ENVIADO POR MIRAR LO QUE NO SE VE
A veces es mucho mejor retirarse. Si no nos gusta la situación, si no termina de convencernos, si a pesar de querer estar no estamos bien, si sí…pero no.
Una retirada a tiempo es una victoria, sobre todo si se trata de uno mismo. Podemos evitarnos muchos sufrimientos, muchos dolores, muchos disgustos. Porque si uno no está bien, tarde o temprano nuestro nivel de tolerancia interno va a quejarse; una y otra vez, desoyendo la persistente forma de quedarnos donde no nos conviene.
Todos hemos pasado situaciones difíciles en las que la mayor lucha la tenemos con nosotros mismos. Una lucha sorda y pertinaz. Una batalla hecha de guerrillas, de emboscadas y asaltos de los que siempre salimos dañados por no hacernos caso desde un principio.
Somos incorregibles. Creemos y creemos y volvemos a creer que todo cambiará. Que está cerca el momento de volver a lo que tanto nos gustó. Que las circunstancias son las que tienen la culpa y que, por supuesto, estamos a punto de rozar el cielo que tanto anhelamos.
No queremos perdernos el premio después de tanta espera y lo único que hacemos es alargar la agonía.
Siempre es difícil tomar decisiones y sobre todo sin en ellas va implicada nuestra felicidad o lo que creemos que se acerca. Damos demasiadas oportunidades al mismo caos. Impedimos que el destino nos sorprenda con aires frescos que alivien el alma.
Rendirse es una forma de abrir puertas. Pareciese que las cerrásemos al hacerlo, pero no es así. Al contrario. Abrimos los canales de la intuición y conectamos con los millones de posibilidades que nos esperan.
Retírate si tienes dudas, aunque sea por un ratito, aunque sea por unos días, por unos meses o si lo ves mal, por toda la vida que reste.
Si nos retiramos, al menos, un momento, podremos conocer de verdad en que punto de satisfacción estamos con lo que nos aprieta.
Es ya un buen paso para comenzar la retirada, que no la rendición.
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