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Aprende a superar tu pesimismo y transforma definitivamente tus pensamientos negativos.
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Aprende a superar tu pesimismo y transforma definitivamente tus pensamientos negativos.
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No hay que confundir el optimismo con la alegría. El optimismo no conduce siempre a una alegría expresada sino que proporciona paz interior a la persona, y esa paz proporciona una belleza serena que ilumina la personalidad. También en muchas ocasiones alegra la vida, pero no necesariamente siempre. Cuando ocurre una desgracia, por ejemplo, la persona optimista estará triste, pero no desesperada. El optimismo vence al desaliento y al abandono que siempre afean la personalidad.
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Existen dos tipos de personas: las que confían en si mismas y en las de más y las personas desconfiadas. Las primeras son normalmente personas agradables, serenas con las que da gusto estar y charlar y que caen bien a los demás, poseen una bella personalidad independientemente de su aspecto físico
¿Optimismo o ingenuidad?
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Las personas ricas, guapas, simpáticas, con una buena formación y un buen trabajo pueden vivir en un estado de optimismo falso. Creen que son optimistas porque no han fracasado, pero pueden no ser optimistas si no saben relacionar lo que ocurre, sea agradable o no. La persona que se encuentra satisfecha simplemente porque las cosas le van bien, tiene muchas posibilidades de sentirse defraudada, sola, etc. porque no habrá aprendido a confiar en los demás, a reconocer el valor del esfuerzo y del fracaso soportado con alegría y a sacar consecuencias positivas de situaciones que parecen poco aprovechables.
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En la situación contraria se encuentran las personas desconfiadas, especialmente si su desconfianza se basa en el hecho de haber fracasado muchas veces o por no haber encontrado el apoyo de nadie para ayudarles. Estas personas no llegarán a ser optimistas si no aprenden a salir de si mismas, a dejar de buscar su propia satisfacción, si piensan que ellas tienen también que ayudar a los demás. La que sólo piensa en su propia satisfacción continuamente sufrirá desengaños, y el desengaño solo conduce a la tristeza, a posturas pesimistas.
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Muchas veces las personas optimistas pecan de ingenuas y muchas otras veces son tratadas de ingenuas por los demás. Para evitar la ingenuidad hay que ser realistas conociendo y midiendo el tipo de confianza que existe, que tienen con cada persona, pera que confíen en ella razonablemente y de no de forma ilimitada como podrían hacerlo con sus familiares más directos.
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Pecaría de ingenua la persona que pensase que el médico siempre le va a curar sus enfermedades, tenga lo que tenga, -y probablemente sea así a o ser que se le presente una enfermedad incurable, -, pero sería más realista que no tuviera tanta confianza en el médico, aunque sea un médico estupendo, y que pensara que el médico siempre va a poner los medios más apropiados para que haya una curación.
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Optimismo y pesimismo
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En el momento de pesimismo se pueden destacar dos elementos: La dificultad real de la situación a resolver y la dificultad interna de la persona para enfocar la situación adecuadamente y tiene una manifestación: la crítica negativa. Ver el realismo de las situaciones es algo tremendamente difícil, la mayoría de las personas analizan las situaciones de dificultad con tal carga de subjetivismo, con un enfoque tan personal que resulta difícil centrar la dificultad real. Hay un tipo de personas más realistas que tratan de analizar los hechos con objetividad pero también añadirán a ellos su particular interpretación.
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Las personas optimistas van más allá de los datos reales para centrarse, en primer lugar en las circunstancias positivas, en las posibilidades de mejora de la situación. Teniendo en cuenta las deficiencias pero sabiendo que muchas veces puede superarlas. La crítica negativa, por seguir el ejemplo anterior, es incompatible con el optimismo.
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Una persona con un jefe autoritario puede pensar. “ES imposible hablar con este hombre que además no vale para nada, por eso esconde su mediocridad bajo una capa de autoritarismo”, si embargo el optimista pensará en primer lugar en los méritos que tiene su jefe, en el estrés que sufre, en los problemas que tiene que solucionar e intentará comunicar con él aunque sea en pocas cosas.
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Y para concluir, una frase: Don Juan Matus decía: “Para lograr la hazaña de sentirte desdichado, trabajas intensamente. Es estúpido que nunca te hayas dado cuenta que para sentirte completo y fuerte necesitas la misma cantidad de trabajo“.
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Fuente: www.mundobelleza.com
Ser una persona optimista va mucho más allá de ser alguien alegre o divertido. El optimismo es un hábito de pensamiento que nos permite ver lo positivo de todo aquello que nos rodea o nos toca pasar.
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El verdadero optimista no es un iluso que vive soñando con fantasías. No se trata de un querer ver todo “en color de rosa” a toda costa y sin razón, o sin aceptar la realidad tal cual es.
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Alguien optimista puede ver y reconocer perfectamente las dificultades, pero no se hunde en ellas, sino que las considera una oportunidad para cambiar, mejorar y crecer. El optimista es confiado y está seguro de que cada problema presenta nuevas posibilidades.
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Aunque el optimismo se relaciona mucho con el buen humor, ambas cosas no son exactamente lo mismo. El optimismo es un hábito de pensamiento positivo. Etimológicamente, el optimismo está definido como la tendencia a esperar y ver el aspecto más favorable de las cosas.
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Una persona pesimista se cierra al cambio, reduce la autoestima, sepulta las posibilidades de transformación y no sabe valorar los logros adquiridos en cualquier terreno de la existencia. Al pesimista le cuesta disfrutar, pues siempre estará viendo aquello que falta, el “medio vaso vacío”.
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De acuerdo a la investigación realizada por el psicólogo Martin Seligman, tanto con adultos como con niños, la gente optimista es menos propensa a sufrir depresión, generalmente son personas más exitosas en los ámbitos educativos y laborales y suelen disfrutar de un mejor estado de salud.
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El optimismo representa una verdadera cualidad de la inteligencia emocional. Este hábito de pensamiento positivo puede aprenderse, o no, desde pequeño en el seno familiar, cuando el entorno del hogar lo incentiva. De hecho, es muy común ver en los hijos el mismo tipo de visión ante la vida que tenían sus padres o familiares, ya sea un enfoque que tienda al pesimismo o al optimismo.
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Ser optimista es manifestar una actitud positiva frente a la realidad, es un estado de ánimo que, sin dudas, debemos y podemos cultivar. El optimismo nos permite valorar las mejores cualidades de los demás y de nosotros mismos, sin exageraciones ni juicios extremos. Se trata simplemente de ver las cosas tal cual son, dando a los errores e inconvenientes el lugar que le corresponden, ni más ni menos.
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Es muy importante que cada uno de nosotros podamos descubrir cuál es nuestra tendencia en la forma de pensar y ver la realidad. En el caso de que observemos una tendencia al derrotismo, al pesimismo, deberemos re-educarnos para poner en práctica el pensamiento positivo.
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Cuando alguien trae un hábito de pensamiento muy arraigado, es lógico que cambiarlo no resultará una tarea sencilla. Pero es necesario saber que tampoco se trata de algo imposible. Siempre estamos a tiempo de cambiar, mejorar y alcanzar una mayor plenitud en la vida. -
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