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Una selección de chistes sobre los tiempos modernos en el libro: "La risa, remedio infalible". ¿Qué cosas graciosas te pasan hoy en día?

 

Una vez, en un baño público, mi amiga Addy oyó de pronto a la mujer del sanitario de al lado preguntar:

—¿Y cómo te va?

—Bien —respondió sorprendida.

La mujer continuó:

—¿Y qué novedades tienes?

Todavía confundida, Addy dijo:

—No muchas. ¿Y tú?

La mujer golpeó la división y dijo:

—¿Me permite? Estoy hablando por teléfono.

 

               — MARION SPARER

 

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Una mujer llama por teléfono a su esposo:

—Mi cielo, disculpa que te llame, pero te tengo dos noticias: una buena y una mala.

—Perdóname, cariño, pero estoy en una junta bastante complicada. Nada más dame la buena.

—El airbag de tu auto funciona perfectamente.

 

               — FÁBIO LUIZ CEREGATTO

 

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Hoy en día resulta tan raro que den comida en los aviones que me sorprendió escuchar a la aeromoza cuando le preguntó al hombre que iba sentado delante de mí:

—¿Le gustaría cenar?

—¿Qué opciones hay? —respondió él.

—Sí o no —dijo ella.

 

               — KERVYN DIMNEY

 

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Después de comprar un aparato reproductor de discos compactos y algunos discos para mi madre, ella se emocionó mucho pues descubrió que ya no tendría que avanzar ni retroceder las cintas ni colocar la púa en el tocadiscos.

A sabiendas de que no es precisamente muy avezada en materia de tecnología, la llamé unos días después para ver cómo le estaba yendo con el aparato.

—Bien, escuché un disco de Shania Twain esta mañana.

—¿Todo el CD? —le pregunté.

—No—me dijo—, sólo un lado.

 

               — COURTNEY DYER

 

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Mi madre, maestra en el arte de hacerte sentir culpable, me mostró una foto donde aparece ella esperando cerca de un teléfono que se ve que nunca iba a sonar.

—Mamá, yo llamo todo el tiempo —le dije—. Si tuvieras un contestador, lo sabrías.

Poco tiempo después, mi hermano le instaló uno.

Cuando llamé la siguiente vez, me respondió el aparato: “Si es usted un vendedor, oprima el 1. Si es un amigo, oprima el 2. Si eres mi hija que nunca llama, marca de inmediato el 911, porque la impresión de que lo estés haciendo seguramente me provocará un ataque al corazón”.

          — SUSAN STARACE BALDUCCI

 

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La maestra le explica a uno de sus alumnos:

—Así es, Dieguito: el teléfono se lo debemos a Alexander Graham Bell; la bombilla eléctrica, a Thomas Alva Edison; las pilas, a Alejandro Volta, y la imprenta, a Gutenberg.

—¡Ajá! —exclama Dieguito—. ¡Ahora sé por qué tenemos tanta deuda externa!

 

               — ALBANO GARCÍA

 

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Los niños necesitan computadoras cada vez más veloces en el salón de clases.

Impaciente por entregar su examen final, un inquieto alumno hacía clic repetidamente en el icono de “imprimir”. Un rato después, de la impresora empezaron a salir, una tras otra, copias y copias del ensayo de 10 páginas del chiquillo.

¿El tema? “Salvemos a nuestros árboles.”

 

               — KEN CUMMINGS

 

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Cierto día, el ascensor de nuestro edificio falló y nos dejó a varios inquilinos atrapados. Como vi un letrero en el que aparecían dos números telefónicos de emergencia, marqué el primero de ellos y expliqué nuestra situación.

Después de lo que pareció ser un silencio muy prolongado, la voz del otro lado de la línea dijo:

—No sé qué espera que haga por ustedes; yo soy psicólogo.

—¿Psicólogo? —respondí—. Su teléfono aparece aquí como un número de emergencia. ¿Nos puede ayudar?

—Bien —dijo finalmente en un tono mesurado—. ¿Cómo se sienten estando atrapados en un ascensor?

 

               — CHRISTINE QUINN

 

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Me siento incómoda cuando hablo con un mecánico, así que cuando mi vehículo empezó a hacer un ruido extraño, busqué la ayuda de un amigo mío. Él condujo el auto por la calle, escuchó atentamente y luego me dijo cómo explicar el problema cuando lo llevara a reparar.

En cuanto llegué al taller, recité con gran orgullo:

—Está desregulado y genera detonaciones prematuras, las cuales podrían dañar las válvulas.

Eché un vistazo con petulancia por encima del hombro del mecánico, y lo vi escribir en su hoja:

—La señora dice que hace un ruido raro.

 

               — KATE KELLOGG

 

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No me podía decidir entre ir de vacaciones a Mendoza o a Santa fe, así que llamé a la aerolínea para que me dieran los precios de los vuelos.

—La tarifa a Santa fe cuesta 300 dólares —me dijo muy amablemente la persona que me atendió.

—¿Y a Mendoza?

—Tenemos una magnífica tarifa a Mendoza: 99 dólares —dijo—. Sólo que el vuelo hace una escala.

—¿Dónde?

—En Santa fe —me respondió.

 

               — CHRIS LEWIS

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