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ENVIADO POR KAREN

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El estudio del árbol genealógico parte de la premisa de que determinados comportamientos inconscientes se transmiten de generación en generación y condicionan nuestra evolución y desarrollo en la vida.

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Para el análisis transgeneracional es fundamental establecer los vínculos existentes entre los miembros del clan, los programas inconscientes que se transmiten y, con ello, poder establecer la lógica del árbol genealógico. Las fechas de concepción, nacimiento y muerte, así como los nombres o las profesiones, determinan líneas de afinidad entre los integrantes del clan.

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El sentido del estudio del árbol genealógico es precisamente tomar conciencia de esos programas inconscientes para poder desvincularse de ellos y desatar los “nudos” del pasado porque el árbol vive dentro de nosotros; somos una expresión del clan familiar, un eslabón más de la cadena.

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Si la lectura vertical del árbol genealógico nos permite conocer y tomar conciencia de los programas inconscientes que heredamos, la lectura horizontal, es decir, el rango de hermandad, constata cómo el orden filial también influye en nuestras vidas y en nuestra forma de ser tanto con respecto a nuestros hermanos como con respecto al clan y, por ende, al rol que asumimos en el seno familiar. El rango de hermandad repercute en nuestra personalidad y en nuestras relaciones.

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Ventajas e inconvenientes del rango de hermandad

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El orden en que nacemos, el puesto que ocupamos en la fratría, es tan importante y determinante como el género. Ningún hermano, ningún niño, tiene los mismos padres porque éstos, en función de sus circunstancias vitales y humanas, son diferentes con cada uno de sus hijos y éstos, a su vez, nunca asumen o les es asignado un mismo rol familiar.

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Contemplar y analizar el orden filial en el árbol genealógico o el lugar de nuestros ancestros con sus colaterales generacionales es clave para comprender la transmisión transgeneracional. Todos sabemos que, a pesar de haberse educado en un mismo seno familiar, con unos mismos valores, es habitual que la personalidad entre hermanos sea muy distinta o que entre ellos puedan existir rivalidades, envidias, celos, competencia o incomprensión.

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El orden de nacimiento y el sexo asignan funciones y espacios en el clan familiar, y generan lazos y pactos invisibles e inconscientes con otros miembros del árbol que ocuparon el mismo lugar filial. El rango de hermandad incide, por tanto, en el desarrollo de la personalidad.

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Todo niño, todo hijo, tiene desde su nacimiento tres necesidades claves que marcarán su vida, sobre todo su primera infancia: amor, pertenencia e identidad propia. Para asegurarse estas necesidades, el niño tratará de diferenciarse de sus hermanos a través de la comparación. Intentará compararse y desacreditar a sus “rivales” para conseguir exclusividad o mejorar su posición inicial.

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Todo rango en la hermandad lleva implícitas ventajas e inconvenientes pues define con precisión el rol de cada uno, asigna territorios y proporciona identidades que pueden entrar en colisión con otro o con otros miembros el clan o de la fratría.

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Se trata, obviamente, de tendencias, no programas. Por tanto, para estudiar estas tendencias hay que tener en cuenta varios factores que pueden entrar en juego cuando los padres, consciente o inconscientemente, asignan privilegios.

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En primer lugar, incide el número de hijos y la edad. En las familias numerosas o en las que los hijos han nacido con varios años de separación, es habitual el surgimiento de subconjuntos que pueden llegar a funcionar como si hubiera varias pequeñas familias en una: hermanos medianos que asumen el rol de hermanos mayores porque éstos ya han abandonado el hogar familiar o el hijo de un matrimonio en segundas nupcias que vivirá el rol de hijo único porque los otros, que son mucho más mayores, también han abandonado el hogar.

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No se debe pasar por alto que la configuración de la familia ha variado sustancialmente en las últimas décadas. De una estabilidad secular, la familia ha pasado a ser en la actualidad una institución mucho más flexible.

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Con las separaciones y divorcios cada vez son más habituales las familias recompuestas que unen en un mismo hogar a hijos de diferentes procedencias que llegan con sus propios rangos e identidades de origen, lo que trastoca tanto el genograma como la asignación de roles. No olvidemos que las familias recompuestas las integran personas con diferentes programas inconscientes y con diferentes orígenes transgeneracionales, habituados a otras jerarquías.

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Esta reconfiguración suele generar desconcierto, dudas, miedos e inseguridad entre los hijos. Obtener una nueva parcela en el nuevo territorio se torna prioritario. La rivalidad puede ser feroz y esa lucha puede provocar culpabilidad y sufrimiento.

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Las pautas tradicionalmente seguidas para asignar privilegios dentro de la fratría están retrocediendo ante la normalización de algunos avances sociales. Cada día más mujeres asumen roles de liderazgo ya sea en el ámbito profesional o en el familiar al frente del negocio o patrimonio legado por los padres. Esto está provocando la disminución de la hasta hace poco tiempo habitual y aceptada costumbre de invertir los rangos a favor de los varones.

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El control de natalidad, con la reducción del número de hijos y el crecimiento del espacio temporal entre ellos, también altera los rangos. Por otra parte, la cada vez mayor permisibidad hacia el aborto aumenta el desorden en la llegada de los hijos e incrementa sustancialmente el riesgo de crear hijos de reemplazo, además de falsear el lugar de los hijos en la fratría.

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No olvidemos que en el análisis transgeneracional debemos tener siempre en cuenta los abortos para otorgarles su lugar, lo que, a su vez, influye en los rangos de hermandad.

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Inversión de rangos

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Los padres tienen el poder y, consciente o inconscientemente, a veces alteran los rangos de hermandad dentro de la fratría sin respetar el orden de nacimiento. Esta alteración de rangos puede estar provocada por un acontecimiento concreto, como la muerte de uno de los hijos.

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También pueden dar lugar a cambios de rango la llegada al seno familiar de uno o más hijos adoptados, así como la constitución de una familia recompuesta tras un divorcio o separación con la afluencia de hijos de uno y otro cónyuge. Otras veces, como hemos visto, son razones atávicas como el sexo, otorgando, por ejemplo, el rango de primogénito al primer varón aunque exista alguna hermana mayor.

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En cualquier caso, la inversión de rango es un asunto delicado y conflictivo que atenta contra la dignidad del afectado y siempre deja secuelas. El hijo desposeído de privilegios y el que los adquiere están condenados a convivir bajo el signo de la rivalidad permanente. Ambos sufrirán en sus vidas por ese conflicto, quizá sin ser plenamente conscientes de la causa primera de ese desencuentro.

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Nada tiene de raro que el hijo desposeído de su rango natural, fruto de esa desubicación, muestre insegurid, baja autoestima e incluso manifieste problemas de identidad. Por el contrario, el que obtiene una mejora en el rango de hermandad gozará del respaldo y reconocimiento paternos aunque inconscientemente llevará consigo el sentido de culpabilidad por haber recibido un rango que él sabe bien que no le corresponde.

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Cuando se dan estas inversiones de rango en la hermandad es preciso que los padres tomen conciencia de las mismas, las reconozcan y reaccionen para evitar las confusiones inherentes y las inevitables secuelas. Es responsabilidad de los padres valorar al hijo y respetar su propia identidad, empezando por mantener y aceptar el rango que el orden de nacimiento le ha deparado en la fratría.

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Hijo primogénito

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Después de conocer la experiencia de ser hijo único, llegan más hermanos y experimenta un sentimiento de pérdida; debe compartir con ellos la atención de los padres, antes exclusiva para él. En esa situación, puede reaccionar aislándose, mostrar hostilidad hacia el hermano o, por el contrario, resolverlo convirtiéndose en su protector y referente.

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La primogenitura hará que adquiera más rápidamente el sentido de responsabilidad y gozará de cierta autoridad sobre sus hermanos, si bien con frecuencia deberá asumir responsabilidades demasiado pesadas como dar continuidad al negocio de sus padres o cuidar de ellos en la vejez, programas que pueden condicionar su vida.

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Ser primogénito implica exigencias; pero también derechos. El rango de primogénito facilita una mayor sensibilidad hacia la herencia psíquica y emocional del padre y también una mayor identidad con el linaje paterno. En el caso de las hijas primogénitas, con frecuencia llegan a tener un gran poder en la familia y asumen responsabilidades como el rol de cuidadoras, pudiendo llegar a convertirse en madres simbólicas de la propia madre.

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El hijo primogénito varón que va seguido de otros hermanos varones representa la figura patriarcal por excelencia, con una fuerte e innegable identificación con los valores masculinos. En estos casos, hay que fijarse muy detenidamente en el linaje paterno (padre, abuelo y bisabuelo) porque casi toda su identidad transgeneracional le viene por esa línea. Son muy sensibles a los problemas del linaje paterno y a los programas inconscientes de otros hermanos mayores del árbol.

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Si hay ausencias en el linaje paterno podemos encontrarnos con un hermano mayor rehén de secretos y sombras transgeneracionales que le impiden asumir plenamente el rol de la primogenitura. No rechaza asumir responsabilidades y busca el liderazgo, pudiendo llegar a creerse irreemplazable. Se identificará con personas que están en posición de poder. Puede tener actitudes autoritarias y un marcado interés por los bienes materiales. Son pragmáticos y ordenados. Los fracasos no les desaniman.

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Con las mujeres se muestra sensible y tímido. No sólo las trata como a varones sino que también le gusta que parezcan masculinas aunque paradójicamente busca que ejerzan un rol materno sobre él. Como padre, será responsable, controlador y estricto, y se identificará más con su hijo o hija menor.

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El primogénito varón seguido de hermanas tiene un don natural para cuidar a las mujeres, con las que sabe mostrarse atento y comprensivo. Elegirá mejor que otros hombres a sus parejas y no tendrá inconvenientes en trabajar con o para ellas.

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La hija primogénita seguida de hermanas encarna la figura matriarcal. Con ese rol matriarcal tienden a ser responsables, estrictas y preocuparse por los demás, dando órdenes y controlando. Llegado el momento, trasladará esa necesidad de control hacia su pareja y cuando tenga hijos tratará de controlarlos incluso en la distancia. Son personas muy sacrificadas, volcadas en los demás, que llegan a olvidarse de sí mismas.

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Suelen tener una relación muy estrecha con el padre, siéndole fiel. Puede sentir culpa inconsciente por ser la preferida del padre. Por su rol matriarcal, puede tener dificultades para entenderse con el sexo opuesto. De hecho, le molesta que el hombre que le interesa busque su contacto. Su pareja ideal sería un hermano menor de hermanas o un hombre con el mismo rango de hermandad que su padre.

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La hija primogénita seguida de hermanos varones tendrá una fascinación especial por el mundo masculino y una conexión especial con la madre y las hermanas del padre, aspecto que se remarca cuando, por ejemplo, lleva el nombre de la madre o de la hermana mayor del padre (exceso de identificación). Sabe cuidar de los hombres y será muy valorada por ellos, sobre todo si son hermanos menores.

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En cambio, puede tener conflictos de poder con los varones que sean hermanos mayores. Independiente y fuerte, en el ámbito profesional prefiere dirigir. No compite con los hombres. Las mujeres no le interesan demasiado porque los hombres a su cargo son lo más importante para ella, aunque tiende a tratarlos como a niños. Demasiado atenta de los demás, frecuentemente se esforzará tanto por satisfacer al hombre que se olvidará de sí misma y de sus necesidades.

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La confusa posición del rango central

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Se trata, sin duda, del hijo cuyo rango de hermandad entraña más dificultades en el seno familiar. Disfrutará de una mayor neutralidad y su posición favorecerá un mayor equilibrio emocional; pero dudará consciente e inconscientemente de los sentimientos de los padres hacia él en comparación con el resto de hermanos. No tendrá más opción que esforzarse para hacerse notar y reclamar protagonismo.

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Su equilibrio emocional le llevará a ser probablemente comprensivo, cooperativo y flexible sin dejar, por ello, de ser competitivo. Suele rodearse de un círculo de amistades en el que buscará la atención que siente que no obtuvo en la familia. Al haber recibido menor atención que sus hermanos por parte de los padres, las amistades pueden convertirse en una suerte de familia de compensación.

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Precisamente, esta habilidad social aprendida por la necesidad puede propiciar actitudes emprendedoras exitosas. Por otra parte, fruto de la comparación con hermanos mayores y menores, así como del reclamo de protagonismo, el hijo de rango central forjará una personalidad opuesta al hermano mayor y al hermano menor.

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Si el segundo hijo es varón y ha nacido poco tiempo después del primogénito varón, puede acentuarse ese espíritu competitivo e incrementarse la polarización con las cualidades del mayor por oposición. Si uno de los progenitores es también hermano segundo, se identificará con él; si se trata del padre, esa identificación padre segundo – hijo segundo generará competencia de este último con el primogénito.

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Como resultado y reminiscencia de sus dudas de la niñez sobre el cariño y los sentimientos de los padres, en la vida buscará amigos protectores que lo entiendan y valoren. Profesionalmente, no tendrá inconvenientes en ser subordinado, aunque puede desafiar a oponentes más poderosos.

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Con las mujeres se mostrará generoso y permisivo.
Sin embargo, cuando se trata de un hijo central que sigue a una hermana primogénita, se polarizará mostrándose o muy femenino o muy duro y varonil. Necesitará mucho el referente paterno. Las mujeres no sólo lo aman sino que anhelan cuidarlo. En cuanto a las mujeres, puede seducirlas fácilmente. Siempre esperará que las mujeres de su vida, primero hermanas y luego parejas, lo protejan y sirvan. Para él sólo cuentan sus propios intereses.

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La hermana menor de hermanos atrae a los hombres porque cuenta con todo lo que ellos desean de una mujer: es femenina, cálida, amable y sensible. Obviamente, con esas cualidades puede conseguir lo que quiera de los hombres y, de hecho, tiene gran facilidad para encontrar compañía. Suele casarse o emparejarse antes que las demás, aunque no le preocupa la soltería porque tiene hermanos en quien apoyarse. Su mejor elección como pareja será un hermano mayor de hermanas.

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Es capaz de adaptar su vida a los intereses del hombre que ama.

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En cambio, la hermana menor de otra o de otras hermanas busca el reconocimiento de los demás y se muestra competitiva no sólo con otras mujeres sino también con los hombres. Necesita sentirse respetada. Se identifica con su madre y con su abuela materna, sobre todo si tienen su mismo rango de hermandad. También necesitará al esposo que deberá implicarse en lo cotidiano con los hijos y ayudarla mucho con ellos.

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En cuanto a los hijos, le cuesta manejarlos y precisa la ayuda de su madre o de la hermana.

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El benjamín

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Llega cuando los padres ya tienen confianza y experiencia acumulada para ejercer ese rol. El hijo pequeño goza, por tanto, de más permisividad y menos control que sus hermanos mayores. Por ende, desarrolla cualidades como la simpatía y el encanto para poder seducir, con lo que acapara las atenciones de todos los miembros de la familia y también las envidias de sus hermanos.

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Al gozar de más libertad, el hijo menor es más independiente. Tiene mucho en común con el primogénito porque ambos se sienten con derechos y se creen especiales. Como hijo menor, ha tenido que afrontar menos responsabilidades y en la vida probablemente no buscará experiencias con mucha responsabilidad.

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Puede estar sobreprotegido y, como resultado, mostrarse menos respetuoso con la autoridad.

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El hijo menor puede heredar programas inconscientes muy concretos, como las tentativas de sus padres para que no abandone el hogar familiar (síndrome del nido vacío) o representar el programa inconsciente de ser el cónyuge ideal del progenitor del sexo contrario.

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Cuando le separan varios años de sus hermanos anteriores, su rol es muy similar al del hijo único.

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Hijos únicos

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Crecen rodeados de adultos, por lo que adquieren rápidamente la madurez. Normalmente, se benefician de recursos como tiempo, atención y dinero. Además, no tienen que compartir ni competir por el amor de sus padres. Esto acrecienta su tendencia a ser independientes. Al pasar tanto tiempo solos, suelen ser ingeniosos y creativos.

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Desde un punto de vista estrictamente transgeneracional, los hijos únicos a veces responden a memorias de conflictos entre hermanos de anteriores generaciones y son la respuesta al deseo de estar solos y evitar la repetición de esos enfrentamientos. Otras veces, se trata de la reparación de un exceso de hijos o de una procreación caótica en generaciones anteriores.

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El hijo único es el depositario de las expectativas de sus padres. Además, tiene que asumir todo el peso de la continuidad familiar. El clan corre peligro de extinguirse, lo que se traduce en una carga adicional para él. Es frecuente que en estos casos se manifieste el Complejo de Atlas al tener que sostener en soledad sobre sus hombros toda la herencia transgeneracional y la responsabilidad de la supervivencia del clan.

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Echará de menos la existencia de hermanos y se sentirá culpable inconscientemente si la madre ha sufrido abortos.

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En el caso del hijo único varón, hay que tener muy en cuenta el linaje paterno y los rangos de hermandad de su padre y su abuelo. Un padre que sea hermano mayor de hermanos se llevará bien con su hijo único. El hijo único varón puede asumir roles de liderazgo aunque preferirá asesorar más que mandar él mismo.

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Como pareja, buscará una que sea maternal y acepte subordinarse a él y a sus intereses. Se identificará especialmente con otro hijo único o con hermanos mayores. Si tiene un hijo, preferirá que sea varón.

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A la hija única le cuesta compartir más que a otras mujeres. Intentará ser siempre la preferida y no pasar nunca inadvertida. Habitualmente, es incapaz de dejar de lado su egocéntrica personalidad en relación a los hombres, de los que espera que representen un modelo paterno.

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Su madre la asiste más que otras madres a sus hijas y es posible que hasta le busque parejas. El hombre que se case con ella debe tener muy en cuenta a la madre de ella ya que, por lo general, la suegra forma parte del lote.

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Como madres, las hijas únicas son exigentes, si bien cuidan menos a sus hijos que otras madres. Se dará por satisfecha teniendo sólo una hija. Si tiene un hijo, verá en él más características de su padre que de su marido.

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Mellizos y gemelos

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Pueden polarizarse y representar uno el linaje paterno y el otro el linaje materno. Su vinculación especial les hace muy intuitivos. Con respecto a otros hermanos, es habitual que actúen en coalición.

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Si son niño y niña, los roles se determinarán en función de los padres. Si el padre es el mayor y la madre la menor de sus hermanos, el niño asumirá el rango de mayor y la niña el de menor, aunque no hayan nacido en ese orden. Es decir, si no hay más hermanos, asumen roles de posiciones filiales habituales.

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Cuando los mellizos o gemelos tienen hermanos menores, aprenden roles de hermanos mayores de hermanas y hermanos, según cada caso.

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El adoptado

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La clave está en las circunstancias del momento de su llegada a la familia. Si se incorpora antes que sus hermanos (biológicos o también adoptados), todo será más fácil para él. Si lo hace después, su presencia trastoca todo el sistema de rangos ya existente, lo que puede originar reubicaciones, rivalidades y conflictos de identidad.

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El hijo adoptado se beneficia de una mayor protección por parte de los padres tanto en el seno familiar como hacia el exterior. Sin embargo, puede ser considerado como un intruso o un competidor por los otros hermanos.

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Según vaya creciendo, podrá sufrir un conflicto de lealtad con los padres adoptivos si alguna vez desea de conocer o saber algo de sus padres biológicos, hacia los que podrá sentir resentimiento en unos casos o mucha pena en otros.

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Jesús Casla

Terapeuta en BioNeuroEmoción

& Hipnosis Clínica Reparadora

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