ENVIADO POR "MIRAR LO QUE NO SE VE"
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Muchas veces vivimos pesadillas pensando que son sueños. Queremos tener un plan que nos haga felices y el plan nos tiene a nosotros y nos domina, nos somete o nos relega al cuarto oscuro de la indecisión.
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Lo peor que nos puede suceder, desde el punto de vista emocional, es navegar en la desesperanza, en la incertidumbre y en la inestabilidad.
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No conocer los parámetros en los que nos movemos y no disponer de un código que nos permita interpretar lo mismo, nos embarca en el caos.
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A veces las pesadillas las construimos ladrillo a ladrillo. Poco a poco, lentamente, dejando que se rompa un pedazo, permitiendo que se deshile un trozo, no dando importancia a los detalles, sucumbiendo al desmorone de lo que a veces se ha levantado con tanto esfuerzo.
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No hemos venido a sufrir. Pero sufrimos y mucho.
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No hemos venido a empujar el barco, sino a dirigir el timón. No hemos llegado con el corazón vacío sino con una herencia legendaria de infinitas vidas y de almas ligadas a nosotros que nos regalan un millón de posibilidades para que elijamos.
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A veces, elegimos mal y siempre lo mismo. Hasta que superemos, uno tras uno, nuestros propios límites.
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Las pesadillas nacen de sueños mal vividos.
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Lo que configura la caja de las sorpresas de nuestra vida es la decisión de hacernos cargo de las intención de ser felices.
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En ocasiones confundimos nuestra felicidad con las ganas de hacer felices a otros. Nos empeñamos tanto en que los demás estén a gusto que olvidamos nuestro propio bienestar.
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Y es que todo debería venir rodado. Al empeño de que todo marche bien a nuestro alrededor, correspondería engendrar un ambiente excelente lleno buenas vibraciones donde el bienestar primase para todos todo el tiempo.
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No es tan fácil. Por eso y viendo que lo de fuera no depende de nosotros, sino que responde a leyes propias ajenas a nuestra voluntad, terminamos por entender que lo único posible es dominarnos a nosotros mismos, orientarnos como sea mejor para nosotros y sobre todo, construir nuestra propia felicidad a costa de lo que sea.
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Nadie mejor que uno mismo para regalarse el placer de ser feliz.
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