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LAS TRAMPAS DEL DEL EGO, VICIOS Y MANIAS. Alejandro Jodorowsky

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Alejandro Jodorowsky: Vlamyr me ha preguntado: “¿Qué rituales o ejercicios podrías ofrecernos para abrirnos a nuevos niveles de conciencia?”.

Para llegar a uno mismo, al Ser esencial, primero que nada debemos domar a esa ilusión tatuada en nuestra mente por la familia, la sociedad y la cultura, que llamamos Ego. Ilusión con la que nos identificamos y que nos retiene en una especie de cárcel mental. Se logra esto, observando objetivamente hasta donde nos es posible, la cotidiana conducta de ese personaje que nos posee. He aquí una lista, no exhaustiva, de los defectos de carácter que debemos vencer para llegar a actuar como un ser de un alto nivel de conciencia. Quien añade conciencia, añade felicidad a su vida.

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El Ego se alaba sin cesar… El Ego se maltrata, pero en el fondo quiere que le digan que sus defectos no son tan graves o que lo admiren por su franqueza y “humildad”… El Ego habla sin entender lo que está diciendo porque, en verdad, no puede conocer nada pues gira alrededor de sí mismo… El Ego proyecta su imagen en todo el mundo. Si tiene miedo, el mundo es feo. Si está eufórico, el mundo es bello. Si tiene deseos perversos, ve pervertidos en todas partes…

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El Ego cree que él es lo que piensa, siente, hace. Si critican algo de él, se ofende… El Ego no ve diferencia entre lo que tiene y lo que es él. Los objetos son su continuación. Es capaz de matar si le dañan, por ejemplo, su automóvil… El Ego goza de su propia violencia, como también goza de su insatisfacción e incultura… Como el tiempo es su enemigo porque lo acerca a la muerte, el Ego se preocupa de la edad, es decir, de sus cambios físicos. Cambios que oculta con tatuajes, piercings, adornos… El Ego siempre enjuicia a los demás poniéndose él como medida: son mejores, peores o iguales a él… El Ego tiene buenas razones para justificar sus errores: son culpa de las circunstancias o de los otros…

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El Ego discute para demostrarse a sí mismo que es más inteligente que los otros. Su táctica es decir “¡No!”… El Ego es codicioso: no ama sino que desea poseer… El Ego dice que le suceden cosas “extraordinarias”: ha visto un platillo volador, ha tenido una visión, conoce a un personaje famoso, etc. Lo que le “sucede” lo cuenta para ponerse en valor y sentirse superior a los que lo escuchan… Cuando alguien muere, el Ego se alegra porque no es él quien expiró… El Ego oculta un mordisco detrás de cada alabanza que concede… Al Ego le gusta agradar y se coloca máscaras de diferentes personalidades para caer bien. Se hace el honesto o el fuerte o el delicado o el niño, según con quien está…El Ego se preocupa por dejar sus huellas en algún lado: firma paredes, pone sus fotografía en marcos, funda escuelas, lucha por obtener medallas y premios, etc…

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Al Ego le gusta mandar a otros y goza apoderándose de voluntades ajenas. Sufre cuando otro lo manda. Detesta a cualquier clase de maestro… Al Ego le gusta vivir junto a los que tienen poder o fama y es servil con ellos por envidia… El Ego no sabe escuchar: supone lo que le van a decir y reacciona según sus suposiciones sin dejar hablar al otro… El Ego es un vampiro de energía: cuando visita a alguíen es capaz de hablarle de sí mismo durante horas sin preguntarle ni siquiera si está bien de salud…

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La auto-observación de nuestro Ego debe ser constante: es la básica y esencial primera lucha para acceder a planos de conciencia más elevados.

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http://planocreativo.wordpress.com

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LAS TRAMPAS DEL EGO EN LAS RELACIONES

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Enviado por Juanca Lopez

 

Cuando dos personas interactúan, entran en juego dos personalidades, dos egos, con sus respectivas experiencias acumuladas incluso desde el momento en que fueron concebidos, y sus particulares maneras de asimilar, interpretar e integrar estas experiencias. Por eso ante un hecho que a una a persona no le mueve nada internamente, otra se puede sentir ofendida y/o atacada. Esta dinámica se puede observar de manera continua en las relaciones cuando uno no entiende la reacción del otro, y viceversa.

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Contrario a lo que se piensa, el ego no se manifiesta sólo a través de una actitud de superioridad o una exacerbada autoestima, sino que “ego” es todo pensamiento, creencia limitante, o emoción, que te aleja de tu libertad interior. Y “libertad” no es sólo disponer del espacio vital que necesitamos para respirar, el concepto de libertad va mucho más allá.

 

Libertad es poder ser tú mismo. Si te detienes un momento, quizá observes en ti mismo o a tu alrededor, que puede haber cierta tendencia a culpar a los demás de la sensación de agobio o falta de libertad que una persona experimenta. Pero lo que te hará sentirte libre, es tomar consciencia de que el único carcelero eres tú mismo, y los barrotes de cada celda, son los miedos, las preocupaciones, las inseguridades, etc. Y cuanto más grandes sean estos, más gruesos son los barrotes, y de ello depende que puedas ver a través de ellos, o que tengas la sensación de estar completamente encerrado.

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Veamos algunos ejemplos: Si crees que eres inferior a otra persona, esa creencia proviene del ego, porque ese pensamiento te impide expandir tu verdadero potencial, puesto que pones los límites a éste desde el momento en que te comparas. Algunas personas no se comparan con nadie en particular, sino que lo hacen con su propia imagen de lo que deberían ser, y su creencia de inferioridad les dice que no son como debieran. Y esta creencia de inferioridad les lleva a tener determinado tipo de relaciones.

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Si crees que debes actuar con rabia para defenderte, ese pensamiento también proviene del ego, porque en el fondo crees que para que no abusen de ti tienes que estar a la defensiva, porque quizá es el único modo que conoces para poner límites, cuando éstos, deben nacer de la seguridad y la confianza que habita en tu interior.

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Quizá en un pasado abusaron de ti, te engañaron, o te sentiste rechazado, y temes que eso se vuelva a repetir, y por eso recurres a la rabia, a los celos, a la desconfianza, al miedo, o a todo un abanico posible de emociones que se repiten de forma recurrente sin saber por qué. Esas emociones son el mecanismo de defensa de tu ego porque éste cree que así evitarás volver a atravesar el mismo tipo de experiencia dolorosa. Lo que ocurre es que estos mecanismos pueden convertirse en una trampa, pueden convertirse en tu propia cárcel, porque desde el momento en que los utilizas te niegas a ti mismo la posibilidad de que las cosas puedan ser de otra manera, y esto repercute en ti y en tus relaciones.

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Hay personas que nunca se permiten enfadarse o expresar su rabia porque si no se sienten culpables; esto también es actuar desde el ego, porque hay culpa, hay miedo, y una creencia en su interior que le dice que si expresa lo que siente, no es buena, o no le van a querer. De la misma forma, quien tiene tendencia a defenderse con rabia sin ningún tipo de pudor, no se permite estar en un estado de armonía, y atrae situaciones de agresión a su vida, porque está vibrando continuamente en esa frecuencia de rabia.

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Hay quien no toma contacto con su dolor, quien no se permite experimentar tristeza, y en lugar de indagar en lo que ocurre en su interior, se coloca la coraza y lo expresa a través del enfado, la rabia o el orgullo. Y en el extremo opuesto está quien por no expresar su enfado cae en una profunda tristeza, que en ocasiones llega hasta la depresión, por no haber expresado a tiempo su opinión, y se convierte en enfado reprimido, con los demás y/o consigo mismo. Todos estos estados provienen de historias sin resolver y hacen más dificil el libre fluir en las relaciones.

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En éstas, es importante que cada miembro se conozca a si mismo, para reconocer y ver venir, aquellos aspectos en los que su ego puede interferir, y al ser conscientes de ello, poder dar el giro para relacionarse desde el amor, que es el que une, en vez de desde el ego, que es quien separa. Pero tampoco es cuestión de rechazar el ego, pues hay que honrarle y darle las gracias cada vez que le veamos aparecer, puesto que es una herramienta muy importante para crecer, pues observando como actúa, podemos hacernos conscientes de muchas cosas; la cuestión entonces es, identificarle y aprender a vivir sin que nos condicione.

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Las emociones pueden ser nuestros aliados y no nuestros enemigos, cuando tratamos de aprender de ellas en lugar de dejarnos dominar por ellas. Eso no significa que no las podamos sentir, ¡claro que sí! Está bien identificarlas, ponerles nombre, saber en que parte del cuerpo las sentimos, y honrarlas. Prueba a hablar con ellas, diles: ¿Qué me quieres decir? Escúchalas. No las niegues, pues si las niegas saldrán con una fuerza tal que te desbordarán. Tenlas en cuenta.

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No hay emociones buenas ni malas, todas forman parte de nosotros, pero las vivimos de manera más armónica cuando están debidamente aspectadas, en equilibrio, para saber discernir en cada momento si estamos actuando o reaccionando. “Reaccionar” implica pérdida de control sobre lo que haces dejado llevar impulsivamente por las creencias del ego. “Actuar” implica tomar la acción estando conectado con tu centro, implica discernir si lo que haces es desde el corazón o desde el ego, desde el amor o desde el miedo, desde la paz o desde el desasosiego.

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Vivir reaccionando, en el marco de las relaciones, en ocasiones te lleva a decir cosas que en realidad no quieres decir porque en el fondo no las sientes, y por eso, luego viene un sentimiento muy grande de arrepentimiento. Con un poco de suerte, a veces se pide perdón, y otras más desafortunadas, el orgullo hace que te quedes con las ganas de decir “lo siento”.

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Dejarse llevar por el orgullo es otra forma de reaccionar, pues no haces lo que en realidad deseas, que es relacionarte desde el corazón, sino que permites que el orgullo se haga dueño de ti. Y la razón por la que esa situación se repite una y otra vez es porque así te sientes menos vulnerable. Olvidaste que tu fortaleza reside en no tener miedo a expresarte con sinceridad, con amor y con respeto.

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Olvidaste que en el fondo lo que anhelas es relacionarte con el otro sintiendo su profundidad, porque olvidaste que el otro, eres tú mismo. Y al olvidarlo, te desconectas de ti y de la otra persona. Y la única manera de volver a conectarse, es conectar con la inocencia del niño, que no teme a nada, porque en su inocencia está su fortaleza, y desde ahí, mirar con amor cualquier situación y/o persona, y en primer lugar a ti mismo.

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Al sentir amor por ti mismo, conectas con tu centro, y al conectar contigo ya estás preparado para conectar con el yo profundo del otro, para reconocer al otro por quien “Es”, por su verdadera esencia, y cuando experimentas esto, el orgullo no tiene cabida, y quieres experimentar ese amor, esa conexión, una y otra vez. Porque ese amor que nace dentro de ti, esa inocencia y esa conexión es lo que te hace libre. Y entonces, surge una nueva forma de relacionarte…

             .                                                                                           Cristina Cáceres Mangas

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