Deshacer tus nudos emocionales
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Nuestras emociones se reflejan en nuestro cuerpo, es posible hacer el camino inverso, realizar una serie de ejercicios posturales que te ayudaran a deshacer tus nudos emocionales.
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Un bloqueo en las caderas (zona que comprende a los genitales) delata posibles traumas sexuales;Las contracturas musculares en el cuello (sostén de la cabeza) hablan de una persona que no puede mantener tantas obligaciones o que no reconoce sus limitaciones y se siente desbordada por los compromisos que asumió.
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Los dolores de espalda -que en muchos casos obligan al individuo a adoptar la postura de “encogerse de hombros”- hablan, también, de pesadas cargas de índole emocional. La espalda se transforma en un depósito de ira, ya que la persona, ante su incapacidad de deshacer sus conflictos, termina responsabilizando a quienes la rodean.
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Los pies son la conexión con el mundo, con la tierra receptiva y contenedora. Las huellas de las pisadas indican una particular forma de relacionarse con el exterior. Si todo el apoyo se realiza con el talón, es señal de que la persona que tiene parada frente a sí teme asomarse a la vida mundana, a refugiarse en el pasado como una forma de protegerse de posibles ataques o agresiones. En cambio, quienes “pisan fuerte” suelen ser decididos, con tendencia al egoísmo y a la agresividad.
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Las piernas funcionan como base de la estructura corporal, pero, a diferencia de los pies, ellas nos ofrecen la libertad de movimiento para “ir a donde queramos” en la vida. Los sentimientos y emociones contenidos van haciendo una coraza sobre la rodilla, que no por poco visible es menos rígida. Los paquetes musculares se tensan y llegan a tener la dureza del acero, cuando lo que se pretende controlar o reprimir es demasiado poderoso. Por lo pronto, todo lo que se vuelve rígido delata miedos, resentimientos e inseguridades y funciona como defensa imaginaria frente a una posible agresión.
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Las soluciones terapéuticas
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La respiración, esencial en cualquier técnica de relajación, actúa como un masaje interno que afloja tensiones y, por ende, libera energías bloqueadas. Pero, el campo físico no es más que el reflejo del emocional, el mental y el espiritual. Por lo tanto, los beneficios de esta práctica se extenderán a todos los planos. Pronto notará excelentes resultados a diferentes niveles. Por ejemplo: mayor concentración, menos dolores físicos, más decisión, mejor descanso, etc.
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Practique las técnicas siguientes:
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Apretar los puños: De pie, con los pies separados (a una distancia igual a la de los hombros), apriete los puños colocando los pulgares al lado de los muslos. Concentre su fuerza en las manos, al tiempo que relaja los hombros y el pecho. Apoye la lengua contra el paladar con la boca cerrada.
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Mantenga la vista al frente. Respire profundamente, llevando el aire lo más abajo posible. Al inspirar expanda el abdomen y, al espirar, contraiga los puños.
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Desalojar el malestar: Con la postura anterior, coloque los brazos a los costados, levemente separados del cuerpo. Las palmas deben quedar paralelas al suelo y los dedos apuntando hacia fuera. Con la inspiración lleve el aire al abdomen y, al espirar, estire los brazos hacia abajo, al tiempo que dobla los dedos hacia arriba hasta sentir el cuerpo tensionado.
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Recuperar el equilibrio: Extienda los brazos a la altura de los hombros con las palmas hacia arriba. Inspire expandiendo el abdomen y espire, estirando al máximo los brazos y las manos, como si sostuviera un gran peso.
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Elevarse: Coloque nuevamente los brazos a la altura de los hombros, rote las muñecas para que las palmas queden verticales al suelo, con los dedos apuntando al cielo. Con la inspiración, lleve el aire al abdomen y, al espirar, presione con las palmas, mientras arquea los dedos hacia la cabeza.
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Nuevamente deberá sentirse tensionado.
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Armonía: Junte sus manos a la altura del pecho, los pulgares rozarán el esternón y los codos apuntarán hacia afuera. Inspire, separando lentamente las palmas y dejando que los pulgares corran por el pecho. Al espirar, junte las manos de a poco. Repita el ejercicio varias veces, lenta y uniformemente, tensando todo el cuerpo.
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El ascenso: Dé un paso hacia la izquierda, doble la pierna de ese lado y mantenga extendida la derecha (el torso erguido). Levante el brazo izquierdo con la palma hacia arriba y deje que el derecho caiga con la palma cerca del cuerpo y los dedos apuntando hacia abajo. En la inspiración, empuje hacia arriba con la mano izquierda y hacia abajo con la derecha, tensionando el cuerpo. Al espirar, relájese totalmente.Invierta las posiciones anteriores (mano derecha extendida, izquierda abajo) y repita el ejercicio.
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La ola: De pie, abra los pies un poco más que la distancia entre ambos hombros. Estire los brazos y llévelos al frente con las palmas hacia arriba. Vuelva las palmas hacia abajo y, lentamente, incline las rodillas (posición de cuclillas) hasta que sus muslos queden paralelos al suelo. Mantenga siempre el torso y la cabeza erguidos. Rote, nuevamente, las palmas hacia arriba y eleve el cuerpo, muy de a poco.
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El salto: Parta de la posición anterior (abertura de pies ligeramente mayor a la distancia entre hombros). Lleve sus manos a la espalda, apoye la derecha en la izquierda y presione. Flexione las rodillas y mantenga el torso y la cabeza en una misma diagonal. Al inspirar expanda el abdomen, al espirar contráigalo.
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La vida: En la misma posición que en el ejercicio anterior, incline lentamente el torso hasta dejar la espalda horizontal. Los brazos y las manos irán descendiendo cerca del cuerpo, en tanto que la cabeza se mantendrá en la misma línea de la columna vertebral, recta pero sin forzar la postura ni estar tensos.Inspire y espire a medida que vaya bajando con los brazos.
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Rosa Ruiz