Toma un papel en blanco y un bolígrafo. Conecta con una voz proveniente de dentro de ti que necesites escuchar o una que sientas que es ella la que reclama enviar un mensaje, entrégate a la escritura libre.
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Sitúate por ejemplo en tu parte más consciente, en tu sabio interior, y deja que le hable quizás a tu yo más abrumado, o preocupado; o que se comunique directamente con tu niño interior que parece asustado o herido en este momento de tu vida.
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También el emisor de la carta puede ser un personaje interior que te cuida, te mima, te da un amor infinito, como si unos padres ideales te escribieran dándote con palabras, lo que hoy más necesitas.
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Otra modalidad de este ejercicio es escribirle a una parte de tu cuerpo enferma o dolorida, enviándole mensajes de acompañamiento y de apoyo para su curación. A veces, puede ser un órgano concreto el que tome papel y bolígrafo, nos cuente como se siente y lo que espera de nosotros.
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Déjate fluir al escribir estas cartas, protégelas del juicio de la mente, de interpretaciones y de críticas.
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Escribirse cartas a uno mismo es un sano ejercicio de instrospección y autoconocimiento, ayuda a tomar distancia de las emociones, a no identificarse con ellas, sino reconocerlas, sentirlas, nombrarlas y darles un sentido. Permite que se desplieguen esos contenidos inconscientes que esperan ser traídos a la consciencia a la luz de tu escritura. Te animamos a que practiques este ejercicio durante unos días y observes los resultados.
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Fuente. Plano Sin Fin
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