Solo hace falta posar la vista en el mundo para observar la infelicidad y la desdicha dentro y en torno a ti. Habitualmente sueles achacar a causas externas el origen de esa infelicidad: Las guerras, la opresión, el fanatismo o el odio son causas frecuentemente enumeradas y sin embargo ninguna de ellas lo son realmente su causa.
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Tu mente ha sido programada para tener una visión deformada del mundo que ves, mediante tu educación, la que te dieron tus padres o la sociedad y por el bombardeo constante de los medios de comunicación que establecen unas pautas rígidas en tu mente que son las verdaderamente culpables. A tal extremo ha llegado tu programación que das por cierto todo lo que ves, y eres incapaz de contemplar co.n juicio tu percepción deformada
La depresión es una consecuencia inevitable de la separación, como también lo son la ansiedad, las preocupaciones, una profunda sensación de desamparo, la infelicidad, el sufrimiento y el intenso miedo a perder. Los que se consideran separados han inventado muchos “remedios” para lo que, según ellos, son “los males del mundo”: Pero la única cosa que no han hecho es cuestionar la realidad del problema.
(LE-PI.41.1:2-5)
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Tu percepción deformada ha sido cuidadosamente aleccionada para que no abrigues la más mínima duda acerca de lo que tu tradición, tu cultura, tu sociedad y tu religión te dicen que aceptes como bueno. No has sido tú quien ha decidido valores tan importantes para tí como tus opiniones, tus sentimientos, actitudes y deseos. Han sido esos elementos los que junto con tus experiencias pasadas han amoldado tu mente y las que han introducido en tu "ordenador" las normas básicas de tu funcionamiento.
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Busca a tu alrededor a una sola persona que sea feliz: sin albergar temor de cualquier clase, libre para vivir la vida en plenitud sin miedos, ansiedades, inseguridades y preocupaciones... ¿Es difícil encontrarla, no? Estamos tan acostumbrados a contemplar el mundo de esa manera que lo vemos como algo natural. Lo peor es que esa sensación de infelicidad va acompañada de un sentimiento de culpabilidad hacia ti mismo, y no hacia todas esas creencias que son las que en definitiva nos hacen infelices.
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Si nuestro objetivo es alcanzar la felicidad, ¿por qué no comprendemos que el mayor obstáculo para alcanzarla son nuestras falsas creencias? Existen claramente dos razones evidentes. En primer lugar, estas creencias se han introducido tan intensamente en nuestra vida que en lugar de llevar las ilusiones a la verdad, hacemos lo contrario, y por tanto les otorgamos realidad.
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De ahí que tu tarea sea ahora permitir que las ilusiones sean llevadas a la verdad (M-27.7:4)
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Por otra parte nos aferramos al mundo de las ilusiones porque aunque ese mundo de desdicha nos acompañe (el mundo del apego, la ambición, el miedo y la culpabilidad... en contraposición con los momentos de placer, y de entusiasmo que tales cosas temporalmente pueden proporcionar) es el único mundo que conocemos, y aprender significa cambiar, y cambiar es abandonar la seguridad a la que estás acostumbrado, aunque esta esté bañada en un manto de infelicidad.
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El apego a esta circunstancia hace que te encuentres en permanente conflicto contigo y con el mundo. Malgastas un sinfín de energía tratando de satisfacer tus ilusiones de cara a obtener una vida precariamente pacífica y feliz; aunque caso de no ser satisfechas, e independientemente de que tú tengas o no la culpa, padecerás y sufrirás emociones negativas en forma de ansiedad, tensión o preocupación. Es por eso, la razón por la que siempre estás a merced de las cosas y las personas, tratando desesperadamente de que estas se ajusten a tus exigencias, a fin de poder tú disfrutar de la única paz que conoces: una tregua temporal de tus emociones negativas
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Los Hijos de Dios tienen derecho al perfecto bienestar que resulta de tener perfecta confianza. Hasta que no logran esto, se agotan a sí mismos y desperdician sus verdaderos poderes creativos en fútiles intentos de obtener un mayor bienestar valiéndose de medios inadecuados. Sin embargo, los medios reales ya les han sido provistos y no requieren esfuerzo alguno por su parte. (T-2.3.5:1-3)
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Busca en tu interior y contempla la lista interminable de ilusiones que te mantienen encadenado: amor, poder, dinero, éxito, aceptación, espiritualidad... A todas ellas le has otorgado realidad, las has convertido en tu salvación en la creencia de que sin todas esas no puedes ser feliz.
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El apego a estas circunstancias te lleva a una dicotomía emocional, pues por una parte, proporciona una servil dependencia emocional al poder darte una dosis de fútil felicidad al obtenerla, o de angustiarte caso de verte privado de ella y de perderla efectivamente.
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Por todo ello, emprendes una loca carrera por organizar el mundo que te rodea, para intentar conseguir y conservar los objetos de tu adhesión. Es ésta una misión imposible, pues el mundo cambia y eso tu no eres capaz de controlarlo, y por ello, agotado, apenas te quedan energías para dedicarte a vivir y disfrutar plenamente de la vida. Esta es la razón por la cual, en vez de una vida plena y feliz, estás condenado a vivir una vida de frustración, preocupación e incertidumbre.
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Reconocer tus apegos es liberarse de las ataduras que te aprisionan. Un apego o una ilusión no es nada. Es tan solo una fantasía de tu mente. Si ella, no estarías apegado y amarías las cosas y a las personas y disfrutarías de ellas sin ataduras de ningún tipo. Al reconocer tus apegos, estos pierden su fuerza y te ahorrarás toda la tensión emocional que supone su protección para mantenerlas.
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Las ilusiones me causan disgusto porque al haberles conferido realidad, veo la realidad como una ilusión. Nada en la creación de Dios se ve afectado en modo alguno por mi confusión. Siempre estoy disgustado por nada. (LE.pI.52.1:6-8)
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No se trata de renunciar a tus ilusiones y creencias, sino otorgarles el justo valor real que les corresponde, aceptando con amor y aceptación que su ausencia, no puede ser un obstáculo en la consecución de tu felicidad.
La práctica de hoy consiste en liberar a tu mente de todas las leyes que crees que debes obedecer, de todas las limitaciones que rigen tu vida y de todos los cambios que crees forman parte del destino humano. Hoy vamos a dar el paso más ambicioso de los que requiere este curso en tu avance hacia el objetivo que ha establecido. (LE.pI.127.6:4-5)
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