Seguramente has oído hablar de la oxitocina, una hormona asociada a muchos de nuestros gestos de cariño, como los abrazos. Su fama es bien merecida. Se trata de un hallazgo científico muy valioso, que corrobora algo que todos hemos sabido desde siempre: los abrazos confortan, sanan y hacen la vida más feliz.
Hace unas décadas se descubrió que cuando las mujeres dan a luz segregan fuertes cantidades de oxitocina. Esta hormona atenúa el dolor del parto y, en cambio, facilita que aparezca un sentimiento intenso de afecto por el recién nacido. Se traduce en deseos de abrazar, de dar besos, de acariciar.
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Lo mejor vino después. Con diferentes experimentos que se realizaron en todo el mundo, pudo comprobarse que eran muchas más las situaciones que activaban la producción de esta hormona. Se descubrió, por ejemplo, que un abrazo de 5 segundos la estimula; pero uno de 20 segundos la activa y equivale a un mes de terapia. Maravilloso, ¿cierto? Pero la cosa no para ahí. Los besos que son percibidos como una manifestación de amor son también liberan oxitocina.
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Te abrazo y corren las mandarinas; te beso y todas las uvas sueltan el vino oculto de su corazón sobre mi boca”
–Gioconda Belli–
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El bienestar emocional no es la única consecuencia positiva de la segregación de esta hormona. También incide decisivamente en el bienestar físico. Ayuda a que te enfermes menos y a que sanes más rápido, en caso de que algo te afecte. Fortalece el sistema inmunológico y mejora el funcionamiento de tu corazón. Es un pequeño prodigio químico que enriquece tu vida.
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¿Cómo activar la hormona de los abrazos?
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La oxitocina es una hormona que se activa fundamentalmente a través del contacto físico. Se libera fácilmente a través de los abrazos y los besos, pero también responde a otros estímulos como una palabra afectuosa o incluso una simple palmadita en el hombro.
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Todos tenemos en la piel unos receptores que se llaman corpúsculos de Meissner. Esos componentes nos permiten percibir la temperatura, la textura de las cosas, las caricias, los pellizcos, etc. Tan pronto como reciben el estímulo, envían una señal a tu corteza cerebral que interpreta de qué clase de estímulo se trata. Pues bien, tenemos más de estos corpúsculos en las manos y en los labios.
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En un experimento llevado a cabo en la Universidad de California se monitoreó el funcionamiento del cerebro de un grupo de voluntarios a través de resonancias magnéticas funcionales. Así se pudo comprobar que un abrazo estimulaba notablemente la producción de oxitocina. En el grupo estudiado, dicho abrazo debía provenir de una persona por la que no se sintiera atracción sexual, ni enamoramiento. Este estudio también probó que a más oxitocina, menos cortisol, que es la hormona del estrés.
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Datos que quizás no conoces sobre la hormona de los abrazos
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Para que comprendas mejor el funcionamiento de la hormona de los abrazos, a continuación compartimos algunos datos que quizás no conocías y que te permitirán entender por qué la oxitocina se ha convertido en el centro de interés de muchos estudios.
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La hormona de los abrazos se produce en la glándula pituitaria. Está regulada por las células del hipotálamo, que a su vez incide en todas las glándulas del organismo. Como quien dice: tiene que ver con todo el cuerpo.
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Cuando la oxitocina se produce, aparece en la sangre. Si eso ocurre, la amígdala desencadena una serie de reacciones que se traducen en un comportamiento más generoso y tranquilo.
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En 1998 se descubrió que los niños autistas tienen niveles menores de oxitocina. En 2003 se hizo un experimento en el que se les administraba esta hormona por vía intravenosa y se observó un descenso en las conductas automatizadas de estos niños.
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La oxitocina es un excelente antídoto contra los miedos y fobias sociales. En otras palabras: si estás en una situación social que te provoca temor, probablemente un abrazo de alguien que en ese momento tengas cerca te reconfortará.
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Los abrazos contribuyen a disminuir la tristeza y a mejorar el funcionamiento de la presión arterial. Por otro lado, los besos tienen un efecto similar al de un analgésico, pero además contribuyen a quemar calorías y a disminuir las arrugas.
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La hormona de los abrazos también contribuye a que se produzca más serotonina y dopamina. En palabras más comunes, reduce el estrés y ayuda a que tengas una actitud más positiva frente a la vida.
La industria famaceutica permite que podamos aumentar nuestros niveles de oxitocina mediante fármacos. Pero, ¿por qué privarte de los abrazos y los besos? No tienes que buscarlos en ninguna farmacia, son gratuitos y además te ayudan a romper esas barreras de soledad. Barreras que muchas veces son las potenciadoras de tus angústias.
Publicado por MAYA el 1 de Abril de 2013 a las 22:29
¿Y si la naturaleza reforzara la dependencia emocional? La oxitocina, conocida como molécula del amor u hormona del apego, está relacionada con la creación de relaciones de confianza entre personas. Esta hormona produce un vínculo psicológico entre dos personas, especialmente cuando están enamoradas o cuando una madre da a luz su bebé e incluso durante la lactancia. El organismo segrega oxitocina tras el orgasmo y durante el parto, bloqueando el estrés y creando una poderosa relación de confianza.
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Según el estudio publicado en la revista Nature en 2005 por el doctor Ernest Fehr de la Universidad de Zúrich, las personas con niveles elevados de oxitocina en la sangre mejoran su capacidad para confiar en otros. “Probablemente las personas con dependencia emocional tengan determinadas disfunciones o anomalías en su sistema endocrino o en su sistema nervioso central. Sinceramente, se desconoce qué tipo de peculiaridades se dan, porque la dependencia emocional no está reconocida como una patología oficial, se investiga poco y este tipo de factores no se conocen”, explica el psicólogo Jorge Castelló. Asimismo, el psicólogo Tomás Navarro cree que puede que haya un trastorno de oxitocina y ello lleve a la persona a buscar más apego. Pero señala que “eso solo explicaría parcialmente las razones de su dependencia emocional”.
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Personas y personajes dependientes
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Marilyn Monroe es el ejemplo más conocido de dependencia emocional. Tuvo una infancia muy difícil: no conoció a su padre, su madre la abandonó y tuvo que vivir con distintas familias, e incluso sufrió abusos sexuales. Por ello, en sus relaciones con los hombres siempre buscó la protección y la seguridad. Las parejas que tuvo –se casó en tres ocasiones– eran personas mayores que ella, que asumían un papel más de protector que de compañero sentimental.
Sin alejarnos del mundo del cine y la televisión, también podemos encontrar ejemplos de personajes dependientes emocionalmente. En la película Vicky Cristina Barcelona, de Woody Allen, por ejemplo, Penélope Cruz encarna a María Elena, una pintora atormentada que mantiene una relación sentimental totalmente destructiva con el pintor Juan Antonio, representado por Javier Bardem. María Elena muestra cómo la sensación de frustración de la persona dependiente puede arrastrarla a la agresividad.
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Por otro lado, en la serie House nos encontramos con otro ejemplo un tanto inusual, pues en este caso es un hombre quien muestra síntomas de dependencia emocional. El doctor Willson, jefe de oncología del hospital, es un adicto al afecto. Por un lado, sus fracasados matrimonios se basaron en la necesidad; por otro, se ocupa tanto de su colega House que acaba dependiendo de él; además, la necesidad de complacer a todo el mundo le lleva a volcarse en exceso con sus pacientes terminales.