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Enviado por Roberto
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Nacido en los Estados Unidos el 18 de marzo de 1877, Edgar Cayce es el más famoso sensitivo nacido en aquel país. Aunque haya muerto el 5 de enero de 1945, todavía hoy médicos y psicólogos se ocupan de la evaluación de sus actos.
Cuando era niño, Cayce conversaba con personas que nadie más veía, incluso con su fallecido abuelo – que también poseía dotes paranormales. La historia, que hoy está en la literatura científica, cuenta cómo Cayce descubrió su fantástica capacidad mental.
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Edgar enfermó gravemente cuando aún era niño. Convulsiones y fiebre alta lo consumieron hasta llegar al coma. Mientras los médicos intentaban en vano hacer que el crío volviese a la lucidez, Edgar, repentinamente, empezó a hablar, alta y nítidamente: explicó por qué estaba enfermo, indicó algunos medicamentos que necesitaba y dijo cuáles eran los ingredientes de una pomada con que debería ser tratado, mediante fricciones en su columna dorsal.
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Médicos y parientes se quedaron perplejos, pues no podían imaginar de dónde le venían al chiquillo ese conocimiento y los vocablos científicos. Pero ya que el caso parecía sin esperanza, ejecutaron sus indicaciones y la cura se produjo clara y rápidamente. Lo ocurrido se divulgó por todo el estado de Kentucky. Como Edgar había hablado en estado de coma, muchas propuestas surgieron en el sentido de hipnotizarlo para intentar obtener consejos para nuevas curaciones. Edgar lo rehusó. Sólo cuando enfermó un amigo suyo, él dictó una receta precisa, empleando palabras latinas que jamás había conocido. Una semana más tarde el amigo estaba restablecido.
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Adulto, Edgar se dedica a la profesión de fotógrafo, pero decide también prestar atendimiento a las personas enfermas, en especial a las desengañadas por la medicina, servicio este que ofreció gratuitamente durante unos 40 años, atendiendo en ese período a una media de seis mil personas. Sólo necesitaba conocer el nombre y la dirección de la persona para poder medicarla.
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La austera American Medical Association concedió a Cayce una licencia especial para dar consultas, aunque no fuese médico. Cierta vez prescribió, a un paciente muy rico, cierto medicamento que no fue posible descubrir en parte alguna. El hombre puso anuncios en periódicos de gran circulación, incluso en el exterior.
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Desde París, un joven médico le escribió que su padre había, años atrás, preparado aquel medicamento, cuya producción, sin embargo, había abandonado hace mucho. La composición era idéntica a las indicaciones de Edgar. Casi todas las facultades psíquicas de Edgar Cayce se manifestaban bajo estado de trance, cuando caía en algo así como un sueño hipnótico, hecho que le rindió el título de el profeta adormecido.
Además de las consultas relativas a la salud, las interpretaciones de Cayce se inserían en el ámbito de la reencarnación, del karma y de las potencialidades individuales de desarrollo espiritual, y de obtención de una más elevada conciencia psicológica.
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Cayce subrayó que cada vida comprende la suma total de todas las vidas anteriores, en el sentido de que cada uno de nosotros está apenas encontrándose con el ego en todas nuestras experiencias.
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Lo que somos ahora es un compuesto de aquello que hemos sido y, todo cuanto se ha construido antes, lo bueno y lo malo, se contiene en las oportunidades de esta vida.
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Cayce nos incita a reconocer que lo que somos hoy es el resultado de lo que hicimos de nuestros ideales y del conocimiento de Dios (o Fuerzas Creativas) en vidas pasadas.
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Las interpretaciones de Cayce salen al encuentro de la antigua idea de correspondencia microcosmo-macrocosmo cuando afirma Todas las fuerzas esenciales que se manifiestan en el Universo, se manifiestan en el hombre vivo y, por encima de todo, en el alma del hombre. Existen desde el principio, en lo que atañe a este plano físico de la Tierra, reglas o leyes en la fuerza relativa de los que gobiernan la Tierra y los seres del plano terrestre. Estas mismas leyes gobiernan planetas, estrellas, constelaciones, grupos que constituyen la esfera, el espacio en el cual se mueven los planetas.
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Edgar Cayce no creía conscientemente en la astrología cuando empezó a hacer interpretaciones de vida en un esfuerzo para explicar a las personas las influencias y el karma de la vida pasada. Estas interpretaciones, con todo, incluían casi siempre referencias a influencias astrológicas de un tipo totalmente diferente a las relativas a la tradicional astrología occidental.
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Cayce afirmaba que las influencias astrológicas constituyen un hecho de la vida porque, entre las encarnaciones terrenas, cada alma tiene que habitar esas diversas y sutiles dimensiones del ser y sintonizarse con ellas.
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Las interpretaciones de Cayce indican, por tanto, que nuestra sintonía astrológica es resultado directo del viaje de nuestra alma por esas dimensiones. Aparentemente, al habitar o residir temporalmente en esos distintos planos del ser, nos sintonizamos con las varias vibraciones y cualidades simbolizadas por los planetas.
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El concepto de Cayce de la estancia del alma en otras dimensiones, entre las vidas en la Tierra puede, tal vez, explicar en gran parte la influencia de los planetas en esta vida. Si, de hecho, hemos fundido nuestro ser en esas dimensiones del Universo en algún momento del pasado, podemos ver que nuestra sintonía actual con esas dimensiones no sucede por accidente o apenas en virtud de cualquier acción misteriosa de los rayos planetarios. En verdad, señalamos realmente esas cualidades y nos sintonizamos con esas energías durante nuestra estancia en las varias dimensiones planetarias.
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Según el vidente, los signos del zodíaco son los modelos kármicos, los planetas son los telares y la voluntad el tejedor. “Somos un dios a construir. Tal vez nuestros horóscopos de nacimiento nos muestren en qué fase de la construcción estamos y, específicamente, qué ciclos de aprendizaje y desarrollo estamos ahora completando.”
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Según las interpretaciones de Cayce, todo cuanto el alma aprende ha de ser materializado en la vida, en el plano físico, porque el desarrollo del alma ha de hacerse mientras ella se encuentra en el plano terrestre, con esfuerzo y voluntad aplicada.
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La tónica en el poder de la voluntad es un tema que encontramos en todas las interpretaciones del clarividente, visto que él procuraba colocar las influencias astrológicas en una perspectiva correcta, avisando constantemente a las personas de que deberían esforzarse por ser dueñas de su destino.
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Cayce subrayaba que el desarrollo o atraso de un alma durante determinada vida depende de la fidelidad de la persona a un ideal y del modo en cómo lo materializa en sus relaciones mentales y materiales.
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“La vida es una experiencia que tiene un objetivo y, en el lugar en que se encuentra, una persona puede utilizar sus capacidades, errores, fracasos y virtudes en la andadura hacia el objetivo por el cual el alma ha decidido manifestarse en el plano tridimensional.”
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Las interpretaciones de Cayce subrayan repetidas veces la importancia de que tomemos conciencia de nuestros ideales. En verdad, Cayce aconsejaba con frecuencia a las personas a realizar un simple ejercicio para ayudar a este proceso de clarificación. El ejercicio consiste simplemente en esto:
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1. Toma una hoja de papel y haz en ella tres columnas: espiritual, mental y físico.
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2. Después de pensar (lo que puede llevarte algunos días) escribe en cada columna, lo más rigurosamente que puedas, cuál es tu ideal en cada área de vida. En otras palabras, ¿qué quieres ser espiritual, mental y físicamente?
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3. Desarrolla algunas acciones concretas para realizar esos ideales, a través de la asimilación o práctica consciente de aquello que te haga parecerte más a tu ideal. Por ejemplo: Si quieres ser físicamente más fuerte y disponer de más energía, tal vez debas empezar un programa de gimnasia o modificar tu régimen. Si quieres ser más generoso y conocer mejor a Dios, tal vez debas aprender a meditar y seguir regularmente esa práctica.
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4. Recuerda que tus ideales cambiarán y evolucionarán a medida que el tiempo pasa. Lo que querías ser cuando tenías veintiún años no es necesariamente lo que quieres ser cuando tienes cincuenta. Por ello, a medida que las alteraciones de tus ideales se hacen aparentes, siéntete libre para alterar o redefinir aquello que has escrito.
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Publicado por Julian Jesus Garcia Soriano
en Shekinah Merkaba