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HABLAR DE LO QUE DUELE PARA QUE DUELA MENOS. Por Valería Sabater

Lo que duele, lo que preocupa y angustia, si se comparte con la persona adecuada, pesa un poco/mucho menos. Por tanto, necesitamos personas que sepan dar espacio a las palabras y al desahogo emocional, porque lo que se silencia acaba agravando aún más el problema.

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Hay que hablar de lo que duele para que la herida duela menos. Pero…, eso sí, a la hora de hacerlo no vale cualquier persona. Más allá de lo que podamos creer, no todos los que tenemos cerca están habilitados para escuchar sin juzgar, para hacer del silencio y de la palabra un valioso refugio. El apoyo emocional es una competencia muy afinada que, además de tiempo y paciencia, requiere de habilidad y tacto.

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Admitámoslo, si ya es complicado dar voz a nuestros ovillos de sufrimiento internos, aún lo es más atrevernos a hablar con alguien sobre lo que nos ocurre. Virgina Woolf, con un universo emocional tan notable como el que se refleja en sus obras, publicó un interesante ensayo sobre el sufrimiento psicológico al que tituló On Being Ill (sobre estar enfermo).

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En este trabajo, lamentó las escasas palabras que existen en nuestros idiomas, sea cual sea, para poder aplicar más precisión a lo que queremos decir. Lo que duele es poliédrico, abismal, tiene aristas, es deforme, tiene todas las tonalidades de grises y negros y no siempre sabemos cómo expresar tal complejidad emocional. Y, aún así, debemos hacerlo.

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Poner voz y dar discurso a lo que duele es exorcizar muchos de esos demonios internos largamente mantenidos. Es higienizar la mente y el corazón para dar espacio a cosas nuevas, saludables y vitales. No obstante, es necesario desenredar y liberar esos universos de dolor con las personas adecuadas. Elegirlas también es una habilidad.

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«El dolor silencioso es el más devastador».

-Jean-Baptiste Racine-

Chico triste simbolizando la necesidad de hablar de lo que duele

Hablar de lo que duele para vivir mejor

Hay muchos tipos de dolor. Los hay que se van con un analgésico; otros con una noche de sueño reparador. Los huesos rotos terminan por sanarse y las quemaduras, aunque dejen cicatriz, también se curan. Ahora bien, el sufrimiento psicológico no se ve en una radiografía ni se alivia definitivamente con un fármaco. Este tipo de dolor necesita expresarse, razonarse y confrontarse para iniciar un lento proceso de recuperación.

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El dolor necesita de la palabra para sanar. Hay que hablar de lo que duele para vivir mejor, pero no siempre es fácil establecer ese diálogo desde el que liberar el malestar poco a poco. De este modo, algo que ven los psicólogos a menudo en su práctica clínica es que son muchas las personas que se han habituado no solo a no hablar de lo que les preocupa o atormenta. Vivimos en una sociedad en la que nos han convencido de que si la vida te golpea tres veces tú te levantas cuatro. Nos han enseñado a que si uno cae, hay que levantarse rápidamente para aparentar fortaleza. 

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Es decir, no solo evidenciamos cierta incompetencia emocional a la hora de saber expresar y comunicar lo que preocupa, duele, atormenta o quita el aliento. Nos han enseñado a no dar espacio ni voz al dolor o al desconsuelo. Es algo que ocultar, que desplazar a un lado para evidenciar normalidad sin importar lo rotos que estemos por dentro.

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Haz espacio, respira hondo y párate el tiempo que sea necesario

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A veces ocurre. Hay quien es especialmente hábil siendo el mejor amigo de los demás, ese familiar siempre accesible, ese compañero de trabajo ideal. Sin embargo, para sí mismo suele ser su peor enemigo. ¿La razón? Porque se descuida, no se escucha y se culpabiliza por cada error o muestra de debilidad.

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Actuar en piloto automático tiene sus costes y más si llevamos tiempo arrastrando cierto estrés, algunas experiencias negativas y ese malestar que nos ronda como las rémoras a los tiburones. Es necesario parar, respirar hondo y analizar desde el puesto de observadores, recoger datos, sin juzgar. Saber cuándo es necesario hablar con alguien de lo que duele, de lo que pesa o de eso que nos ha sucedido, es clave de salud y bienestar.

Hablar de lo que duele con personas empáticas que sepan escuchar

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Logan Nordgren, doctor de psicología social de la Universidad de Toronto, realizó un trabajo en el que analizó cómo actúan las personas ante el dolor social ajeno. Los datos fueron significativos: lo solemos subestimar.

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Se comprobó, por ejemplo, que los profesores no siempre eran capaces de detectar, identificar o intervenir en las situaciones de acoso. En este sentido, si lo que perciben los jóvenes es indiferencia en los adultos, resultará muy complicado que estos últimos se animen a hablar, a comunicar aquello que están experimentando.

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Lo mismo ocurre en nuestro día a día. No todo el mundo es accesible por muy cerca que los tengamos. En ocasiones, la propia familia no es precisamente la mejor referencia a la hora de desahogarnos. Para hablar de lo que duele, necesitamos personas empáticas y habilitadas en el arte de la escucha.

Chica triste haciendo terapia simbolizando la necesidad de hablar de lo que duele

Conclusión

Tengámoslo claro, cuando pasamos por un mal momento no siempre necesitamos que nos den consejos o palmadas en la espalda. Lo que en muchas ocasiones espera quien sufre es sentirse comprendido, es percibir que el otro hace lucha común con la pelea que libra.

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Escuchar del otro un «entiendo lo que dices, lo siento, te apoyo y estoy contigo para lo que necesites'», actúa como una verdadera medicina. Es más, estás frases son, en muchas ocasiones, el puente que nos permite acceder a niveles realmente más profundos de comprensión.

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No dudemos en acudir a ese amigo que sabe estar. Tampoco dejemos de lado a los profesionales que están preparados para llegar allí donde los amigos o la familia no llegan

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https://lamenteesmaravillosa.com/hablar-de-lo-que-duele-para-que-duela-menos/

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DUERME MENOS, PRODUCE MÁS. Por Carlos Bogdanich

¿Volver a cambiar la hora es necesario?
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; Este fin de semana "volvemos a cambiar el horario". ¿Es realmente necesario que vayamos en contra de nuestro Reloj Biológico?...

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En este artículo hallarás respuestas, aunque realizado hace tiempo, sigue estando "en hora".

El Morfeo tecnológico:

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Dos veces al año y “a golpe de pito” nos cambian la hora sin consultar nuestro “convenio” biológico. En aras del ahorro energético nos olvidamos del equilibrio biológico, aunque como seres adaptables que somos, echamos p’alante sin mirar hacia atrás ni a sus consecuencias.Los cambios horarios, dos al año, tienen como finalidad reducir el consumo de energía buscando hacer coincidir la jornada laboral con las horas de luz natural. Como si nosotros, seres vivos que somos, no nos “alimentásemos” también de dicha ‘Luz Natural’.

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Enlace del artículo:
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QUIÉREME CUANDO MENOS LO MEREZCA

6011269701?profile=originalENVIADO POR KAREN

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REFLEXIÓN

Quiéreme cuando menos lo merezca porque será cuando más lo necesite
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Quédate con quien conozca tu peor versión y se quede a tu lado

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Cuando te fallo, también me fallo a mí. Cuando te enfado, también yo me siento mal conmigo. Porque cuando menos lo merezca será probablemente cuando más desorden haya en mi interior.

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Algo dentro de mí no está bien cuando cometo un error o cuando huyo de mis problemas.

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Probablemente esté abandonando una parte de mí, dejándola a la deriva en alta mar con plena tormenta.

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Es casi seguro que tengas motivos para no quererme y para desatenderme, pero quiero que sepas que solo una parte de mí te hizo daño. No conozco la perfección. A mí también me duele tu dolor y, al menos, daría lo que fuese para hacerlo desaparecer. Tengo la peor forma de meter la pata y una gran capacidad para desmerecer lo que haces por mí.

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Quiéreme cuando menos lo merezca, dale una oportunidad a la persona que soy. Déjame aprender de los errores. Ayúdame a librar mis batallas emocionales, ayúdame a ver que eso me completa.
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Pedir ayuda es un acto de valentía

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Me ha llevado tiempo entender que reconocer mis limitaciones y mis errores es la única manera de hacerme cargo de mí misma. Ahora soy consciente de que no poseo todas las respuestas y de que no dispongo de la verdad absoluta. A veces también necesitamos de los demás para gestionar nuestro interior y nuestras emociones.

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Por eso, pedir ayuda cuando se necesita no es solo una muestra de humildad, sino también de valentía, pues cooperando alcanzaremos el triunfo sobre la adversidad.

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Cuando estamos mal necesitamos el apoyo de los demás, que nos aguanten y nos guíen, y que nos hagan sentir la permanencia de la incondicionalidad. Siempre sale el sol, pues somos merecedores de él aunque en un momento dado nos hayamos comportado de manera mezquina.

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Aunque nuestro mundo se derrumbe y nuestra vida haya quedado desmantelada, después de la tempestad, llega la calma. Todo pasa y todo se transforma, pero a veces necesitamos que alguien se ponga en nuestro lugar y nos recuerde que no hay mal que cien años dure y que todo es pasajero.

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Nuestra mejor versión

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Quédate con quien conozca tu peor versión y, en vez de irse, se quede y te ayude a mejorar.

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Ofrecer la mejor versión de nuestra persona es un paso indispensable para ser merecedores de amor, de gratitud y de confianza. Así, la incondicionalidad y el respeto se fundamentan en la sinceridad que acompaña a los malos y a los buenos momentos. O sea, es algo así como ser nosotros mismos en las duras y en las maduras.

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Hay errores que tiñen de negro nuestra realidad, pero no por eso merecemos menos el perdón que en otras circunstancias o que otras personas. Lo importante es progresar y ofrecer a los demás nuestra mejor versión, la humilde y la sincera, la que trabajar para crecer cada día.

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Esto será lo que nos haga merecedores de la compañía de los demás en cualquier momento, a pesar de los errores y los desaciertos. Porque nuestros peores comportamientos hacen que valoremos a los mejores, de la misma forma que la tristeza hace que la felicidad gane valor.

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Digamos que nuestros deslices y nuestras culpas son dos puntos emocionales que nos ofrecen oportunidades, los cuales debemos entender para perdonarnos a nosotros mismos.

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En definitiva, la mejor versión de uno mismo es aquella que se puede apreciar en las situaciones complicadas, aquella que entiende la importancia de lo ocurrido, que ve que el castigo no siempre es la solución y que entiende el enfado como una consecuencia lógica y no como abandono.

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Por eso, ser capaces de consolarnos, de aceptarnos y de comprendernos contribuirá a crear un mundo mucho más valiente, más fiel y más solidario.

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www.formarse.com.ar

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EL QUE MENOS FALLA, ES EL QUE MENOS LO INTENTA

El que menos falla es el que menos lo intenta

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Falla, hazlo de nuevo, equivócate, porque de esta forma, será de la única que puedas obtener el aprendizaje necesario para a su vez, obtener el éxito y los logros que anhelas. No existe otra manera de aprender que no sea mediante tu ensayo y error -o el ensayo y error de otros- y pensar que somos mejores cuanto menos nos equivocamos es un planteamiento absurdo.

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No existen éxitos sin unas buenas dosis de tropiezos y meteduras de pata porque precisamente esos fallos son los que nos indican el camino por el que no es conveniente ir y que sería mejor buscar otra alternativa o probar con otras opciones.
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¿Qué hubiera ocurrido si Thomas Edison se hubiera cansado de intentarlo a la vez cien de que no funcionara su bombilla? Recordemos que él consiguió su éxito después de 999 fallos. Fracasó una y otra vez y, en lugar de pensar que no tenía capacidad para salir del error, se dio cuenta que todos esos errores eran los responsables de que actualmente disfrutemos de luz artificial en nuestros hogares. Al intento número mil, lo consiguió.

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Fallar, caerse e intentarlo de nuevo es lo que nos lleva a lograr cosas importantes en nuestra vida. Tirar la toalla a la primera de cambio nos asegura no fallar, pero tampoco lograr nada interesante, ¿Qué prefieres?
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“El que falla es menos valioso como persona”

¿Creéis que exagero? ¡Cuántas veces habrán escuchado mis oídos esta frase! Por desgracia, el perfeccionismo está a la orden del día en nuestra sociedad y hay poco margen, poca paciencia, para desarrollar nuestro mecanismo creativo más potente: el del ensayo y error.

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Desde que somos bien pequeños se nos evalúa, se nos incita a competir y a sacar un diez. En lugar de felicitarnos por haber encontrado un camino equivocado y tener la oportunidad de hallar uno mejor, se nos castiga por ello e incluso, en ocasiones, escuchamos juicios como “no sirves para esto”, “siempre se le han resistido las matemáticas, no es lo suyo” o “ya lo has tenido que hacer mal otra vez, no aprendes nunca”.

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Todas estas frases van minando nuestra autoestima y nos vamos construyendo poco a poco la fantasía de que no debemos equivocarnos nunca, que debemos ser competentes en todo lo que hacemos y si no es así, no valemos nada, somos unos fracasados y estamos destinados a una vida mediocre.

perfeccionista

Dicho así puede parecer exagerado ya que cuando estás leyendo este artículo seguramente te encuentras en un estado de calma. Pero cuando nuestra paciencia está al borde del abismo, lo cierto es que a la mayoría nos cuesta controlar este tipo de juicios.

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Nuestros pensamientos irracionales se encargan de que suframos cuando algo nos sale mal, tanto que consigue que muchas veces abandonemos nuestros objetivos, proyectos e ilusiones. De esta manera, quedamos a salvo de un nuevo fallo que pueda tambalear de nuevo nuestra autoestima.

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Es por esto que sería convierte que aprendiésemos a ser más tolerantes con nosotros mismos, a reducir nuestras autoexigencias y a dejar a un lado la fantasía de ser perfectos. El ser humano falla, es su naturaleza, es lo normal y es lo que tiene que ser.

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No está escrito en ninguna parte, además de en nuestra mente, que el fallar nos lleve a convertirnos en necios, en estúpidos o que nos defina de alguna manera. Al igual que tampoco nos define ni nos suma valor el hecho de hacer las cosas bien o de ser exitoso.

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El valor personal es algo que nada tiene que ver con nuestro desempeño en ningún área vital. Las personas hay que valorarlas por ser personas, no por lo que tienen, lo que hacen o lo que consiguen.
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Falla o quédate de brazos cruzados

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Tú eliges. Si tu miedo a fallar es tan grande que te impide levantarte de nuevo e intentarlo otra vez, a largo plazo es probable que lo pases mal. Así, el pensamiento de que “no sirves para nada” se verá alimentado, ya que tu mismo te condenas a eso que tanto temes: a la no consecución de tus propias metas

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Si te quedas en casa de brazos cruzados, te aliviarás a corto plazo, ya que no tendrás que exponerte a equivocarte de nuevo, a las críticas que puedan hacerte los demás y sobre todo a las que te puedas hacer a ti mismo, que más que críticas, serán machaques.

 

Caminr.

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De todo esto te librarás si no te atreves a caerte. Pero, también te perderás cosas tan interesantes como aprender, superarte u observar como mejoras en lo que para ti es una ilusión. Además, te pondrás muy difícil saborear que tu esfuerzo ha tenido recompensa.

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Es cierto que conseguir éxitos no es algo necesario, de ello no depende nuestra felicidad y podemos ser personas perfectamente felices sin tener ningún éxito en toda nuestra vida.
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Pero ¡ojo! No es lo mismo que tengamos y creamos en este planteamiento, razonable y maduro a que evitemos los fallos por miedo al fracaso y en el fondo si que deseemos con todas nuestras fuerzas lograr algo que para nosotros es importante.

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Conformarse es una actitud que también procede del miedo y lo único que harás es engañarte a ti mismo. Por lo tanto, toma la opción de arriesgar, ¡SÉ VALIENTE! Falla, no es algo malo -como nos han hecho creer-, si no una ventaja para aprender y hacerlo mejor. No va a pasar nada terrible si te equivocas, simplemente ¡hazlo!

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AMAME CUANDO MENOS LO MEREZCA, PORQUE SERÁ CUANDO MÁS LO NECESITE

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ENVIADO POR ROBERTO

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El perdón cae como la lluvia suave desde el cielo a la tierra. Es dos veces bendito, pues bendice al que lo da y al que lo recibe.

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William Shakespeare

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Quiéreme cuando menos lo merezca porque será cuando más lo necesite. Quiéreme y cuídame, porque cuando te fallo, también me fallo. Porque cuando me enfado sin motivo o busco una razón para hacerlo es que algo dentro de mí no está bien.

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Quiéreme cuando cometa errores, quiéreme siempre. Puede que tengas motivos para no hacerlo, para huir de mí hasta que pase la tormenta, para abandonarme en el baúl de recuerdos y comenzar a vivir libremente.

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Puede que sí, puede que te haya hecho daño y que aún sientas dolor. A mí también me duele y lo siento. Esa parte de mí también soy yo, al menos en el pasado lo fui o lo estoy siendo ahora mismo.

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Por eso, quiéreme cuando menos lo merezca, porque todo me completa, porque también me hace falta librar mis batallas emocionales en voz alta.

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Cuando necesito tu apoyo…

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Necesito tu apoyo cuando en mis noches no hay estrellas, cuando lloro, cuando grito, cuando me comporto de manera mezquina.

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Simplemente, cuando estamos mal necesitamos de los demás. Necesitamos que nos aguanten, necesitamos que nos guíen, saber que existe la incondicionalidad y que, a pesar de todo, somos merecedores de amor. Después de la tempestad, llegará la calma.

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Y es que hay veces que el mundo entero se derrumba y cae sobre nosotros. Dicen que no hay mal que cien años dure, que todo es pasajero y que lo que sea que nos duele dejará de hacerlo.

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Te pido que te pongas en mi lugar y que intentes comprender que, cuando cometo un error, yo también lo estoy pasando mal. Necesito que me enseñes que el mundo no es un lugar hostil en el que los ataques se efectúan cuando más débil estás con la intención de que no puedas levantarte.

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Cuando estamos en plena tormenta y a esta le acompaña un tornado, perdemos el control.

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Puedo regalarte lo mejor y lo peor de mí

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Porque, aunque hoy mi error envuelva de negrura tu mundo, sé que sabrás perdonarme, sé que sabes que merezco la pena (y la alegría) y que juntos progresaremos mejor.

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Soy ese hijo que saca malas notas, esa novia que se enfada, ese marido que es un desastre, esa madre que no te suelta, ese profesor que se equivoca, esa niña que ha roto un jarrón, ese perro que ha destrozado un cojín, ese trabajador que ha olvidado realizar una tarea, esa persona que ha sido injusta contigo…

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Porque, en todas y cada una de esas situaciones, necesito que me quieras. Porque soy el mismo o la misma que merece tu amor cuando todo va bien, cuando todo es sencillo y cuando no te disgusto.

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Mis errores y mis desaciertos son propios de mí, de nosotros y de nuestras circunstancias. Ellos corresponden a un porcentaje de desgracias que nos hacen valorar las alegrías. Son lecciones que, con el tiempo, se convierten en experiencias.

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Quédate con quien conozca tu peor versión y, en vez de irse, se quede y te ayude a mejorar

 

Cuando te ofrezco mi peor versión me siento triste, me derrumbo y me culpabilizo por no haber sabido estar a la altura. Quiero perdonarme, pero para eso también te necesito.

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Entiendo la importancia que tiene lo ocurrido, entiendo que a veces no vemos otra opción que el castigo, entiendo que el enfado nos nubla y entiendo que nuestra razón se va de paseo.

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Pero tu consuelo, tu aceptación y tu comprensión me ayudará a ser, siempre, un poco mejor. Quiéreme, aunque no me lo merezca, no hay duda de que será cuando más te necesite.

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Léelo en:
http://www.formarse.com.ar/Reflexiones/Quiereme-cuando-menos-lo-merezca.html

www.formarse.com.ar

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PUEDES ESCAPAR DE TODOS , MENOS DE TI MISMO

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PUEDES ESCAPAR DE TODOS , MENOS DE TI MISMO

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“Hay una reveladora historia acerca de un monje que vivía en el desierto egipcio y al que las tentaciones atormentaron de tal modo que ya no pudo soportarlo. De manera que decidió abandonar el cenobio y marcharse a otra parte. Cuando estaba calzándose las sandalias para llevar a efecto su decisión, vio, cerca de donde el estaba, a otro monje que también estaba poniéndose las sandalias. ¿Quién eres tu, preguntó al desconocido? Soy tu yo, fue la respuesta. “Si es por mi causa por lo que vas a abandonar este lugar, debo hacerte saber que, vayas adonde vayas, yo iré contigo.”
A. de Mello

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Podemos pasarnos toda la vida huyendo de todo hasta que aceptemos que no podemos huir de nosotros mismos. Debemos dejar de culpar a los demás de lo que nos sucede. Nuestra reacción ante los acontecimientos de la vida depende únicamente de nosotros y en nuestras manos está el dejar de huir y aceptar los retos de la vida. Este puede ser el primer paso seguro hacia un auténtico crecimiento personal.

                                                                      

Fuente. Energías Femeninas
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