Atrapado en una vida que no es la que quieres. ¿Alguna vez te has sentido así? Con la sensación en el alma de haberte bajado en la estación de tren equivocada, en una que es oscura y está desierta, te preguntas: ¿cómo he llegado yo a parar aquí?
Y cuando, en algún momento de descuido, te da por reflexionar, descubres, con estupor, que de hecho cada una de tus decisiones te ha ido acercando lenta e inexorablemente a ese lugar, que has acabado, como el protagonista de “Crónica de una muerte anunciada”, caminando voluntariamente hacia ese destino. ¿Cómo es posible?
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Quizás eligieras una carrera sólo por el hecho de que tenía mucha salida, o porque era la que esperaban tus padres; puede ser que llegaras a trabajar en cierta empresa únicamente porque tenía una gran proyección, o porque fue la primera que te ofreció un empleo; incluso es posible que escogieras a tu pareja porque era la persona que más te convenía, o que hayas tenido a tus hijos porque todo el mundo te decía que era el momento adecuado. Todo en pos de la vida perfecta, la trayectoria vital correcta, la que despierte mayor admiración en los demás; y, sin embargo, tú te sientes confinado en una preciosa jaula de oro.
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Es posible que creas que tú has elegido todo eso, pero resulta cuando menos extraño que hayas escogido de corazón toda una trayectoria que te resulta ajena. Quizás lo que tú querías de verdad era estudiar arte, historia o teatro, o querías aprender a modelar el barro o la madera con tus manos. Puede ser que, en el fondo, lo que te apeteciera fuera viajar a otros países, o trabajar en proyectos sin mucho lucro pero con cuyos valores te identificabas.
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Incluso es posible que el cuerpo te pidiera relaciones libres con otras personas, que te permitieran no comprometer tu libertad personal. O que fueras una de esas personas que decide que, por los motivos que sean, prefiere no reproducirse, o que prefiere adoptar. Puede que sí, pero finalmente decidiste no escuchar, y simplemente te dejaste llevar; te convertiste en títere de tu propia vida.
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La crudeza de esta visión resulta difícil de aceptar, y por eso preferimos vestirnos de irresponsabilidad, taparnos los ojos y fingir que, en realidad, no teníamos elección: hubiera decepcionado a mis padres, qué iba a pensar la gente de mí, tenía que ganarme la vida, era lo que debía hacer. Probablemente haya tantas excusas como personas.
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¿Piensas seguir tolerando que todo el mundo escriba tu historia menos tú? ¿Hasta cuándo vas a estar viviendo una vida de la cual no te sientes orgulloso? Tú mereces vivir la vida que quieres para ti. Acaso pienses que es tarde, pero, en realidad, mientras estás vivo estás a tiempo de elegir.
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No será simple, no será de un día para otro, habrá que dejar pasar ciertas cosas para poder dar la bienvenida a otras, habrá que despedirse de algunas personas para poder recibir con los brazos abiertos a otras, la responsabilidad pesa y a veces no serás el más popular. Pero la recompensa es tan simple como grandiosa: cuando te despiertes por la mañana, te darás cuenta de que tu vida sí tiene sentido, y de que vivir es un delicioso regalo.
Publicado por Maika González en 14:11
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