Muchas veces pretendemos cuidar a los demás, pero no estamos siendo conscientes o no le prestamos la debida atención a que no estamos cuidando de nosotros, en dicho caso cualquier cosa que ofrezcamos a otra persona no la podremos sostener e indudablemente no será el mejor producto que podamos ofrecer.
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Todo comienza por nosotros mismos, no podemos amar a alguien más si no nos amamos a nosotros primero, no podemos enseñar algo que no sepamos, no podemos cuidar de alguien si nos mantenemos en descuido.
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Hay personas que se justifican diciendo que para ellas no tienen tiempo, sin embargo no son conscientes que ese tiempo les será demandado más temprano que tarde y quizás de las peores maneras. Es allí cuando las personas enferman, se desconectan, se aíslan, se separan, se abstraen y de alguna manera buscan una compensación por lo que no supieron darse.
¿Por qué no mejor aprendemos a distribuir nuestro tiempo y nuestras energías entre nosotros y el resto de quienes lo necesitan? A fin de cuentas, no somos indispensables en la vida de nadie, podemos ser importantes, podemos ser irremplazables, pero no indispensables, si dejamos de estar, los demás se las arreglarán, pero seguirán con sus vidas, mejor, peor, igual, como sea, pero continuarán sus caminos.
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Todos podemos sacar tiempo para nosotros, para alimentarnos, para hacer ejercicios, para darnos una buena ducha, para consentirnos, para celebrar nuestros logros, en fin, para hacer lo que nos satisfaga, que no tenga que ver con nadie más, donde nos beneficiemos a nosotros mismos.
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Siempre seremos de mayor utilidad, mejor compañía, mejor apoyo, mejor ejemplo, cuando nos cuidemos y estemos sólidos para ayudar o cuidar a otros. Debemos aprender a delegar, a buscar apoyo, a decir que no en determinados momentos y los que están alrededor tendrán que ajustarse, porque un “no” oportuno y consciente, puede evitar muchos “no” posteriores indeseados e involuntarios.
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Tienes que estar bien tú para ayudar a otros, a menos que se trate de algo muy específico sin mayores demandas a lo largo del tiempo. Sin embargo, está siempre consciente de que cualquier cosa que hagas en beneficio de otro que demande algo de ti que tú necesitas, siempre te pasará alguna factura.
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El ejemplo clásico que se da cuando conversamos en relación a cuidar de nosotros primero, es el del protocolo explicado por la tripulación de las aerolíneas al momento de viajar, asociado a la asistencia a los niños en caso de descompresión en la cabina.
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El adulto debe colocarse su máscara de oxígeno antes de asistir al menor y la razón es que es la única manera de garantizar que ambos estarán bien, colocarte tu máscara te tomará unos segundos, mientras que asistir al niño puede tomarte mucho más, si el niño está nervioso o inquieto, se complica más aún el escenario y de no tener tú tu máscara se corre el riesgo de que te desmayes, sin haber podido ayudar al niño, ni a ti. En caso de haberte colocado tu máscara primero de seguro podrás tener muchas más libertad de acción y mucho más tiempo para manejar la situación de manera exitosa.
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A veces cuesta asumirlo, pero tú debes ser tu prioridad, no por egoísmo, sino que es la única manera de garantizar que podrás ofrecer lo mejor de ti y que el dar y cuidar a otros no será algo que vaya en tu contra. Ámate y cuídate siempre, incluso cuando no sientas que lo necesites.
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Por: Sara Espejo – Rincón del Tibet
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