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MIRAR LO QUE NO SE VE. "LO CORRECTO... LO PERFECTO

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LO CORRECTO; LO PERFECTO

ENVIADO POR "MIRAR LO QUE NO SE VE"



Todos queremos la perfección. Aceptamos mal los errores, las deficiencias, las grietas o los deshilados de cada uno. 
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 Nos gustaría ser perfectos, o casi, y mucho más si consideramos esta dimensión aplicada a nuestra pareja o a los hijos.
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En el primer caso, con la pareja, suele suceder varias situaciones. Que o bien soñemos con el hombre o la mujer perfecta y queramos adecuar la realidad, que está junto a nosotros, a ese sueño o que en realidad aspiremos a tener lo perfecto en el otro y lo que de verdad tenemos lo veamos siempre como contravalores. 
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Los defectos solapados y envueltos en dulce caramelo; o las taras agrandadas.
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Si son los hijos los que tienen que llegar a la perfección, el proceso se opera distinto porque el amor incondicional nos sitúa en una posición diferente.
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 Vemos donde no hay y creemos que son realidades  los sueños que depositamos en ellos.
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No hay que exigir perfección porque es imposible darla. Incluso no es deseable. 
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Posiblemente lo mejor de la vida nunca está dentro de la raya, en el carril correcto, ni en la nota exacta.
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Lo mejor de la vida surge siempre cuando no se espera, ni se programa, ni se proyecta.
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Lo mejor de la vida está en la sorpresa de encontrar que en la imperfección, lo mejor que vivimos.
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No quiero ni hijos perfectos, ni amores correctos. No me quiero a mi metida en la línea de la perfección juzgándome a cada instante por salirme del camino.
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Me doy permiso para ser incorrectamente imperfecta.
Y a ver qué pasa…
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CUENTO
“Nasrudin conversaba con un amigo.
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- Entonces, ¿nunca pensaste en casarte?
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- Sí, pensé –respondió Nasrudin. – En mi juventud resolví buscar a la mujer perfecta. Crucé el desierto, llegué a Damasco y conocí a una mujer muy espiritual y linda; pero ella no sabía nada de las cosas de este mundo.
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Continué viajando y fui a Isfahan; allí encontré a una mujer que conocía el reino de la materia y el del espíritu, pero no era bonita.
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Entonces, resolví ir hasta El Cairo, donde cené en la casa de una moza bonita, religiosa y conocedora de la realidad material.
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- ¿Y por qué no te casaste con ella?
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- ¡Ah, compañero mío! Lamentablemente ella también quería un hombre perfecto…”
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