“No dejes que se ponga el sol sobre tu ira”, escribían hace dos mil años los sabios. Y también “Antes de que se ponga el sol, reconcíliate con tu hermano”.
En lenguaje simbólico, la puesta de sol representa la muerte del hombre, su partida hacia el otro mundo. Se nos da un plazo suficientemente largo, pero agotado este tiempo, si no hemos podido o no hemos sabido solucionar nuestros conflictos, una vez que “se ha puesto el sol” ya es demasiado tarde. Las personas que han tenido la desgracia de perder a un ser querido antes de haber podido reconciliarse con él conocen el dolor y el eterno remordimiento que ello supone.
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Sin embargo, también se pueden tomar estas palabras al pie de la letra. Los asesores matrimoniales recomiendan a las parejas que quieren durar que eviten irse a dormir después de una discusión que no han arreglado.
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Además, un nuevo estudio sobre el cerebro publicado en la revista científica The Journal of Neuroscience confirma que irse a dormir con emociones negativas tiene como consecuencia que éstas se refuercen o conserven. (1)
Dormir ordena las ideas
El descanso permite al cerebro ordenar las ideas y grabar en la memoria los recuerdos y experiencias del día, sobre todo, las experiencias emocionales. Después de un trauma doloroso se aconseja no irse a dormir inmediatamente, precisamente para evitar que los recuerdos desagradables se queden marcados a fuego en la memoria.
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Los participantes del estudio mencionado anteriormente fueron 106 adultos jóvenes (de entre 18 y 30 años) y tanto hombres como mujeres, sin ningún historial de desórdenes neurológicos o del sueño y que no estaban tomando ningún tipo de medicación que afectara al sueño o a las funciones cognitivas. Los científicos les hicieron ver imágenes con una fuerte carga emocional con dos tipos bien distintos de contenido: o bien impactantes, o bien neutras o tranquilizadoras.
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A continuación, un grupo se fue a dormir y el otro permaneció despierto durante doce horas. Después estudiaron la reacción de todos ellos ante las mismas imágenes. Constataron que las personas que habían dormido continuaban experimentando emociones igual de violentas ante las imágenes impactantes, mientras que las personas que habían estado despiertas se sentían claramente menos afectadas.
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Otros estudios han demostrado (¿de verdad era necesario movilizar a “científicos” para una obviedad así?) que es más difícil dormir después de un impacto emocional. Esta dificultad para conciliar el sueño podría tratarse de un medio que el cerebro utiliza para evitar que shock se quede grabado en nuestra memoria.
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Películas y tristeza
El cine combina todos los elementos (guión, imagen y sonido) para lograr el máximo impacto emocional posible sobre el espectador.
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Cada noche, desde la más tierna infancia, millones de personas se van a dormir después de ver una película.
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¿Podría ser que existiera una relación entre esta concentración masiva de emociones, en muchos casos violentas, justo antes de dormir y la plomiza tristeza que reina hoy en día en nuestra sociedad?
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La depresión es uno de los trastornos que más afectan a la sociedad. En España, los datos muestran una prevalencia en la población del 10,5% a lo largo de la vida y de un 4% anual. Y el consumo de antidepresivos no cesa. Según el sociólogo francés Alain Ehrenberg, el éxito de los antidepresivos tiene que ver más con el sentimiento de desamparo en el que nos encontramos que con su eficacia. (2)
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Desde luego que evitar ver películas con una gran carga emocional por la noche y reconciliarnos con nuestros seres queridos antes de irnos a la cama no hará que desaparezca el terrible problema de la depresión. Sin embargo, son pasos que cada uno de nosotros puede seguir hacia una mayor pureza de cuerpo y espíritu para lograr una vida con menos estrés, menos emociones negativas y más tranquila.
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¡A su salud!
Juan-M Dupuis
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Fuentes
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1. Baran B, Pace-Schott EF, Ericson C, Spencer RM, « Processing of Emotional Reactivity and Emotional Memory over Sleep », The Journal of Neuroscience, 2012 Jan 18;32(3):1035-42.
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2. « Let them eat Prozac, The Unhealthy Relationship Between the Pharmaceutical Industry and Depression », New York University Press, 2004.