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La verdadera espiritualidad no pertenece a ninguna iglesia, organización, institución o grupo, orden o grupúsculo, sino que es básicamente adogmática y propia de mentes librepensadoras. Es tanto para creyentes como para agnósticos, teístas o no teístas, puesto que no se mueve por creencias, sino por experiencias, y no requiere que uno se encierre en un ashram o monasterio (que está muy bien si la persona siente que ese es su llamado), sino que se tiene que impregnar de esa espiritualidad la vida diaria.

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Es un modo de ser y de sentirse, de seguir el noble arte de vivir, de aprovechar la existencia para evolucionar conscientemente y humanizarse. Nada tiene que ver con ritos, cánticos, mantras, liturgias, creencias dogmáticas u organizaciones religiosas, a menudo (sean de uno u otro signo) saturadas de personas de mente estrecha y aferramiento a ideas y dogmas.

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El objetivo es crecer interiormente y conseguir claridad para la mente y compasión para el corazón, sin caer en santurronerías falaces o hacer un show de la propia religiosidad. No es privilegio para unos pocos ni nadie detenta el monopolio de la verdad.

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A menudo esa verdadera espiritualidad, que ha configurado una mística perenne en todas las épocas y latitudes, ha sido vapuleada por las iglesias instituidas, al igual que falseada o desnaturalizada hasta lo esperpéntico por muchos seguidores de la llamada Nueva Era, que no quieren transformarse y evolucionar, sino recurrir a toda clase de placebos y que en lugar de esclarecer su visión la enturbian y prefieren la ilusoria fenomenología oculta a las verdaderas enseñanzas y métodos para el trabajo interior; toda vez que no quieren observar el inevitable trabajo interior y buscan atajos para llegar al cielo, ¡cómo si eso fuera posible!

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O descargan su responsabilidad en otras personas: sean videntes que nada ven, pseudoterapeutas que de nada sanan, hacedores de "portentos" que luego no saben ni resolver las pequeñas complicaciones de la vida o profetas catastrofistas que, por fortuna, nunca aciertan y que nunca son capaces de predecir los acontecimientos realmente conmovedores.

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Y así la persona con minoría de edad emocional, dependiente, que acarrea carencias afectivas y no es capaz de afrontar las realidades contundentes de la vida (que son las que ayudan a crecer), se empeña en buscar intermediarios espirituales, cuando ella debe ser su propia intermediaria, y no poner la responsabilidad de su madurez y evolución en las manos, a menudo poco fiables, de los "salvadores de almas", los gurús y los que, paranoidemente, se arrogan cualidades místicas o esotéricas de las que carecen.

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¿En qué creo? En ti. En tus potenciales, en tu capacidad de autodesarrollo, en tus recursos internos para evolucionar, en tu inteligencia primordial que nadie debe insultar ni minusvalorar.

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Deberá llegar un momento, si la consciencia planetaria realmente evoluciona, en que se dará el ocaso de los ídolos, los intermediarios espirituales, los líderes religiosos, los gurús y su empalagosa solemnidad y funesta influencia. Si echamos un vistazo a lo que está pasando en el supermercado espiritual es para echarse a temblar. Espanta. Y callar es proteger a esos falsarios.

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He aquí que en Bali una señora tántrica, más demiurga que hada, te cobra cerca de seis mil euros por enredar contigo a lo largo de un mes con prácticas que de verdadero tantra poco tienen, pero sí de mucho tantra degradado y mágico.. ¿Soy descreído e incrédulo porque no creo en esos gurús? Pues recurro a dos grandes seres que nunca estuvieron en cuestión: Ramakrsiha y Vivekananda, veamos que nos dicen:

Ramakrishna:

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"La gente con un poquito de poder oculto consigue cosas como nombre o fama. Muchos de ellos quieren la profesión de gurús, ganar el reconocimiento de gente y hacer devotos. La gente dice de un gurú tal: "¡Ah, le va muy bien! ¡Cuánta gente le visita!. Tiene muchos discípulos y seguidores. Su casa luce bien amueblada y decorada. La gente le lleva regalos. Tiene un poder tal que puede dar de comer a muchas personas si lo desea". La profesión de gurú se parece a la de una prostituta. Es la venta de uno mismo por bagatelas tales como dinero, honor y comodidades materiales".

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Vivekananda:

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"En cuanto al gurú, al que transmite, hay peligros más grandes todavía. Hay muchos que aún estando sumergidos en la ignorancia, tienen tal orgullo en su corazón que imaginan saber todo, y no se detienen ahí, pues se ofrecen para llevar a los otros sobre sus hombros. Así, el ciego guía al ciego y ambos caen al foso. El mundo está lleno de ellos. ¡Cada uno quiere ser gurú; cada mendigo quiere donar un millón de dólares! Así como de ridículos estos mendigos, lo son también tales gurús".

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¡El intermediario! O sea que uno necesita de una persona, tan falible como nosotros, para comunicarse con el regente divino o con lo Inefable. La figura del intermediario ha venido de maravilla a las iglesias instituidas y sobre todo a la larga tradición de supersticiones sobre el gurú. "Sin mí, no puedes hacer nada". "Yo soy tu pértiga, tu punto de apoyo". Incluso el maestro llega a decir "la liberación del discípulo es la jaqueca del gurú". ¡No, no, por favor!. La jaqueca del discípulo es la jaqueca del discípulo y él tiene que poner los medios para quitarse la migraña y madurar espiritualmente. Que nadie te engañe diciéndote que te llevará sobre tus hombros. Usa tus piernas, que para eso las tienes.

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Escribí hace muchos años "Verdad y Mentira de los Gurús". Muchos gurús se negaron a recibirme, sobre todo los de masas. No fue el caso de Chidananda, Muktananda y otros que gustosos accedieron a dilucidar el tema. Tampoco fue el caso de numerosos monjes budistas y lamas, que tiene un ego de hormiga al lado del ego elefantítico y enfermizo de los gurús de masas. ¡Basta ya de supersticiones en un país de tantas supersticiones como es la India a pesar de ser cuna de las más refinadas místicas!.

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Intermediarios para vender coches, fincas, electrodomésticos, pero no para conectar con lo Inefable. Lo que sirven son las enseñanzas y los métodos. Según Buda aseveró al morir, esos son los verdaderos maestros. Pero las iglesias instituidas y los gurús se han sacado de la manga la figura del "intermediario" para obtener muchas prebendas, realzar su imagen mayestáticamente y devaluar la de los demás.

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Muchos gurús han equivocado la carrera. Deberían haberse hecho políticos. ¡Cuidado con los gurús, cuidado con los políticos!. Con razón Krishnamurti decía que no unos ni otros eran de fiar.

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¿En qué creo? En ti. En que tu eres tu propio refugio, tu maestro, tu terapeuta, tu mejor amigo si aprendes a serlo y la antorcha fiable para recorrer la senda sinuosa de la autorrealización. Algunos se enfadan porque creo en ellos, es curioso. Porque sólo quieren creer que otros harán el trabajo por ellos, les conducirán, tomarán su equipaje kármico, pero nadie puede tomar la absolución por otro. Creo en tu capacidad de buscador honesto, en tu afán por hallar la mente iluminada que mora en ti...

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Tu me inspiras la misma confianza que desconfianza los gurús e intermediarios y salvadores de almas y políticos. A ti te doy la bienvenida, desde el corazón, pero con ellos simplemente prefiero poner distancia terapéutica siempre que pueda y evitar que me contaminen.

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Permíteme terminar con un Cuento de intermediarios.

Se reúnen tres gurús de distintas religiones. Conversan a propósito de cómo distribuyen las donaciones recibidas entre ellos y Dios. Uno explica:

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- Yo hago un círculo en el suelo. Echo las monedas de la recaudación al aire. Las que entran dentro del círculo se las doy a Dios y las que caen fuera me las quedo yo.

Otro dice:

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- Yo también trazo un círculo en el suelo. Lanzo las monedas al aire y las que caen fuera del círculo se las doy a Dios y las que caen dentro, me las quedo yo.

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E interviene el tercero (éste el gurú de masas, claro) y dice:

- Trazo un círculo en el suelo. Lanzo las monedas al aire. Las que caen me las quedo yo, y las que no caen es que se las ha quedado Dios.

Ramiro Calle

Centro de Yoga Shadak

www.ramirocalle.com

http://www.espaciohumano.com

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LIBROS DE RAMIRO CALLE

https://lareconexionmexico.ning.com/profiles/blog/list?q=RAMIRO+CALLE

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GRANDES YOGUIS NATURALES: LOS GATOS. Ramiro Calle

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Grandes yoguis naturales: los gatos

Enviado por Roberto

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“Muchas de las cosas que los seres humanos tenemos que trabajarnos incansablemente para conseguirlas, ya de manera natural las gozan los gatos. Es uno de los animales más misteriosos que existen, con una psicología muy peculiar”. Escribe Ramiro Calle.

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Su cerebro es mucho más similar al del hombre que el del perro, pero sus reacciones son por un lado siempre previsibles (les gustan los rituales, como si de la más sagrada liturgia se tratase) y a la par imprevisibles.

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Tienen una asombrosa inteligencia y son capaces de reaccionar en fugaces momentos cuando las circunstancias lo requieren. Su oído tiene un poder de escucha 16 veces superior al del hombre, y pueden ver casi en la oscuridad total. Saben combinar los movimientos muy rápidos y sagaces con lo que se llama en la tradición del Yoga “la detención consciente”. Son flexibles y pueden ejecutar las asanas más diversas y sofisticadas.

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Saben absorber los impactos y se considera, ya desde la más remota antigüedad en Egipto, que tienen la capacidad de filtrar las energías conflictivas o negativas. Son sumamente perceptivos, y no es de extrañar que mi buen amigo el doctor Antonio Tallón, mi neurólogo durante mi gravísima enfermedad (como reseño en mi obra En el límite) me dijera a propósito de mi gato Emile: “Es como usted, pero percibe más que usted”.

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Los felinos pueden estar sumamente atentos, como el yogui más entrenado, con la concentración unificada y muy intensa, siendo capaces de alcanzar planos mentales que parecen de éxtasis o samadhi. Su capacidad para estar vigilantes y a la vez sueltos y relajados es admirable. Eso es Dyana, meditación en el Radja-Yoga: atento y ecuánime, hiperalerta y sereno.

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Estírate como tu gato

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No es menor esa capacidad para realizar el Savasana o relajación profunda, que pueden llevar a cabo con facilidad sorprendente en las superficies más arriesgadas. En cuanto a estirarse, lo hacen como nadie, con fluidez, elegancia y espontaneidad. Llevan muy a rajatabla la limpieza corporal, como recomiendan los antiguos textos de Yoga; saben comer lo justo y conveniente, duermen con profundidad altamente reparadora y no pierden ocasión para investigar en la realidad que les rodea, con viva curiosidad.

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Siempre nos están enseñando y uno no se cansa de observarles. Son grandes maestros y tienen la ventaja, sobre muchos gurús, de no tener infatuación, ego desmesurado, afán de poder y altivez. Son dignos desde la humildad. Tienen algo de la verdadera naturaleza búdica, pues no se alteran sin necesidad y viven conectados con el momento presente. A la vez son amorosos e independientes, o sea que como se dice en el Yoga: “Ser de todos pero de nadie en demasía”.

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Tienen un desarrollado sentido lúdico, como los yoguis (era el caso de Sibananda), que valoran mucho el sentido del humor y aprender a desdramatizar y ver las cosas como son. Sí, les gusta jugar y así viven distendidos el Samsara (el universo fenoménico). Sus movimientos son armónicos, su mirada es limpia y cristalina, su respiración es calma y su corazón es cálido y amistoso.

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Saben reaccionar en la urgencia del momento, pero sin agresividad; no acarrean resentimiento ni rencor. Y saben seguir la instrucción de mi admirado y estrecho amigo Baba Sibananda de que “No haya pensamiento sin acción”. Desde luego, lo que parece bien cierto es que no se pierden en elucubraciones inútiles y siguen la instrucción zen: cuando tienen hambre, comen, y cuando tienen sueño, duermen. No les gusta ser atosigados ni presionados, y por eso no atosigan ni presionan; como quieren ser respetados, respetan.

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Gracias, Emile

Estoy profundamente agradecido a que el yogui Emile llegara a mi vida con motivo de mi enfermedad. Cuando yo estaba debatiéndome entre la vida y la muerte, Luisa lo recogió para llevarlo a casa. Mientras estuve enfermo, como si se tratara de un experto terapeuta, permaneció incansable a mi lado. Creemos errónea y egocéntricamente que las mascotas nos deben algo por nuestra atención, pero en realidad deberíamos estar profundamente agradecidos a ellas por ayudarnos a limpiar y abrir nuestros corazones a los sentimientos más puros y otorgarnos tanto amor incondicionalmente.

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Los animales (con los que el ser humano tan cruel e injustamente se comporta a menudo) no han venido para servirnos ni para cubrir nuestras necesidades, sino que son compañeros en el viaje de la vida. El día que el homoanimal (que es lo que somos) evolucione y se convierta en un verdadero ser humano, se llevará las manos a la cabeza, espantado, al ver lo que ha sido capaz de hacer con los animales.

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Todas las mañanas despierto con ilusión porque encuentro al yogui Emile a los pies de mi cama y enseguida ambos nos ponemos en marcha. Un nuevo día que abordar. Ojalá yo pueda llegar a hacerlo con la atención y la ecuanimidad que el yogui Emile, uno de mis maestros más elocuentes.

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Ramiro Calle

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http://www.yogaenred.com/2013/01/15/grandes-yoguis-naturales-los-gatos/

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