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Me contaron este experimento como válido. Cuando uno habla de ensayos piensa en laboratorios y en ciencia.

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La verdad es que las emociones nunca se han tratado así. Son como de otra esfera, algo que parece no poder demostrarse y sin embargo, cargamos con ellas a diario. Algo deben tener de reales cuando tanto nos benefician o perjudican y algo puede o debe poder demostrarse con ellas y a través de ellas.

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Por eso debemos tratarlas con naturalidad y cercanía, con total corporeidad porque ellas realmente están con nosotros todo el día. Son reales, son de verdad. Por tanto, siguiendo este razonamiento, en algún sitio tienen que caber, de algún modo deben poder estirarse, de alguna forma tienen que poder mimarse o reñirse.

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Si así es podemos clasificarlas. Por eso vamos a tomar dos tarros de cristal cualquiera. En uno de ellos pegaremos un papel en la tapa con el dibujo de un corazón; el otro con el dibujo de un rayo.

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Vamos a realizar el ensayo durante una semana. Será suficiente para evaluar el estado de nuestras emociones y su grado de salud.

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Cada vez que sintamos alegría, cuando algo nos emocione, si en un momento nos sentimos tranquilos o esperanzados meteremos un papel en el tarro del corazón con dos palabras, una que haga referencia a la emoción y otra a la causa. Por ejemplo: “Alegría-llamada”… Por el contrario, haremos lo mismo con las emociones negativas en el tarro del rayo. Así por ejemplo, “Ira-discusión”.

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A lo largo de la semana iremos llenando los tarros. Veremos cuál de los dos está más lleno. Podremos abrir lo papeles y anotar qué nos ha hecho gozar y lo que nos ha llenado de sufrimiento.

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Después con el mapa de nuestras emociones en las manos, analizaremos qué debemos cambiar para evitar los malestares y potenciar la felicidad. 

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Será un pequeño experimento pero un gran instrumento evaluador que puede hacernos cambiar la visión de nuestra vida, desgranando una a una las razones de nuestro estado actual.

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Probemos.

Crema y Nata