Todos los días se encerraban grandes misterios que se develaban en cada paso, por cada ruta, cada montaña, cada valle. Cruzando rìos, escalando montañas, sufriendo las inclemencias del tiempo, viento, lluvia, frìo y calor.
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Descansando en un albergue diferente cada dìa, compartiendo nuestros alimentos con otros peregrinos, a quienes no volverìamos a ver.
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Cada uno de nosotros traíamos una ruta trazada, un destino diferente, una lección de vida personal que aprender.
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Caminando por uno de los hermosos senderos que se presentaban ante mis ojos, encontrè dos rutas a seguir.
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Una, un camino sinuoso por donde los peregrinos continuaban su caminar.
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El otro sendero, una carretera en construcción. Estaba libre de piedras, àrboles y montes. Me sentía tan cansada que decidì salirme del sendero de los peregrinos.
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Amo la naturaleza en todo lo que representa; pero después de caminar y caminar por horas enteras, lo que deseaba era llegar a mi siguiente meta. El próximo albergue, y decidí continuar mi aventura por la carretera en construcción.
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Las horas parecían eternas, el cansancio y la frustración destruyeron mi paciencia, al llegar al tramo final de aquella carretera, fácil y libre de obstáculos, estaban dos flechas amarillas: Una dirigida a la izquierda y la otra, a la derecha.
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Habìa caminado durante durante dos horas y ahora me encontraba perdida, por el simple hecho de no haber seguido el camino destinado para los peregrinos del Camino de Santiago.
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En ese momento entrè en una crisis nerviosa que me hizo perder el control de mi misma. Soltè en llanto y lancè el termo de agua al suelo. Me despojè de la mochila y todo lo que llevaba en la mano.
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Llorè, llorè y llorè, hasta que descarguè mi cansancio y frustración.
Me dì cuenta de que el “camino fácil” me había perdido, y no tenía otra alternativa, que regresar al principio de la carretera en construcción para retomar el sendero trazado a los peregrinos.
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La luz del dìa se apagaba y dentro de mi desconcierto y frustración, me regresè por donde había caminado durante dos horas.
Al llegar, me encontrè con un buen hombre, quien terminaba sus labores en la construcción de la carretera. Le pedí una guía y le expliquè mi situación.
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El manejaba un tractor y ofreció llevarme hasta la carretera, la cual me conduciría hasta el próximo albergue.
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Le respondì que si los peregrinos que hacíamos el camino a piè, subìamos a un automóvil o a su tractor, no nos permitirìan entrar en los albergues detinados para nosotros.
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Su respuesta fue convincente. Dijo que yo ya había recorrido ese tramo, que Dios lo sabìa y yo también.
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Subì a su tractor y me llevo hasta los dos caminos donde se encontraban las flechas amarillas.
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Le dije que hasta allì había llegado y regresado nuevamente.
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Sonriendo respondió que la carretera, estaba a diez minutos de allì y me señaló el camino.
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Me tomò 15 minutos llegar a la carretera, la cual no había visto porque se encontraba detrás de unos arbustos.
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El sol empezaba a desaparecer tras las montañas y representaba un gran peligro caminar por allí sin la luz del sol, así que me atrevì a pedir un “aventón” con la señal que se utiliza para eso, aun con el riesgo de no ser aceptada en el albergue. Dios fue, como siempre, muy generoso y no tuve problema.
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Se detuvo otro buen hombre y me llevò hasta el albergue.
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Todos mis compañeros de camino, habían llegado ya.
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Compartimos nuestra cena y una charla amena. Al dìa siguiente, de nuevo, cada uno continuamos nuestra ruta a seguir.
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En la vida cotidiana, es positivo encontrar soluciones prácticas y caminos más fáciles para lograr nuestros objetivos
Sólo que el Camino de Santiago nos brinda retos difíciles, para aprender a encontrar soluciones que nos permitan en nuestra vida diaria, tomar decisiones que no son tan difíciles y el camino de nuestro diario vivir, nos parezca sencillo, con la certeza de que si pudimos superar los obstáculos, nuestra vida sea más llevadera y armoniosa
Esta experiencia, me llevò a comprender, que tomamos el camino màs fácil y esto conlleva a perder nuestras metas, sueños y anhelos.
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Nos quedamos paralizados ante el temor y atrapados en la confusión. Nuestro destino que està allì, frente a nosotros, no lo podemos ver.
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Dejamos de avanzar en el sendero de nuestras vidas y obstaculizando, el encuentro con con la meta que nos hemos trazado, y nunca llegamos a saber, si lo habrìamos podido lograr.
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Realmente esta aventura en el Camino de Santiago, cambió mi vida de una manera muy positiva,
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Con amor,
"Sé Feliz y Vive Sano
Maya