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Hombre con valor para iniciar el cambio

¿Por qué se temen los cambios si la vida se compone de ellos? El cambio es la única constante, lo más seguro que tenemos en el universo. Hoy no somos la misma persona que ayer, pero tampoco que mañana, por mucho que nos empeñemos en ello.

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Un cúmulo de circunstancias suceden para que esto sea así, aunque no nos demos cuenta. Por esta razón, hay que derribar el temor a cambiar. Existen mejoras formas de vivir que la resistencia infinita a lo nuevo. Ahora bien, ¿por qué a veces creemos que cualquier tiempo

.pasado fue mejor?

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Idealizar el pasado es una de nuestras costumbres, fruto de una tendencia a olvidar lo negativo y seleccionar únicamente recuerdos positivos. De ahí que recordemos mucho mejor las experiencias felices de la infancia. Además, si nos encontramos en un momento de preocupación y desesperación, es probable que al compararlo con épocas anteriores consideremos que todo lo vivido fue más fácil que eso que nos está sucediendo.

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La memoria no es fidedigna, ya que cambia de forma constante. De hecho, los recuerdos tienen un período sensible en el que pueden ser modificados en relación a los nuevos acontecimientos. Así, vamos dulcificando todo lo vivido por regla general y almacenándolo para comparar cada vez que nos ocurra algo.

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Si tenemos en cuenta lo anterior, no nos será extraño pensar que nuestro cerebro está prefabricado para que nos den miedo los cambios, ya sean buenos o malos. Es decir, al cerebro le gusta ahorrar y sentirse seguro, de ahí que un cambio le suponga salir de esa zona de confort y experimentar temor y miedo. ¿Cómo va entonces a preferir los cambios?

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Por otro lado, el exceso de adrenalina que generamos para poder afrontar cualquier cambio, el cerebro puede confundirlo con sensaciones parecidas a la desconfianza o el peligro. Aunque en realidad esta activación nos ayuda a sobrellevar mejor las nuevas situaciones. Por lo tanto, todos los cambios, aun los más ansiados, llevan consigo cierta melancolía.

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“Nadie se baña en el río dos veces porque todo cambia en el río en el que se baña”.
-Heráclito de Efeso-
 

Cuando surge una posibilidad de cambio, hay que cambiar

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El escritor, poeta y filósofo Henry David Thoreau hizo una afirmación muy acertada: las cosas no cambian, cambiamos nosotros. El fluir de la vida nos afecta y nos transforma de algún modo. Cuanto antes lo aceptemos mucho mejor porque seremos capaces de gestionar los cambios. De esta forma, no quedaremos atrapados en el pasado pero tampoco en las ilusiones del futuro, sino que viviremos conscientemente en el presente.

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Porque no somos las mismas personas que el año pasado, pero tampoco lo son las personas a quienes amamos. Aún así es extraordinario que cambiando, podamos seguir amando a alguien que también lo hace, al igual que con nosotros mismos.

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“Cada día me miro en el espejo y me pregunto: “Si hoy fuese el último día de mi vida, ¿querría hacer lo que voy a hacer hoy?”. Si la respuesta es “No” durante demasiados días seguidos, sé que necesito cambiar algo”.
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Steve Jobs

La resistencia al cambio delata nuestros defectos

La salud mental depende de la capacidad de una persona para evolucionar y adaptarse a sus circunstancias. Permanecer anclados rígidamente en modelos y esquemas primigenios sólo servirá para acumular angustia. Por lo tanto, no hay que resistirse a aprender de la experiencia y a cambiar con ella.

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Cualquier cosa a lo que uno se resiste, persiste. La libertad del espíritu tropieza con la resistencia que a veces opone el miedo a lo desconocido.
 

Mujer triste viendo el atardecer

Evitar cambiar manifiesta intrínsecamente que deseamos quedarnos en un lugar que nos resulta cómodo, ese en el que no tengamos que afrontar nuestros miedos. Así, cambiar requiere plantarle cara a la incertidumbre y saber que cuando lo hagamos nos sentiremos ansiosos e inseguros.

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Por otro lado, la resistencia al cambio puede significar que la persona no se responsabiliza de los problemas y prefiere evitarlos o buscar las causas estos fuera, culpando a los demás de sus errores. Evidentemente, esto es mucho más fácil, pero no lo más satisfactorio ni lo que impulsa seguir avanzando. .

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“Cuando las circunstancias cambian, yo cambio de opinión. ¿Usted que hace?”
-John Maynard Keynes-
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Quién no sabe quererse, no sabrá quererte. Por Fátima Servián Franco

Es imposible ofrecer a los demás lo que a nosotros nos falta. Piensa que si no somos capaces de sentir amor por nosotros mismos, será difícil que podamos tener una relación sana con los demás. Quererse a uno mismo es el primer paso para desarrollar una base de confianza y estabilidad con otra persona.

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Quererse a uno mismo significa darse la oportunidad de descubrir el gran potencial y la grandeza que lleva dentro. Significa ser sincero con uno mismo, comprometerse con su bienestar. Además, quererse a uno mismo también implica estar atento a las necesidades vitales propias y aceptarnos, respetarnos y amarnos por ser quien somos.

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Cuando dejamos de juzgarnos, de criticarnos, de compararnos con los demás, de exigirnos ser diferentes de quienes somos, rompemos con la idea preconcebida que tenemos respecto a nosotros. Esa idea que condiciona nuestra vida y nos lleva a vivir desconociendo una parte importante y valiosa de nuestro ser.

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“El hombre que no se valora a sí mismo, no puede valorar cualquier cosa o cualquier persona”
-Ayn Rand-
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Aprender a quererse a uno mismo

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Para estar en paz con nosotros mismos tenemos que dejar de exigirnos más de lo que realmente somos. Aspirar a mejorar en la vida y como personas es un proyecto indiscutible que todos tenemos que realizar, pero no puede instalarnos en un estado de ansiedad constante en el que lleguemos a despreciar nuestra esencia.

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Es positivo que aprendamos a romper con las falsas creencias que condicionan nuestro presente. Solo en el presente podemos actuar y vivir plenamente, y aunque no tengamos todo con lo que soñamos tenemos el poder de cambiarlo actuando acorde con quienes somos. Fantasear con lo que fue el pasado o podrá ser nuestro futuro solo nos aleja de nuestra realidad. Una realidad que nunca será igual que la que soñamos, pero al menos es real.

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Aprender a quererse a uno mismo es un viaje sin final que se nos presentará de muchas formas. Pero autovalorarse de forma sana es el primer paso hacia el autoconocimiento. Tenemos que aprender a pensar de una manera más ajustada, dejando de lado la excesiva crítica y la perfección imposible de alcanzar.

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Las atribuciones que realizamos sobre nosotros mismos condicionan nuestra autoestima. Si todos los logros que hemos alcanzado en nuestra vida los achacamos a factores externos, como la suerte o la casualidad, y los fracasos lo atribuimos a nuestras características internas, nuestra autoestima se resentirá. Debido a este tipo de atribuciones injustas con nosotros mismos, hacemos que sea más difícil querernos.

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“Me llevó mucho tiempo no juzgarme a mí mismo a través de los ojos de otro”
-Sally Field-
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Como querer bien a los demás

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El verdadero amor no es el amor físico y erótico, sino querer el bien para alguien, ponerse en el lugar del otro. A veces, los sentimientos de deseo intenso, admiración e inversión emocional en otra persona dificultan la comprensión del amor. La mayoría de nosotros, en alguna ocasión, hemos confundido lo que significa amar a otra persona con poseer o querer cambiar a otra persona.

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Para querer bien a los demás tenemos que basarnos en ideas y comportamientos altruistas. El amor por una persona hace que queramos contribuir a que desarrolle sus capacidades, no las que nos gustaría que tuviera.

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Buscar nuestra felicidad y sentirnos bien con nosotros mismos no es ser egoísta, sino que es la condición más necesaria e importante para poder llegar a establecer una relación positiva con los demás. Con el tiempo nos hemos dado cuenta de que no podemos culpar a los demás por no ser como a nosotros nos gustaría, y es ahí donde empieza el viaje para querer bien a los demás.

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Si deseas amor verdadero, aprende primero a trasmitírtelo a ti mismo.
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Fuente. La Mente es Maravillosa
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Enamórate de ti. Por Fátima Servián Franco

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Enamórate de ti. Trátate con cariño, valora tus logros y reconoce que sabes hacer cosas bien. Cuídate y sobre todo, no te olvides. Tú también eres alguien importante. No te critiques o por lo menos, no te latigues. Quiérete.Una buena autoestima incrementa la sensación de bienestar y las emociones positivas. Además, te permite alcanzar mayor eficacia en las tareas y establecer un vínculo más equilibrado con los demás, haciéndote ganar autonomía e independencia. Por eso y por mucho mucho más, es necesario que te grabes este mensaje: enamórate de ti.Tenemos una falta de amor propioDesde pequeños nos enseñan conductas de cuidado personal respecto al aspecto físico: lavarnos los dientes, bañarnos, comer, vestirnos… Pero, ¿qué hay del cuidado psicológico y la higiene mental? ¿Le prestamos suficiente atención?La cruda realidad es que la mayoría de nosotros tenemos una falta de amor hacia nosotros mismos. Una falta de amor propio que se traduce en sentimientos de desconfianza y baja autoestima, que nos impiden disfrutar de las oportunidades que la vida nos da, además de nuestras relaciones. Si no nos queremos y cuidamos, si no nos respetamos… ¿cómo van a hacerlo los demás?“Usted mismo, tanto como cualquier otro en el universo entero, merece su amor y afecto”.-Buda-¿Por qué nos boicoteamos?El autocastigo es una de las peores formas que tenemos de tratarnos a nosotros mismos. A pesar de que lo utilicemos a diario y a veces, sin darnos cuenta. La crítica destructiva incrementa nuestro sufrimiento, nuestra dependencia y nuestra vulnerabilidad.A veces, construimos muros y barreras que nos impiden estar bien, porque no sabemos afrontar, ni aceptar el sufrimiento. Nos escondemos de todo, incluso de nosotros mismos… La incertidumbre nos asusta y lo inesperado nos aterra.Al autoboicotearnos, buscamos a alguien que nos salve de nosotros mismos. Un círculo vicioso en el que cuanto más tristes estamos por nuestra supuesta inutilidad, más necesitamos la atención y las alabanzas de los demás.“La autoestima baja es como conducir por la vida con el freno de mano puesto”.-Maxwell Maltz-Nos equivocamos. La felicidad no se encuentra fuera, sino en nuestro interior. Solemos cometer un error al pensar que los demás nos harán felices o que comprando cosas nos quedaremos satisfechos. Lo que realmente nos hará felices es estar bien con nosotros mismos.La importancia del autocuidadoAutocuidarse es valorarse, apreciarse y aceptarse. Un aspecto importante que señala la forma de relacionarnos con los demás y con nosotros mismos.Ya lo decía Oscar Wilde “Amarse a uno mismo es el principio de una historia de amor eterna”. Si no nos cuidamos, ni nos priorizamos nadie más lo hará de la forma que necesitamos. De hecho, hay muchos individuos que dependen de otras personas para ser felices y, en realidad, por eso mismo están vacías.El autocuidado es un rasgo fundamental que todo ser humano debe cultivar. Solidifica nuestra autonomía y nos ofrece herramientas para enfrentarnos sanamente a la vida y adaptarnos a ella.Sin una higiene mental adecuada nos será difícil alcanzar nuestras metas, quedando mermada nuestra autorrealización. Además, la falta de esta es lo que nos conduce al autocastigo y la crítica destructiva. Tenemos que valorarnos, disfrutar de nuestra compañía y luchar por nosotros.Querernos es el primer paso para cumplir con todas nuestras exceptivas, y no a la inversa, cumplir expectativas para querernos. Este pensamiento autoexigente nos lleva a la crítica destructiva que nos castiga. Solo nos creemos merecedores de nuestro afecto cuando conseguimos objetivos. Y no nos damos cuenta que sin ese afecto propio no llegaremos a conseguir nuestros propósitos..Por eso, enamórate de ti y todo lo demás caerá en orden. Tienes que quererte a ti mismo primero, para hacer cualquier cosa en este mundo..No lo olvides, enamórate de ti, sé tu principal acompañante. Tu sostén y tu hombro. Quererse es el camino inequívoco para la felicidad..“El autocuidado no es un acto egoísta, es simplemente el manejo adecuado del único don que tengo, el don por el que estoy en el mundo para ofrecer a los demás”..-Parker Palmer-.

Quién no sabe quererse, no sabrá quererte


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Hombre con pájaros en la cabeza

El psicólogo William James afirmó “Si lo recordáramos todo, estaríamos tan enfermos como si no recordáramos nada”. La memoria a nivel general funciona de manera selectiva, no recuerda toda la información de la misma forma, de ahí el concepto de memoria selectiva. Por esto, ciertos recuerdos pueden almacenarse muy profundamente en nuestra mente y recordarse a la perfección y en cambio, otros aspectos pueden no memorizarse bien y olvidarse con facilidad.

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Esta característica de nuestra memoria pone de manifiesto que la memoria selectiva no es un tipo determinado de memoria. Más bien todo lo contrario, el proceso mnésico al completo es selectivo. Por lo tanto, no es casualidad que a veces podamos recordar un suceso del pasado, pero que no podamos hacer lo mismo con otro acontecimiento. Profundicemos en el interesante mundo de la memoria selectiva.

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La base de nuestra identidad es la memoria

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Los recuerdos, en general, tiende a funcionar de la misma manera en todas las personas, y no solo en lo relativo a temas generales, sino también en lo que respecta a creencias privadas y recuerdos autobiográficos dando forma a nuestra identidad. Somos nuestros recuerdos. 

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Pero la identidad no es una versión de todos los acontecimientos en los que hemos participado, como si todos y cada uno de los días que hemos vivido quedasen archivados en alguna parte de nuestro cerebro de manera intacta en cantidades equivalentes entre sí. Creer esto sería asumir que nuestra memoria es una especie de grabación exacta de lo que hemos percibido. Y esto es imposible: solo recordamos aquello que de alguna manera fue significativo para nosotros. Por lo que nuestra identidad está repleta por una colección de recuerdos elegidos por nuestra memoria selectiva.


“La memoria es el único paraíso del que no podemos ser expulsados”
-Jean Pau-

 

Mujer recodando su vivencia

¿Por qué recordamos unos sucesos y no otros?

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Si reflexionamos sobre nuestros recuerdos llegamos a la conclusión de que hay determinados momentos que recordamos al detalle mientras que otros parecen mucho más difuminados y con algunos incluso tenemos la sensación de que se han eliminado de nuestra memoria. ¿Por qué recordamos unos sucesos y nosotros?

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La principal razón la encontramos en que para que la información sea almacenada y recordada tiene que ser captada correctamente por nuestros sentidos. Y para ello será necesario que nuestros niveles de atención y percepción funcionen de manera óptima porque si no se perderá información sobre lo sucedido. Además, la repetición será muy importante para que el recuerdo se termine de consolidar en nuestra mente.

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Otra razón parece encontrarse en el fenómeno del que todos somos víctimas en algún momento de nuevos vidas, conocido como disonancia cognitiva.  Este consiste en ese malestar que sentimos cuando mantenemos dos opiniones, actitudes o creencias contrarias. Y está relacionado con la memoria selectiva porque para aliviar esa sensación negativa se tiende a descartar una de las dos opiniones, actitudes o creencias que mantenemos para que no exista conflicto.

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Cuando nos sentimos culpables por haber realizado una acción contraria a nuestras creencias, como por ejemplo haber dejado un trabajo, encontramos la manera de darle vueltas a la situación hasta hacernos creer que realmente era la decisión correcta. Aunque en el fondo sepamos que desearíamos no haber tomado esa decisión. De modo que al distorsionar nuestros pensamientos, el recuerdo que tengamos de esa decisión será completamente diferente con el paso del tiempo.

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Así, recordamos algunos acontecimientos y otros no porque nuestro cerebro tiende a rechazar lo innecesario y a quedarse con lo que de verdad importa. A modo de protección, nuestra memoria tiende a recordar lo bueno y lo positivo para apartar así de nuestra mente los sucesos negativos que nos causan dolor.

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Con todo esto se deduce que la función de la memoria selectiva es hacer una selección de nuestros recuerdos. Sitúa a cada uno donde le corresponde, por un lado deja algunos recuerdos escondidos en nuestra mente porque considera que no nos aportan nada o que no son de mayor importancia y por otro,

coloca a algunos en primera linea. por si necesitamos de ellos.

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Pero no todo lo que nos duele se puede olvidar, a veces lo seguiremos recordando por alguna razón que desconocemos. Aunque la ciencia ha demostrado que es posible entrenar nuestra mente para olvidar los momentos desagradables, afirmando que si los reprimimos durante un largo período de tiempo puede suceder que caigan en el olvido.

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“Gracias a la memoria se da en los hombres lo que se llama experiencia”
-Aristóteles-

 

¿Porqué es útil la memoria selectiva?

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No todo lo que nos duele puede hacerse desaparecer por arte de magia. Aunque la ciencia ha demostrado que es posible entrenar a nuestra mente para olvidar los momentos desagradables.

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El psicólogo Gerd Thomas Waldhauser de la Universidad de Lund en Suecia llevó a cabo una  investigación en la que descubrió que gracias a la memoria selectiva podemos entrenar a nuestra mente para olvidar sucesos difíciles.

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La investigación certifica que cuánto más tiempo intentemos olvidar un recuerdo, más difícil será recuperarlo. Es decir, si ocultamos durante décadas a nuestra mente el dolor que sufrimos con la pérdida de un familiar, sería prácticamente improbable volver a recordar las palabras que oímos durante su funeral. Esta estrategia es muy útil para personas con síntomas de depresión o de trastorno por estrés postraumático.

Mujer con mariposas en su cabeza como símbolo de la memoria selectiva

A veces, superar el pasado, no es una opción. Es el único modo de afrontar el futuro de modo saludable. Mitigar recuerdos que nos hacen daño es la mayor utilidad que tiene nuestra memoria selectiva. La posibilidad de suprimir deliberadamente esos recuerdos que nos lastran o que son la causa directa de muchos padecimientos psicológicos es una vía que la Psicología ha empezado a utilizar, y no solo mediante la hipnosis.

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La memoria siempre será selectiva porque va ligada a nuestras emociones. Pero, ¿recordamos lo que queremos o lo que la memoria quiere?

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Somos nuestros recuerdos, somos ese quimérico museo de formas inconstantes, ese montón de espejos rotos
-Jorge Luis Borges-
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