El hígado es el órgano interno más grande del cuerpo y, debido a las funciones que desempeña, es imposible vivir sin él.
Este es el responsable de filtrar la sangre para eliminar las toxinas que se van acumulando, pero también debe distribuir los nutrientes, segregar hormonas y apoyar los procesos digestivos.
Por desgracia, como muchas otras partes del organismo, puede desarrollar patologías crónicas y destructivas como el cáncer.
La infección por los virus de hepatitis B o C, la obesidad y la exposición a sustancias tóxicas perjudiciales son solo algunos de los factores que pueden conllevar a padecer esta grave condición.
Lo que más preocupa a las grandes entidades de salud es que año tras año aumentan los casos, muchos de los cuales terminan en consecuencias trágicas por su difícil detección.
Y es que, como ocurre con las demás variedades, al principio no se desarrollan síntomas contundentes y tan solo se llega a percibir cuando está en etapas más avanzadas.
Pese a esto, hay un listado de signos que podrían llegar a ser determinantes para sospechar la enfermedad antes que siga progresando.
En esta ocasión vamos a relevar los más importantes para que no dejen de tenerlos en cuenta.
1. Dolor e inflamación abdominal
El hígado está situado en la parte superior derecha del abdomen y por ello la presencia de células cancerígenas en este conduce a padecer inflamación.
Por este motivo quienes están padeciendo la enfermedad también experimentan un dolor leve y recurrente en el vientre.
Ambos síntomas van empeorando conforme avanza la enfermedad, aunque en gran parte de los casos se dificulta su detección porque se confunden con dolencias digestivas.
2. Malestar estomacal
Las náuseas y vómitos constantes son otro indicio de que algo no está del todo bien.
Si bien ambos síntomas son comunes en patologías gastrointestinales, no se debe descartar que puedan tener relación con un problema grave en el hígado.
3. Síntomas similares a la gripe
El ataque de las células malignas reduce la respuesta inmunológica del cuerpo y conduce a sufrir malestares muy similares a los de la gripe.
Entre los síntomas que se llegan a experimentar se incluyen:
- La fiebre.
- La debilidad muscular.
- Fatiga excesiva.
- Disminución del apetito.
- Dolor de cabeza.
- Escalofríos o sudoración.
4. Ictericia
La ictericia es una coloración amarillenta en las membranas mucosas, la parte blanca de los ojos y la piel.
En el caso del cáncer se produce cuando las células dañinas obstruyen los conductos biliares, transportando la bilis a través de la sangre y los tejidos.
La bilis cumple la función de apoyar la digestión, participa en la descomposición de los nutrientes y, cuando se altera, causa ese color amarillento.
Por lo general se trata de un síntoma de etapas avanzadas, aunque en unos pocos casos parece como señal oportuna.
5. Dolor óseo
Cuando el cáncer hepático logra extenderse hasta los huesos causa un dolor que puede variar de intensidad según los movimientos.
En ocasiones es agudo y punzante, y también llega a irradiarse hasta las articulaciones.
En este tipo de casos los pacientes se someten a cirugía para eliminar el tumor localizado y calmar el dolor.
6. Problemas de pensamiento
La constante confusión y las dificultades de concentración son el resultado de la acumulación de toxinas que el hígado enfermo no puede filtrar.
7. Pérdida excesiva de peso
La falta de apetito y la dificultad para absorber de forma adecuada los nutrientes conducen a perder kilos de forma rápida y excesiva.
Aunque para muchos el bajar de peso sea un anhelo, es importante buscar atención médica cuando se pierde demasiado sin llevar una dieta específica.
8. Dificultad para respirar
Si se llega a producir metástasis, las células cancerígenas entran en la sangre o vasos linfáticos y se transportan hacia otras partes del cuerpo.
El tejido pulmonar suele ser uno de los más afectados y en estos se pueden empezar a formar tumores secundarios.
El crecimiento cancerígeno disminuye el buen funcionamiento del sistema respiratorio y causa graves dificultades para transportar el oxígeno hacia los pulmones.
Como resultado, se presentan graves problemas de respiración y ataques constantes de asfixia.
En estos casos tan complicados el tratamiento incluye una cirugía o radiación para destruir la tumoración pulmonar.
El cáncer de hígado es una de las variedades de esta enfermedad más difíciles de tratar. La complejidad de este órgano y los problemas para su detección son dos desventajas que, en gran parte de los casos, impiden alcanzar su cura.