El sufrimiento, en algún punto de nuestra existencia, nos lleva al agotamiento. Llega un momento que ya no podemos más y nos decimos con firmeza, “Ya basta, no quiero sufrir más”. Esto no significa que enseguida paremos de sufrir, y en este estado podemos transitar algún tiempo hasta descubrir que los causantes del sufrimiento no son las circunstancias externas ni las demás personas que nos rodean, nuestra programación es quién lo causa. Al descubrirlo ya damos el primer paso. Ya podemos responsabilizarnos y encontrar una salida.
La buena noticia es que el sufrimiento puede ser nuestro gran maestro. Puede llevarnos a un nuevo despertar y a darnos cuenta que hay otro camino. Este nuevo camino nos enseñará a dejar de reaccionar, a soltar creencias, a vivir en el presente y al autoconocimiento; siempre y cuando no caigamos en la autocompasión.
Nadie nos hace sufrir, el dolor sabemos que es natural porque nos apegamos a nuestros afectos, cosas, personas, animales, parejas, modos de vida, valores etc.
Nos apegamos prácticamente a todo lo que se vuelve costumbre y nos resistimos al cambio.
En segundo lugar, el sufrimiento nos ayuda a comprender y no únicamente a un nivel intelectual que todo es inestable, pasajero, temporal y en continua transformación y que aunque el cambio nos cause algún dolor, todo sigue un proceso de evolución y nada permanece igual.
Para tener paz interior tenemos que aceptar e internalizar que las relaciones vienen y van cumpliendo con su cuota ya sea esta corta o larga, ya sea que la separación sea en vida o a través de un cambio del plano existencial. Igual sucede con nuestras posesiones. Todo fluye en un constante intercambio transformándose a si mismo.
Comentarios
muy interesante gracias.
muy bueno el articulo y muy cietas palabras las costumbres aveces son muy malas,muchas gracias
Jocelyne,bendiciones de luz
Muchas gracias, querida Jocelyne. Un gran abrazo y mi cariño. Maya