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El pensamiento catastrófico en muchos casos constituye una tentación. Ponernos en el peor escenario puede impedir que nos decepcionemos, eso sí, pagando el precio de sembrar en nosotros la semilla de la amargura.

El pensamiento catastrófico se expresa con frecuencia de dos maneras en nuestra vida. La primera es cuando agrandamos o maximizamos una dificultad o una situación negativa. La segunda tiene lugar cuando miramos hacia el horizonte y solo podemos visualizar el peor de los escenarios para los problemas que tenemos o las situaciones que afrontamos.

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Coloquialmente se dice que quienes tienen un pensamiento catastrófico se hacen un “vídeo negativo”. Algo así es lo que ocurre. Es como si la mente produjera toda una película, es decir, una secuencia de acontecimientos. Lo distintivo de esos sucesos es que son muy malos o tienen un halo con una gran capacidad destructiva. Quien actúa así es como si necesitara martirizarse con su propia imaginación.

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Las personas con un alto nivel de ansiedad y depresión suelen trabajar con pensamientos catastróficos, siendo este uno de los elementos que hacen que precisamente esa depresión o ansiedad se mantenga. Que vengan a la mente esas ideas es consecuencia de un estado de ánimo que está trastocado. Es ese estado de ánimo el que nos lleva a fantasear con lo peor, con lo macabro o lo horrible. Veamos de qué va todo esto.

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El optimista siempre tiene un proyecto. El pesimista siempre tiene una excusa”.

-Autor anónimo-

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Las características del pensamiento catastrófico

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El principal rasgo del pensamiento catastrófico es que no se basa en el reconocimiento de riesgos reales. Se trata de un pensamiento sustentado casi exclusivamente en el plano de lo imaginario o fantástico. En otras palabras, los peligros, las amenazas o los daños que se visualizan son básicamente improbables, que no imposibles.

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Una persona dominada por el pensamiento catastrófico puede sentir que su corazón está latiendo muy fuerte. Es posible que no asocie eso con el hecho de que tomó un café hace un rato, o con que caminó muy rápido en los últimos cinco minutos. Más bien verá en ello el comienzo de un infarto o la prueba definitiva de que está envejeciendo a pasos agigantados.

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Alguien con pensamiento catastrófico tampoco subirá a un avión porque “presiente” que puede morir en un terrible accidente. O caer en medio del mar y ser devorado por los tiburones. En fin. Como vemos, los pensamientos catastróficos no suele ser imposibles, pero sí improbables. Un “catastrofista” elegirá la peor de todas las opciones para imaginar el futuro. Esto, por supuesto, tendrá consecuencias muy negativas en su estado emocional y en sus patrones de comportamiento.

Mujer con una nube entre sus manos simbolizando el pensamiento catastrófico>

El origen de este tipo de pensamiento

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Detrás del pensamiento catastrófico, hay una especie de guión o parlamento. Dicho de otro modo, un esquema de pensamiento que se repite. Algo así como una plantilla que se le aplica a todo lo que pasa por la mente. Nos auto-programamos para pensar el mundo en términos terribles.

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¿Por qué ocurre esto? Ya lo decíamos. Es una forma en que se expresa la ansiedad y/o la depresión con la que cargamos. Esos estados de ánimo se nutren y se retroalimentan a sí mismos. Son como una bola de nieve que crece y se torna invasiva. El catastrofismo es una de sus manifestaciones.

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Para algunos también se convierte en una especie de mecanismo de defensa. Es como si pensar en lo peor nos permitiera luego sentirnos aliviados porque finalmente no se dio ese escenario tan improbable. De alguna manera, sienten que ponerse en lo pero les protege de la desilusión y del dolor. Una especie de “huída hacia adelante” que, sin embargo, les envuelve en una madeja de angustia innecesaria.

mujer con nube en la cabeza representando el pensamiento catastrófico

Las consecuencias de pensar así

El pensamiento catastrófico, como todos nuestros pensamientos, siempre se acompaña de un conjunto de sentimientos y emociones. Al darle rienda suelta solo conseguimos incrementar el miedo, la ira, el resentimiento, la culpa, la tristeza, el pesimismo y un largo etc. Es decir, que se convierte en una forma de cultivar la peor parte de nosotros mismos.

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De otro lado, de manera imperceptible también nos convierte en sujetos muy demandantes. O todo tiene que estar perfecto o se avecina el caos. O la gente es intachable, o están ejerciendo una influencia nociva en nuestra vida. Así, terminamos convirtiéndonos en eternos insatisfechos que reniegan de la imperfección de la realidad y se desilusionan de antemano de todo y todos. Así no se vive bien, en todo caso.

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Llegados a este punto, toca evaluar si algo de esto nos sucede. Quizás estamos equivocando el camino para tramitar algún malestar previo o algún conflicto que no hemos resuelto. El pensamiento catastrófico no nos protege ni nos ayuda a desahogarnos. Más bien nos despoja de iniciativa, a la vez que nos vuelve más inconformistas. De esta manera, hemos hablado de la semilla de la amargura.

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Fuente: La Menete es Maravillosa

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EL ULTIMO AÑO DE TU VIDA. Por Sergio Sinay

El último año de tu vida

ENVIADO POR ROBERTO

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El último año de tu vida

Por SERGIO SINAY

30 de Abril de 2016 | 01:45

 

Al final del día cada uno de nosotros es protagonista de un milagro del cual no solemos ser conscientes. Ese milagro consiste en acostarnos, como cada noche, en la misma cama en la cual amanecimos al iniciarse la jornada.

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El milagro consiste en haber atravesado el día y haberlo sumado a nuestra vida. No hay ningún contrato, ninguna promesa firmada que nos haya asegurado que esto iba a ocurrir. Cada día que comienza puede ser el último. ¿Cómo saberlo? Es imposible. ¿Cómo preverlo? No hay manera. Somos criaturas frágiles que viven en la incertidumbre por mucho que intenten ignorarlo o disimularlo o que procuren huir hacia adelante aturdiéndose con barullo, diversión artificial, consumismo galopante o diferentes formas de pasatismo.

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En sus últimos momentos de vida los discípulos que lo rodeaban le pidieron un consejo póstumo a Platón (427 a.C.-347 a.C.), el filósofo que, junto a su maestro Sócrates y su discípulo Aristóteles, puso en la antigua Grecia los pilares que aún sostienen al pensamiento occidental. La respuesta, simple y directa, sigue siendo motivo de discusiones filosóficas. “Aprendan a morir”, respondió el autor de La República, El banquete y Apología de Sócrates.

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Muchos siglos después de esto, un practicante de meditación visitó un monasterio zen en la India y preguntó al abad si podía estudiar con él. “¿Estás preparado para morir?”, inquirió el monje. La respuesta del visitante fue negativa: “No vine a morir, sino a aprender zen”. Ante lo que el abad remató: “Si no estás preparado para morir, no estás preparado para vivir. Regresá cuando estés preparado”.

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Este último episodio es narrado por Stephen Levine, poeta, profesor de filosofía y de budismo en su libro ¿Quién muere? De acuerdo con su relato, uno de sus mejores amigos fue el frustrado visitante del monasterio. Levine falleció el 17 de enero de este año, a los 78 años, en su casa de San Francisco,

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California, desde donde, junto a su esposa Ondra, dedicaron los 40 años de su vida en común a investigar todos los aspectos de la meditación y a acompañar los procesos terminales en la vida de cientos de personas. Había abordado esta especialidad hacia los años 60 del siglo pasado, cuando conoció a la médica suiza Elizabeth Kübler-Ross (1926-2004), autora de la conmovedora La rueda de la vida, acaso la mayor autoridad en la materia.

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UN GRAN PLAN

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Levine escribió un libro ya clásico titulado Un año de vida, fundamento posterior de un movilizador trabajo grupal. El libro narra una experiencia que él mismo vivió. Tras escuchar en una entrevista que alguien le preguntaba al Dalai Lama cuáles eran sus próximos planes, el líder espiritual tibetano respondió: “Tengo 58 años y es hora de prepararme para la muerte”. Eso ocurrió hace 22 años, en pleno diciembre, cuando se acercaba el comienzo de un nuevo año. Levine se preguntó entonces cómo sería su propia vida si supiera que el año por iniciarse resultaría el último. Y se propuso vivirlo como si lo fuera.

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Al rememorar la experiencia dijo que se trataba, en principio, de algo así como tramitar la actualización del pasaporte, aunque tanto el destino del viaje como el día y la hora de partida le fueran desconocidos. Y luego puntualizó que, contra todo lo que se pudiera esperar, la experiencia no lo limitó, sino que lo hizo sentir más libre. Al tomar conciencia de que le quedaba solo un año por delante sintió con mayor profundidad el valor de estar vivo, abrió su creatividad y su imaginación para transitar las horas y los días. Dejó de lado muchos temores que, como a todas las personas, lo paralizaban o llenaban de dudas. “El problema no es tanto la muerte, reflexionó, sino el temor a la vida”.

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Su agenda existencial en ese año, mientras compartía esta vivencia con su mujer, incluyó cuestiones fundamentales. Una de ellas fue el agradecimiento. Advirtió que había muchas personas a las que tenía que agradecerles cosas, por muy pequeñas que fueran, que habían enriquecido su vida. Comenzó a hacerlo. Algunas eran personas cercanas a él en la cotidianeidad, otras no, de manera que a estas tuvo que buscarlas para contactarse.

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Otra cuestión fue la del perdón. Se dio cuenta de que estaba empantanado en una serie de resentimientos y vendettas irresueltas que, observados desde el final del camino, no merecían ni la atención ni la energía que le consumían. Tomó los casos que consideró perdonables, vio que eran muchos, imaginó diálogos con esas personas, en los cuales les hablaba del dolor y las heridas que le habían causado y también abrió espacio en su imaginación para escuchar las respuestas y para permitirles disculparse con él.

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Esto trajo una consecuencia. Pensó también en las personas por las cuales quería ser perdonado, pues reconoció que las había lastimado. Imaginó cómo podía reparar sus faltas. Y descubrió lo difícil que le había resultado este acto de humildad cuando ignoraba que estaba viviendo su último año. Como tercera medida hizo un balance de deudas pendientes, monetarias o no. Y se propuso pagarlas, con cheques cuando era lo que correspondía, o con actos cuando eran deudas morales. “La reparación alimenta el corazón y apacigua la mente”, escribió al respecto en un artículo publicado por la revista New Age Journal.

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En simultaneidad con estas y otras acciones, Levine llevó un diario del último año de su vida. Ese diario, según él, no sólo le sirvió para comprender con mayor profundidad su propia experiencia, sino que, durante el proceso, le resultó útil en momentos de desazón y tristeza. Estos momentos existieron y tenían razón de ser. Tiempo después Levine convocó a varias personas a participar de un grupo que se prolongaría durante un año en el que harían la misma experiencia que habían efectuado él y Ondra.

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La propuesta consistía en reunirse una vez por semana a compartir las sensaciones, emociones y reflexiones que iban produciendo en ellos el hecho de vivir, en plena conciencia, el “último año”. Varios de los integrantes del grupo abandonaron en el camino, no pudieron con la vivencia.

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RESPONDER AL PRIVILEGIO

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Levine tuvo un gran amigo y compañero de ruta, llamado Ram Dass (cuyo nombre original es Richard Alpert, doctorado en psicología y profesor en Harvard antes de transmutar en maestro espiritual como producto de una larga experiencia en la India).

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En un bello libro (Todavía aquí) en el que analiza el proceso de cambiar, envejecer y morir, Ram Dass, hoy de 85 años, se pregunta por qué deberíamos esperar la conmocionante noticia de que empieza nuestro último año para vivir como podríamos vivir siempre, si prestáramos más atención a nuestros afectos, si reparáramos nuestras faltas, si agradeciéramos, si escucháramos a los otros, si no dilapidáramos tiempo y energía en cuestiones banales, si nos concentráramos en lo importante antes que en lo urgente, si acariciáramos y besáramos más, si cambiáramos rencores por proyectos. Es decir, si viviéramos despiertos y conscientes en lugar de transcurrir anestesiados y distraídos. Si, en fin, advirtiéramos que cada día vivimos un milagro e iniciáramos el día siguiente poniéndonos a la altura de ese privilegio.

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 Mail: sergiosinay@gmail.com

(*) El autor es escritor y periodista. Sus últimos libros son "Inteligencia y amor" y "Pensar"

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http://www.eldia.com/opinion/el-ultimo-ano-de-tu-vida-132680

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Russo Sergio - Revertir La Diabetes Pdf

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ENVIADO POR KAREN
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Russo Sergio - Revertir La Diabetes Pdf 
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BIOGRAFIA:
Además de ser el autor de la guía Revertir la Diabetes, Sergio Russo es un orador experto en salud natural y bienestar. 
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Sergio Russo cuenta con más de 10 años abocado al estudio sobre la nutrición y las verdades causas de las enfermedades y sus respectivos tratamientos. 
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Su libro digital Revertir la Diabetes es uno de los más vendidos en Internet en la sección de salud y bienestar personal. 
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Su trabajo ha ayudado a miles de personas de todas partes del mundo a dejar los medicamentos recetados para Revertir la Diabetes, y de manera totalmente natural les ha enseñado a adoptar muy fácilmente un estilo de vida saludable, que a mediano plazo hizo que las enfermedades (de todo tipo, no sólo la diabetes) desaparecieran por completo de sus vidas. 
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RESEÑA:
Revertir La Diabetes es un programa para reveritr y curar la la diabetes tipo 1 y tipo 2 naturalmente, libro escrito por Sergio Russo un medico especializado en tratamientos naturales de la diabetes, decidio hacer publico su programa para ayudar a todas las personas que se sienten atemorizadas y por tener que vivir todos los dias controlando su diabetes. 
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Este programa contiene los mejores metodos, dietas, alimentos naturales que primero haran una limpieza de sus organismo para luego hacer que este produzca mucho mas insulina de manera rapido y permanentemente. 
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Ahora que ya conocemos un poco mas sobre Revertir La Diabetes veamos que es excatamente lo que descubriras y aprenderas en esta guia milagrosa para la diabetes: 
 
 
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