electromagneticos (2)

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ENVIADO POR ROBERTO

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¿Podemos concebir nuestra vida sin electricidad? Imaginemos un apagón total de corriente a las nueve de la noche en una gran ciudad en pleno invierno. ¡Oscuridad total! Y además todos los aparatos eléctricos y electrónicos dejan de funcionar. Nada de televisión, ni cocina, ni radiador, ni calefacción, ni frigorífico, ni congelador...
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Bueno, que no cunda el pánico, la luz volverá de un momento a otro. Tengamos paciencia. ¿Hay velas? Anda, ¡pues sí! En un cajón de la cocina. Llegamos a tientas. ¡Plaf! Me he dado con la puerta. ¡Ay! He roto una taza. Aquí están las velas. Y las cerillas, ¿dónde estarán? ¡Ah! Aquí están. ¡Crac! ¡Qué luz tan bonita! ¿Y ahora qué hacemos? ¿Jugamos a las cartas? No vale la pena, seguramente la electricidad vuelva de un momento a otro.
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Ya, ¿pero y si no vuelve? ¿Y si la avería durara horas, días, semanas... porque ha habido que interrumpir la actividad por el riesgo de que haya un accidente? Y no es una hipótesis de ciencia ficción. El 14 de agosto de 2003, 50 millones de estadounidenses se quedaron sin electricidad durante dos días. En ese momento, toda la vida de la ciudad se vio trastocada. Ya no funcionaba nada, nada estaba iluminado. Las máquinas estaban inertes, las fábricas cerraban, las tiendas eran tan tétricas como las tumbas...
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El ser humano conoce la electricidad desde tiempos inmemoriales. La palabra viene del griego elektron, que era el nombre del ámbar amarillo, una resina fósil que posee propiedades electroestáticas. La lana también tiene esas propiedades electroestáticas. Es bien sabido que los peces eléctricos se representaban ya en los bajorrelieves egipcios, como el pez tembladera, un pez de la familia de las rayas cuyas descargas eléctricas utilizaban los romanos contra la migraña o la gota en el siglo I de nuestra era.
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Fue William Gilbert, médico de la reina de Inglaterra (siglo XVI) quien dio el nombre de electricidad a esta extraña forma de energía. En 1752, Benjamin Franklin demostró que el rayo era un fenómeno eléctrico e inventó el pararrayos. Sin embargo, es en el siglo XIX cuando aparecen los grandes científicos cuyos nombres quedan ya ligados al concepto de electricidad, como Ampère, Faraday o Volta. En 1799, Alessandro Volta inventa la pila eléctrica. En 1882, Edison crea las primeras fábricas de producción de electricidad de corriente continua. Lucien Gaulard inventa el transformador y Nikola Tesla las máquinas de corriente alterna. Estas últimas acabarán por imponerse gracias a que Tesla empezó a colaborar con el ingeniero industrial George Westinghouse, quien obtuvo el contrato para instalar toda la infraestructura de electricidad de Estados Unidos. Pronto se extiende en el mundo entero el entusiasmo por el “hada de la electricidad”. Nikola Tesla, un genio de la electricidad, creó miles de inventos, muchos de los cuales fueron ocultados.
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La producción de las presas hidroeléctricas, construidas en los ríos, y las centrales térmicas, que funcionaban con carbón, no bastarían para satisfacer el ansia por la electricidad de las sociedades modernas. La gente ya contaba con aparatos eléctricos de todo tipo que utilizaban esta energía tan práctica, tan mágica y que aparentemente no contaminaba. El siguiente paso fue la construcción de centrales nucleares y se inauguró la primera en Calder Hall (Inglaterra) en 1955.
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Estados Unidos y especialmente Francia cogieron el testigo y desarrollaron a gran escala una “nuclearización” de la electricidad, hundiendo la producción de las energías renovables, a pesar del éxito que obtuvieron las primeras instalaciones mareomotrices, los hornos solares, las centrales aerotérmicas… Y aquí nos encontramos, en nuestras casas y en nuestro trabajo, totalmente rodeados por aparatos eléctricos de todo tipo de potencia, desde la sencilla lámpara hasta la batidora de cocina, pasando por el aspirador o la consola de videojuegos, conectados todos con cables conductores que recorren de manera invisible las paredes donde se han encastrado.

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Quien no cree más que en lo que ve está ignorando lo esencial del universo...

No se ve nada, no se oye nada, le damos a un botón mágico y ¡voilà! ¡Se hace la luz y la fuerza está con nosotros! ¿No es maravilloso? Durante décadas nadie se ha preocupado de saber si esta electricidad omnipresente producía algún tipo de consecuencia en nuestra salud.
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Y desde luego que las produce. Muy graves.
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Desde 1979 sabemos, tras el trabajo realizado por la epidemióloga estadounidense Nancy Wertheimer, que la leucemia infantil afecta el doble a los niños que viven cerca de un transformador o de una línea de alta tensión.
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Se ha demostrado también que existe un número preocupante de abortos en mujeres que utilizan mantas eléctricas. El descubrimiento empírico de la contaminación electromagnética se lo debemos al médico nacido en Niza Jean-Pierre Maschi, en los años 60. Él mismo era “electrosensible” y se dedicó a estudiar las reacciones de su organismo. Consiguió establecer un protocolo de protección contra la radiación de los aparatos eléctricos. Sospechaba que esta radiación estaba detrás de una de las “enfermedades de la civilización” que provocaba mayor discapacidad, la esclerosis múltiple. Mucho después de Maschi, científicos canadienses consiguieron evidencias de este fenómeno y poco a poco la realidad de este tipo de contaminación, que no se había podido detectar hasta entonces, comenzó su andadura.
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Jean-Pierre Lentin, con el título "Esas ondas que matan, esas ondas que curan" (Ces ondes qui tuent, ces ondes qui soignent, de la editorial Albin Michel), dedicó un libro entero a estudiar cómo incide la electricidad en nuestro organismo. Annie Lobé completó este trabajo con “El hada electricidad: ¿hada o bruja?” (La fée électricité: fée ou sorcière?, de la editorial Santé Publique). Annie Lobé es una periodista de investigación con gran talento que, desde 2001, ha realizado investigaciones sobre los campos electromagnéticos. Sus artículos son muy valorados y se han publicado en multitud de periódicos.
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Las investigaciones que lleva a cabo son metódicas y meticulosas, ella misma es quien estudia sobre el terreno, a través de aparatos muy avanzados, la realidad y la potencia de la radiación y proporciona en su libro multitud de referencias útiles. Los resultados de su estudio son escalofriantes: determinan que todos nosotros nos encontramos sumergidos en un océano electromagnético que provoca efectos inevitables en el funcionamiento de nuestras células. Además afirma que esta contaminación no cesa de aumentar, ya que se multiplican los aparatos de los que nos rodeamos de manera inconsciente en nuestro entorno más inmediato.

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Un nuevo diluvio universal

Millones de personas compran a diario nuevos aparatos eléctricos y electrónicos, ya sea para el trabajo, la casa, divertirse o aprender. A los efectos de todas estas máquinas hay que sumar los de los transformadores locales, los cables eléctricos, las regletas, los alargadores, etc. Todos emiten radiación más o menos peligrosa de la que no nos protegemos. Y a esto se añade también, desde hace algunos años, los teléfonos móviles y las antenas de telefonía. ¡Es un verdadero diluvio electromagnético!
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Annie Lobé nos lo explica: “La red eléctrica utiliza corriente alterna con una frecuencia de 50 hercios. Esto significa que los electrones se desplazan por los hilos de cobre no en línea recta, sino cambiando de dirección cincuenta veces por segundo”. Cita además una obra colectiva que ha publicado bajo la dirección de Louis Leprince-Ringuet: “Una carga eléctrica en movimiento produce, en el espacio que la rodea, un campo capaz de actuar sobre otra carga en movimiento. (...) Más concretamente, una carga eléctrica inmóvil produce un campo eléctrico. Si se mueve, produce entonces también un campo magnético (a la vez que sigue produciendo un campo eléctrico)”. De lo que se deduce que “este campo eléctrico está presente en todos los aparatos eléctricos desde el momento en que se conectan a la red, incluso si no están en funcionamiento”.
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Además, hay pocos obstáculos materiales que pueden bloquear la radiación de estos campos. Según Claude Bossard, electricista especializado en “biocompatibilidad” o “biótica”, “el campo eléctrico se propaga en todos los materiales de construcción: en mayor medida en el metal, la madera y sus derivados y los tabiques ligeros de pladur; en menor medida (siempre y cuando estén unidos al suelo) el ladrillo, la piedra, el hormigón y la tierra”. No vaya a creer realmente que la madera le aísla, ya que siempre contiene una cierta dosis de humedad. Sólo aísla de la corriente eléctrica directa en movimiento, pero no de los campos electromagnéticos.
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Annie Lobé nos aclara este punto: “En el plano biológico, la atracción que ejerce este campo magnético, de frecuencia extremadamente baja, es lo suficientemente potente para modificar las transferencias de iones que se realizan a través de las membranas de las células vivas. Cuando un organismo vivo se sitúa dentro del campo de atracción magnética que ha creado la corriente eléctrica al circular en un aparato, el fenómeno de imantación se produce en los iones libres que, debido a sus movimientos de vaivén, son los que realizan las funciones vitales”.
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No hay que olvidar que cada una de nuestras células (en particular las células del sistema nervioso y las neuronas) es un transformador eléctrico a escala microscópica y nuestra salud depende de que funcionen armoniosamente. Sin embargo, los potentes campos electromagnéticos que ha ido diseminando el hombre en su entorno pueden alterar ese equilibrio. Los únicos “aislantes” naturales que existen contra los campos magnéticos son el aire y la tierra, es decir, la lejanía con relación a la fuente de emisión.

Protegers.e en casa

De esta evidencia se desprende que la principal precaución que hay que adoptar es la de mantenerse lo más alejado posible tanto de los aparatos, estén o no en funcionamiento, como de los enchufes o las regletas, de los cables y de los alargadores. Hay que cuidar especialmente el sueño, durante el cual nuestras células se regeneran.

Para protegernos mientras dormimos, es conveniente retirar de los dormitorios todos los aparatos eléctricos, sobre todo los televisores y los ordenadores. Si no puede prescindir de la lámpara de la mesilla de noche o del despertador, colóquelos de manera que no estén muy cerca de la cabeza (lo ideal es a un metro de distancia). Si hay una línea de electricidad que pasa por el cabecero de su cama -lo que suele ser habitual- separe la cama de la pared todo lo que pueda (10, 15 ó 20 cm).
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No olvide que los campos atraviesan las paredes. Si al otro lado del cabecero de su cama, en la habitación contigua, hay un ordenador o una tele pegados a la pared, incluso apagados, los daños están asegurados. Aquí es donde aparece el problema con los vecinos. Si tiene buena relación con ellos, estudie toda la disposición de los aparatos en las respectivas casas, por el interés de ambas partes. Hay que acostumbrarse a prescindir de los aparatos menos importantes. De todas formas, también existen dos aislantes bastantes eficaces, el Plexiglás y el plástico duro. Si coloca manteles individuales de plástico debajo de los aparatos eléctricos (ordenadores, televisores, lectores de DVD, etc.), detendrán la propagación de los campos electromagnéticos a los muebles que tocamos continuamente.
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Lleve zapatillas de casa con la suela de plástico, que le aislarán del suelo y, por consiguiente, de las líneas de electricidad que circulan por el techo del vecino de abajo. También puede tapar las regletas con pequeños barreños de plástico duro, sobre todo si éstas tienen minitransformadores enchufados (para el teléfono, por ejemplo) que producen calor constantemente. Por último, pase las manos bajo el agua del grifo con frecuencia, un gesto que consigue que descargue la electricidad estática que va acumulando sin saberlo.
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Pierre Lance
Escritor, periodista y filósofo. Autor de una veintena de libros.

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ENVIADO POR

MAGNETISMO CIENTÍFICO y BIOMAGNETISMO HOLÍSTICO

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Efectos Biológicos de los Campos Electromagnéticos.

Por el Dr. Héctor E. Solórzano del Río.

Presidente de la Sociedad Médica de Investigaciones Enzimáticas, A.C. y Coordinador de los Diplomados en Medicinas Alternativas de la Universidad de Guadalajara

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Fue hasta más o menos en el año de 1900 cuando el campo electromagnético de la tierra consistía en forma sencilla en su propio campo y algunas otras micropulsaciones asociadas con él. Tal es el caso de las descargas fortuitas de relámpagos y la luz visible. En cambio, en la actualidad estamos sumergidos en un mar de energía que es casi totalmente hecho por el hombre.

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Si percibimos y derivamos información del campo geomagnético natural, es muy lógico que todo este campo electromagnético no natural esté produciendo efectos biológicos que pueden ser dañinos.

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Las instalaciones y las aplicaciones de la electricidad y la electrónica están incrementándose continuamente. Sus efectos sobre la salud son ahora indiscutibles y ampliamente conocidos dentro del ambiente científico, aunque en lo que se refiere al público, la mayoría de la gente desconoce lo que puede hacer para protegerse de los efectos nocivos de algunos campos electromagnéticos. Ahora se sabe que la estimulación eléctrica influye en el crecimiento celular y ayuda a promover la consolidación de los huesos rotos.

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Pero también se sabe que las intensidades de los campos electromagnéticos necesarios para que suceda este fenómeno, son mucho más grandes que las intensidades de la contaminación de los campos electromagnéticos.

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Desde 1975 se conoce el efecto magnetotrópico de las bacterias hacia el polo norte.

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Esto es muy importante cuando se habla del smog electromagnético.

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Todos sabemos que en la sociedad actual en que vivimos, no estamos libres de riesgos, pero que debemos tomar nuestras precauciones para que estos riesgos sean menores.

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La mayoría de las personas creen que los riesgos de la salud relacionados con los campos electromagnéticos, son de origen externo, en el medio ambiente. La verdad es que el mayor riesgo está asociado con el uso de muchos aparatos electrodomésticos que usamos a diario en nuestras casas y oficinas.

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Actualmente, la energía electromagnética abarca todo el mundo, es decir, no hay lugar donde esconderse de ella. En los lugares más remotos del planeta también estaríamos expuestos a un nivel de frecuencias corrientes ubicuas de 50 o 60 Hz, igual que las ondas de radio reflejadas en la ionósfera. Con esto, fácilmente podemos percatarnos de que el problema de la electropolución es mundial y para resolverlo se requeriría de un inmenso esfuerzo y coordinación internacional.

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Por otro lado, como individuos, sí tenemos algo de control sobre nuestros aparatos electromagnéticos que ordinariamente utilizamos en nuestra vida diaria. El único concepto básico que debemos de aplicar es la tasa de riesgo-dosificacion. Por ejemplo, sabemos que una razuradora eléctrica produce un campo electromagnético extremadamente alto en potencia, si está conectada a la corriente eléctrica.

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Hemos medido con diferentes aparatos, campos electromagnéticos de 60 Hz, de hasta 400 miligauss a un centímetro del filo de la navaja. Estos campos penetran la piel del operador. Existe evidencia científica de que los campos de 60 Hz de tan sólo 3 miligauss, están relacionados con el aumento de la incidencia de cáncer. Esto entonces nos dice que estos campos electromagnéticos emitidos por la razuradora eléctrica (conectada a la línea eléctrica) son 100 veces más potentes del máximo considerado como seguro.

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Por lo anterior, es muy importante no olvidar el concepto de tasa-dosificación, ya que la razuradora eléctrica se usa durante unos minutos nada más. Por lo cual, la exposición es mínima. En cambio, por ejemplo, la fuerza del campo magnético de una sábana eléctrica es de 50 a 100 miligauss, estando todavía dentro de la zona de peligro. Además, hay que tomar en cuenta que el uso de la sábana es de varias horas diarias, por lo que la dosis total administrada es mucho más alta.

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Hay grandes estudios epidemiológicos sobre los efectos de los campos electromagnéticos. La asociación más consistente se encuentra en los trabajadores eléctricos, los niños (particularmente para cáncer del cerebro y leucemia) y en la tasa de aborto, la cual, es más alta entre las usuarias de sábanas eléctricas.

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El campo electromagnético ambiental hecho por el hombre, está producido principalmente por la transmisión local de la potencia eléctrica y la red de distribución y es el nivel de la fuerza del campo al que estamos expuestos constantemente. Este campo está presente dentro y fuera de nuestras casas y es casi imposible evitarlo.

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A través de diferentes investigaciones, se ha visto que los niveles del campo electromagnético ambiental, en la zona urbana, casi siempre exceden de los 3 miligauss. El rango en la zona suburbana va de 1 a 3 miligauss. Estas lecturas pueden variar mucho de acuerdo a la proximidad con las líneas de transmisión de potencia eléctrica y transformadores de línea de potencia.

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La Dra. Nancy Wertheimer de la Universidad de Colorado quien publicó el primer estudio epidemiológico sobre cambios de frecuencia de poder, ha hecho similares estudios en usuarios de sábanas eléctricas.

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Algunos otros estudios, indican que la exposición residencial a campos electromagnéticos ambientales superiores a 3 miligauss, están estrechamente relacionados con aumentos en la incidencia de cáncer en los niños. La mayoría de los investigadores están de acuerdo en que un nivel seguro es de máximo 0.3 miligauss.

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Wertheimer y Leeper reportaron que los niños que vivían en casas cerca de líneas eléctricas de poder tuvieron 2 o 3 veces mayor posibilidad de desarrollar cáncer, particularmente leucemia, linfomas y tumores del sistema nervioso que los niños que viven en casas más alejadas de estas configuraciones de alta corriente. Estos resultados fueron confirmados en general por estudios subsecuentes controlados hechos por Savitz et al. En 1989 la Oficina de Evaluación Tecnológica (OTA) publicó un descubrimiento clave que indica que los campos electromagnéticos de 60 Hz y otras bajas frecuencias pueden interactuar con los órganos y las células individuales produciendo cambios biológicos.

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Nosotros recomendamos que para disminuir nuestro nivel de fuerza de nuestro campo electromagnético interior, desconectemos todos nuestros aparatos eléctricos, cuando no los estemos utilizando, ya que, muchos de ellos, a pesar de estar apagados, siguen produciendo un campo electromagnético si permanecen conectados a la línea eléctrica. Uno de los aparatos domésticos más comunes en nuestros días, es la televisión, la cual, además de producir una pequeña cantidad de radiación ionizante (como rayos X) también produce radiación no ionizante electromagnética que sale de todo el aparato. Aclaro esto porque muchas personas piensan que solamente se emiten campos electromagnéticos enfrente del aparato de televisión.

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Nuestros televisores son una fuente radiante de amplia banda, de los 60 Hz hasta radio frecuencias dentro del rango de los MHz. Las radiaciones emitidas por la TV salen en todas direcciones. Podemos decir, de una manera general que entre más grande es la televisión, mayor es la fuerza del campo electromagnético que emite y por consiguiente se extenderá más lejos. Por todo esto, recomendamos que las personas (particularmente los niños) al ver la TV se sienten a una distancia donde el nivel de fuerza del campo electromagnético sea máximo de 1 miligauss.

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Con relación a las terminales de video de las computadoras, podemos decir que aquí el problema es mayor, ya que muchas computadoras tienen pegado el teclado a la pantalla, lo cual, aumenta la dosis de radiación. Además de estar exactamente al nivel de la cabeza. En estos casos, recomendamos que el operador esté al menos a un metro de distancia de la terminal de video para evitar riesgos y que el nivel electromagnético sea de aproximadamente 1 miligauss. En la actualidad, cada vez son más las compañías que producen computadoras que emiten un nivel bajo de radiación.

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Otro punto relacionado con los campos electromagnéticos son las luces fluorescentes. Todos sabemos que son más baratas y duran más que las incandescentes. Es muy importante recalcar que la luz fluorescente, además de producir una luz con espectro mucho más angosto (lo cual, no es bueno biológicamente), produce un campo electromagnético más fuerte. Por ejemplo, si medimos el campo magnético de un foco de 60 wats incandescente, encontraremos a 5 cm de distancia un nivel de 0.3 miligauss.

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Si valoramos el campo electromagnético a una distancia de 15 cm, veremos que es de .05 miligauss. En cambio, si hacemos lo mismo con un foco fluorescente, veremos que a 5 cm de distancia un foco de 10 wats produce un campo electromagnético de 6 miligauss y a 15 cm, el campo es de 2 miligauss; fuera del rango de seguridad desde el punto de vista biológico.

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En los estudios que hicimos hace algunos años en el Programa de Estudios de Medicinas Alternativas de la Universidad de Guadalajara hemos corroborado que un reloj eléctrico produce un campo magnético sorprendentemente alto por el pequeño motor eléctrico que lo activa. Hemos visto que un reloj eléctrico común en el buró de la recámara produce un campo magnético de 5 a 10 miligauss a 70 cm de distancia, es decir, directamente sobre la cabeza del propietario. Por lo cual, recomendamos que se usen relojes de baterías.

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Los secadores comunes de pelo, producen en general un campo magnético muy fuerte. Por ejemplo, uno de 1200 wats produce a 15 cm de distancia, un campo de 50 miligauss. Para una persona que lo usa diario sólo para secar su pelo, tal vez, la dosis no es muy alta, pero hay reportes preliminares de que las estilistas que los usan diario durante varias horas, tienen una incidencia de cáncer de senos más alta que la del público en general.

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Con relación a los calentadores eléctricos, podemos decir que la mayoría de ellos producen un campo de 23 miligauss a 15 cm y algunos más modernos que se colocan en los techos llegan a producir un campo de 10 miligauss en el cuarto entero!

Los hornos de microondas ofrecen el mismo problema que las computadoras en lo que se refiere a la emisión de campos electromagnéticos. No existe un nivel seguro de exposición a las microondas determinado todavía, por lo cual, les recomendamos a los usuarios, revisarlos regularmente para evitar la liberación anormal de radiación y recalcamos que no deben acercarse al horno de microondas mientras esté funcionando.

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En nuestros días, tenemos una gran variedad de aparatos radiotransmisores, los cuales, anteriormente sólo utilizaban gentes que los necesitaban para poder trabajar como la policía, bomberos, etc. Ahora, tenemos radio CB, teléfonos inalámbricos, teléfonos celulares, sistemas de seguridad de casas y oficinas, juguetes de control remoto y tantos otros aparatos. El Dr. Samuel Miham del Departamento de Salud del Estado de Washington ha reportado una incidencia de leucemia mucho mas alta entre los operadores amateur de radio que el público en general. Por lo cual, se recomienda que todos estos aparatos se utilicen únicamente cuando sea necesario y por el período más corto posible de tiempo.

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Como todos sabemos, en la actualidad nos estamos enfrentando a enfermedades que eran desconocidas hace algunos años. También se ha visto que muchas enfermedades que consideraban erradicadas, están regresando. Los nuevos paradigmas de la ciencia nos pueden dar algunas claves para conocer el surgimiento de estas enfermedades y la reaparición de las consideradas erradicadas. En teoría, una enfermedad que aparece de ninguna parte, puede estar causada por un cambio genético en un microorganismo preexistente (una bacteria o un virus) que produce nuevas características patológicas.

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Por otro lado, algunos investigadores consideramos que lo que sucede es que el debilitamiento del campo magnético de la tierra y el exceso de otros campos electromagnéticos en otras frecuencias, está causando que la resistencia inmunológica de la humanidad disminuya gradualmente.

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Se puede agregar al debate de los campos electromagnéticos y la salud, una relación interesante entre la enfermedad de Alzheimer y la exposición a los mismos. En un congreso reciente realizado en Minneapolis, el investigador Joseph Sobel de la Universidad del Sur de California reportó sobre tres estudios que demuestran lazos dramáticos entre la exposición en el lugar del trabajo a fuertes campos electromagnéticos y un riesgo posterior a la enfermedad degenerativa del cerebro. Los sujetos a exposiciones altas fueron 3 veces más propensos a desarrollar la enfermedad de Alzheimer que la gente que no trabajaba alrededor de campos eléctricos. Dos de estos estudios se realizaron en Finlandia, otro en Los Angeles. Se incluyeron 386 pacientes y 475 sujetos de control.

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Cada vez son más los gobiernos que toman acción concreta en informar a la ciudadanía sobre los efectos de los campos magnéticos. Por ejemplo, el Departamento de Servicios de Salud del Estado de California publicó un estudio llamado Los campos magnéticos y eléctricos: mediciones y posibles efectos en la salud humana. También existe un protocolo para la medición de los campos magnéticos de 60 Hertz en las casas.

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http://hector.solorzano.com.mx/articulos/bioelec.html

Publicado por Jorge Tapia el mayo 26, 2010 a las 10:03pm

Fuente: http://biomagnetismosalud.ning.com/profiles/message/listInbox

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