enfada (3)

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 ENVIADO POR KAREN
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Phalaenopsis bellina is a species in the   genus Phalaenopsis.: 
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Quien te enfada te arrastra, quien te hace daño te convierte en prisionero, quien te grita, despierta tu rabia o tu miedo… ¿Hasta dónde eres capaz de aguantar? Sabemos que no es fácil, que practicar el perdón es un acto que no todos saben o quieren llevar a cabo. No obstante, debes saber que es el primer paso para tu libertad personal.
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Reflexiona unos instantes con nosotros… ¿Cuántas cargas llevas sobre tus espaldas? ¿Cuántas piedras almacena tu alma a día de hoy? Tal vez, si ofrecieras un perdón a cada una de esas anclas que te amarran, tus pasos serían mucho más ligeros.
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Ahora bien, somos muy conscientes que ofrecer el perdón a quien nos ha hecho daño, no es fácil. Es como ofrecer nuestro reconocimiento a quien nos cambió la vida, y aún más, es como mostrar “debilidad”.
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No obstante, es necesario no caer en este error: no es débil a quien que ejerce el noble acto del perdón. Al contrario, no hay mayor acto de fortaleza que quien es capaz de darlo con la mayor humildad, para así, liberarse.
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Hablemos hoy sobre ello.
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Perdonar para avanzar
Hay padres que hacen daño a sus hijos. Actos contranatura que en ocasiones, van más allá del maltrato físico. La humillación, el desprecio, la falta de amor o incluso la sobreprotección o la educación tóxica, son actos que dejan huella en nuestro ser. Que nos impiden avanzar en libertad como personas maduras.
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¿Cómo ofrecer también el perdón a quien nos ofreció amor del modo más falso y egoísta? Hay amores que manipulan, que vulneran derechos, que hieren emociones, que aprisionan nuestra felicidad convirtiéndola en un papel que echar a la basura.
 
¿Debemos perdonar estos comportamientos? Los psicólogos nos señalan siempre de la necesidad de “perdonar” como primer acto de superación, Es una forma de romper el vínculo del sufrimiento. No es fácil, porque en estos actos se almacenan muchas emociones negativas: odios, desprecios, frustración…
 
Debemos ir con cuidado con estas dimensiones. La frustración siempre busca culpables, y los odios, esclavizan nuestro corazón.
 
Practicar el perdón tiene como finalidad las siguientes dimensiones:
Romper el cordón umbilical con nuestros agresores, con nuestros vulneradores de derechos, con nuestros maestros de la infelicidad.
 
Intenta visualizar el perdón de la siguiente forma: no como claudicación, o como humillación. Sino como cortar un hilo negro y dejarlo ir, como la cola de una cometa que vuela muy alta y se escapa de nuestras manos. Se ha ido, y lo que no está no debe hacernos daño.
 
El perdón te libera, es un ejercicio noble donde no se ejerce fuerza, ni violencia. Donde no hay odios. Tu perdonas con nobleza sin desear nada malo. Y ese perdón es el mayor acto de libertad, porque has roto cadenas mediante el más noble de los actos.
 
La necesidad de perdonarse a uno mismo
Hemos hablado de la importancia de perdonar a los demás… pero ¿cómo se hace eso de perdonarse a uno mismo? Y es más… ¿por qué he de hacerlo?
 
Debemos practicar el saludable ejercicio de perdonarnos porque también nosotros somos causantes de nuestro propio sufrimiento, y no reconocerlo, no querer verlo, es como llevar una venda en los ojos y un grillete en el corazón.
 
Es posible que aún te sigas culpando por ese error del pasado. Por haber dejado ir a quien merecía estar a tu lado, por haber hecho daño a alguien que no lo merecía…
 
El primer paso para perdonarnos a nosotros mismos, es reconocer esa carga existencial, esa molestia cotidiana, ese suspiro que no tiene consuelo. Ahonda en tus pesares, esos que solo tú ves.
 
Acepta tu responsabilidad, y después, perdónate. Haz lo posible por enmendar ese error o ese daño, pero empieza por perdonarte para liberar cargas. Es el mejor modo en que podrás avanzar con más fortaleza.
 
El autoperdón busca romper cadenas interiores y evitar sobre todo, cargar con todo el peso del mundo. Porque en ocasiones, las buenas personas también se responsabilizan de cargas o pecados ajenos. Tú no eres culpable de algo que hizo tu pareja, o alguien de tu familia. En ocasiones, la vida marca sus circunstancias y como tal debemos afrontarlas con entereza.
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Quien sufre remordimientos es que carga demasiadas culpas, demasiados pesos. Hay que desvestirse de ellos con responsabilidad, afrontarlos, solucionarlos, perdonar y autoperdona. Todo ello nos permitirá avanzar de un modo más ligero.
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Practicar el perdón es una forma de liberación personal, ahí donde también reside la importancia de perdonarse a uno mismo. Vive una vida humilde, libre del vínculo del rencor o el resentimiento. Avanza tranquilo y en calma sin ese peso de más a tus espalda
 
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QUIEN TE ENFADA TE DOMINA. Carl Rogers

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ENVIADO POR ROBERTO

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“Quien te enfada, te domina”… Piénsalo bien, o ¿no es verdad?

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Cuando algo no ha sucedido como queríamos o alguien no ha respondido como esperábamos, cuando nos ha molestado el comportamiento de una persona o lo que nos ha dicho, solemos expresar aquello que sentimos con expresiones tales como “me has hecho enfadar”, “me has hecho daño”, “me has cabreado…”

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Si nos paramos a reflexionar sobre ello y decidimos profundizar, la traducción de nuestros mensajes viene a ser algo tal como “tú eres el culpable de cómo me siento”, “tú eres el responsable de que yo esté así” o “tú me has perjudicado”, es decir, yo estoy mal por tu culpa.

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Si alguien nos enfada es porque le hemos concedido el permiso para hacerlo, pues en realidad cuando alguien nos enfada, lo que internamente resuena en nuestro interior es “lo que tú piensas sobre mí, es más importante que lo que yo pienso sobre mí”. Piénsalo.

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En estos casos, la responsabilidad de cómo nos sentimos, la dirigimos hacia los demás, es decir hacia afuera. Por lo que dependiendo de los demás, así nos encontraremos nosotros.

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Resulta que en lugar de hacernos cargo de nuestras emociones y sentimientos, de dirigirnos hacia dentro y asumir la responsabilidad de lo que sentimos, otorgamos el poder o el consentimiento a los otros. Porque nadie puede enfadarnos sin nuestro consentimiento ¿o no?

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Y es cierto, que asumir todo el peso que conlleva un enfado o una molestia es algo complicado y que cuesta… y más si estamos acostumbrados a poner nuestro foco fuera. Sigue siendo más fácil, culpar al compañero y que sea el quien intente lidiar con nuestro cabreo, que nosotros mismos… pero así nunca llegaremos a conectar con nuestro interior.

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En ocasiones, esto sucede porque nos encontramos movidos por nuestro ego, el cual, a modo de resumen consiste en identificarnos con lo que tenemos, lo que hacemos y cómo nos valoran.

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Una vez que nos hemos alejado del ego y lo hemos dejado aparcado, comenzamos a tomar más responsabilidad tanto de nuestros pensamientos y comportamientos, como de nuestras emociones, y nadie nos puede hacer daño; porque consideramos que aquello que somos está mucho más allá de los bienes materiales, nuestros actos o de la opinión ajena.

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Para ello podemos ayudarnos pensando que cuando alguien nos insulta o hace algo que no nos gusta es como si nos estuviera ofreciendo un regalo. Si no lo aceptamos, el regalo seguirá siendo de la persona, mientras que si lo aceptamos lo recogeremos. En última instancia, la decisión será nuestra.

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Así, los insultos, las provocaciones o incluso las acciones de otros, son como esos regalos, que nosotros elegimos si aceptar o no; por lo que no podemos culpar a nadie de nuestra decisión, tan solo podemos responsabilizarnos de nuestra actitud, de nuestra elección.

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Además, tenemos que tener en cuenta que el choque de las expectativas que nos hemos formado con la realidad, también puede ser un detonante de nuestra molestia, pues las cosas no han pasado como imaginábamos.

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No podremos controlar las circunstancias ni tampoco a las personas, pero sí que podemos controlar nuestra respuesta. Por lo que no podemos cambiar lo que alguien dice de nosotros o lo que hace y nos molesta, pero por supuesto que podemos cambiar la actitud con la que enfrentamos la vida.

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La responsabilidad asusta, pero es la que nos permite ser dueños de nuestra vida.

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Reconocer nuestras emociones y sentimientos y hacerse cargo de ellos, nos otorga la libertad de conocernos y elegir nuestra actitud ante la vida.

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“Reconocer que ” yo soy el que elige” y que ” yo soy el que determina el valor que una experiencia tiene para mí ” es algo que enriquece pero también atemoriza”

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(Carl Rogers)

Fuente: La Mente es Maravillosa

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Si alguien se enfada o trata de insultarte...

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Si alguien se enfada o trata de insultarte...

ENVIADO POR KAREN

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No trates de dominar… y nunca te enfades. De hecho, en la medida que cesa la lucha del ego, adquieres una imperturbabilidad que hará imposible que te enojes por nada ni por nadie. El otro podrá intentarlo, por ejemplo, insultándote, pero tú no te sentirás aludido. Si alguien se enfada o insulta, es su problema. Nada tiene que ver contigo. El insulto solo será tal si a ti te lo parece; en caso contrario, no te sentirás insultado. Y si te afecta y respondes de la misma manera, será señal inequívoca de que el enfado o el insulto del otro era solo la excusa que necesitabas y estabas esperando para sacar a la luz la ira o el enojo que ya bullían en ti.
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Nunca te enfades… Y si alguien de tu entorno lo hace, toma consciencia de que ese enfado que experimenta es una enfermedad con la que está envenenando su cuerpo y su ser. Por tanto, no le respondas con ira, sino con compasión… Si a alguien le da un infarto de corazón tú no te peleas con él, sino que lo atiendes en la medida de tus posibilidades y lo llevas a un hospital. Pues de idéntica forma, si alguien se enoja, se enfada o te insulta, no te pelees con él, percibe su enfermedad y responde con compasión.
Viejo hábito
Nuevo hábito
Enfadarte, sentirte aludido por los insultos de otro y enojarte sin darte cuenta de que el enfado o el insulto de ese otro era solo la excusa que necesitabas y estabas esperando para sacar a la luz la ira que ya bullía en ti.
Adquirir una imperturbabilidad que haga imposible enojarse por nada ni por nadie. Si alguien te insulta, es su problema. Nada tiene que ver contigo. El insulto solo será tal si a ti te lo parece; en caso contrario, no te sentirás insultado. Y si alguien de tu entorno se enfada, toma consciencia de que ese enfado que experimenta es una enfermedad… Si a alguien le da un infarto de corazón tú no te peleas con él, sino que lo atiendes en la medida de tus posibilidades. Pues de idéntica forma, si alguien se enoja o te insulta, no te pelees con él, percibe su enfermedad y responde con compasión.
El deseo de dominio y los enojos son propios del ego. Cuando dejas de estar abducido por la mente y tomas el mando consciente de tu vida, el piloto automático del ego se desactiva y fluye lo que auténticamente eres. Entonces eres imperturbable y todo cambia simplemente porque tu actitud cambia: todo pasa a ser distinto y contemplas el mundo tal y como verdaderamente es. Tú eres lo único que estaba inquieto y eso te impedía ver las cosas como son. Ya no lo estás y ves la realidad.
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Del libro de Emilio Carrillo titulado Sin mente, sin lenguaje, sin tiempo (Ediciones ENDE, 2015): http://www.sinmente.com/
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