No es nada extraño que haya personas que fallezcan muy poco tiempo después que sus seres queridos. El filósofo Gustavo Bueno, por ejemplo, murió tan solo dos días después que su esposa. La actriz Debbie Reynols falleció un día después de la muerte de su hija, Carrie Fisher. Y el cantante Johnny Cash solo sobrevivió cuatro meses a su esposa June.
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Estudios psicológicos revelan que este fenómeno se da preferentemente (aunque no de forma exclusiva) entre personas de edad avanzada, cuyas vidas están muy vinculadas a la de su pareja sentimental o a la de algún familiar. Al perder ese apoyo, la razón de su vida desaparece, por lo que dejan de luchar e incluso de cuidarse. Los especialistas lo comparan con la supervivencia en una situación extrema. Algunas personas pueden realizar esfuerzos sobrehumanos para tratar de sobrevivir en medio del océano o perdidos en un desierto, y desvanecerse justo cuando ven aparecer al equipo de rescate. Según los expertos se debe a que el cerebro deja de luchar cuando ya no ve una razón para seguir haciéndolo. Y un mecanismo similar (aunque en versión negativa) parece suceder cuando fallece el miembro de una pareja especialmente unida.
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Pero las causas no son solo fisiológicas. Un estudio realizado por la Universidad de Harvard en 2012, reveló que el duelo provocado por la muerte de un ser querido puede poner en riesgo la salud de la persona. Según esta investigación, la posibilidades de sufrir un ataque al corazón o un infarto cerebral se disparan hasta un 20% tras el fallecimiento de un ser querido, y el riesgo se mantiene durante un período que puede variar entre las veinticuatro horas y los dos meses, según las personas.
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