¿ES ÚTIL EL PENSAMIENTO? .
por J. Garriga
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Movido por el afán de conocer nuestro laberinto interior, he fantaseado en alguna ocasión con la idea de disponer de un aparato capaz de registrar toda actividad mental de un ser humano a lo largo de una jornada completa cualquiera, incluyendo, por supuesto, la noche y el mundo de los sueños. Imaginemos que eso fuera posible y que pudiéramos tener constancia del chorro de imágenes, diálogos, palabras, frases, reflexiones, comprensiones, evaluaciones, etc., que discurren por nuestra mente en un día. Lo primero que nos llamaría la atención sería que nuestros pensamientos emergen, la mayor parte del tiempo, con independencia de nuestra voluntad y guía. Constataríamos que la mente fabrica a mansalva toda suerte de productos, y muchos de ellos no entendemos por qué ni para qué.
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El pensamiento es como un carrusel inagotable que se alimenta de su propia inercia infinita. Y crea mundos y derrama continuos caleidoscopios de formas, sin meta y sin función (al menos que sepamos). A ratos parece domesticada y razonable, pero otros es absolutamente creativa e impredecible, ruidosa, florida, barroca, llena de todas las voces y todos los rostros y todos los tiempos.
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Aunque, a un cierto nivel, nos sentimos dueños de nuestra mente, en realidad no la gobernamos. Si miráramos lo que la mente ha fabricado en una jornada, veríamos que no somos libres de pensar lo que queremos. Los pensamientos se inyectan en nuestro torrente sanguíneo mental sin que tengamos apenas control. A veces logramos enfocar algún asunto y nos orientamos sobre algo. Entonces, por un rato, estamos centrados y creemos que conducimos la nave.
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Si analizáramos el contenido de esa supuesta grabación, estoy convencido de que descubriríamos que al menos un 50% de las producciones pensantes son mero ruido, sin norte ni dirección, ruido que intoxica nuestra necesidad de silencio interior al mismo tiempo que nos protege de él, pues también le tememos. Sentimos miedo de nuestra nada interior y, extrañamente, de la felicidad que emana de ella cuando caemos en su atmósfera.
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Del 50% restante, al menos un 30% estaría compuesto de materia mental especializada en discutir con la realidad, lo que da como resultado angustia y sentimientos que tensan el cuerpo. Su objetivo es tener razón y demostrar que las cosas deberían de ser de modo distinto a como son.
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Es pensamiento que se aparta de lo que es para empecinarse en lo que debería ser. Este 30% está regido por nuestra pequeña identidad, nuestro yo, y se fertiliza con sus anhelos y sus angustias, sus esperanzas y sus consecuentes desesperanzas. Su diálogo interno es del tipo quejoso (“no me miro con suficiente afecto”) o dogmático (“no debería sonreír”) o fracasado (“ya decía yo que no iba a funcionar”) o victima (“si no me hubiera despedido otro gallo cantaría”) o exigente (“si me ama me pondrá por encima de todo”) o vengativo (“van a saber lo que duele”) o perfeccionista (“no debería tener tos, o estar enfermo, o tener los padres que tengo”), etc. Este 30% niega, cuestiona, exige, debate, lucha contra la realidad, con las cosas como son, y siempre pierde por goleada (por lo general enfermando).
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¿Y el 20% de pensamiento restante? .Ese sería el pensamiento útil y funcional, el que está al servicio de la acción, el que nos lleva a hacer algo real y nos hace sentir bien, a nosotros y a los demás. Los pensamientos útiles están al servicio de la vida. La fecundan, la protegen, la respetan, la mejoran cuando pueden. No pierden el tiempo en vanos tormentos: proveen de agua real a los camellos reales para atravesar caminos reales que nos llevan a oasis reales. Crean.
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Las buenas ideas acarician la realidad, aderezan los pasos de nuestros propósitos, nos conducen hacia lo bueno y respetan los propósitos de los demás. Para el pensamiento útil no hay personas ni hecho indignos. Es ecológico, guarda armonía con las proporciones de las relaciones humanas y nos hace responsables, procurando la dignidad, la convivencia y el bienestar para todos.
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El pensamiento útil viene de un corazón cálido y apunta al bienestar de la vida.
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Tenemos por tanto, 20% de pensamientos que podríamos considerar “positivos”. Aún así, el pensamiento más bello es aquel que empieza a no parecerlo y se sienta a la puerta del Ser a esperar, porque ya lo intuye y lo anhela. Cuando se nos concede gozar de pequeños silencios en nuestro incansable oleaje de pensamientos, podemos apreciar el aroma de lo absoluto.
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Fuente: Buscadores de Luz
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