Y ahora que ya hice casi todas esas cosas lo mejor que pude, no siempre tengo ganas de hacer lo que no me gusta, ni de escuchar los problemas de los demás. A veces, me siento mejor cuando estoy solo, hacer mucho deporte, mirar películas y leer un libro. Ya demostré, lo mejor posible, quien soy como persona.
Lo que me queda de vida, intento que sea mío, disfrutándolo con lo que tenga ganas: viajando, tomando café con amigos, haciendo lo que me hace bien, así sea estar sin hacer nada una semana, ¿Por qué no?
Me he dado cuenta que por más que los demás nos quieran mucho y seamos importantes para ellos, casi todos seguirán viviendo cuando no estemos. Por eso ya es tiempo de NUESTRO tiempo, y de dejar de rendir examen en tantos roles con que la vida nos puso a prueba.
No pienso dar más examen de nada con nadie, eso incluye a mi familia y a mis amigos.
Nosotros ya estudiamos, criamos hijos, trabajamos, cuidamos padres, casi siempre estuvimos presentes cada vez que alguien nos necesitó ¿acaso después nos van a hacer un monumento donde diga: “a un luchador, un ser ejemplar y virtuoso”? Y si de casualidad lo hacen, ¡estaremos bajo tierra!
Somos una generación que rompió estereotipos, allanamos el camino a los que vinieron después.
Por librar tantas batallas en soledad, por distintas razones, hemos sufrido tanto cada uno de nosotros.
Por eso ya es hora de que empecemos a relajarnos y abrir nuestra cabeza, cuando tengamos ganas.
No saben lo bien que se siente desahogarse de viva voz, respirar profundo en el campo mirando el río. ¿Tendré que invertir en la terapia por sentir esto? ¿Vale hacerlo? Seguro que sí, pero iremos distendidos a conversar con alguien que sabe –quizás– más que nosotros.
Muchas veces me planteo qué rápido pasó la vida, distraído como estaba, haciendo mil cosas, trabajando mucho para forjar un porvenir, no solo para mí, sino para nuestra familia.
También me pregunto ¿cuánto nos queda de vida? No lo sabemos, por suerte nadie lo sabe. Si alguien lo sabe no lo conozco personalmente y si existe un ser superior que lo sabe, no tenemos acceso a él. Sí, veo todos los días que amigos, conocidos y personas públicas se van yendo de esta tierra, varios de ellos –a mi juicio- antes de tiempo, cuando mucho tienen por hacer o no hacer.
¿Algo cambiará en quienes nos quieren, cuando nos vayamos? No, la vida seguirá igual en nuestra ausencia y de última dirán: “el viejo estaba un poco loco el último tiempo”.
Mis queridos amigos, cuídense, no se repriman, aprendan a decir NO cuando quieran decir NO. Si es necesario, y siempre para bien de nuestra salud mental, aprendan a mandar al diablo a la gente que no sirve para nada (eso sí, con elegancia es mejor).
Ya es hora de discernir a quien le hace bien mi amistad, mi cariño, mi compañía, y quien me busca solo para llenar su aburrimiento o descargar su neurosis.
La vida está llena de gente egoísta que solo se satisface a si misma usando a los demás de distintas maneras y para diferentes propósitos.
Huyamos de esos émulos de vampiros que nos chupan la energía para seguir subsistiendo y juntémonos, cada vez que podamos, con aquellos que nos hacen reír.
Practiquemos nuestra merecida libertad, ya sea quedándonos en la cama todo un día, viendo por TV lo que se nos ocurra, o si quieren, leyendo revistas de todo tipo.
Qué placer caminar sin apuro ni rumbo fijo y detenernos en cualquier lugar que nos llame la atención.
Visitemos más seguido a las amigos positivos, vayamos a lugares nuevos, escuchemos más música, también hacer teatro, bailar, cantar, aprender idiomas, jardinería, jugar al ajedrez, al dominó ¡lo que más nos guste! Todo sirve y es válido para hacernos sentir bien.
Lo que nos quede de vida que sea viviéndola cada día como queremos y en plenitud.
Y no se olviden queridos amigos de tener una actitud plena y muy intensa en todas sus sensaciones y sentimientos hasta nuestro último día de vida…