dificil (2)
En muchas ocasiones, la percepción de la realidad es tan diferente entre los que la vivimos que no podremos jamás llegar a un entendimiento.
Lo que parece de una forma, posiblemente tenga otra explicación muy distinta y las consecuencias de una interpretación errónea puede llevarnos a pagar con mucho dolor.
La única forma de ganarle la batalla a este procedimiento inevitable es ahondar en lo que sucede, preguntar, investigar y cerciorarnos con nuestra correcta percepción de la realidad, de lo que ha acontecido.
De otro modo, las consecuencias serán fatales para todos.
Veamos cómo, a través de este cuento, nos solemos equivocar tan fácilmente en lo que apreciamos que actuamos errando y perjudicando siempre a otros o a nosotros mismos.
Un jinete vio que un escorpión venenoso se introducía por la garganta de un hombre que dormía tumbado en el camino. El jinete bajó de su cabalgadura y con el látigo despertó al hombre dormido a la vez que le obligaba a comer unos excrementos que había en el suelo. Mientras, el hombre chillaba de dolor y asco:
“¿Por qué me haces esto?” “¿Qué te he hecho yo?”
El jinete continuaba azotándolo y obligándole a comer los excrementos. Instantes después, aquel hombre vomitó arrojando el contenido del estómago con el escorpión incluido. Comprendiendo lo sucedido agradeció al jinete el haberle salvado la vida, y después de besarle la mano, insistió repetidamente en entregarle su humilde sortija como muestra de gratitud, al despedirse preguntó:
“Pero, ¿por qué sencillamente no me despertaste? ¿por qué razón tuviste que usar el látigo?”
“Había que actuar rápidamente” -respondió el jinete-
“Si sólo te hubiese despertado, no me habrías creído, te habrías paralizado por el miedo, o habrías escapado. Además, de modo alguno, hubiese tomado los excrementos, y el dolor de los azotes provocaba que te convulsionases, evitando que el escorpión te picara”.
Dicho lo cual, partió al galope hacia su destino.
No lejos de allí, dos hombres de una aldea vecina habían sido testigos del episodio, cuando regresaron juntos a sus paisanos, narraron lo siguiente:
“Amigos, hemos sido testigos de unos hechos muy tristes que revelan la maldad de algunos hombres. Un pobre labrador dormía plácidamente la siesta a la vera de un camino, cuando un orgulloso jinete entendió que obstaculizaba su paso, se bajó de su caballo y con el látigo comenzó a azotarlo por tan mínima falta. No contento con eso, le obligó a comer excrementos hasta vomitar, le exigió que le besara la mano y además le robó una sortija. Pero no os preocupéis, a la vuelta de un recodo hemos esperado al arrogante jinete y le hemos propinado una buena paliza por su deplorable acción”.
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Mirar lo que no se ve.