A menudo nos hacemos esta pregunta: ¿mis pensamientos, sentimientos y acciones están ofendiendo a Dios?
Podemos recordar que cuando Jesús fue golpeado, torturado, crucificado, suplicó a Su Padre: “Por favor, perdónalos, que no saben lo que hacen”.
Dentro de nuestra ignorancia, actuamos de acuerdo a cómo aprendimos, a cómo fuimos “educados”. Nuestra ignorancia nos dice que “así son las cosas” y cada quien “hace lo mejor que puede, con lo que sabe y tiene”.
En la medida en que vamos adquiriendo conocimiento, dejamos fluir nuestra sabiduría interior; en esa medida maduramos y dejamos de cometer faltas, que a los únicos que afectamos somos a nosotros mismos: Ley de causa y efecto.
Hemos creado a un Dios a imagen y semejanza humana. Con toda la neurosis que, como humanos, venimos cargando por todas las vivencias que traemos en nuestro interior.
Imagínate a un enfermo en la cama de un hospital. La enfermera dice: Le traeré un “pato”. El enfermo se imagina una tetera para calentar agua. El visitante, un pato graznando y le enfermera, un orinal.
¿Quién se siente ofendido? Alguien que mira afuera lo que sufrió en su infancia. La neurosis de una persona, quien fue golpeada por las personas que lo criaron. Como ejemplo: Jesús fue amado, muy amado por sus padres, José y María. Razón por la cual sintió una gran compasión por “sus enemigos”. No traía cargando el síndrome latente de un niño maltratado.
Esta frase me ha abierto un panorama inmenso:
“Entre más pequeña es la personalidad del hombre, tanto más pequeñas son las cosas que le molestan”.
Dios es infinitamente grande, la ofensa no es parte de su “catálogo de traumas”. ¿Te dice algo esta reflexión?
A veces, alguien me pregunta si estará ofendiendo a Dios por algo tan simple como haber ido a que le lean las cartas, o haber tenido sentimientos o pensamientos ofensivos ante algo o alguien.
Dios nos ha dado un gran regalo: “Libre albedrío”, así como, también, la ley de causa y efecto.
Si yo golpeo a alguien, es una causa para que el efecto sea yo golpeada o insultada.
Cosecho lo que siembro: siembro manzanas, cosecho manzanas. Si siembro odio, deseos de venganza, eso es exactamente lo que cosecharé. Allí está la enseñanza del Universo, de Dios: la semilla. “Lo que siembras cosechas”.
Regresando a la reflexión mencionada, ¿de verdad continúas pensando que Dios, ese Ser Infinito, puede sentirse ofendido por lo que hagamos?
Si un hijo comete una falta, si somos padres amorosos y maduros, lejos de sentirnos ofendidos, le ayudaremos a mirarse a sí mismo y con amor y compasión, mostrarle el camino, o varios caminos, para que él elija el que más se acerque a su lección de vida.
Ayudarle a elegir buenas semillas para realizar una buena siembra y, por ende, levantar una excelente cosecha. Eso es lo que hace Dios, nuestro amoroso Padre. En lugar de sentirse ofendido, nos muestra con las cosechas lo que hemos sembrado.
Asimismo, Jesús dijo: “Con la medida que midas, serás medido”. Allí está otro juicio hacia nuestro Padre, por parte de nosotros los humanos: Él me juzga por lo que hago o dejo de hacer.
Pensamos que Dios Todopoderoso es el primero en violar sus propias Leyes. Si como humanos lo hacemos, vemos afuera lo que traemos en nuestro interior. Entonces, si traemos con nosotros estas Leyes: “Cosechas lo que Siembras”, “Con la medida que midas serás Medido” y la reflexión: “Entre más pequeña es la personalidad del hombre, tanto más pequeñas son las cosas que le molestan”, podremos vivir en libertad y, sobre todo, en CONSCIENCIA.
Sé feliz y vive sano
Maya Psicóloga Espiritual
Maya333god
Comentarios
gracias,...
te quiero mucho bendiciones.