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ELIGE TUS PALABRAS PORQUE CAMBIAN TU ENERGIA. Raquel Rús

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En épocas muy remotas el ser humano ha usado rezos para lograr lo que se desea. La palabra era usada para traer al plano material lo que estaba solo en la dimensión de las ideas.

Antes eran los místicos y religiosos los que daban importancia, pero en la actualidad los neurocientíficos y otras profesiones han hecho suyo este corte racional. Manfred  Spitzer un neurocientífico alemán realizó un experimento para comprobar los efectos de las palabras. Utilizó un texto en el que aparecían repentinamente la palabra “viejo”. Después de leerlo incluso los más jóvenes andaban más despacio durante un tiempo. En cambio al hacer la misma prueba con la palabra “deporte” aceleraban el paso.

Lo diga quien lo diga el resultado es idéntico: las palabras nos afectan profundamente. Las que escuchamos, las que decimos y las que pensamos. 

Otras investigaciones han comprobado que el cerebro reacciona mucho más a las palabras negativas que a las positivas, porque las primeras suponen un peligro.

El cerebro no ve como misión principal que tengamos amigos o que seamos cuidadosos con la otra persona para no lastimarla.  La prioridad de nuestro cebero es que nosotros sobrevivamos.

Entonces,  sí tenemos ganas –además de sobrevivir-  de vivir,  ¡hay que contarle eso a nuestro cerebro!

Llevar al consciente mecanismos arcaicos inconscientes no es algo que ocurra de un día para otro. Primero hemos de desearlo  y luego tener la firme intención de hacerlo, pasar a la práctica constante para convertirlo en rutina. Cada vez que tenemos estrés, en nuestro cerebro salta la alarma que inhibe nuestra capacidad para ser empáticos, se activa los mecanismos de defensa y por tanto pensamos y decimos lo que no queremos decir.

Esto tiene efectos muy concretos a nivel físico, ya que las palabras son vibraciones, y nuestras células reaccionan a ellas. Si escuchamos algo que nos provoca ira, notamos que nuestra respiración se agita e incrementa la frecuencia cardiaca. Estos son algunos de los efectos que además harán que lo que pensemos o digamos no sea muy amoroso. Es interesante que haya cardiólogos defendiendo que ser más comprensivos y expresivos mejora la salud del corazón.
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La mayoría de la gente no siente ira a diario, lo que siente a diario es el estrés, tanto que hay quienes ni saben que lo tienen, incluso parecería no ser un peligro para la vida de nadie, sin embargo, la mente y el cuerpo lo interpretan de otra manera. Ante el estrés el cerebro dirige más sangre a piernas o brazos para que si es necesario podamos huir, se deprime el sistema inmune y tampoco podemos tener una comunicación equilibrada.
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Por el contrario, al sentirnos felices bajan los niveles de estrés y entramos en un ciclo positivo en el que cada vez estamos mejor. Las palabras que digamos en estos momentos sin duda serán diferentes al ejemplo del estrés. De hecho al hablar con otras personas de manera satisfactoria se liberan hormonas como la oxitocina y endorfinas que nos benefician dandonos placer.
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Es interesante saber que el cuerpo no solo reacciona a lo que sentimos, también lo hace a lo que fingimos sentir. Esto quiere decir que si estoy muy enojado y sonrío, mi cerebro verá que hay dos energías y cada una enfocada en diferentes sitios,  pero para el cerebro la más real será el sentimiento que viene acompañado de pensamiento  y en este se focalizará más que en la sonrisa.
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Las palabras nos afectan a nivel emocional y energético. Por tanto una palabra genera un impacto energético  según cada carga emocional que tenga para nosotros, y eso implica una respuesta física. Las palabras nos afectan al instante. Es algo que podemos comprobar escuchando a nuestro cuerpo. Hay términos que nos hacen saltar porque nos provocan un impacto físico.
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No somos conscientes de la importancia de lo que decimos y cómo lo decimos.  Muchas veces suponemos lo que el otro piensa o siente y actuamos en consecuencia. Los padres etiquetan a sus hijos con términos como “estudioso”, “irresponsable”, “llorón”, “berrinchudo”  y al hacerlo no se dan cuenta de cómo les están limitando y decretando eso en ellos. Mucho tiene que trabajar una persona para quitarse las etiquetas llenas de expectativas que le pusieron en la infancia.
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En fundamental detenernos a pensar y llevar al consciente la importancia de cada palabra. Para ello es bueno que aprendamos a equilibrarnos antes de hablar y saber la importancia de lo que decimos y hacemos. No porque sea algo que hacemos a diario deja de tener trascendencia. Algunas recomendaciones básicas para mejorar nuestra comunicación son las siguientes.

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  1. No suponer, preguntar.
  2. Saber escuchar, estar
  3. Concientizar el exceso de emoción
  4. Hablar menos de lo que piensas y más de lo que sientes
  5. Hablarte de forma positiva a ti mismo
  6. Hablar con el corazón
  7. Mantener comunicación positiva, efectiva y amorosa. Porque esta nos beneficia de manera directa, impacta a la mente.
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“No es necesario decir todo lo que se piensa; lo que si es necesario es pensar todo lo que se dice”

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http://www.psicoterapeutaspolanco.com/articulos/Metafisica/elige-tus-palabras.php

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AMÁTE A TI MISMO Y CAMBIARÁS TU VIDA. Louise Hay

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Todos experimentamos ciertas dificultades en la vida, pero dependiendo de cómo se mire cada situación que se nos presenta, podemos actuar de dos maneras: con optimismo o pesimismo.

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 ¿Soy optimista o pesimista?

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Se ha escrito mucho acerca de esta dualidad de la naturaleza humana. Y ciertamente el mantener una actitud optimista puede significar tal diferencia, tanto en resultados como en realización y felicidad, es importante que reflexionemos por un instante sobre lo que pueden ser las cuatro grandes diferencias entre un pesimista y un optimista.

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 1.-Los optimistas creen que ellos pueden darle forma a su vida.

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Los optimistas creen que pueden darle forma a su futuro, y tienen la certeza de que a través de su acción, el mañana será mejor que el hoy. Las circunstancias, los fracasos y retos anteriores, no importan demasiado a los optimistas. Simplemente tiene una sana confianza en que las cosas van a mejorar a partir de ese instante. Y no es una confianza basada en el simple azar, sino firmemente anclada en su convicción de que a través de sus elecciones, decisiones y acciones son ellos mismos quienes están en control de sus vidas. Y manteniendo esa mentalidad, van reforzando día tras día esa actitud de “expectativa positiva”, que termina convirtiéndose en parte natural de su naturaleza. Además, tener la sensación de confianza total sobre la vida es uno de los requisitos más importantes para que una persona se sienta feliz. Por tanto ser optimista es situarse en la “autopista” hacia la felicidad.

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Por el contrario, los pesimistas suelen tener la sensación de que su vida escapa de su control. Generalmente, si han tenido una mala experiencia o un fracaso en su pasado, tienden a pensar de inmediato que un nuevo esfuerzo futuro no merece la pena porque el resultado terminará siendo el mismo. No suelen creer en las segundas, terceras, cuartas… tentativas. Y evidentemente, eso es algo tremendamente limitador, porque son innumerables los objetivos que requieren una múltiple cantidad de intentos y aproximaciones.

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2.-Los optimistas disfrutan plenamente de su presente y esperan lo mejor de su futuro.

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Los optimistas tienen una interpretación del pasado, presente y futuro que les aporta realización y felicidad.

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El pasado está archivado en la mente de los optimistas como lo que realmente es: un cúmulo de experiencias de las que aprender y extraer numerosas lecciones de cara a ser más efectivo en el futuro.

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El presente lo ven como una oportunidad constante de crear momentos especiales y mágicos en su vida. De vivir plenamente con pasión cada instante de su existencia. De estar plenamente presentes. El presente es para ellos una oportunidad constante de ir generando impactos positivos en su vida que repercutirán en sus logros futuros.

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Y sobre todo ven el futuro como el marco en el que desarrollar y realizar todo su potencial alcanzando sus sueños y aspiraciones. Ven el futuro repleto de oportunidades y eso les mantiene entusiasmados mientras van recorriendo su camino.

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Los pesimistas por el contrario suelen ver su futuro en relación a como ha sido su pasado. Si hasta ahora no han logrado grandes resultados, creen que lo que les deparará el futuro será algo similar o peor. Y desde esa perspectiva es bien difícil situarse en un estado emocional y una mentalidad en la que se está dando lo mejor. Al final esto se convierte en un ciclo negativo que solo hace que multiplicarse si no se ataja a tiempo.

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3.-Los optimistas tienen confianza en si mismos.

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El optimista se ve a si mismo como la causa principal de sus resultados. Se enfoca en todas aquellas cosas que dependen de él, y por tanto están bajo su control. El optimista piensa que tiene la capacidad de superar cualquier reto que la vida le presente, y por tanto se sitúa mentalmente por encima de las circunstancias. Se siente capaz de adquirir las habilidades necesarias para lograr sus objetivos,

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o de encontrar a su alrededor los recursos necesarios para lograrlo. Ve la vida absolutamente repleta de oportunidades y confía en ser capaz de aprovecharlas.

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El pesimista por el contrario tiende a ver la vida como algo “que le sucede”. No tiene sensación de control porque no confía en su capacidad para transformar las circunstancias y avanzar hacia una vida de mayor realización y logro. Cuando se carece de una visión entusiasta acerca del futuro es bien difícil desatar lo mejor que hay en nosotros mismos. Se comienza a caer en la tentación de ver una correlación entre la falta de logros en el pasado y lo que deparará el futuro. Y cuando eso sucede empieza a faltar un ingrediente fundamental en la vida: la esperanza.

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4.-Los optimistas ven oportunidades, los pesimistas ven problemas.

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Quizás esta sea una de las diferencias más claras entre un optimista y un pesimista. Los pesimistas suelen ver los retos como obstáculos insalvables y en muchas ocasiones como la excusa perfecta para abandonar. Los optimistas por el contrario los ven como oportunidades de mejora, como llamadas de atención para poner en juego toda su creatividad y sus habilidades. Los optimistas saben que camino hacia cualquier sueño o proyecto que realmente merezca la pena estará lleno de retos a superar.

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Como se menciona anteriormente, todos tenemos problemas. Todo el mundo ha de enfrentar en algún momento de su vida retos y dificultades. Sí, todo el mundo. Incluso aquellos que pensamos que llevan una vida extraordinariamente fácil. Y las personas optimistas no son una excepción. También han de lidiar con innumerables retos y dificultades. Pero la gran diferencia entre ellos y los pesimistas es que jamás permiten que sus problemas les derroten o supongan una excusa para no dar lo mejor de ellos mismos en cada instante. Son capaces de ver más allá de ese reto.

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Nunca olvides que incluso en la mayor de las tormentas, tú tienes la capacidad de imaginar que a la mañana siguiente amanecerá el dia más maravilloso que hayas visto jamás en tu vida.

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Esa es la actitud. Puedes cambiar o impulsar lo que desees en tu vida, si cambias tu interpretación de lo que ves en ella.

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La clave es la forma en que hoy eliges “ver” lo que ves.

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Es por ello que estamos todos invitados a abrazar la vida de una manera positiva, a pesar de las dificultades que se nos presenten; si tomamos con calma e intentamos encontrar la enseñanza que esa situación quiere regalarnos, logramos encontrarle el sentido a la misma, podremos atraer a nuestra experiencia situaciones más gratificantes que nos permitan avanzar en nuestro desarrollo como personas y a sentirnos cada vez mas plenos.

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Fuente: http://cienciacosmica.net/cuando-tu-cambias-la-forma-en-que-miras-las-cosas-las-cosas-que-miras-cambian/

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