En el video original, este pequeño llora conmovido, cuando su madre le canta una canción de amor.
ENVIADO POR "MIRAR LO QUE NO SE VE".
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Cuando hay que llorar se debe llorar. Mucha gente quiero ocultar las lágrimas o que ni salgan. Tenemos vergüenza o nos sentimos mal. Posiblemente nos lo han enseñado así. Nos han dicho que hay que ser fuertes, que no se debe llorar, que es de débiles o de niñas. Todos sinónimos ilógicos e inadecuados.
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Llorar despeja el alma y deja salir la angustia. Es un excelente ejercicio para abrir ventanas y airear la casa que llevamos puesta. Nunca es motivo para sentirse mal, más bien al contrario. Cuando lloramos dejamos salir la pena, empujamos la desazón al exterior y permitimos que ruede la angustia que nos ahoga dentro.
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Las lágrimas también pueden ser dulces. He llorado de emoción muchas veces. Son lágrimas de agradecimiento a la vida o al instante que se vive en ese momento.
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Siempre son la expresión de un sentimiento poderoso, leal y sincero. Cuando se llora se está siendo justo con lo que se siente. Se está atendiendo a una necesidad imperiosa de atendernos a nosotros mismos. Demasiadas veces atendemos a todos los demás mientras nosotros somos invisibles ante nuestros ojos.
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Es, en definitiva, una llamada de atención que nos sacude y empuja desde dentro; que nos señala lo mucho que nos hemos dejado de lado durante un tiempo y lo que nos falta por amarnos.
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Llora y cálmate. Después, relájate, quiérete y mímate.
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No sería tan sereno el momento de después de las lágrimas si no existiesen éstas.
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Algo se va con ellas, la pena…la tristeza…o ese nudo en el estómago que nos impide sonreír.
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Puede que después de llorar el motivo de las lágrimas continúe con nosotros, pero la sensación de descarga nos ayudará a ver con más claridad lo que ni con luz se nos aclara.
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