ENVIADO POR KAREN
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Haciendo lo que tememos, disolvemos nuestro temor. Emerson
El momento actual, delicado y sensible, debido a las situaciones en muchas ocasiones limites que tenemos que transitar, nos encontramos que nos faltan las fuerzas, lo que antiguamente se decía “Hay que sacar fuerzas de flaquezas”.
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Y esa debilidad debido al continuo desgaste de energía, nos viene por dos caminos:
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1.- LA TOMA DE DECISIONES
2.- LOS CAMBIOS EN NUESTRA VIDA
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El causante de ese desgaste energético al que nosotros mismos nos sometemos no es otro que el MIEDO. Sabido es ya desde hace mucho tiempo que tal como dice la ciencia y la psicología los dos grandes frenos de todo ser humano son:
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1.- LOS MIEDOS
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2.- LAS CREENCIAS, TANTO LAS QUE NOS IMPONE LA FAMILIA DONDE NACEMOS, COMO LA SOCIEDAD DONDE VIVIMOS.
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Y es en esos momentos de la vida de cada ser humano donde debemos “sacar fuerzas de flaqueza” es decir hacer uso de nuestra fuerza interior, algo que todos sin excepción llevamos en nuestro interior, para esas ocasiones donde la vida se nos hace difícil o simplemente nos cuesta encontrar la salida de la situación en que nos hemos metido.
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Cuanto más veloces huimos del miedo, más grande se hace éste y más fuerte es su hechizo sobre el alma. Para librarnos de tal poder, conviene mirar de frente su paralizador influjo, y más tarde discernir si nos está protegiendo de un peligro o simplemente es un virus mental que nos inquieta.
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El miedo que paraliza y deprime es el miedo neurótico que impide la acción.
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Se trata de un sentimiento que sintoniza con viejas tensiones y heridas no resueltas. El temor que se disfraza de inseguridad encubre anticipaciones el dolor y muchas veces hace referencia a duelos sumergidos cuyo recuerdo nos inunda de ansiedad e induce a conductas crispadas.
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El miedo nace de la memoria del dolor y brota en racimos de pensamiento conectados al recuerdo. Se trata de ideas neuro-asociadas que conforman la creencia de que aquello que uno rechaza, puede volver a suceder. En realidad, si no hay memoria no hay miedo. Por este motivo, los inocentes se enfrentan con tranquilidad “irresponsable” a muchas situaciones de alto riesgo.
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Los inocentes no proyectan experiencias anteriores y, en consecuencia, no temen la llegada de la supuesta desgracia. Allí donde veamos una conducta exagerada, se revela la sombra que oculta viejas heridas y, que nos demanda sin demora, un drenaje emocional del alma.
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Allí donde, por ejemplo, veamos la mentira en sus diferentes grados ¡Atención!, no hay maldad o estupidez, hay tan sólo una mente que se siente amenazada.
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Conviene mirar al miedo de frente y preguntar, ¿qué temo en realidad?, ¿qué sería lo peor que podría pasar? Al observar y concretar con precisión lo que uno teme, ya se puede respirar a fondo lo temido y crear nuevas opciones más deseadas. Al pronto, sucede que el gran gigante ilusorio que tan sólo puede habitar en las sombras, se esfuma disuelto a la luz de la consciencia.
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La sensación de confianza y seguridad no sólo brota como consecuencia de la memoria del propio éxito, sino que también es una cualidad que nuestra inteligencia emocional desarrolla. Confiar es una elección que podemos optar por cultivar y reforzar, mientras se comprueba que tras los problemas aparecen las soluciones y que toda dificultad fortalece y enseña. La confianza también brota desde la facultad intuitiva, desde ese insólito Ser que somos y que detrás, escondido y sabio, se revela y expresa.
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La confianza es un estado de conciencia, un plano mental de vida que abre a la Paz y a la Templanza. Pero, ¿de dónde brota?, ¿acaso es una protección mágica que opera desde las estrellas? Al tratar de responder, la razón tal vez dude, pero todos sabemos que no estamos solos.
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La historia y el misterio así lo avalan. el universo nos apoya al encarar el miedo mientras hacemos con inteligencia lo que debemos, aunque se sienta inseguridad y amenaza.
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Cuando uno se vea enfrentado al ridículo, conviene que se detenga unos instantes. Conviene que respire profundamente, distanciándose del escenario mientras se deja atravesar por la columna de luz, que penetra por lo más alto de su cabeza.
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Más tarde, la sencillez suavizará lo que uno teme y la sobriedad será nuestra aliada. No hay temor agudo que sobreviva si uno lo respira de forma consciente y continuada. Sólo hay que detenerse y observar sin eludir ningún aspecto y sin tapar ninguna de las caras.
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Desde el silencio consciente, de pronto, la mejor opción brota y la vida, de nuevo, tiene sentido mientras uno, a sí mismo, se reinventa. Ya todo está en su sitio. Uno sabe a qué atenerse y vuelve a fluir centrado en el núcleo de la confianza.
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Fuente: http://www.shurya.com
https://compartiendoluzconsol.wordpress.com
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