El perdón tradicional que todos conocemos invita a archivar el pasado y oscila entre dos energías incompatibles: la necesidad de condenar y el deseo de perdonar.
Cuanto mayor y recurrente es el daño más se llena y se inclina la balanza hacia la necesidad de condenar. Unos años de terapia ayudan pero el auténtico perdón no llega cuando queremos, aunque consideremos con mucha compasión la situación y por mucho que nos esforcemos en olvidar.
Así, no es de extrañar que el perdón que todos conocemos tarde muchos años. Algunos estudios apuntan a un promedio de 20 años y a que no se puede forzar. Con este tipo de perdón, sólo el tiempo cura las heridas, si nunca lo hace. Mientras tanto, repetimos situaciones y nuestra vida no acaba de despegar.
En contraste, el Perdón Radical es prácticamente instantáneo y fácil de lograr. No se necesitan conocimientos ni competencias especiales tampoco disciplina ni fe, ni siquiera estar convencido. Basta con abrirse sólo un poco a un horizonte espiritual rellenando plantillas, participando en un taller o trabajando con un coach formado por Colin.
La Historia de Jill ilustra muy bien los milagros que ocurren cuando se vivencia el Perdón Radical.
Con los recursos creados por Colin Tipping te ofrecemos apoyo e instrumentos increíblemente potentes y sencillos al hilo de cualquier alteración en tu vida cotidiana para sanar y resolver temas personales, étnicos, sociales y laborales.
Aquí encontrarás todas las herramientas disponibles
http://www.perdonradical.es/index.php/herramientas/
Colin Tipping:
Cada dolor en el presente nos da la oportunidad de sanar una vieja herida.
Muchas veces sufrimos y no somos conscientes de que ese dolor nos da la oportunidad de aprobar al fin una vieja asignatura pendiente. La señal de que por fin hemos pasado página es que cambiamos el resentimiento por gratitud y la persona que antes considerábamos nuestra ofensora pasa a ser nuestra aliada. Otras señales del perdón radical son: la ligereza, la alegría y la confianza.
Nos pasamos buena parte de la vida repitiendo pautas: cayendo en los mismos errores, buscando las mismas relaciones que nos hacen sufrir. Y a veces nos sentimos víctimas de las circunstancias, como si la vida se empeñara en castigarnos con la misma vara una y otra vez. Pero si cambiamos de enfoque, podríamos ver que sí: la vida se encarga de presentarnos la misma situación no resuelta una y otra vez, precisamente para eso, para que la resolvamos, para que aprobemos de una vez por todas esa asignatura pendiente.
Quizás, esa persona (o situación) tan “horrible” que ha aparecido en mi vida tiene una función y está haciendo lo que hace “para” mí (y no “a” mí).
En su libro “El perdón radical” (Obelisco), Colin Tipping nos sugiere que cada situación de sufrimiento en la vida puede ser el humo que nos conduzca al fuego de una herida abierta en el pasado, que aún mantenemos sin sanar. Y que se ha ido haciendo más y más grande con el tiempo, al añadirle resentimientos, culpas y otras cargas adicionales.
Sufrir, cualquier dolor, ¿es un síntoma, una señal? ¿De qué?
El dolor emocional sí lo es. Una depresión, por ejemplo, es un síntoma de que reprimimos rabia o alguna otra cosa. El perdón es la respuesta para sanar, aunque no lleguemos a saber de qué.
¿Todo sufrimiento encierra una lección, un regalo?
Potencialmente sí. Con el perdón radical no hace falta saber intelectualmente cuál es la lección porque nuestra inteligencia espiritual sí sabe de qué se trata.
¿La inteligencia espiritual?
Conocemos ahora tres tipos de inteligencia: la intelectual, la emocional y la espiritual. El perdón radical trabaja con la inteligencia espiritual que trasciende los bloqueos mentales y los laberintos emocionales
¿Cómo?
Con el uso de las herramientas que describo en mi libro. Son como oraciones laicas o, si quieres, son compatibles con cualquier religión.
Recapitulemos: ¿Qué función tiene el perdón en el proceso de sanar un sufrimiento, un dolor emocional?
A veces, el daño emocional es necesario; si no, quizás no podrías despertar a lo que necesitas perdonar. También es cierto que muchas veces sufres y no eres consciente de que el perdón es la respuesta al dolor. Pero lo es.
¿Se refiere a un sufrimiento importante? Los pequeños dolores a menudo pasan inadvertidos.
No es necesario un gran dolor, basta con algo sencillo como la irritación. Aplicamos el perdón radical con los pequeños dramas de la vida cotidiana. No sólo perdonas a la persona que aparentemente te está perjudicando en el presente sino que de paso estás disolviendo un agravio similar del pasado, un sentimiento de traición o de abandono o de no merecer el amor, o lo que sea... . Casi siempre alimentado por creencias que provienen de situaciones de la infancia.
Ya es un clásico eso de ver a los padres, las madres, envenenando nuestras vidas...
Ésa es la creencia consciente o inconsciente que muchas veces sabotea nuestras vidas, hasta que te das cuenta de que en realidad no fue así y te abres a otra perspectiva más positiva y constructiva. No siempre aparece la respuesta que buscas y tampoco es necesario para lograr el perdón radical. Ésa es una de las diferencias entre el perdón radical y el convencional.
No hablamos, pues, del mismo tipo de perdón.
El perdón radical busca perdonar la ofensa original, la herida primera que te hizo generar una creencia dolorosa. Comprendes que a partir de ese dolor original estás creando situaciones similares para darte la oportunidad de sanarlo. Por eso muchas personas viven repitiendo pautas, las mismas situaciones, las mismas relaciones dolorosas, hasta que consigan resolverlas, sanarlas y avanzar. Y ya no se repetirán más. Es entonces cuando se ha completado el perdón radical.
Centrémonos, pues, en el perdón radical. ¿Cómo se lleva a cabo?
Es un proceso que recorre cinco fases. La primera consiste en contar la historia tal y como la vives, desde el punto de vista de la víctima, sin censurar nada. Seguidamente (segunda fase) te concentras en lo que sientes, conectas con tus sentimientos, los aceptas, los abrazas. La tercera consiste en colapsar la historia: sí, esta persona me ha hecho esto, pero voy a intentar comprenderla. Intento ponerme en su lugar por un momento. Por qué lo hace. Desarrollo compasión y empatía, para quitarle crudeza a la situación. Me abro a plantearme cuánto de la historia que me cuento es interpretación mía, personal. Quizás las cosas no son tan así... Intento salir de mi visión egocéntrica de la situación.
Todo eso suena bastante al perdón convencional.
Sí, pero el perdón convencional no pasa de aquí. Al principio del proceso no hay muchas diferencias, las tres primeras fases prácticamente son iguales. Hasta aquí, dices: quiero perdonar, pero considero que algo malo me está ocurriendo y me hace sufrir. Y aunque quieras superarlo no puedes, no funciona. Por eso es necesario un cuarto paso en el que replanteo la historia.
¿Cómo?
Con otro enfoque diferente. Por ejemplo, pensando: debe haber una razón a un nivel más profundo para que me esté pasando esto. Esta disposición, esta apertura para darle un sentido, es lo importante. Quizás esta cosa tan “horrible” no me la están haciendo “a” mí, sino “para” mí. Tiene un sentido, guarda una lección. Esta simple disposición deja ya de culpar a la persona que supuestamente te está haciendo daño y te da la opción a pensar que es posible que esté realizando una función en tu vida. Este simple planteamiento ya abre la puerta al perdón.
Pero hay que creérselo...
Si no lo crees al principio, fíngelo hasta conseguirlo. Simplemente, ábrete al planteamiento, date la opción a pensar que pueda ser así y te sorprenderás de los resultados.
¿Hay que ser creyente?
En absoluto, de hecho con quien mejor funciona es con las personas más escépticas. Da igual si tienes alguna religión o no. En el mismo instante de abrirte a la posibilidad de que ese agravio aparentemente tan grave pueda tener una función en tu vida, abandonas el pensamiento rígido, acusador y fatalista y eso te deja espacio para que aparezcan otras respuestas.
Esto lleva a la quinta fase del proceso: integrar el perdón. ¿Cómo hacerlo?
Efectivamente, se trata de integrarlo en el cuerpo haciendo algo físico y en el libro se dan algunas pautas. Una de ellas consiste en escribir. Otra es cruzar el círculo en la ceremonia que realizamos en los talleres.
Precisemos un poco más, para las personas que leen esta entrevista y no tienen el libro a mano ni han participado en uno de sus talleres de trabajo. Empecemos por lo de contar la historia. ¿Alguna sugerencia? Una buena manera es seguir el proceso de las 3 cartas (en el libro o descargable gratuitamente de la página web www.perdonradical.es). Escribimos tres cartas. La primera la escribes sin censurar nada, tal como ves y sientes la situación desde el punto de vista de víctima. Si no te gusta escribir, también puedes contar la historia a otra persona, alguien que te sepa escuchar sin interrumpirte y sin querer arreglarlo ni aconsejarte. En la segunda carta retomas la historia con algo más de comprensión, poniéndote en el lugar de la otra persona, que supuestamente te perjudica, intentando comprenderla, con empatía y compasión. La tercera carta la escribes replanteando la historia, desde la perspectiva de que eso que te está pasando puede tener una función en tu vida. Lo acoges como una buena señal para ti y te abres a las respuestas.
Respecto al segundo paso: sentir los sentimientos. A veces dan miedo los sentimientos negativos, pero también tienen su función...
No hay que tener miedo porque la mente inconsciente no dejará pasar nada que sea peligroso o que no puedas afrontar. Puedes partir de la confianza de que, salga lo que salga, podrás con ello. Nunca es un proceso que te supera.
¿Y si te cierras tanto que no surgen los sentimientos?
Cuando te pones a escribir, antes o después los sentimientos afloran. Es cierto que al principio pueden inquietar un poco, especialmente para la gente que los ha mantenido ocultos mucho tiempo. Si ése es tu caso, que te asusta un poco, entonces es mejor tener a alguien a tu lado, que te escuche, que te acompañe, pero que no te pare.
Otro obstáculo puede ser la excesiva tendencia a positivar, a no aceptar los sentimientos negativos.
No existen sentimientos negativos. Hay sentimientos agradables y desagradables que se vuelven tóxicos cuando los reprimimos. Lo cierto es que la gente reprime la alegría tanto como el dolor. No nos permitimos ser felices. Tanto desde la religión como en la escuela o en la familia, el mensaje suele ser: sé serio, para de reír, intenta comportarte... Como si no estuviera bien visto ser feliz. En cualquier caso, no puedes sanar lo que no sientes, así que hay que abrir la puerta a todos los sentimientos y darse permiso para que afloren.
En el tercer paso hay que intentar contarse la historia de una manera diferente. ¿Cómo pasar de la perspectiva egocéntrica infantil a una interpretación más adulta?
Con empatía. La clave está en salir del egocentrismo infantil y ponerse en el lugar de la otra persona. Simplemente hacer esto ya reduce el sufrimiento. Si el dolor fuera una bola, el núcleo sería el daño original, el resto es un sufrimiento adicional generado por interpretaciones, expectativas, creencias, etc.
Así, solemos cargar sobre el “verdugo” original una culpa exagerada.
Sí, el problema (otro problema) es que acabamos culpando al supuesto responsable original de nuestro dolor de todas las veces que hemos repetido este dolor y estas pautas a lo largo de nuestra vida, como si él o ella (a menudo es el papel que le colgamos a la madre o al padre) fuera responsable de un trauma sin solución que nos condena el resto de nuestra vida. Cuando en realidad es un problema de fácil solución del que sólo nosotros somos responsables.
Para replantear la historia usted dice que es importante que tenga lugar la rendición. ¿En qué consiste esta rendición?
En aceptar lo que hay tal como es. Sólo cuando lo aceptas y dejas de resistirte puedes cambiar algo, tanto externo como interno. Lo que resistes, persiste. Rendición significa relajarse y aceptar, y es entonces cuando estás libre para cambiar.
Nada que ver con el sentimiento de víctima.
Todo lo contrario. Te sientes víctima cuando la cosa está ahí y la rechazas. En la rendición, o entrega, asumes la responsabilidad: de alguna manera yo he creado esto. Cuando lo contemplas así es que has conectado con tu inteligencia espiritual. Es ella la que hace que el perdón funcione. En vez de sentirte víctima, o experimentar enfado o desánimo, asoma algo de gratitud gracias al nuevo planteamiento que te permite entrever una oportunidad de aprender y sanar en esta situación.
¿Gratitud hacia la persona que hace un momento pensabas que te estaba perjudicando?
Tú lo has dicho: hace un momento pensabas eso. Ahora te abres a la posibilidad de que esa persona no haya hecho nada malo, que te está proporcionando una oportunidad, que te ama tanto, a nivel anímico, claro, que se ha ofrecido para eso. Forma parte del acuerdo prenatal que elegisteis para ayudaros a experimentar emociones humanas como la separación, la soledad, etc.
Y por último se trata de integrar la nueva perspectiva. ¿Cómo sabemos cuándo se ha completado el proceso y, con él, el perdón radical?
Cuando empiezas a sentirte más ligera, más relajada, tanto emocional como físicamente. Te sientes más joven. Te lo aseguro: es mejor que el bótox.
Usted sugiere en su libro que esta vida es como un escenario en el que las almas se encuentran para ayudarse unas a otras, aun cuando aparentemente nos perjudicamos y no seamos conscientes de ello.
En este mundo estamos todos interconectados. Somos uno, pero tenemos la ilusión de que estamos separados. No es más que una experiencia para poder entender qué significa la unidad. Si te hago daño, me hago daño a mí mismo. Ésta es nuestra experiencia cotidiana: sufrimos porque hacemos daño y sufrimos para comprender que somos uno. Lo cierto es que somos seres espirituales viviendo una experiencia humana. Tomamos consciencia de lo que somos de verdad vivenciando su aparente ausencia.
Cómo actuar ante la adversidad: los cuatro pasos de Perdón Radical.
1. ¡Mira lo que he creado! En vez de sentirme una víctima de las circunstancias, tomo responsabilidad. Esta situación aparentemente desagradable la he creado yo para mí, para resolver y sanar algo.
2. Me amo igualmente. Sea lo que sea que haya hecho o me hayan hecho lo observo y observo mis juicios. Y declaro que me amo igualmente. Todo forma parte de un proceso de despertar y crecimiento.
3. Estoy abierta a ver la perfección en esta situación. En realidad es muy difícil sentir eso así, de corazón. El perdón no se puede ni se debe forzar. Por eso decimos fíngelo, o mejor dicho, declara tu intención hasta conseguirlo. Haz tuyo el convencimiento de que lo que está teniendo lugar tiene un sentido.
4. Elijo la paz. Pase lo que pase, no te dejes arrastrar, elige la paz interior o vuelve a ella.
El autor.
Colin Tipping es fundador, junto a su esposa, del Institute for Radical Forgiveness Therapy and Coaching Inc. en Atlanta, Georgia, EEUU. A nivel internacional es formador de coaches, conferenciante y facilitador de talleres sobre el Perdón Radical y sus otros recursos de vida consciente. (Más detalles en www.perdonradical.es)
El libro.
El perdón radical.
Ediciones Obelisco.
252 páginas.