestar. Hay posturas corporales que pueden ayudar: la cabeza ligeramente reclinada sobre una almohada, o sentarlo sujetándolo bien con unos cojines y un respaldo sólido, o tumbarlo ligeramente inclinado sobre el costado. Humedézcale la boca con una toalla húmeda o con un humidificador y échele cacao en los labios. Si desprende mucho flujo por nariz y boca, límpiele delicadamente sin intentar sonarle. Permanezca tranquilo cerca del enfermo, tiéndale la mano o háblele con suavidad.
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6. Aislamiento social
A medida que el cuerpo deja de funcionar, quien está postrado pierde el interés por las personas que le rodean. Puede que deje de hablar, que farfulle de manera incomprensible, que deje de responder a las preguntas o que, simplemente, dé la espalda a quienes le acompañan. Unos días antes del fallecimiento, es posible que la persona sorprenda a sus seres queridos con una última muestra de alegría y afecto, que puede durar desde menos de una hora hasta un día entero.
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Qué hacer: tenga en cuenta que es una parte normal de la senda de la muerte, que nada tiene que ver con la relación que usted tenga con esa persona. Mantenga la presencia física tocándole y sin dejar de hablarle, si se siente capaz de ello, pero sin esperar nada a cambio. Aproveche cualquier momento de lucidez, si llega, porque pronto se desvanecerá.
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7. Disminución de las micciones (orina)
La escasa cantidad de bebida y el descenso de la presión sanguínea contribuyen a disminuir la actividad de los riñones. La orina se vuelve muy concentrada, oscura, rojiza o del color del té. También puede darse una pérdida del control de los esfínteres cuando la muerte acecha.
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Qué hacer: puede suceder que el personal médico decida que hace falta un catéter (una sonda), pero no en las últimas horas de vida. La disfunción renal hace que aumenten las toxinas en sangre y puede contribuir a provocar un coma apacible previo a la muerte. Al cambiar las sábanas, ponga una sábana impermeabilizante sobre el colchón.
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8. Hinchazón en pies y tobillos
Cuando el funcionamiento de los riñones se ralentiza, puede producirse una retención de líquidos en el cuerpo, sobre todo en las zonas más alejadas del corazón, como los pies y los tobillos. Estas zonas, así como las manos y la cara, pueden llegar a hincharse.
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Qué hacer: por lo general, no suele aplicarse ningún tratamiento concreto (como diuréticos, por ejemplo) para estos hinchamientos relacionados con la agonía. Es consecuencia natural de la proximidad de la muerte.
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9. Extremidades frías
Durante las horas o los minutos previos a la muerte, la circulación sanguínea se aleja de la periferia del cuerpo y se centra en los órganos vitales. Mientras esto sucede, las manos, los pies y los dedos se enfrían y las uñas pueden volverse pálidas o azuladas.
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Qué hacer: una manta caliente puede ayudar a preservar el bienestar de quien agoniza y a mantenerlo consciente. Podría quejarse del peso, de modo que no se la ajuste demasiado.
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10. Venas veteadas
La piel, que antes era uniformemente pálida o de color ceniza, empieza a mostrar vetas violáceas o azuladas. Es uno de los signos de que la muerte es inminente, como resultado de la ralentización de la circulación sanguínea. Las vetas suelen aparecen primero en las plantas de los pies.
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Qué hacer: no hay nada que deba hacer al respecto, salvo saber que es parte del proceso natural de la muerte y no sorprenderse por ello.
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Nota: los signos que anuncian la muerte y que acabo de mencionar describen un proceso de muerte natural, que puede variar de una persona a otra. Si se mantiene a una persona con vida de manera artificial (mediante un respirador o tubo de alimentación), el proceso puede ser diferente.
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Conocer todos estos signos puede ayudar a enfrentarse a este doloroso momento sin estar más desamparado aún de lo que ya se está. Y si hoy usted no necesita esta información, siéntase dichoso por saber que sus seres queridos tienen buena salud y disfrute de cada instante en el que las personas a las que quiere siguen gozando de una vida llena de energía a su lado.
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¡A su salud!
Juan-M. Dupuis
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COMENTARIO DE MAYA
Creo que no es en todos los casos.
Mi esposo falleció hace un año. Era una persona muy sana y fuerte a sus 72 años. Le dió un infarto y trascendió, rápido y sin sufrimiento. Esta es la muerte de los justos, dicen.