eleccion (2)

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ENVIADO POR ROBERTO

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De nuevo en el borde de la cama, mis ojos vidriosos repasan cada recuerdo como si leyeran un libro abierto. De nuevo en el mismo punto, con el mismo lastre que sobrecarga el interior de mi cuerpo. ¿Cómo es posible? Personas distintas, relaciones análogas. Idénticas emociones en forma de tormenta que rasgan por dentro. Una mala fotocopia de una imagen distorsionada copiada en otro momento.

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Y ahora no queda más que el vacío de la ausencia.

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¿Cómo seleccionamos a otro ser humano para establecer una relación amorosa?

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A priori, buscamos establecer una relación satisfactoria y duradera, que permita alcanzar determinadas metas y valores, y que satisfaga necesidades psicológicas y biológicas que aseguran el cuidado, preservación, e integridad física y mental. Y esta idea puede cumplirse en personas que debido a su historia biográfica y características psicológicas, les permite disponer de vínculos que, a pesar de los conflictos, contribuyen a su estabilidad, al sentimiento de seguridad y a dicho equilibrio psicobiológico. Sin embargo, no siempre es así…

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Muchos tienden a elegir parejas con las que construyen y repiten vínculos inestables, perturbadores, destructivos o patológicos. ¿Por qué no impiden la experiencia dolorosa y el aprendizaje que vuelvan a emerger  las mismas configuraciones de relación?¿por qué de nuevo atraídos por mismos rasgos de personalidad?¿por qué con personas diferentes se repiten los mismos círculos viciosos?

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Una elección no elegida

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El quid de la cuestión es que no elegimos sentirnos atraídos por alguien voluntariamente; ni elegimos las emociones que surgen en nuestro cuerpo; ni decidimos inclinarnos por unas personas más que por otras. No es como ir al centro comercial, comparar características de un producto y decidir comprar o no. No somos teléfonos móviles ni televisores.

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Gran parte de la dinámica de las motivaciones y deseos que nos impulsan a preferir a alguien, son procesos inconscientes y que no dependen de decisiones racionales. Los enlaces que llevan a una persona a preferir magnéticamente a otra parten de la propia estructura psicológica y de sus experiencias biográficas. De hecho,los potenciales conflictos que destruyen las relaciones, tienen su origen ya en la elección mutua.

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Algunas cualidades de la otra persona que resultan atractivas son conscientes. Son accesibles con el pensamiento para nosotros y forman parte de las creencias de por qué se le elige –sentimientos captados por el lenguaje en frases como ”me atrae mucho físicamente”, ”es muy inteligente ”, “me ofrece mucha atención y cariño”, “tenemos un sexo fantástico”, etc.–. Pero es esencial comprender que no todas las motivaciones son evidentes: si alguien mantiene una relación disfuncional con una persona –aparentemente– inadecuada, seguramente significa que en otra parte de su psiquismo le está ofreciendo satisfacción, compensando fallas y necesidades internas. Detrás de toda motivación y deseo, existen necesidades psicológicas y biológicas, susceptibles de ser mutuamente solicitadas y atendidas en una relación de pareja: un refugio para sentirnos seguros y amparados, para el cuidado físico y psicológico mutuo; un espacio de encuentro entre necesidades de intimidad, de goce sensual y sexual; para la aceptación, la comprensión,  la atención, la admiración, la valoración…

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Existe también la necesidad de huir o estabilizar los estados displacenteros internos y que puede ser regulado en una relación. Por ejemplo estados depresivos, de ansiedad, de angustia ante la amenaza de la propia integridad física o mental, ante la soledad, la separación o la pérdida de figuras significativas, o aspectos de la autoimagen que provocan sentimientos de inferioridad, vergüenza o culpa, etc. También la necesidad de asumir determinadas identidades: protector o protegido, cuidador o cuidado, culpable o indefenso, admirado o admirador, devaluador o devaluado, abandonado o abandonante, seducido o seductor, perseguido perseguidor, etc. La lista es tan larga como experiencias vividas, son ejemplos de cómo buscamos inconscientemente asumir determinadas identidades o roles –y que el Otro asuma también–, ya que impactan y transforman directamente nuestra autoimagen. 

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La elección ocurre dentro de un espacio común de transacciones entre dos subjetividades, dos sujetos en relación que crean un impacto en sus sistemas de motivaciones, y en esa matriz de interacciones se satisfacen, frustran, y transforman mutuamente, adoptando y formando configuraciones de roles y posicionamientos recíprocos.

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La repetición de patrones tóxicos: visitas de fantasmas

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Existe en ciertas personas un patrón repetitivo de elección “no elegida” de relaciones disfuncionales en las que se reexperimenta lo vivido en el pasado, muchas veces el mismo lazo doloroso. Freud señalaba la existencia de este sesgo demoníaco o el eterno retorno de lo igual, en pacientes que revivían con pesar las mismas situaciones disfuncionales o patológicas provenientes del pasado –la compulsión a la repetición –.

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La preferencia de pareja puede quedar sesgada inconscientemente hacia personas con las que se van estableciendo configuraciones de relaciones análogas a las experimentadas, aunque actualizadas en un contexto y realidad presente; además, el Otro actúa desde sus propios esquemas como “cómplice” de círculos viciosos que acaban derivando en tóxicos.

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Nuestras experiencias dentro de las relaciones van creando un conocimiento implícito acerca de éstas, y permiten un reconocimiento de elementos muy sutiles de comunicación emocional no verbal en las interacciones, así como elicitar respuestas emocionales y pensamientos automáticos ante ellas. Esta memoria implícita relacional, nos permite procesar e identificar lo ya vivido con otra persona; y esa misma memoria es la responsable de perpetuar los patrones que nos posicionan en determinados roles y de disparar estallidos emocionales que a veces nos “secuestran” hasta el punto de no reconocernos. Se borran los límites entre la realidad actual y el pasado porque el sujeto en el presente activa al mismo tiempo los fantasmas a los cuales ha ido enfrentado desde niño.  El cuerpo se dispara ante el “gatillo” apropiado.

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Se trata de un trasvase desde el ser que en el pasado –en la infancia, adolescencia o primeras relaciones amorosas– necesitó a unas figuras buscando amor, cariño, atención, calma, ternura, reconocimiento y valoración, pero encontró negligencia en su cuidado físico, psicológico o afectivo, y en su extremo el trauma grave por el abuso y el maltrato. Tal vez éste sea el tipo de comportamientos que viene a la mente al lector, pero la falla puede ser mucho más sutil y silente. Puede ser un regreso emocional a un vínculo con poco cariño,con frialdad emocional o cierta indiferencia a necesidades afectivas; a un vínculo excluyente y abandonante; a vínculos devaluadores, críticos, invalidantes, persecutores, severos; a vínculos de amor condicionado a deseos o necesidades ajenas a él; a vínculos que impiden la autonomía, que ahogan la iniciativa y la independencia; vínculos llenos de agresividad, desprecio…

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Las perturbaciones en el vínculo con las figuras significativas, parentales o no, empujan muchas veces al encuentro compulsivo con ese trauma relacional vivido. Reaparecen desde la sombra de la memoria múltiples experiencias de angustia y sufrimiento, que nos alertan en el cuerpo sobre la amenaza del dolor psíquico, activando estrategias defensivas que en algún momento permitieron sobrevivir y equilibrar el psiquismo, pero que en muchos casos son disfuncionales en la relación presente. En cierta forma, nuestras relaciones actuales pueden ser perseguidas por fantasmas de las pasadas.

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Explicación de la repetición

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La búsqueda compulsiva de recobrar lo vivido, puede producirse con el objetivo de reparar las fallas emocionales, de alguna forma una oportunidad de lograr un resultado diferente, una nueva oportunidad de enfrentarse a roles y situaciones ya vividas, buscar enmiendas, curar heridas profundamente ancladas en lo más profundo del ser. En resumen, obtener un amor de la figura de apego de la forma que fue vital tener y no se tuvo. 

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Desde una perspectiva teórica actual, distintas escuelas y orientaciones de psicoterapia coinciden, aunque con distinto lenguaje técnico y perspectiva, en que la mente se estructura en el seno de las relaciones, y que determinados aspectos sobre los modos de relacionarse, así como la autoimagen y las expectativas de los demás quedan grabados en forma de esquemas, que actúan de manera estable en forma de automatismos en el pensamiento y las emociones. Esto se debe a la tendencia de nuestra mente a conservar una continuidad y cohesión con la experiencia asimilada. 

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Se mantiene cierta necesidad de estar en contacto con formas de relación que son familiares a su experiencia y que les mantiene conectados con el mundo interpersonal conocido.

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“los sentimientos dolorosos, las relaciones autodestructivas y las situaciones de autosabotaje se recrean a los largo de la la vida como medios de perpetuar los primeros lazos con las demás personas significativas” (Mitchell, 1993, p.40)

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Algunas veces toman los roles traumáticos como una forma de obtener en el presente el control de situaciones que fueron desbordantes en el pasado. En esos aspectos emocionales que se transfieren al presente, no sólo se repiten las mismas configuraciones o posicionamientos ante el Otro, sino que también se pueden invertir los roles: la víctima siempre aprende los dos papeles de la situación traumática, víctima y verdugo, dos caras de la misma moneda. 

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Éste es el caso de las personas que, habiendo sido sufrido alguna negligencia , se identifican con el perpetuador y repiten la escena en su  conducta como una forma de obtener una identidad poderosa, no débil, pasiva ni padeciente. En el reverso de la moneda, otra forma de control en la transferencia es adoptar comportamientos de sumisión, pasividad y sometimiento ante los deseos y abusos del Otro, con el objetivo de aplacar al persecutor o incluso provocarle intencionadamente, re-actuando la situación pero esta vez de una forma controlada y no sorpresiva, ya que es uno quien cree ser protagonista y responsable de lo que le ocurre. Con estas conductas masoquistas se reduce el impacto traumático, mediante la autoinculpación y “salvando” a la  figura de apego, que, a pesar de todo, sigue necesitando.

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¿Condenados a enamorarse mal?

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Resumidamente, a veces ocurre que el objeto de amor elegido no va en consonancia con atributos y cualidades, psicológicas y físicas, que le atraen o convienen a un sujeto: puede estar cubriendo inconscientemente a otro nivel motivacional algún vacío o compensando un conflicto, de un aspecto que es esencial para él/ella. Por esto, no tiene sentido decir que se elije mal y culpabilizarse: en primer lugar porque no es voluntario, y en segundo porque las emociones se dirigen a elegir lo mejor de lo que está disponible, para resolver parcialmente ciertos deseos y necesidades que pujan desde dentro de una persona en un momento específico; aunque no sea lo más adecuado para la totalidad de dicha persona.

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¿Pero es eterna esa condena? La respuesta es NO.

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Me gustaría invitar a la reflexión de qué aspectos puedan estar enganchando a relaciones tóxicas. Qué motivaciones pueden haber detrás de dichos patrones. No es mi intención hurgar gratuitamente en cicatrices ni memorias dolorosas, pero sí convidar a un aprendizaje personal que permita una mejor elección de pareja, así como para mejorar aspectos dentro de una relación ya establecida. Está en nuestras manos la decisión de con quién compartimos nuestra vida y cómo lo hacemos. De ahí la importancia de dar un primer paso y reconocer la implicación psicológica propia.

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Tras una apropiada exploración, que permita una reflexión sobre las experiencias vividas y una comprensión que ofrezca una coherencia, es especialmente importante tener una oportunidad de vincularse, actuar o pensar de una forma distinta dentro de una relación significativa–como una relación de apego seguro o una relación terapéutica, que permiten una experiencia reparatoria y de regulación emocional–, ya que es la única forma de imprimir experiencias emocionales correctoras en la memoria implícita.

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El azar sigue actuando en la vida y existen nuevas oportunidades de establecer distintos vínculos, pero desde luego la atracción es mucho mayor hacia esos vínculos inadecuados, y no es una solución saltar de relación en relación manteniendo el mismo lastre. En cada relación se abre una ventana hacia el pasado, a lo experimentado en las relaciones a lo largo de la vida. Se reviven y despiertan deseos y angustias, pero se brinda la posibilidad de sanar, de realizar lo nunca vivido en un vínculo, de construir mutuamente lo íntimamente anhelado. 

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Referencias bibliográficas

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  • Bleichmar, H. (1997). Avances en Psicoterapia Psicoanalítica. Hacia una técnica de intervenciones específicas. Barcelona: Paidós Ibérica.
  • Filippe dos Reis, H. (2016). La elección de objeto de amor desde el enfoque Modular-Transformacional: el encuentro con el Otro. (Pendiente de publicación)
  • Freud, S. (1914). Recordar, repetir, elaborar. En Freud, S. (2007) Obras Completas, Vol. XII. Buenos Aires: Editorial Amorrortu.
  • Mitchell, S. (1993) Conceptos relacionales en el psicoanálisis: una integración. Madrid : Siglo XXI
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http://www.psiquentelequia.com/eleccion-de-pareja-patrones-toxicos/

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EL ADN Y LA ELECCION CUANTICA.

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.EL ADN SIN MISTERIO

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EL ADN SIN MISTERIO PARTE DOS PDF

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Física cuántica, ADN e integración de la polaridad negativa

 

Cómo vibrar con la frecuencia de nuestra auténtica Esencia

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«Actualmente nos encontramos en el punto de transición entre dos épocas: por un lado estamos desesperados por la violencia y los cataclismos ecológicos que se propagan en nuestro planeta y, por otro, nos sentimos estimulados por las incesantes innovaciones y los nuevos modelos biológicos y físicos. Es sorprendente constatar hasta qué punto las estructuras antiguas pueden ser maleables durante los periodos de turbulencia. Nuestro pensamiento colectivo se hace entonces permeable a conceptos totalmente inusuales.

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Vivimos en una época que hace pensar que incluso la “verdad” puede volver a definirse. Todas las ramas de la ciencia nos lo enseñan y, en primer lugar, la física cuántica, que dice que la materia que creíamos sólida no lo es y que la realidad concreta está determinada por nuestros pensamientos.

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Tras la teoría de las supercuerdas, que da una nueva definición de la naturaleza de la materia en función de su índice vibratorio, de repente la genética modifica a su vez su paradigma básico. En efecto, cincuenta años después de su descubrimiento, el ADN se nos muestra ahora como una red de reacciones dinámicas secuenciales, animadas e influenciadas por su entorno.

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La dinámica de la vida es interrelacional. Un gen X que se active durante el tiempo suficiente, podrá desencadenar un gen Y, y esta activación de XY provocará la activación de Z. El acoplamiento o engranaje de las reacciones del sistema genético rompe el concepto del orden establecido por Watson y Crick en 1953. A semejanza de la física cuántica que, gracias a la ley de las supercuerdas, ha demostrado que la materia ya no se define en función de sus componentes químicos, sino más bien en función de la frecuencia y de la intensidad del índice vibratorio de sus elementos, la existencia puede percibirse en función del índice vibratorio (de la frecuencia) de una red de probabilidades, que se entrecruzan e interactúan entre si. Las frecuencias de unas y otras se repelen y se atraen y nosotros vibramos simultáneamente en una red que se modifica continuamente según las frecuencias emitidas.

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A lo largo de mis treinta años de práctica espiritual, he sentido que se operaba un cambio de frecuencia en el planeta. Estoy convencida de que por fin ha llegado el momento de transformar los viejos paradigmas en los que se basan nuestros programas genéticos humanos. Estoy persuadida de que vivimos en una época en la que debemos apropiarnos de nuevo de la herencia colectiva que reside en el centro de cada una de las células de nuestro cuerpo, y todo indica que las circunstancias planetarias actuales son propicias para ello.

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Ya sabemos que nuestras actitudes mentales y emocionales influencian nuestra salud y nuestra evolución. Entonces, también podemos cambiar los programas que nos gobiernan. Podemos convertirnos en participantes conscientes, en «innovadores imaginativos».

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El Punto Cero espiritual

Ha llegado el momento de encontrar nuestro “poder esencial” y terminar con la polarización inherente a la dualidad. Esta polarización sobreentiende que, cuando creo únicamente a partir de la luz, genero forzosamente una fuerza negativa en otra parte. Hemos llegado a la etapa de nuestra evolución en la que debemos integrar estas dos polaridades. Para llegar a ello, debemos dejar de tomar partido por una u otra polaridad e ir más allá de la polaridad positiva (la luz) y de la negativa (la sombra). La coexistencia de las polaridades opuestas es lo que llamos Punto Cero. El Punto Cero es una experiencia magnética en la que elegimos acoger simultáneamente los aspectos negativos y positivos de nuestras experiencias.

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Para comprender mejor el Punto Cero, pensemos en el tai chi. Para los que practican esta disciplina, todo el cuerpo está fluyendo y en movimiento. Olvidemos por un momento a la persona que practica esta disciplina y sigamos el recorrido de sus manos. Sumérjámonos en su danza fluida y elegante. Es así como se puede representar al Punto Cero: como dos polaridades en movimiento que comunican entre si y se equilibran sin que ninguna de ellas predomine.

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Imaginemos que una de las manos decidiera bruscamente tomar el control y se inmovilizara o decidiera moverse independientemente de su compañera. La fluidez se terminaría, se escaparía el equilibrio y la gracia. El movimiento se desequilibraría automáticamente y terminaría por paralizarse y hacerse rígido. Eso es estar polarizado: la mano que toma el control, como una polaridad predominante, interrumpe la coreografía y la corriente no se reestablecerá hasta que las dos manos estén interactuando de nuevo.

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Todos tenemos momentos en los que nos paralizamos. Esto se debe a un programa inconsciente y puede sobrevenir en múltiples situaciones. Esto sucede cuando el proceso por el que pasamos está polarizado por la vergüenza o por el miedo: nos paralizamos y la única manera de ponernos de nuevo en movimiento es unir la vergüenza o el miedo con su polaridad opuesta, por ejemplo, la confianza en uno mismo. Incluso si vivimos en un mundo polarizado, podemos seguir fluyendo gracias a la coexistencia del Punto Cero. Podemos unificar nuestras intenciones y peticiones y vivir en el estado de amor del Punto Cero.

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El estado de amor se sitúa más allá de las polaridades positiva y negativa. En este estado, el bien y el mal, la luz y la sombra, lo bueno y lo malo y cualquier otra manifestación de la dualidad coexisten en un punto de equilibrio llamado Punto Cero. El Punto cero no es un estado neutro. El Punto Cero no es estático. Es multidimensional, está en continuo movimiento y se mantiene en un espacio que cambia continuamente. Si el Punto cero está constantemente en movimiento, es que la fuerza positiva de la luz y la fuerza negativa de la sombra cohabitan en él sin anularse, a pesar de sus polaridades opuestas.

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Equilibrando las dos polaridades en nosotros, elegimos vivir en la compasión y en el amor. Si llegamos a integrar las cargas positiva y negativa de nuestras vivencias, crearemos inevitablmente una vida equilibrada y armónica. Creo que estamos preparados, a partir de ahora, para integrar las polaridades y crear una nueva realidad basada en el estado de amor en el Punto Cero porque ya hemos experimentado muchas veces el desequilibrio entre ellas.

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Si salimos del estado de amor del Punto Cero, estamos polarizados, ya sea en el bien o en el mal, en la luz o en la sombra, etc. Ahora bien, ¿qué sucede cuando realizamos una tarea, un proyecto o una actividad en este estado? Creamos su opuesto al mismo tiempo. Por supuesto, nuestras acciones polarizadas pueden conducirnos al resultado deseado. Pero si miramos más de cerca, con más detenimiento, veremos que nuestro proyecto ha exigido más tiempo, energía y estrés de lo necesario. También es posible que el resultado final, aunque aceptable, no sea apropiado para nuestra situación personal. Pero como este proyecto está polarizado y por lo tanto sometido a la ley de la retroacción, creará automáticamente su contrapartida o manifestación contraria a nivel energético.

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El único medio de salir de este círculo infernal, consiste en acoger las cargas negativas, utilizarlas e integrarlas para que se conviertan en polos de un imán que atraigan a nuestra vida todo lo que necesitamos. Es difícil mantener una carga positiva muy fuerte cuando la carga negativa es débil. Y más difícil todavía manifestar sólidamente nuevas realidades si la fuerza magnética es insuficiente para que se «peguen» a nuestra vida como imanes en la puerta de una nevera.

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La integración de las cargas negativas es un poderoso proceso. Imaginad la intensidad que tiene la carga del enfado acumulado desde hace años frente a un padre abusador. Si pudiéramos medir la amplitud energética de este enfado, estaríamos impresionados por su fuerza magnética. Una vez integrada esta carga, se convierte en un polo negativo formidable con el que podemos armonizar un polo positivo equivalente sin necesitar ese enfado. Es el tipo de armonización lo que constituirá a partir de ahora nuestro poder de manifestación.

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Para visualizar mejor el Punto Cero, imaginad un “globo de cumpleaños” lleno de agua, flotando en medio del océano, sacudido según las variaciones climáticas y las olas. El Punto cero se sitúa en medio de ese globo. Un punto en equilibrio constante, en el centro del globo, a pesar de las turbulencias exteriores.

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También se puede ver el Punto Cero como un punto ficticio en medio de una línea recta que implica una polaridad negativa en un extremo y una positiva en el otro. Sin embargo, yo prefiero utilizar la imagen de la esfera. En el Punto Cero, la fuerza positiva se revela óptima en razón de su potencial puesto en acción por la presencia de la fuerza negativa correspondiente, manteniéndose ambas en perfecto equilibrio. Por lo tanto, vamos a imaginar que dos fuerzas opuestas puedan coexistir en el mismo espacio sin unificarse, como los dos polos de un imán.

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Cuando ahora utilicemos la carga magnética de una emoción que en otro momento hayamos sentido como inquietante y debilitadora para crear lo que queremos en el Punto Cero, ya no veremos esa carga negativa como algo contra lo que tengamos que luchar sino como una fuerza creativa. Este es un ejemplo para formular una intención: “Elijo divertirme, incluso si estoy cansado”. Para reforzar la idea de que englobamos todas nuestras emociones en nuestra intención, podemos sustituir a veces la fórmula “Elijo... incluso si...” por “Elijo... al tiempo que/a la vez que/aunque (me divierto, tenga miedo, dude de mí, tenga dudas, etc.). Poco importa la fórmula, lo importante es crear incluyendo todas nuestras emociones. Haciendo esto, sentiremos que una nueva energía circula y vibra en nuestro interior. Experimentaremos un sentimiento de poder y resolveremos nuestros conflictos muy rápidamente, puesto que sacaremos partido de ellos en lugar de evitarlos.

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A menudo oimos decir que tenemos que dominar nuestro miedo porque el simple hacho de pensar en él acentúa su poder sobre nosotros. También se dice que el miedo es tan poderoso que puede concretar lo que nos asusta. Ahora bien, es precisamente este poder el que queremos explotar en el Punto Cero. Permitiendo que nuestros miedos coexistan con nuestras esperanzas y nuestros proyectos en el Punto Cero, canalizamos este poder. Al introducir una emoción tan fuerte como nuestras intenciones, orientaremos el poder del miedo de manera que responda a nuestras necesidades.

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En lugar de tener miedo de la decepción que puede sobrevenir tras un momento de felicidad, reconoceremos y acogeremos este sentimiento. Así, haremos que sirva a nuestros intereses en lugar de perjudicarnos. Tomemos el ejemplo de una reunión, como un congreso o una cumbre de Estado. ¿Habéis observado que, incluso si se hace todo lo posible para rechazar a los altermundialistas, las multinacionales no llegan a hacer que desaparezcan por completo? El hecho de rechazar una energía que nos da miedo o nos molesta, no hace que ésta desaparezca.

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Un día, una conocida mía exclamó: “Cada vez que invoco la luz y vivo una experiencia extraordinaria, sufro después un revés negativo”. Yo experimentaba lo mismo. Después de un viaje extraordinario, siempre me encontraba confrontado a enormes dificultades. A cada experiencia espiritual fuera de lo común, le seguía un periodo de integración (a lo largo del cual me encontraba sometido a diferentes ”pruebas”, como la obligación de desintoxicarme o alguna otra cosa por el estilo), como si siempre tuviéramos que pagar un precio por nuestras experiencias felices.

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Ahora que incluyo mi decepción en estas experiencias, ya no tengo reveses negativos. El efecto rebote de los regímenes de adelgazamiento constituye otro ejemplo de este fenómeno. Al principio, la persona se priva de determinados alimentos para estar más delgada y sentirse mejor en su piel o para esclarecer su conciencia. Unos meses más tarde, vuelve a engordar muy a su pesar. Las dietas son un ejemplo perfecto de este fenómeno de polarización que termina por engendrar estancamiento y frustración en lugar del dinamismo previsto.

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Hay que comprender que ponerse en el Punto Cero no quiere decir “abandonarse”. Al contrario, se trata de mantener dos polaridades diferentes en el mismo espacio. No necesitamos realizar un esfuerzo continuo y especialmente difícil para llevar todo el peso de nuestras debilidades como si tuviéramos miedo de ellas. ¡Ese es precisamente el error! Hay que permitir que existan junto a nuestos lados buenos. Tomemos el caso de una persona a la que le atormentaba la idea de encontrarse de nuevo con su ex-cónyuge en el tribunal de justicia para obtener el divorcio. Se había preparado bien y tenía todos los documentos necesarios. Había elaborado sólidos argumentos y se disponía a presentarlos con la cabeza bien alta.  

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Ahora bien, esta imagen perfecta de si misma negaba el miedo, el enfado y las heridas que había sentido anteriormente. Polarizada de esta manera, su actitud denotaba un fallo importante que su adversario podría atacar con toda tranquilidad sin ningún problema. A la salida del Palacio de Justicia, esta persona se sentía aniquilada y no comprendía el porqué. Retomemos este ejemplo e imaginemos que esta persona se presenta en el tribunal, bien preparada y orgullosa de si misma pero, esta vez, en el Punto Cero.

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Ninguna parte de ella habría sido arrinconada, ningún aspecto habría dejado de incorporarse en su círculo de fuerza ni se debatiría entre uno y otro lado. Estaría centrada y con límites sanos. Sus partes positivas y negativas coexistirían en un todo circular. Estaría impulsada por una intención clara en el Punto Cero y se presentaría ante su adversario sin fallos, haciendo que coexistieran su certeza de ganar con su temor a fracasar. Está claro que el resultado de su encuentro sería muy diferente.

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Otro error muy común consiste en creer que estar en el estado de amor en el Punto Cero significa no tener límites y estar al servicio de todo el mundo. Una persona me explicaba hasta qué punto era importante para ella consagrarse a una causa y estar al servicio de ésta. Sin embargo, se sentía frustrada porque con frecuencia se sentía engañada por aquellos que intentaba ayudar. Le respondí que eso era porque su abnegación no estaba en el Punto cero. Es importante que estemos en el Punto Cero en cada una de nuestras decisiones. Si, un día, estar en el Punto cero significa consagrarse a otro, pues bien ¡que así sea! Al día siguiente, el Punto Cero podría encontrarse en otra parte puesto que es cambiante. Nuestra intención es vivir en el Punto cero y no ayudar o no a tal o cual persona.

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Tomemos ahora el ejemplo de una mujer cuya madre se ha trasladado a menudo y sufrido fuertes cambios cuando estaba embarazada de ella. Ahora que la mujer es adulta, su vida es con frecuencia caótica y desordenada. A menudo se siente confusa y perdida. Cada vez que se encuentra en tal estado, se reactiva su antigua herida. Es en ese momento cuando puede elegir y hacer que coexistan el caos y la serenidad. Puede mantener estos dos opuestos presentes a través de la intención en el Punto Cero y experimentar su equilibrio del Punto Cero sin tener que modificar ni borrar su pasado. Estar en el Punto Cero implica que comprendamos nuestros límites humanos y los acojamos con amor. La unión de la luz y la sombra puede producir un resultado extraordinario y poderoso, pero también será confortable y se tolerará, porque esta unión es apropiada y genera amor...

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Los estudiantes que han trabajado con el Punto Cero, hablan con frecuencia de un estado de comodidad y bienestar que exige muy poco esfuerzo. Cuanto más elijamos estar en el Punto cero, más viviremos experiencias y estados emotivos nuevos. Esta nueva forma de pensamiento engendra una gran libertad y un profundo sentimiento de amor. La paleta de colores de las experiencias en el Punto Cero es mucho más variada que el negro, el blanco y el gris a los que estamos acostumbrados. Nos deja acceder a nuevas realizaciones y a nuevos datos..

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Vosotros también experimentaréis un sentimiento de plenitud cuando os permitáis sentir a la vez irritación y placer sin que esas dos experiencias tengan que fusionarse por ello. Este concepto inédito os dará quizá mucho que hacer al principio, porque es como si tuvierais una carga positiva en una mano y una negativa en la otra, y ambas se rechazaran entre si en vuestro interior. La clave consiste en ver esta experiencia como una experiencia de laboratorio y observar lo que ocurre cuando elegís intencionadamente estar en el Punto Cero. De repente, la tensión interior se disuelve y una energía inusitada pero armónica surge en vosotros.

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Simplemente permitís que coexistan vuestras dos emociones en el mismo espacio como lo hacen los dos polos de un imán para crear un campo magnético. Podréis sentir ese campo. ¡Pedid el Punto Cero y esperad! El campo creado por la coexistencia de dos fuerzas opuestas es la vibración del Punto Cero.

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Hagamos una prueba y tomemos uno de nuestros miedos, como el no sentirnos nunca seguros porque pensamos que no tenemos derecho a ello. Permitámonos sentir este miedo a la vez que resistimos la tentación de rechazarlo. En este espacio exiguo, podemos hacer que vibren simultáneamente un sentimiento de expansión y un sentimiento de seguridad. Podemos hacer que vibren la sombra en la luz y la luz en la sombra. Mantengamos la tensión de estas fuerzas contrarias hasta que sintamos que nuestros límites se disuelven y experimentemos un mayor bienestar que si estuviéramos polarizados.

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¿Cómo alcanzar el Punto Cero o aproximarse de manera regular y constante? Utilizando el poder de la intención. Por ejemplo, cada mañana al despertaros, podéis formular la siguiente intención: “Hoy, elijo estar en el Punto Cero incluso si no sé cómo”. También podéis ejercitaros poniendo todos los incidentes de vuestra vida cotidiana en el Punto Cero. ¿Os pone nerviosos el mecánico del coche? Cambiad vuestra frecuencia diciéndoos interiormente: “Elijo vibrar en otra frecuencia aunque me sienta frustrado/a por la actitud del mecánico” ¿Estáis haciendo cola en la caja de una tienda y empezáis a impacientaros? Decid: “Elijo poner esta experiencia en el Punto cero aunque me irrite la lentitud de la cajera”.

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Utilizando así los pequeños acontecimientos cotidianos, acumularéis experiencias en el Punto Cero. Una vez que hayáis amasado las suficientes, descubriréis una nueva manera de vivir y, en lugar de estar gobernados por vuestros viejos programas, empezaréis a vivir experiencias originales”.

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Extracto del libro “Essence” de Kishori Aird, autora deEl ADN sin misterio, Libro 1Guía práctica de reprogramación de las trece hélices al punto cero Vesica Piscis Ediciones, 2003.

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El ADN y la elección cuántica. Libro 2.Guía práctica de reprogramación de las trece hélices al punto cero Vesica Piscis Ediciones, 2008.

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