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LA IMPORTANCIA DE LA NIÑEZ

ENVIADO POR "MIRAR LO QUE NO SE VE"

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Creemos que esta etapa es importante pero en realidad no sabemos cuánto. Si lo supiésemos, cada persona que tiene algo que ver con ella lucharía insaciablemente por que fuese la mejor de la vida, la más  cuidada, las más compasiva, la de mayor aprendizaje, la que establece límites donde deben estar sin oprimir, la que enseñase lo tierno, lo bondadoso y lo oscuro de la vida.
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Muchas veces he pensado que a las personas que rechazamos, aquellas en las que vemos rencor, odio, agresividad y aspereza deberíamos preguntarles por su infancia. Entonces, tal vez, nos encontraríamos con carencias afectivas, vacíos de amor, nulidades de límites o prisiones crueles de consecuencias indescriptibles.
Los padres lo hacen lo mejor que saben o lo mejor que pueden hacerlo después de ser ellos mismos el resultado de los suyos. Es cierto. 
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No se trata de buscar culpables, sino de encontrar caminos que salven al adulto que está en el infante.
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Luego, llega la sociedad con su educación pautada en lo que considera “correcto”… y sigue añadiéndose la religión y sus leyes y todas las instituciones por las que pasa el niño cuando va creciendo. Normas y cánones que no enseñan, precisamente, a tener actitudes positivas ante la vida; reglas y más reglas que no se cuestionan prioridades éticas.
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 Nos enseñan a competir y no a cooperar. A asumir el control y no a repartir la responsabilidad, a juzgar y no a valorar razones, a condenar y no a dar oportunidades de cambio.
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Nos inscriben en axiomas que nos condicionan por siempre. “Que la vida es un valle de lágrimas, que hemos venido a sufrir, que quien te quiere te hará llorar, que la letra con sangre entra…y que más vale pájaro en manos que ciento volando”, entre otras cosas.
Estos refranes del lenguaje español escenifican la trayectoria en se ha fundamentado la sabiduría popular aplicada a cada generación.
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La educación tiene un gran reto por delante. Tener en cuenta las emociones y su gestión. Porque en definitiva, a cada cosa que nos enfrentamos o cada situación que vivimos, genera una emoción en nosotros, un sentimiento y una pasión positiva o negativa. Y a eso, a valorarlo, a saber qué hacer con ello y cómo comportarnos en función de lo que sentimos y queremos, a eso, no nos enseña nadie.
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Si acaso…cuando lo necesitamos, en lo más profundo del corazón, recurrimos al amor de nuestra madre; ese que incondicionalmente queda dentro toda una vida. Y allí, en ese reducto, logramos resolver la batalla contra nuestros fantasmas preferidos. ¡Que no es poco!
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